El Abbé de Nantes, figura de relieve del integrismo francés, hoy ya fallecido, fue el responsable -sin culpa alguna de su parte (ni de la mía)- de mi expatriacion linguistica por un articulo suyo revelador, en francés (que traduje entonces como pude) denunciando el viraje en política de la iglesia española tras el atentado contra el Almirante Carrero Blanco. Le conocí personalmente en su pequeno monasterio francés y después me alejé de ellos. Cuando me detuvieron en Fatima no obstante, me dedicó unas palabras en público indulguentes y comprensivas -en claro contraste con la actitud de otros que me conocían mejor que él- que le honran. In MemoriamA creer en ciertos índices de audiencia –que Yahoo en español se apresura de divulgar a toda prisa-, España camina hacia la izquierda. Cinco millones o eso dicen- de espectadores para la entrevista con pablo Iglesias de “Salvados” y otro par y pico de millones (dicen) para el programa del Gran Hermano sobre la Operación Púnica. El fenómeno de Podemos y de su líder es un desafío de órdago ya lo tengo aquí dicho y recalcado. Por la juventud de su líder y de los que le siguen (en sus mayoría)
Y hay un aspecto sin duda en ese fenómeno más inquietante que otros, que llama la atención oyendo a este líder mesiánico lo es el del lenguaje que emplea. No conozco la producción escrita de Pablo Iglesias –si es que la tiene (que me figuro que sí, aunque solo sean apuntes para sus alumnos)- pero está claro que lo suyo es sobre todo el lenguaje hablado radiotelevisivo. Y su lenguaje hablado se pretende al mismo tiempo –algo que salta a la vista- lenguaje de la calle. Ayer ya me permití aquí una serie de reflexiones en caliente y con el corazón en la mano sobre la intervención del marido de la enfermera contagiada por el Ébola, Javier Limón, en la entrevista que le hicieron en el programa la Mañana de la Uno.
Un ejemplo de lenguaje hablado de la calle en versión nota bene clase baja/madrileña, o lo de madrileño, si se prefiere, en un sentido amplio incluida los alrededores de la capital y su periferia. La lengua es campo de batalla ya lo tengo aquí analizado en detalle en relación con el choque frontal –a vida y muerte- que vienen riñendo la lengua madre de godos los españoles y el habla catalana en aquella región española.
Y si es cierto que están en su derecho los que quieren imponer un lenguaje hablado callejero por llamarlo así como el que habla el marido de Teresa Romero, o en una versión un tanto diferente, un tanto más ilustrada pero sustancialmente igual de vulgar –y de viciada y de irredenta- que la otra, la una de Vicálvaro, y la otra de Vallecas (…) patria chica del líder de Podemos y especie de santuario (civil) de la memoria histórica -de guerra civil (de julio y agosto del 36) (…)- que a todas luces lleva dentro aunque no la saque a relucir mucho (por si las moscas), no es menos cierto el derecho que nos asiste a otros a hacer valer sin intimidaciones ni complejos nuestra propia forma de hablar nuestro lenguaje y nuestro propio acento.
La novela mas quinquillera de Francisco Umbral. Su héroe lo es un joven quinqui (asesino) cabecilla de una barriada de chabolas de la zona (Sur) Este de la periferia madrileña Umbral manyuvo en su obra -y en su vida- un diálogo tenso con el mundo de los quinquis, como también con la memoria de los vencidos de la guerra civil, como trato de probarlo en mi libro. Por razones de fuerza mayor digamos de cohabitacion forzosa de resultas del drama existencial que arrastraria toda du vida (poro culpa de su filiacion paterna, oficialmente desconocida) No se rindió a ellos no obstante. Y lo ilustra -entre otros indicios- el que ese lenguaje que él llamaba "cheli" -el de los quinquis y de las carceles españolas en resumida cuentas- brilla por su ausencia en sus libros, a no ser a título descriptivo (aunque lo prodigara en sus columnas periodisticas)Quiero decir que no me identifico –aquí ya todos lo han adivinado- ni con el lenguaje (hablado) del uno ni con el del otro. Quiere decirse también que no considero mi lenguaje, el que yo utilizo tanto en el plano hablado como el escrito, menos auténtico o menos cargada de promesas de futuro que ese habla de barrio, pueblerino con toque de indignación (callejera) que es el que los medios habrán puesto ahora de moda con ayuda de un fenómeno el de Podemos que es al mismo tiempo una creación de ellos, de las cadenas privadas donde –por lo que me enteré ayer- Podemos y su líder disfrutan de cuotas de emisión, lo que pone un poco al descubierto sus ataques tan virulentos contra las cadenas públicas, no me digan.
