lunes, julio 21, 2014

FACHADOLID. LA GUERRA DE LAS MEMORIAS

El monumento a Onésimo en el Cerro de san Cristóbal va cobrando marchas forzadas todos los visos de ir a convertirse en un Stalingrado de la guerra de memorias que encendió la ley funesta. ¿Dura lex sed lex? Estamos de acuerdo (por nuestra formacion de juristas aunque solo sea) Pero eso no da pie a aplicar una ley por el vandalismo y la violencia como han venido a hacer ahora algunos en el cerro vallisoletano (sin atribuciones ningunas) Con lo que no consiguen más que poner al descubierto la falta de consenso profundoa de esta ley ilégitima, y vienen a sentar asi -lo quieran o no- las bases de su abrogacion en un futuro próximo. Por eso precisamente, por tratarse de una ley polémica y encismante y por ende, i-na-pli-ca-ble. Por guerracivilista
Alzamiento del Dieciocho de Julio. Setenta y Ocho Aniversario. Setenta y ocho años que a algunos –de uno como del otro bando- nos parecen setenta y ocho minutos (y ni siquiera) Nunca más, dicen ahora algunos mostrando así su verdadero rostro –de traidores a la Memoria de los suyos- manchando y encenagando de oprobio y de vergüenza de la forma más hipócrita que sea, a la efemérides aquella tan gloriosa. Nos merecen desde luego mucho menos respeto y beligerancia que la de los genuinos (si aun quedan) herederos de la memoria de los vencidos.

Y la prueba que la memoria de aquella efemérides colectiva tan crucial y decisiva de nuestra historia sigue aún más viva que nunca nos la aporta ahora esa nueva escamaruza en la guerra de memorias que vino a encender setenta años después la leyenda (funesta) de la memoria histórica y que se viene riñendo desde hace algunas semanas ya en un campo de batalla de lo mas emblemático en torno al monumento a Onésimo Redondo -“Caudillo de Castilla”- en el cerro de San Cristóbal, a las fueras de la capital vallisoletana.

Valladolid, capital del Alzamiento –que Umbral por un resentimiento explicable pero injusto rebautizó “capital del dolor” en una de sus novelas guerracivilistas-, o Fachadolid en la terminología que se puso de moda en los años de la transición que yo no viví en directo. Fachadolid, si, y a mucha honra, la capital facha, léase la capital falangista por excelencia, Valladolid, símbolo vivo e inmarcesible de la adhesión en masa y unánime de la Falange al Alzamiento del Diez y Ocho de Julio –que algunos sieguen empecinadamente poniendo en entredicho-, de una Falange descabezada que tuvo su cabeza aquellos días de Julio tan decisivos precisamente en Onésimo Redondo, el único líder falangista de envergadura en libertad aquellos decisivos (y preciosos) momentos.
Calle de Alemania en el centro de Valladolid, junto al paseo Zorrilla. Junto con las calles adyacentes de Italia y de Portugal es uno de los blancos principales de la ofensiva de memoria historica de los vencidos en estos días aniversario del 18 de julio en la Capital del Alzamiento. El fraile dominico (Palomares) encargado por el alcalde de un informe sobre el asunto acaba de concluir -fuera de toda sospecha- por la inviabilidad de los cambios que impone, en teoría, la aplicación de ley funesta (e inaplicable) de la Memoria. No les faltan no obstante razones a los rojo/republicanos (cuarta o quinta generación) Testimonio peremne esas calles, del lazo de filiación original que por negarse empecinadamente a asumir -negándo así la verdad histórica- a algunos, les lleva a acabar renegando de la memoria de los suyos. Y en definitiva de ellos mismos
Descabezada en un sentido semántico profundo del término, sí. Y fue en la medida que su jefe supremo José Antonio, perdió a todas luces (trágicamente) la cabeza aquellos instantes tan dramáticos desmarcándose escandalosamente de un Alzamiento en el que había previamente embarcado a todos los suyos, a sus más próximos allegados incluso. Esa es la más rigurosa (y dolorosa) verdad histórica que se va abriendo paso al socaire y al calor (de infierno) de la polémica levantada por la ley funesta. Y en ese sentido se puede exclamar como en el pasaje bíblico, O Félix culpa!

¿Dura lex sed lex? ¡Qué remedio! El mismo dilema hoy como ayer, se nos presenta a algunos de memoria bien despierta -la nuestra y la que heredamos de un pasado más o menos reciente –léase el de los años treinta (…)-, la legalidad o la agitación callejera revolucionaria o contrarrevolucionaria (para el caso, lo mismo, o parecido) Y ese dilema vuelve a actualizarse ahora.

