lunes, noviembre 18, 2013

ABORTO EUGENÉSICO NAZI O LA OTRA MENTIRA DE ULISES

En esta obra de juventud de Ramiro se recoge negro sobre blanco el llamado principio "exterminacionista" -un axioma de moralidad que chocaba más o menos de frente con los interdictos de la moral judeo/cristiana (y no otra cosa, no desprovisto por cierto de credenciales filosóficas entre los Clásicos, griegos y latinos)- por el que Nietzsche fue condenado en Nuremberg a titulo postumo y de autor intelectual, nota bene, del holocausto/judío. Además, los decretos y sentencias del célebre tribunal se convertirían tras el Concilio en fuente directa de inspiración para el magisterio eclesiástico ("lugar teológico", en la antigua teología) Y la iglesia y el PP (estando éste en la oposición por lo menos) rebañaron en el tema sin pudor y sin escrúpulo a la hora de justificar unas campañas antibortistas de inspiración eclesiástica todas ellas. Si el pobre Nietzsche levantase la cabeza, recobraría a no dudar la razón ante tamaños desatinos, como un antídoto eficaz de su locura, no me cabe la menor duda
"La mentira de Ulises" fue el título de una obra por la que vino el escándalo (proseguido hasta hoy con sus altos y sus bajos) en su tiempo -finales de los cincuenta, principios de los sesenta - de un antiguo deportado en los campos de concentración alemanes de Dachau y de Dora-Mittelbau, Paul Rassinier, militante socialista francés, miembro de la SFIO (sección francesa de la Internacional socialista)

Y pasa por ser el texto fundador del negacionismo en materia de historia de la segunda guerra mundial y en particular de todos los temas relacionados con las cámaras de gas y el holocausto/judío. Su título hace referencia al Canto Noveno de la Odisea donde el héroe, Ulises (u Odiseo), se ve obligado a mentir sobre su identidad, para escapar al yugo del Ciclope, Polifemo, del que dice llamarse "Nadie".

Y Paul Rassinier utiliza esa imagen literaria, y mitológica y alegórica de la mentira (colectiva) que los judíos urdieron -llamándose a si mismos o haciéndose llamar (figuradamente) "hijos de nadie" (léase supervivientes del exterminio o aniquilación, en alemán "Vernichtung") para así poder superar -en la posguerra- la memoria de los sufrimientos y calamidades (reales o supuestos) padecidos en Alemania y en suelo europeo bajo dominación nazi.

Y la imagen le sirve a su vez al autor de hilo argumental o telón de fondo de esta obra autobiográfica en gran parte -sobre su propia experiencia preso y deportado en Alemania- y en vía de consecuencia, de hilo conductor del que resulta ser el aserto principal de su obra, que no lo es lo referente a la contabilidad de víctimas judías de las "cámaras de gas" durante la II Guerra Mundial (algo que se deja poco menos que en nada, o digamos que en la porción congrua, dicho sea entre paréntesis, al cabo de las páginas del libro), sino el que en ninguno de los dos campos de concentración mencionados que el autor conoció por dentro, allí internado, funcionaron cámaras de gas ni nada que se les pareciera.

La obra, como digo, cayó como una bomba en el momento de su aparición, y le valió procesos a su autor -a él y no digamos a toda la legión de émulos (innombrable) que a partir de él pretendieron seguir el surco, de crítica e investigación, abierto en esa obra- aunque el tiempo vendría darle la razón en la medida que es hoy comúnmente admitido entre historiadores que las cámaras de gas o centros de exterminio no existieron de modo alguno en la Alemania en guerra, centrándose la polémica negacionista o revisionista en campos de Polonia -en particular en los de Auschwitz y Birkenau- a partir de entonces.

Cardenal Von Gallen (conde von Gallen) "León de Münster" para la propaganda aliada. El régimen nazi le toleró siempre sus provocaciones. Era un destacado exponente -y último vestigio- de los viejos poderes fácticos de la Alemania de Weimar (y de la Prusia imperial), estaba encumbrado en demasía y de la política del III Reich en materia de eugenesia hablaba mayormente de oidas, como Bernanos de la represión de los nacionales en la isla de Mallorca. Un símbolo inmarcesible que el régimen nazi y su máximo representante, católico bautizado, no se resolvieron nunca a romper el cordón umbilical que les ataba al Vaticano. Ese fue el bajo/vientre de la Alemania nazi por donde le llegarían - a través mayormente del espionaje "de confesionario"- los golpes bajos, y la derrota
Esa digamos que sea la mentira de Ulises en su análogo principal o forma o fórmula mas conocida y divulgada hasta nuestros días. Pero se dio otra/mentira de Ulises menos divulgada a escala planetaria pero mucho mas devastadora si cabe en países de cultura católica en los que no habrá dejado de hacer estragos hasta hoy, y es la referente a un holocausto/menor (en la propaganda de guerra y de posguerra) y fue el de las pretendidas víctimas de la política eugenésica del III Reich, de esterilizaciones y castraciones forzadas, y de liquidaciones (sic) -etcétera, etcétera (...)- de las que cuelga con el sambenito un pretendido programa estatal (Aktion-T4) que habrá alimentado de efluvios líricos (y plañideros) todo una literatura -como un género aparte- y más si cabe en lengua española y en las versiones periodística de la misma (tanto a izquierdas como a derechas)

