miércoles, julio 23, 2014

"OKUPACIÓN" EN ARGANZUELA

La historia es la que es. Y si va acompañada de testimonios gráficos a profusión, más dificil de borrar todavia de la memoria colectiva. Y esa foto -como un sinfin de otras- da cuenta de loa alegria colectiva que se apoderó de Madrid aquellos dias de la Liberacion y de la Victoria. De un extremo a otro. De la Ciudad Universitaria a los barrios bajos junto al Manzanares, de clase obrera
La tentativa judicial (frustrada) de desalojo de un edificio desocupado, “okupado” a seguir y reconvertido en centro social -como el de Can Vies de Barcelona- en el madrileño barrio de Arganzuela trae una vez más de actualidad ese Madrid de barrios bajos -como oí siempre decir desde niño- que me habrán dado siempre un poco a la impresión (a mí y a otros muchos madrileños) de serlo por partida doble, en sentido literal como figurado.

Barrios con Embajadores, Lavapiés, las Rondas, la Latina el Rastro, que van bajando hacia el rio como alejándose y extrañándose (progresivamente, conforme se va bajando- del resto de Madrid situado en otras alturas o a otros niveles, y bajos también no diría en un sentido peyorativo, sino social simplemente en el sentido de barrios humildes de clase obrera, lo que fueron y que tal vez dejaron de serlo pero de lo que guardaron el sello como una marca de origen o un estigma según como o de qué lado se miren.

En el libro que dediqué a Francisco Umbral dediqué no pocos párrafos a la orilla derecha del Manzanares alto lugar de la memoria umbraliana sobre la Guerra civil española.

Curioso entre paréntesis el mutismo que les merece a los organizadores del coloquio que acaba de celebrarse en el Escorial en recuerdo del escritor no solo el libro que publiqué hace poco sobre el escrito sino también los temas que abordo relacionados con su vida y con su obra, en ellos igual que en otros promotores de la memoria umbraliana en certámenes , en coloquios celebrados hasta la fecha en España o fuera de ella.


Como si el más pesado de los tabúes gravitase sobre ellos y en particular sobre el que ma parece tema central y telón de fondo de toda la obra y de la entera trayectoria de Francisco Umbral, a saber la Guerra civil española.
Entrada en Madrid de los nacionales por el Puente de Toledo. El Madrid rojo -de barrios bajos- no sobrevive más que en la memoria de los vencidos por obra y gracia de Zaptero y del 15-M (y de sus okupas y perroflautas, y los compañeros de viaje de estos, emigrantes, musulmanes de preferencia) Ese de los barrios/rojos (madrileños) es un fantasma histórico incordiante que se disipa rapidamene al calor de la Memoria heroica. Y al que son extraños y refractarios la gran mayoría de los (sufridos) madrileños que los habitan
Sin duda una forma como otra cualquiera -en el espíritu de los responsables- de conformarse o de plegarse -en la letra como en el espíritu- a lo establecido en la ley (funesta) dela memoria histórica. ¿Pero acaso se les pide tanto? Es lo que cabe preguntarse.

Umbral, en una de sus novelas sobre la guerra civil –“Madrid 1940”- guerraciviliza (¿cómo decirlo de otra forma?) a fondo ese barrio bajo madrileño, lindando con los Carabancheles junto al Puente de Toledo. Como una de las zonas donde se concentraba por su proximidad a las líneas de frente el esfuerzo bélico de las milicias rojo republicanas durante los tres años de Guerra en el Madrid situado en zona roja.

Hay otra forma (legitima) de guerracivilizar –léase de evocar o recordar en clave de guerra civil- esos barrios bajos madrileños y es por la importancia y la influencia que ejercieron en ellos las izquierdas (obreras) organizadas antes y después del estallido de la Guerra Civil. Un Madrid rojo o el más rojo de todo el Madrid en zona roja durante la guerra civil. Una imagen tenaz que cuesta trabajo a fe mía borrar de la memoria colectiva y de la memoria individual incluso en madrileño de nacimiento como el que esto escribe.

