Para un español residente en Bélgica hay instantáneas más elocuentes que todos los libros de Historia. Degrelle en su exilio español, bajo los retratos de Carlos V y de Felipe II, monarcas legítimos de los Países BajosMe veo envuelto desde hace unos días aquí en Bélgica en una polémica -¿peligrosa? (a fe mía que no lo sé)- sobre la figura de Leon Degrelle del que ya me habré ocupado (un tanto tangencialmente) en una de las entradas recientes de este blog, pero del que hay que rendirse a la evidencia -como del pasado que no pasa- que sigue ahí delante nuestra, de algunos más que de otros es cierto, rodeado de un gran signo de interrogación, preguntándose (preguntándonos) más que otra cosa.
Y no sólo eso, y es en la medida que el autor de estas líneas arrastró de antiguo el sentimiento un tanto pesado que la figura de Leon Degrelle que me diga los tabúes (pesados) que aún la rodean en su tierra de nacimiento y de origen (entre belgas) habrá hipotecado aún mas pesadamente aquí mi existencia desde el momento mismo que aquí llegué.
Fue sólo mentar su nombre, es cierto, en aquellos momentos particularmente duros de mi estancia aquí, "explicándome" (¡ingenuo de mí!) -sobre mis ideas, sobre los móviles de mi acto de protesta delante del Palacio Real de Bruselas- con el director del anexo psiquiátrico de la prisión de Forest -en el centro de la capital- donde me vi (injusta e inexplicablemente) internado en mayo del 2000, que su reacción fulminante como efecto de un resorte no se hizo esperar, como si le hubiera mentado la madre (y con perdón)
"Su conversación comienza a alargarse mas de la cuenta" ("à prendre de l'ampleur"), me espetó, antes de cortar en seco nuestro encuentro. Resultado, una semana más de internamiento para mí -ya llevaba una- en aquellas circunstancias, objeto de tratamiento cruel, inhumano y degradante (sic) encerrado en la celda -del anexo- reservado a los casos desesperados de aquella prisión de preventivos. Degrelle sigue siendo tabú de los tabúes en Bélgica, entre valones como él lo era, e incluso entre flamencos, y tal vez sea por ahí por donde levante ampollas (insospechadas) en algunos.
Victor Matthys, el segundo de Degrelle, en una foto -con patente de infamia- que se conserva en el Memorial Judío de Vad Yashem en Tel Aviv. En contraste con la imagen -de escarnio y de leyenda negra- que arrastra en la memoria oficial de los belgas, no fue ni un cobarde ni un hombre gris. "Nos hubieras dicho que descendíamos de indios, que nos nos hubieras convencido menos", espetó sarcástico a Degrelle tras el célebre discurso del líder catatalogando de pueblo "germano" a los belgas valones durante la II Guerra Mundial. "Pensamos y decidimos que teníamos derecho a defendernos", declaró ante el tribunal que le condenó a muerte (y le hizo fusilar), en alusion al terrorismo salvaje que practicaba la Resistencia en BélgicaEl fenómeno Degrelle marcó (a fondo) la vida de los Belgas y de la actualidad belga los años treinta. A poco de llegar aquí, en zona flamenca donde residí los primeros años, cayó en mis manos un libro de estampas recordatorias -"Cartas de amor a Amberes" ("Liefdesbrieven aan Antwerpen")- sobre el pasado de esta gran ciudad portuaria, a base de un recopilación de testimonios autobiográficos de unas breves páginas cada uno, y a cargo de una veintena de belgas flamencos con lazos de nacimiento o de adopción con la gran urbe flamenca.
Y uno de ellos -sobre los años treinta (época de la infancia de su autor)- me llamó particularmente la atención por la evocación entre sus recuerdos de niño del mitin (sonado, cerca de cuarenta mil personas) de Degrelle en el Gran Velódromo ,-que me diga el Palacio de los Deportes de Merksem en las afueras de la villa (29 de octubre de 1936) (...)- un poco el centro de la vida social del Amberes de entonces, lleno a reventar para oír al líder rexista una de sus encendidas peroratas en francés (un respeto) Como uno de los acontecimientos mas importantes de aquellos años treinta en la ciudad.
José Streel, diplomado (brillante) de la Universidad Católica de Lovaina fue el principal intelectual del movimiento rexista, aunque en el 43 se distanció de Rex. Degrelle llegó a decir de él que "no había aportado a la Colaboración más que sus complejos" (léase sus escrúpulos religiosos), lo que no le impidió de elogiarle y rendir homenaje a su memoria tras su muerte. A su vuelta de Alemania (de incógnito) donde se había refugiado al final de la guerra, fue buscado y apresado, y condenado a muerte -y fusilado- por delito de lesa bien/pensancia (léase colaboración intelectual), no se le pudo probar otra cosaDegrelle a no dudar fue una figura de perfiles en extremo "unitarios" que gozaba de eco y predicamento innegables a uno y otro lado de la frontera lingüística ("étnica") que divide a Bélgica (grosso modo) por la mitad, si se exceptúan los (pequeños) cantones del Este, de población germanófona (que para los españoles son verdaderamente otra historia, en parte también nuestra) Y en medio de un país sacudido por las tensiones separatistas y marcado por un fuerte repliegue recíproco de las dos principales comunidades lingüísticas, dándose desde hace décadas (un poco) la espalda la una a la otra, no hay duda que la evocación del recuerdo del líder fascista opera fatalmente un efecto catártico y reconciliador (y reunificador) entre belgas de efectos imprevisibles
La represión tras la segunda guerra mundial se cebó mas sobre los flamencos en la medida que el grado de adhesión en Flandes al Nuevo Orden (nazi) fue indiscutiblemente mayor (a decir verdad casi unánime) que en zona francófona, léase Bruselas la capital y la región valona.
Pero el francófono Degrelle sigue encarnando a todas luces más que nadie la imagen del rigor (implacable) de una justicia de vencedores que no le concedió ni olvido ni perdón hasta hoy.
Fascistas belgas flamencos desfilando por la Grand Place de Bruselas durante la II Guerra Mundial. El escritor (flamenco) Hugo Claus, en su obra "La pena de Bélgica", dejó escrito que "los alemanes entraron como quien va pisando mantequilla por las ciudades flamencas" Los herederos ideológicos y descendientes (por la vía biológica) de aquellos no obstante, los nacionalistas flamencos, en vez de asumir el pasado, optaron por la via fácil del separatismo y de la reivindicación lingûística sectaria y de la búsqueda de chivos expiatorios de reemplazo (España y los españoles en primerísima fila de todos ellos)Como lo ilustra el numero reciente de la edición belga de una revista francesa ("Marianne") que titula "Los cerdos mas grandes ("salauds") de nuestra historia" su portada, cubierta de los retratos de los "infames" entre ellos, los dos principales de toda esa lista (de la infamia), Leon Degrelle...y el Duque de Alba, como si el uno por su condición de español viniera a ennegrecer todavía más -en la mente de sus detractores- la figura del otro gran/traidor, refugiado en España (para más inri) hasta el final de sus días (...)
¿Sólo los vencidos de la guerra civil española tiene derecho a memoria y a rehabilitación (reparadora)? Una pregunta que por increíble que parezca sigue sonando incongruente a los oídos de muchos belgas ¿Hasta cuando?
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