¿Alegato –a la defensiva- de un expatriado, el mío? Así se me podrá objetar, pero no me impresiona en demasía. Soy bilingüe en la practica desde hace décadas–trilingüe incluso, aquí todos ya lo saben-, por escrito no obstante no dejé de emplear mayormente mi lengua materna –ni en mi mono logo interior por supuesto-, y no se olvide tampoco un trabajo de traducción por pasiva y por activa a la vez –que me ocupó no poco tiempo y esfuerzo hasta hoy- mayormente en lenguas francesa y neerlandesa. ¿Empobreció acaso mi lengua materna, mi lengua española escrita y hablada esa cohabitación con otras lenguas ‘(europeas) –por razón de fuerza mayor, de mi expatriación-, la contaminaron de una manera y otra?
A los demás de juzgar, y si no niego que el terreno de la traducción y del bilingüismo o del trilingüismo encierra zonas resbaladizas no hago mío tampoco el aforismo (italiano) de “traduttore, traditore”, no siento haber traicionado nunca a mis raíces ni a la pureza o la autenticidad de mi lengua materna por la cohabitación con otras, ni en un sentido ni en otro, ni vertiendo mi español en francés o en neerlandés –de palabra o por escrito- ni vertiendo mi bagaje plurilingüe por así decir en mi propia lengua materna.
¿Me afrancesé acaso, me germanice –en versión belga/flamenca- acaso un poco también en el plano lingüístico? Lo asumo. Como ya tengo asumido aquí mi afrancesamiento intelectual que trae fatalmente a colación el (serio) problema histórico e ideológico que plantean hoy como ayer a los españoles de hoy el fenómeno de los afrancesados españoles de hace dos siglos. Y sin embargo no creo que mi afrancesamiento tenga nada que ver ni remotamente con una renuncia por mínima que sea al casticismo o a lo castizo, porque lo uno como lo otro se encuentran sin duda en planos distintos. Un argumento ad hominem de lo que aquí decir estoy queriendo me lo ofrece sin duda el ejemplo de Mariano José Larra –al que he leído no poco, lo confieso (desde o tiempos del bachillerato, donde era lectura obligada) -afrancesado e hijo de afrancesados (ante/el/altísimo) en que Umbral veía –en el libro que le dedico- uno de los hitos fundamentales en las letras contemporáneas en lengua española de maestría del lenguaje y de estilo propio (y castizo)
Tarancón dando la (santa) comunión a Franco (y a su esposa) Eran otros tiempos. Fue por coartada, convicción o conveniencia el más franquista de los obispos españoles. Yo le acusé y sigo acusando -a toro pasado (que descanse paz, por cierto)- de haberme escandalizado (gravemente) entonces con su puñalada trapera a un regimen acosado por dentro como por fuera. Y fue igualmente el responsable de mi extpatriación linguistica. ¿Qué remedio, sí, si en castellano -de todos los cuadrantes- se me culpabilizaba por mi enroque psicológico e ideologico a la vez, y en francés en cambio se me apoyaba y se me absolvia?Quiero decir resumiendo, que no considero que mi castellano sea menos auténtico ni menos actual que el que emplean el líder del Podemos y el mundillo de gente joven y menos joven que tiene congregado en torno suyo. Decía Claudio Sánchez Albornoz –fuera de toda sospecha sin duda para algunos- que una de los características de la idiosincrasia y del temperamento hispano era lo que él califica de “lo rahez”
De lo rahez a lo soez, no parece que haya mucho trecho, y algunos por nuestra cuenta y riesgo nos permitimos de poner en entredicho o en discusión o en suspenso ese –y en cuarentena- ese trazo de psicología colectiva tan problemático, inseparable de nuestra idiosincrasia nacional a creer al inminente historiador republicano. Decía Miguel de Unamuno que el espíritu está en la lengua lo que apostillé aquí ya en alguna ocasión diciendo que aquella se encuentra en el acento (sobre todo), léase en el lenguaje hablado. Leguaje y memoria.
Una relación estrecha como un binomio matemático. Y es normal y lógico –y fatal- hasta cierto punto que Pablo Iglesias que profesa fidelidad a la memoria de los vencidos de la guerra civil trate de t resucitar –empresa un tanto descabellada a si a primera vista- un lenguaje halado marcado por lo rahez y por lo soez de los tiempos de la II República y de la guerra civil españolea en zona roja. A pan y al vino, vino. Me expatrié en el plano geográfico y a la vez lingüístico como acabo aquí de confesar, hace ya cuarenta años y confieso también que en mi expatriación lingüística había no poco de disidencia en todos los planos.