Un fantasma incordiante más bien. Al que permanecen irreductiblemente extraños la mayor parte de los madrileños (castizos) que los habitan. Que se disipa rápidamente con un esfuerzo de memoria. De memoria individual como colectiva. En el que esto escribe por lo menos.
Esta imagen que me resulta inédita la acabo de recoger de un blog -de autor joven a todas luces- en la que sirve de illustracion a un comentario sobre la novela de Umbral "Madrid 140" Umbral, lo dije y lo mantengo, reexhuma en sus novelas sobre la guerra civil y el franqusimo (dtemprano) una memoria olvidada de la derrota española en el 45 concomitante con la de los anzifascismos, fieles aliados de la España de la Victoria. Y ese es su gran mérito. Lo haría no obstante, de eso tampoco me retracto, al precio de resuscitar una memoria de los vencidos del 39, resucitando asi con ella -de forma no poco artificial (y lteraria)- la misma guerra civil en los espíritus de las nuevas generaciones (que no la vivieron) de una manera u otra. Lo que esa imagen en el fondo representa. Y en ese sentido, se puede decir que preparó la vía al revanchismo de Zapatero y de los indignados
No soy madrileño de barrios bajos, aquí ya lo saben todos o se lo imagina. Nací y crecí en Argüelles (lato sensu) No puedo decir no obstante que el resto de Madrid, ni siquiera esos barrios/bajos –léase el Madrid rojo de cuando la guerra- me resultase ajeno y extraños. Los recuerdos no me faltan, desde luego. De una festividad de la Virgen de la Paloma en el barrio que más castizo no cabe de las Vistillas presidida por Roberto Reyes Morales, camisa vieja (de acendencia mejicana, y cristera), que en su calidad de concejal del distrito Centro ostentaba, en cabeza de la procesión que recorrió todo el barrio, el bastón de mando del alcalde. Eran otro tiempos (bah, como si fuera ayer, y que nos oiga nadie)

A Roberto Reyes le conocí personalmente en una tertulia de la Ballena Alegre en el antiguo Café Lyon en la calle Alcalá en mis primeros años de universidad. Su figura, como sea, se ve irremediablemente asociada en mis recuerdos a ese Madrid rojo y reconquistado de la guerra civil, y de la Victoria.

Tengo otro recuerdo poco trivial también de esos barrios/bajos madrileños, y lo es de la glorieta de Lavapiés donde se encontraba –a finales de los sesenta- la sede de la lugartenencia del distrito de la Latina de la Guardia de Franco en donde el grupo del FES en el que yo militaba entonces –a pesar de su radicalismo joseantoniano anti/régimen- habían llegado a un acuerdo con el lugarteniente del distrito para poder editar allí –al ciclostil- una revista universitaria que distribuíamos en las facultades.
Una de las mesas redondas del certamen sobre Umbral acabado de celebrar en el marco de los cursos de verano del Escorial llevaba por titulo, de lo más significativo, "Umbral versus Saturno. O como devorar al padre" Caliente, caliente. ¿Puramente gratuito el suponer que mi libro de reciente publicacion, "El padre falangista de Francisco Umbral", habrá gravitado más o meno de cerca sobre el certamen? Honestamente pienso que no. De todas formas, no es menos cierto que la tonica seguida hasta ahora en todos los certámenes de género diverso celebrados sobre Umbral tras su muerte lo habrá sido el evitar cuidadosamente todo lo que pudiera infringir de cerca o de lejos tanto en el abordaje de la figura de Umbral como de su obra, la ley (funesta) de la Memoria Histórica. Dura lex sed lex. ¿Pero acaso se les pide tanto a los celadores de su memoria?
Los falangistas –de cierta edad ya en su mayoría- que frecuentaban ese y otros centros del estilo de aquel eran madrileños castizos como los que más. Más que yo incluso lo reconozco. ¿Desaparecieron acaso ellos y sus descendentes del barrio, ese y otros que pasan por emblemáticos hoy de reductos de okupas, de perro flautas de anti-sistemas, de inmigrantes etcétera, etcétera? (…) Por supuesto que no. Y apuesto que sus descendientes siguen viviendo allí en su inmensa mayoría, aunque el tono y la nota del barrio la den por desgracia otros, advenedizos o muchos menos antiguos en esos barrios que los otros.

Las “okupaciones” en ese Madrid de barrios bajos –como la huelga de hambre del teniente indignado a la que me réferi en mi entrada de ayer- son secuelas o de coletazos tardíos de la indignación orquestada del 15-M. No más que eso. Como lo prueba o ilustra si necesidad hubiera el mutismo absoluto que habrá guardado Pablo Iglesias y sus correligionarios de Podemos en esos dos episodios.

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