Leon Degrelle, asignatura pendiente de la reconciliación de los belgas, y de la normalización (completa) de las relaciones entre España y Bélgica. Y mía propia también en la medida que llevo residiendo veintisiete años en Bélgica en las circunstancias duras y difíciles que aquí algunos ya conocen. Degrelle, para recordación de algunos desmemoriados, venía de una familia profundamente católica, y fue educado en los jesuítas y en la Universidad Católica de Lovaina. Es histórica la frase del Fuhrer (como la que dedicó a la División Azul) cuando dijo que si hubiera tenido un hijo le hubiera gustado que fuese como él. Nunca renegó de su alistamiento ideológico y militar en la II Guerra Mundial y murió con las botas puestas, sin que el gobierno belga de la época (1994) permitiese el esparcimiento de sus cenizas en tierra valona (en la Tumba del Gigante, cerca de Bouillon, su tierra natal, como lo había dejado dispuesto en su testamento, lo serían pues como él quiso, pero en ceremonia privada)
El papa Francisco ha vuelto ahora a entonar (imitando a sus predecesores) la liturgia del perdón en el aniversario de la Noche de Cristal -como se dice por encima de los Pirineos- o de los cristales rotos como dicen los españoles. Los judíos son nuestros hermanos mayores (sic) ha dicho el papa de Roma que puso el paralelismo entre aquellos sucesos y el holocausto/judío.
Comparaciones odiosas, pero que la conciencia democrática en el mundo de hoy tiene anchas espaldas nos lo prueba a salto de mata la actualidad más candente, por no decir a diario casi, a un simple vistazo a la prensa del día en la que el observador medianamente avizor no deja de ser testigo (a distancia aunque sea) de matanzas de mucho mayor magnitud y calado que aquellos sucesos que se nos siguen presentando machaconamente como una encarnacion del Mal indecible (e innombrable) sin parangones posibles e imaginables.
Para recordacion, la llamada Noche de los Cristales rotos (1938) -durante la guerra civil española (...)-, coincidiendo con las fechas de aniversario de la Primera Guerra Mundial (que se sellaron con el Armisticio del 11 de noviembre) fueron una serie de sucesos desdencadenados por el atentado -de un tiro a boca de jarro, en el vientre (...)- contra un funcionario de la representación diplomática alemana en París a manos de un joven judío emigrado de apellido aleman y de nombre polaco.
Algo que causó (nota bene) profunda commoción en Alemania a nivel de la calle como de la opinión pública. La version politica e históricamente correcta reza que los ataques -más o menos cruentos- fueron planeados y dirigidos desde las más altas esferas del regimen nazi, y por el propio Fuhrer en persona. La tesis discrepante de que las instancias responsables, del estado y del régimen, se limitaron a abstenerse o dejar más o menos libre cauce o a dar rienda suelta a la colera de la población o de un sector de la misma es perfectamente defendible hoy no obstante.
¿Otorga acaso nuestro régimen democrático más derechos a los judíos extranjeros que a los propios ciudadanos españoles? Así parece indcarlo el que acabaran concediendo amparo (democrático) a una judía hungara que se estimó agraviada por un pretendido delito de lesa/verdad histórica en declaraciones (negacionistas) de Leon Degrelle y no parece otorgárselo en cambio a los miles de españoles que se sienten legítimamente ofendidos y agraviados en sus derechos (inatacables) a la propia memoria -individual y colectiva- y la verdad histórica, flagrantemente vulnerados y conculcados por la Ley de la Memoria.
El papa argentino está sin duda en su derecho -en virtud de su poder de jefe de estado aun que sólo sea- de seguir optando por la vía de la recordacion y exaltación partidista (y no menos sectaria) de una vision de la historia del mundo y en particular de los pueblos y naciones europeas en el siglo XX, que no deja de ser las de los vencedores de los dos grandes conflictos por los que aquél se vio surcado, o si se prefiere de un único gran conflicto en el que la guerra del catorce no vendría a ser más que el preludio y la que le siguió (del 39 al 45) la consumación o desenlace de lo que el profesor Nolte llamó "la guerra civil europea".
Una idea con la que viene a coincidir extrañamente ahora -en declaraciones a la presna de este fin de semana- alguien fuera de toda sospecha, y me refiero al anterior ministro (socialista) francés de Defensa, Jean-Pierre Chevenement que en respueta a las declaraciones y evocaciones triunfalistas del presidente Hollande (evocando el armisticio del 14) habrá hablado de "una guerra de treinta años" (...)
Pero además, el empecinamiento (pontificio) en el tema del que el papa Francisco parece dar muestras ahora no hace mas que echar abajo un poco más todavía una teología caduca de la historia, y en particular de la historia de nuestra civilzacion occidental y europea contra la que se insurge de forma cada vez mas pronunciada e irreversible la memoria colectiva de los pueblos europeos, y en particular de sus grandes naciones, España entre ellas.
Libres (progresivamente) del lastre culpabilizador (milenario) que en mayor o menor medida heredaron todos ellos, de un sello judeo/cristiano indiscutible
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