Eugenio Vegas Latapié, en una foto grosso modo de la época en la que yo le conocí y traté, cuando frecuenté su tertulia semanal, los domingos en su domicilio (1973-1974) De lo que me consta, no aprobaba el plumero (liberal democrático) que sacaba ya a relucir el futuro monarca, del que había sido preceptor, siendo aquél niño, en Lausanne donde él se había autoexiliado. A veces nos hablaba de encuentros fortuitos en actos o en lugares públicos con el futuro monarca -e incluso siendo ya rey- en los que éste saltándose el protocolo, se acercaba a saludarle deferente y afectuoso. Asistió a mi primera misa en latin de San Pio V en el hotel (cinco estrellas) Meliá Castilla el 29 de junio del 78 un día antes que el cardenal Tarancón (Vicente Enrique) sacase una nota en la prensa fulminándonos (democráticamente)- y fue invitado de honor en el banquete que se siguió sentado -en frente mía- al lado de Monseñor Lefebvre (éste sentado entre Eugenio y Blas Piñar también presente) Nos hablaba a veces también de Luis María Ansón que a no dudar fue su discípulo (y seguidor) Eugenio era un animal/político sui generis, mezcla de maurrasiano (ferviente), de franquista de cuando la guerra y anti-franquista en la posguerra, y un democrata "a la suiza" también no poco sui generis. Me invitó a asistir a su tertulia aunque acabó confesándome que me habían presentado a él como "un falangista de izquierdas" Lo que le honra. Porque había sido uno de los rivales de José Antonio de jovenSin trampa ni cartón. Se cumplen hoy treinta y ocho años del ascenso al trono de Juan Carlos I ("el Breve" que así lo oí en torno a mí por todas partes de muy joven) ¿Feliz cumpleaños? Como diría Jack (se sobreentiende el Destripador), vamos por partes. Y para ayudarnos en el análisis complejo que fatalmente se impone, me ayudaré del articulo recordatorio publicado hoy en el diario "el Mundo" de Luis María Ansón monárquico sin tacha y sin miedo desde muy joven.
El célebre periodista, antiguo director y colaborador del ABC y hoy de la Razón -y director (en la Red) del Imparcial- es de una generación inmediatamente anterior a la mía, y no le sabría seguir pues la pista (del todo), como se la habré podido seguir a otros nombres célebres en la España de hoy y en su vida publica de mi misma generación, y la laguna o lapso que es el mío con respecto a él se ve no obstante compensada (en parte) por mi trato asiduo durante un año (aún yo muy joven) con Eugenio Vegas Latapié, mentor y protector, en los inicios de su trayectoria, de aquél y que nos hablaba de él evocándolo a menudo en las tertulias dominicales a las que asistí (como creo que aquí ya todos o todos o casi lo saben) el año que precedió (1973-1974) a mi marcha al seminario de Ecône.
Ansón maurrasiano, esa era la etiqueta que arrastraría en mi mente hasta hoy de la imagen que nos daba de él Eugenio, maurrasiano ferviente igualmente, como lo seguía siendo entonces ya en el atardecer de su vida cuando yo le conocí. ¿Fue acaso Eugenio Vegas el que ayudó o enseñó a Ansón a compaginar el culto al célebre monárquico francés con la religión democrática y parlamentaria que profesa en la actualidad y que profesó tal vez de siempre que no lo sé?
Es muy posible, pero por ahi no dejaría de ofrecer un flanco de lo más débil y vulnerable, y es que la obra de Maurras a imagen de su longeva trayectoria es tan vasta e inconmensurable que se asemeja así a primera vista a una gran leonera conceptual o ideológica (e histórica) en donde, bajo el (solo) hilo conductor del principio dinástico, se puede encontrar un poco de todo, desde elogios al constitucionalismo inglés -heredado de los contrarrevolucionarios franceses decimonónicos- y a la monarquía constitucional encarnada -en la revolución francesa y tras ella- por la rama dinástica de Orléans en la que Maurras tenía puestas sus complacencias (en detrimento de los legitimistas), hasta llamamientos a penas velados al golpe de estado ("coup de force") y a la adhesión intelectual a la Colaboración (hasta el final) con la Alemania nazi que le valdría el ser perseguido y condenado (y preso) en su propio país tras la "libération", hasta poco antes de su muerte
Francisco (Francesc) Cambó, exponente prototípico -y no menos funesto- de reformismo políco en la España del primer tercio de siglo XX. Le dio una puñalada trapera a Alfonso XIII negándose a formar gobierno en vísperas del 14 de abril. ¿Hablando se entiende la gente? Con gente como Cambó, sí : eso es lo que pensaba Alfonso XIII y lo que -por lo que él mismo dice- sigue pensando su nieto. Y esa es desde luego la apuesta de juancarlistas fervientes como Luis María Ansón. Los pueblos que no aprenden de la historia (...) ¡Ay dolor!En el artículo de Ansón y más aún en las fotos que lo acompañan -del futuro monarca siempre asistido y acompañado del jefe de Estado anterior, o de los más fieles de sus leales- se traza una semblanza de Juan Carlos I que hace de él un prisionero del régimen de Franco y del Caudillo en persona, mucho más que su legatario (único) -como en realidad lo fue- y en cierto modo también su heredero. Y a fe mía que por muy fino psicólogo y observador que se sea, es difícil de atisbar en ninguno de esos documentos gráficos la menor traza o vestigio de síndrome de Estocolmo o de que el interesado se sintiera o se viera secuestrado de una manera u otra. Franco propuso y él dispuso. Punto. Esa es la (nuda) verdad histórica. Y asi aceptó la oferta de poder acceder al trono contra la voluntad de su propio padre y saltándose (a la torera) el orden sucesorio (antiguo) conforme a unas vías legales e institucionales que tenían mucho de innovador y si se me apura de revolucionario.