La de la Memoria histórica es una ley aprobada en las Cortes, con una mayoría (de izquierdas) muy simple –y con el apoyo in extremis (traidores como siempre en el terreno dela memoria como en el ámbito de la autonomía catalana) de los de Convergencia y Unió traicionando así –con el nihil obstat por cierto de los obispos (y del papa de Roma)- a tantos de sus antepasados que fueron víctimas de la persecución religiosa en Cataluña (la más cruel y más salvaje en comparación con el resto de las regiones españoles)

No es pues una ley de rango constitucional ni siquiera una ley orgánica –de las de mayoría de dos tercios-, pero hasta que no se abrogue es una ley con todas las de ley y valga la redundancia y por si dudas me quedaban me las quitaron, todas (¡ay dolor!) en la Universidad Libre de Bruselas como aquí ya saben, que veían a todas luces en todo lo que no se ajustase al cien por cien aunque solo fuera en un plano estrictamente histórico e incluso histórico/literario, puras veleidades mas o menos improcedentes (e impertinentes) e incompatibles con esa lay y que no eran por lo tanto de recibo en aquella universidad belga.
De todas las frases lapidarias de José Antonio las que mas nos pesaron sin duda a algunos que nos las aprendimos de muy jovenes como si fueran la biblia o palbra de envangelio lo fueron sin duda las que " brindó" al Alzamiento en ciernes, en vísperas de producrise el mismo, contra "los fantasmones encaramados en el poder", y contra los madrugadores" que querián servirse de la falange apenas de "fuerza cipaya" Hoy esta histórica y textualmente probado que el Madrugador en la mente de José Antonio -llamado además sin duda, por méritos/propios, a figurar entre "los fantasmones" aquellos- no lo era otro que José Calvo Sotelo y que su vil asesinato, lejos de reconciliarle con él acentuó aun mas si cabe el encono y el problema personal -¿de celos?- que arrastraba a todas luces el jefe de la Falange con el que fue fiel servidor de su padre (y competente en extremo) por lo que pagaría -antes de ser asesinado- con larga y dura expatriación, que como todas la expatriaciones por motivos políticos (o asimilables) tienen no poco de forzosas o forzadas por más que sean voluntarias en apariencia a los ojos de muchos
A la fuerza ahorcan, dice el refrán, y de momento hay que apechar con lo que hay. Como acaban de apuntar amigos y camaradas mío no obstante, presentes en Valladolid este fin de semana con ocasión de una serie de conmemoraciones relacionadas con el 18 de Julio, esta ley conflictiva –como todo en la vida- tiene su talón de Aquiles que habrá venido descubriendo laboriosamente poco a poco desde su promulgación. Y no lo es otro que su aplicación o los grados y umbrales y niveles de aplicabilidad, que me diga de dificultad a la hora de aplicarla.

Porque una ley no requiere sólo de la maquinaria legislativa que la da a la luz, sino también de todo un cuerpo social encargado de hacerla suya. Se acata pero no se cumple rezaba el célebre proverbio castrense para con los reglamentos mal avenidos (y pero recibidos) en el seno de dicho gremio o estamento.

Y esta ley de la memoria histórica se enfrenta todas luces a un problema de aplicación –que no se lo salta un gitano (y con perdón)- como lo ilustra ahora el contencioso –que arrastra desde hace un buen rato- en torno al monumento a Onésimo Redondo –Caudillo de castilla- a las afueras de Valladolid, en el cerro de San Cristóbal.

¿Nos encontramos acaso en un punto crítico en la trayectoria de aplicación de esta ley tan controvertida y tan funesta? Algo me parece así poder barruntarlo desde luego. Y es que el monumento contra el que pretenden embestir ahora los celadores de esa ley no es un monumento cualquiera. Me he estado documentando a toda prisa sobre la historia del monumento a Onésimo del Cerro de San Cristóbal y me entero que fue inaugurado –por el jefe de estado de entonces- el 25 de julio de 1961,en una solemnidad impresionante en presencia de más de sesenta mil personas entre ellos veinte mil falangistas (o franco/falangistas, con perdón) venidos un poco de todas partes.

Arquitectónicamente, el monumento a Onésimo no tiene sin duda las dimensiones del conjunto monumental del Valle de los Caídos pero le gana de sobra en punto a visibilidad: se ve de leguas a la redonda en plena llanura (sin duda por aquello de ancha es Castilla) Y la figura de Onésimo Redondo en fase de rehabilitación y revisión (urgentes) –como ya lo apunté en una de mis recientes entradas, no es una figura trivial tampoco, ni siquiera al interior del movimiento falangista.

Onésimo quedaría para la posteridad ligado en la memoria colectiva al Alzamiento del Diez y Ocho de Julio del que fue uno de los artífices principales en la medida que lo fue del triunfo y consolidación del mismo en Valladolid y en Leon y en Castilla la Vieja una amplia base territorial sin la cual los sublevados reducidos a l protectorado español y a plazas aisladas andaluzas, se hubieran visto abocados a un rápido colapso como ocurrió con el putsch de Argel (de abril de 1961)

No solo eso, Onésimo es el símbolo mas fehaciente de la incorporación masiva de la Falange y de los falangistas al Alzamiento contra lo que vienen empecinadamente sosteniendo algunos devotos joseantonianos enfermos –incurables- del síndrome de Alicante (un complejo de culpa colectiva análogo al síndrome de Estocolmo pero a una escala infinitamente mayor del orden colectivo, de toda una nación, de todo un pueblo)

Y en esa medida la Falange –en los cuatro días que estuvo aun en veda tras su liberación de la cárcel de Avila al producirse el Alzamiento- lo fue él, Onésimo. Caja negra del Alzamiento. Y así lo sigue siendo en la memoria fiel (y el que quiera entender que entienda)

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