PUEBLO ASOCIAL Y FEROZ Y VIRUS ÉBOLA
No sé a quién se lo leí -ni de quien hablaba- aquello de que “le gustaba aquel escritor porque no le dolía España” Qué suerte que tenía. Yo llevo casi cuarenta años expatriado –en parte por fuerza mayor en parte por voluntad propia (todo aquí ya lo saben)- como un apátrida, visto y tratado a menudo como un extranjero por propios y extraños- y me sigo preguntando por qué me tomo tantos pollos a pelar, por qué me tomo tan a pecho la actualidad española en su capítulos más tristes y penosos como el que estamos presenciando las horas que corren por cuenta de la enfermera contagiada con el virus Ébola. ¿La reacción del hijo prodigo, del que se sintió rechazado en mayor o en menor medida por los suyos? La psicología de profundidades alberga con certeza respuestas juiciosas y de agudeza extrema a ese y otros profundos enigmas de la conducta y de los comportamientos entre humanos. Decía Umbral de José María Pemán –evocando la “tercera” de ABC que dedico el célebre escritor poeta y dramaturgo al libro de Umbral sobre Lorca- que “lo escribió con esa generosidad que sólo tienen algunos hombres con los que nadie había sido generoso” El patriotismo que siento en lo más hondo -tal vez más por vivir fuera- y del que pongo por testigos a los que aquí me leen habitualmente ¿hijo de ese sentimiento de rechazo que arrastro de antiguo entre mis compatriotas? ¿Igual que un apestado o un enfermo contagioso? Es posible. ¿Explica acaso la fogosidad que le habré puesto –un vez más- a estas entradas sobre los casos de Ébola en España (entre españoles)? Algo de eso debe haber sin duda. Y lo que más me duele en el caso que nos ocupa no son los riesgos reales de pandemia o de propagación del virus entre españoles, mínimos del decir de los especialistas –por más que pueda darse algun caso más todavía- sino la reacción (¿minoritaria?) de muchos de mis compatriotas. España no es el pueblo español, y si así fuera, de verdad que me borro, si como español tuviera que identificarme con reacciones a nivel de calle o de opinión pública como algunas que se están dando en las últimas horas.
Y a algunos le suene tal vez a blasfemia esa puesta en entredicho del pueblo español (como suena), a los que remito con mucho gusto –y sin acrimonia alguna- al escrito tardío de José Antonio (fuera de toda sospecha en materia de patriotismo) “Germanos y bereberes” en el que hace objeto de una criba rigurosa y de una crítica frontal y sin contemplaciones a la noción de "pueblo" tal y como fue germinando en la historia española desde las honduras del siglo XIX. Y José Antonio, a esa reivindicación del pueblo que identificaba con lo que él llamaba “la rebelión berebere”, le ponía nombre y apellidos, los de Mariano José de Larra, el malogrado escrito liberal decimonónico, a quien el fundador de la Falange parece otorgar en ese texto la paternidad de toda una intelectualidad de izquierdas en la España contemporánea, pero es obvio que la cosa venía ya de antes, y no de la Ilustración sino de la guerra de la Independencia y del liberalismo naciente entonces, y por supuesto de las Cortes de Cádiz. Y me vienen todas estas elucubraciones a la mente tras la lectura de la colaboración en el Mundo de hoy de Arcadi Espada que ya habré citado alguna vez en mi blog, y al que quizás pudiera extrañar que el umbraliano convencido (y critico a la vez) que esto escribe tenga entre sus lecturas a alguien al que separó una enemistad tan notoria (‘e irreconciliable) del autor de la Leyenda del César Visionario. Arcadi Espada arremete hoy escribiendo sobre el caso Ebola contra el pueblo asocial y feroz (sic) tal y como se estaría revelando las horas que corren, buscando a toda costa no errores sino culpables. Y en unas exhortaciones de innegable aliento profético que no habrían desmerecido de su gran enemigo Umbral, emplaza a los responsables a hacer oír –sin temblores- la voz del buen gobierno (sic) frente al griterío del populismo infecto. Y si no, dice, que se dediquen a sus labores. Lástima que su autor se llame o se haga llamar Arcadi porque tengo entendido que es originario de Leon (como lo era Umbral también por la rama materna) No importa. Palabra de dios, te alabamos señor.