Y puestos a señalar un jalón cronológico de punto de partida aquel singladura de alejamiento y expatriación que fue la mía (hace ya cuarenta años) yo señalaría la efemérides del atentado mortal contra Carrero Blanco y de los funerales que presencié de cerca de cerca en las inmediaciones de la iglesia (de Santa Bárbara) donde se celebraron y que se convirtieron en una insólita manifestación de protesta anti-eclesiástica y no poco anti-clerical centrada en la persona del cardenal Tarancón al que la multitud congregada en las inmediaciones hacia a todas luces –con razón o sin ella- responsable máximo (mentor intelectual incluso) de aquel atentado terrorista.
Y es que a seguir aquello cayó en mis manos, a los pocos días, el boletín de un sacerdote interista francés -en francés- el Abbé de Nantes, con un artículo en primera página dedicado al atentado –“Ese odio fratricida” (“Cette haine fratricide”) que conseguí traducir a duras penas con ayuda de mis allegados porque el francés era una lengua para mi desconocida entonces, y que fue para mi una especie de deslumbramiento interior en la medida que venía a explicar de una forma mucho mas lúcida que cualquiera en la España de entonces –y desde un prisma punto de vista parecido al mío- el drama sacro/litúrgico y político al mismo tiempo que estábamos viviendo los españoles con el desmarcaje –tan cobarde y tan oportunista- en la iglesia del concilio del régimen que la había protegido y defendido desde los tiempos de la guerra civil y la persecución religiosa. Y la explicación que me satisfacía y me llegaba al alma venia dada en francés, precisamente (…)
El Coleta (Rap Makarra) rapero de Moratalaz (junto a Vallecas) ¿El modeloNo pretendo justificarme aquí de ninguna manera de aquella expatriación lingüística –pasajera por longeva que fuera al mismo tiempo- pero sí señalar algo que aquella experiencia, un tanto atípica tal vez, me acabaría descubriendo y era que si el español y el francés tenían un común basamento lingüístico –en la lengua latina- no era de extrañar que arrastrasen otro común denominador en el plano de la memoria (y en otros muchos) como me lo probaba el articulo aquel en francés que tanto me impactó –con referencias a “los hijos perdidos” ("enfants perdus”, una expresión de difícil traducción en español, entre paréntesis, y que sin embargo tanto me impactó)-y en el que venía verterse, en francés, una memoria histórica de nuestra guerra civil en sintonía con la nuestra propia, la que se nos había trasmitido en nuestra propia lengua materna de “la Croisade (sic) anti-bolchevique”
orignal o sólo la copia? La duda se admite. Y nos las aumentan sus opiniones políticas afines a las del mesías de los perro flautas. ¿El mundo de los quinquis tras el ascenso de Podemos? ¡¡¡Odio y guerra a muerte a esa España negra!!!
Y a partir de entonces vi en el francés una lengua hermana (como me acabaría ocurriendo también con el neerlandés muchos años más tarde, aunque por motivos muy diferentes) Y eso explica –sin intención ninguna, ya digo, de disculparme aquí o de justificarme que ese fenómeno de orden lingüístico innegable que acompaño a la transición, que yo llamaría de degeneración o desnaturalización o adulteración (grave) del lenguaje con el surgimiento de un habla o una forma de hablar a la que bauticé por mi cuenta y riesgo “transicional” –por la transición política que tan hondamente marcaría- de signo callejero si no claramente marginal, asocial y carcelario, a base de troncos, de troncas, de tíos, de tías, de jais, de pasmas, de maderos de comidas del coco, de cutre, de caspas, de casposos y casposas y que sé yo cuantas otras monstruosidades (lingüísticas) que me cayeron por vez primera encima de golpe como espectros fantasmales, en la experiencia no poco traumática de cohabitación forzosa con quinquis españoles en las cárceles portuguesas.
¿Esa era mi lengua materna o me la habían cambiado? Acaso aquellos quinquis tan flamencos y tan taurinos eran más españoles que yo, pese a mi apellido extranjero, europeo? Una pregunta a la que respondí ya entonces resueltamente por la negativa (como aquí ya saben) No acuso a Pablo Iglesias de corrupción del idioma, dios me libre, pero sí de contribuir al estado de postración el que se encuentra desde hace décadas, por culpa sustancialmente de una jerga de origen carcelario –y de un toque inconfundiblemente quinqui (o merchero)- que acabó invadiendo la calle en la España de la transición, un fenómeno (aciago) que traería cola hasta nuestros días. Adivina adivinador. ¿Coleta evangélica (o judeo/cristiana) la de Pablo Iglesias? ¿O coleta de maletilla, léase quinquillera, de los quinquis de Vallecas? (…)
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