Porque a poco que se escarba o se rasca sin necesidad de ser un erudito ni un especialista en el tema se sacan fácilmente a relucir las exageraciones e inexactitudes e imprecisiones fruto de imaginaciones calenturientas recalentadas (a tope) por la guerra de propaganda. Hay un punto sin embargo que se ve extrañamente cubierto de un tupido velo a pesar de la actualidad tan cadente de la que se vería revestido en las últimas décadas marcadas por campañas anti-bortistas de signo invariablemente eclesiásticos un poco a imagen y semejanza de otras que empezaron a darse con anterioridad en países protestantes, en especial en los del área anglosajona y muy en particular en los Estados Unido.

Y me estoy refiriendo a ley alemana sobre interrupción del embarazo (Swangerschaftunterbrechung) de 1935, que puede sevir de ejemplo emblemático de lo que la literatura cientiífica especializada (o con pretensiones de tal) califica de "eugénesis positiva" (a la vez no poco terapeútica) El aborto no se veía en ella declarado un derecho de la mujer, seguía al contrario viéndose duramente penalizado por la legislación alemana en vigor entonces, pero´en dicho texto se establecían de manera detallada y exhaustiva (con un rigor típicamente teutónico) los supuestos de malformación del feto, de enfermedad hereditaria, peligros para la vida de la madre (etcétera, etcétera), que autorizaban el aborto quirúrgico, y que se verían recogidos un poco "urbi et orbe" en las legislaciones nacionales en la posguerra, España incluida tras la transición política, sin las garantías ni los controles -dicho sea de pasada- de las que se veía rodeado y acompañada la ley alemana (nazi), ni tampoco, por descontado, el arsenal penal y represivo (tan repleto) para con abortos ilegales de los que se veía provisto el ordenamiento jurídico de la Alemania de entonces.

A falta de pruebas suple con creces la propaganda y la fantasía, ya digo. O argumentaciones puramente ideológicas, como las esgrimidas por el tribunal de Nuremberg que condenó a Federico Nietsche por delito de lesa bien/pensancia y a titulo póstumo por culpa del llamado principio exterminacionista -haciéndole nota bene responsable intelectual mayor de todas las atrocidades en la guerra mundial- que figuraría en algunos de sus textos mas divulgados y conocidos y que curiosamente se vería recogido negro sobre blanco en una novela de juventud de Ramiro Ledesma Ramos, "El sello de la muerte"-, léase (y cito de memoria), el sacrificio (consentido) de los seres moralmente inferiores en aras del nacimiento del hombre moralmente superior (léase el Superhombre), una formula lírica y declamatoria efectivamente presente más o menos dispersa en la obra de Nietzsche (en su fase tardía), que lo quiere decir todo y al mismo tiempo tres veces nada.
Aborto como coartada (y como problema) Como niño con zapatos nuevos, con sotana nueva y flamante y cruz pectoral episcopales que me diga, el recién nombrado (entonces) obispo de Brujas, Roger Vangheluwe, a las ancas de su patrón, el papa polaco, durante la visita de éste a Bélgica en mayo del 85 (me pilló aun en la cárcel portuguesa) Se vio obligado a dimitir hace tres años y medio acusado de abusos sexuales por su propio sobrino (de cuando niño) ¿Un caso "aislado"? Como el del cardenal arzobispo de Viena -también nombrado por Wojtyla-, o de Marcial Maciel especie de super/nuncio del papa Juan Pablo II para todo el mundo católico de habla hispana, España incluída, esforzados, intrépidos y destemidos paladines todos ellos de la causa anti-abortista. Santo patron de los ciegos, el papa/magno, lo más que pueden pretender de él los postuladores de su canonización supersónica
Todo lo que precede interesa sin duda de forma directa a una argumentación de fondo sobre el tema que aquí abordo, pero hay otro argumento "ad hominem" que no habré dejado de esgrimir desde que me decidí a entrar a saco -por la vía digital quiero decir- en esta polémica y que no me resigno tampoco a pasar en silencio aquí, y es la cortada perfecta que la campañas anti-bortistas y la oposición de principio tenaz e insistente (y obsesiva) de la iglesia católica al aborto (tras el concilio) habrá brindado de poder silenciar o poner sordina al escándalo desatado "urbi et orbe" aún durante el pontificado de (interminable) de Juan Pablo II que sirvió a todas luces también de marco de incubación de la pedofilia o abusos sexuales de menores a manos de eclesiásticos (obispos y cardenales incluso algunos de los casos mas sonados)

Así, la vida (o el alma) de los aún por nacer se ponía por encima -en la atención pastoral del magisterio y de las autoridades eclesiásticas al menos- de la integridad física y moral de los ya nacidos -y de tierna edad-, amenazada (urbi et orbe) por un escándalo extendiéndose hasta hoy como una mancha de aceite (qué digo, como la peste negra) mundo a través, de los curas pedófilos protegidos por la Jerarquía eclesiástica y el Vaticano y el mismo pontífice (Juan Pablo II), y objeto de encubrimiento cómplice al menos por parte de sus sucesores

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