MODIANO Y SU PADRE, JUDÍO COLABORADOR CON LOS NAZIS
El nuevo Nobel de Literatura, Patrick Modiano, ilustre desconocido en España para muchos hasta hoy, no lo es desde luego para los lectores de este blog donde lo habré citado alguna vez y menos aún para los que me leían en la blogosfera de Periodista Digital donde dedique tres sendas entradas, por separado, a los tres títulos de su célebre trilogía sobre el París de la ocupación alemana -“”Place de l’Etoile” (“El lugar de la estrella” en traducción española) “La Ronde de nuit” (“Ronda de noche”) et “Les Boulevards de ceinture" (“Bulevares periféricos” o “Paseos de circunvalación”) (en Anagrama)
Y en mi libro sobre el padre de Umbral le dedico todo un apartado de literatura comparada –página y media- donde comparo a Modiano con Umbral en el plano de la memoria histórica (y literaria) Los tiempos y los vientos cambian y la imagen de los hombres públicos -los escritores por ejemplo- cambian también al compás de aquellos. Y así la imagen que está vendiendo la prensa global las hora que corren del nuevo premio nobel de literatura es sensiblemente diferente de la que algunos teníamos de él registrada en la memoria. ¿Un desengañado del mayo francés, en otros términos un escritor pasado por mayo del 68, Patrick Modiano, como se le está presentando ahora? Menos rollo. Hay fotos además que corroboran lo que aquí decir pretendo. En mayo del 68 precisamente Modiano posaba para los fotógrafos de lo más modosito –chaqueta y corbata (horresco referens!)- tras concedérsele el premio literario Roger Nimier en memoria de un escritor de una generación anterior –del grupo de los “húsares- resueltamente catalogado a la derecha (hasta hoy), y se vería apadrinado al caso nada menos que por Paul Morand una de las grandes figuras del Paris literario -y de la Colaboración- durante la ocupación alemana.
La trilogía de Modiano tiene de personaje en la sombra al propio padre del autor amigo y colaborador estrecho durante los años de guerra del que es figura central de la trilogía, y del que hablo también en mi libro sobre Umbral, Henry Lafont, o Lafont a secas, antiguo presidiario y jefe de ciertos servicios de la Gestapo francesa radicados en la rue Lauriston durante la guerra, cerca de “L’Etoile”, un personaje de gran colorido.
El padre de Patrick Modiano, de ascendencia judía pasaba así a encarnar un paradigma literario de gran éxito a partir de entonces, el del judío antisemita, colaborador de los alemanes. Y el mismo arquetipo serviría de inspiración a otro escritor francés, Alphonse Boudard ya fallecido, al que conocí personalmente por coincidir los dos en los estudios de un programa de "reality show" de la cadena de televisión francesa TF1 en noviembre del 94 donde fui entrevistado, y donde Boudard presente entre el público tuvo palabras comprensivas hacia mí, comparándome (honrosamente) con una figura francesa de los años de ocupación, Paul Colette, joven militante de Acción Francesa, que protagonizó una tentativa de atentado contra Pierre Laval, y que se vería recuperado más tarde en la memoria de la Resistencia. Algo, aquel gesto de amistad –en francés “beau geste”- que por cierto no olvidé. Nobleza obliga
1 comentario:
¡"Les habeis dado", dices! No me confundas, que todavia no me cambié de bando. Observo no obstante que sus aliados españoles -que los tienen- brillaban por su ausencia en la Universitaria (...) De todas formas, si el tema Ucrania, tan desconcertante y tan sembrado de trampas contribuye a fundir -como nieve o mantequilla o grasa de cerdo al sol- los ardores (y rencores) antifascistas de algunos, bien venidos sean, porque la que salta a la vista dese luego es el poco voltaje de los incidentes que se muestran en los videos, en comparacion con los apmbientes y estados de ãnimo que yo viví por lo menos en aquellos mismos parajes, Rodericus. Lo que sí me parecen poner de manifiesto racciones tan incotroladas como esas es la fuerza y el arraigo que el recuerdo de la ex-Union Soviética sigue conservando en la memoria de los vencidos de la guerra civil, algo que tal vez se haya minusvalorado. En mis trece no obstante. Contra el nacionalismo pan/eslavo/polaco, madre de todas las guerras y calamidades en suelo europeo desde las honduras del siglo XIX. Que reencendió el mito del papa polaco. Saludos
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