Que sus panegiristas y cortesanos hayan querido cimentar -a posteriori- una legitimidad a su nombre, a base de registrar y contabilizar el grado de distanciamiento que se produjo en él para con con el régimen de Franco, a imagen y semejanza de la que se se vería impreso el régimen de monarquía democrática que él encarnaba en lo sucesivo, es por así decir su problema propio e intransferible. Pero del dato irrefutable que en las altas esferas del poder mundial ese pecado original no está borrado o lavado de ningún modo, da cuenta la movida de los indignados (del 15-M), tentativa la más seria en cuarenta años de posguerra de echar a pique su reinado...con el auxilio (precioso) y el patrocinio nota bene de las grandes potencias y en particular de la Casa Blanca (como aquí ya lo tengo explicado)
Y obstinándose en esa andadura dialéctica que es la suya de antiguo, el periodista (ex) maurrasiano propone ahora como opción o alternativa de futuro una reforma constitucional que contente a su vez a separatistas (traidores) e indignados (manipulados) Reforma o muerte, viene a soltar ahora Ansón, y a parte de que el reformismo en política gozó siempre de poca audiencia y calado en la historia española contemporánea -y no hay más que pasar someramente revista a sus principales ilustraciones o representantes-, la historia de España en el siglo XX nos enseña que el reformismo cavó la tumba de la monarquía en el 31 después de haberse mostrado incapaz de conjurar los principales demonios y amenazas que gravitaban sobre la sociedad española y sobre el estado en vías de desguace y desmantelamiento -como lo reconoció el mismo José Antonio en sus "papeles póstumos"- en el que aquella se sustentaba, y en primera fila de todo ello, el chantaje separatista que vuelve a repetirse hoy más fuerte y amenazante tal vez que nunca en Cataluña.
Leopoldo de Bélgica, exponente de monarca reinante en un país europeo que tomó partido (discretamente) por la causa del Eje durante la II guerra mundial. Si la Iglesia fue el bajo/vientre de los nazi/fasicmos las monarquias derrocadas o reinantes fueron su talón de Aquiles, como lo probaría el caso de Víctor Manuel III en la Italia fascista, y de la conspiración de los monarquicos (atentado contra el Fuhrer de Von Stauffenberg) en la Alemania nazi¡Basta ya de chivos expiatorios! En la transición lo fue el llamado inmovilismo en provecho de los llamados reformistas o aperturistas de entonces. ¿Ansón quiere repetirnos la jugada de nuevo acaso? Que sepa que a contrario de lo que ocurrió con los emigrados franceses (monárquicos) de la Revolución, algunos aprendimos (de entonces, de la Transición) pero nada olvidamos, para no tener que repetir, aunque sólo sea, la misma experiencia de derrota y de fracaso.
¿Feliz cumpleaños pues? Que se lo digan o se lo griten los que se vieron invitados a la fiesta durante cuarenta años y no nos lo pidan a los que no sentimos siempre excluidos de la lista de invitados (y cortesanos) Debajo del rey -rezan nuestros clásicos- todos iguales. Y el que esto escribe nunca se sintió en lo más mínimo inferior en lo que fuera al más encumbrado de los cortesanos del régimen monárquico/democrático.
Que nobleza obliga hasta en la disidencia y en el resentimiento. y la preferencia (afrentosa) que el monarca mostró siempre por la memoria de los vencidos del 36 -y sus exponentes y representantes- a costa y en detrimento de la de los vencedores de entonces que hicieron posible su ascenso al trono treinta y cinco años más tarde, no es sin duda el menor en la lista de nuestros agravios. Que quede constancia de ello en el 38 aniversario
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