sábado, octubre 18, 2014

PABLO IGLESIAS EL DESEADO

La expresión es romántica no marxista en su origen. El marxismo la tradujo del alemán en clave judeo cristiana, y en ella alentaba una fe en el paraíso judío secularizada. El romanticismo alemán en cambio como la propia lengua alemana y como sin duda todas las lenguas, tenia y tiene algo de irreductiblemente propio y de intraducible. Y está hoy claro que el romanticismo fue alemán en su origen. Y por eso volvería a resurgir -y a morir- un siglo después en Alemania(...)
Pablo Iglesias, el Deseado, como lo fue el rey Borbón Fernando VII (que no debe ser santo de su devoción desde luego) Esa es la etiqueta que amenaza con pegársele a sol y a sombra por culpa del gesto entusiasta de una (joven) militante de su partido que en el mitin de Vista Alegre de Podemos –en Carabanchel “ciudad sagrada del marxismo” (Umbral) durante la guerra civil- al irrumpir el carismático secretario general le dio al pasar un azote en el trasero (como suena)

Yo le miro y remiro a este muchacho tan pálido a veces –y un poco escuchimizado a veces también (de aspecto)- le he oído alguna intervención televisiva (en video) y la verdad es que no le veo el carisma que le están creando los medios. Dura lex sed lex, y la democrática tiene sus leyes no obstante, y una de ellas la principal es la que dictan las urnas, y el éxito electoral de este partido y de su líder el pasado mes de mayo es algo difícil de pretender ignorar metiendo la cabeza del ala como el avestruz por más que nos posicionemos (resueltamente) en contra. Me he estado visionando además las fotos más emblemáticas de su congreso y hay que rendirse a la evidencia del alto porcentaje joven entre la asistencia.

¿Una España todavía más extraña y mas alejada de mi de aquella a la que di (conscientemente) la espalda hace cuarenta años cuando la transición política? A fe mía que me costaría responder por la afirmativa. Es otra generación distinta de la mía, marcada (al rojo) por una fractura generacional casi tan clara y rotunda como la que vivimos mi generación y yo también (aunque a mi manera, digámosle “atípica”) España y yo somos asa señora y está claro que la historia española en los últimos setenta años se habrá visto marcada por una serie de fracturas generacionales que por la gravedad y el alcance y también por lo irreversible no conocieron sin duda parangón en los demás países occidentales.
El mayo francés no se revistió de esa ruptura generacional tan irreconciliable y desgarradora como su version española. ¿Irreconciliable la ruptura generacional -de un sector de su generación tan solo que me diga- que consigue liderar ese hijo modelo de su papá y de su mamá (de izquierdas) que es Pablo Iglesias? ¡Dios no lo quiera!
Ni siquiera en Francia. El mayo francés que conoció unas dimensiones y se revistió de una importancia que no tuvo su versión española (durante el tardofranquismo) no tuvo en cambio –emplazo a qui a quien sea a contradecirme- ese aspecto de desgarro intestino de ruptura (abierta) generacional o por lo menos en el grado y en los niveles que conoció en España en particular en la generación universitaria (que fue la mia propia) El tono o el ambiente del congreso de este nuevo partido –por la trazas (de lo que se deprende sobre todo en la fotos)- era de budn humor. Y toco madera.

Porque hubo un aspecto del movimiento indignado (del 15-M) –del que nos sentimos el en derecho de ver en Podemos una operación de recuperación en el fondo y no otra cosa-, que no dejaron de poner al destape algunos medios, y fue de esa especie de esquizofrenia emocional (latente) en muchos de aquellos jóvenes indignados que como los niños pasaban sin interrupción de la risa al llanto, me explico, de una actitud dialogante y comprensiva a una indignación –de raíz ideológica- rayana en la histeria o sin rayarla como lo demostrarían los últimos irreductibles de la Puerta del Sol en el primer aniversario del 15-M –un medio centenar, los que aún quedaban- que jalearon con gritos de júbilo a un joven magrebí que agredió allí (con un cuchillo) en medio de la plaza ya a altas horas de la noche a uno de los manifestantes, mientas la victima sangraba como un agnus dei a chorros –como el coronel Gadafi en las fotos celebres-, acusándole de infiltrado a voces.

O sea que a mí en una de esas asambleas de Podemos no creo que me vean por muy festivas y risueñas que aparezcan, o que las presenten en los medios. No fuera que un fanático cualquiera me reconociese allí de golpe y me emplazase delante del auditorio –como fascista, ultra y no sé cuántas lindezas mas- y las cañas se tornaran lanzas de golpe y aquella masa de indignados entraran en un santiamén (con perdón) en trance de indignación y de protesta y acabase viéndome arrastrado por los suelos o peor aun, como aquel pobre estoico de la Puerta del Sol, que sin duda estaba allí en acto de servicio –y prestando de hecho un (gran) servicio a la sociedad- y no otra cosa.

Quiero decir que recojo por la cuenta que me tiene –por mi cuenta y riesgo y en la medida de mis modestas posibilidades- el guante del desafío que plantean este nuevo partido y su líder tan carismático a la sociedad y a la clase política española (o la casta como ellos dicen) No son el toro de la FAI al que el bueno de Ramiro Ledesma quería torrear sin necesidad banderillas tan siquiera.

¿Búhos de ma agüero en cambio por jóvenes que sean? El tiempo lo dirá. Para empezar Pablo Iglesias parece haberse quitado la careta del líder de consenso para apostar claramente por un talante y un estilo de acción claramente “bolivarianos” en plan de aquí no hay mas secretario (general) que yo (…) Punto. Lo que a fe mia que me parece menos inhóspito y desangelado o cargado de (negros presagios) que esa fiebre (diarreica) asamblearia que destapó el 15-M –y que acabaron desparramando por ciertos barrios de Madrid- que despertaba en mi espectros incordiantes –y desazonadores- de hacia cuarenta años.

No me veo yo un Saturno devorando a mis hijos y me curo aquí en salud inmediato con los que lean estas líneas. Asumo mi edad y el paso del Tiempo –un río que ya me conozco de haberlo cruzado varas veces (incluso a nado), y pongo aquí a algunos por testigos- pero no me siento tampoco solidario o responsable (que viene a ser lo mismo) de esas nuevas generaciones –de una fracción más o menos circunscrita y limitada de las mismas que me diga- más que con ciertos límites y hasta cierto punto. Sin declararles (abiertamente) la guerra y sin rendirme o ponerme de rodillas ante ellos tampoco por muy jóvenes que sean.

La juventud es un estado de espíritu. Y está claro que ese misionero en Sierra Leona que declaraba a los medios haber perdido todo espíritu de aventura al legar allí no viendo por todas partes más que muerte (sic) y que tristeza, perdió a todas luces la juventud al llegar -aun joven por lo que se deduce y por lo que cuenta- algo mucho más grave e irreversible (desde un punto de vista) que el contagio del virus Ébola.

Pablo Iglesias (Turrión) habrá terminado su discurso bolivariano con una cita de San Carlos Marx –rojerío ambiental (y familiar) obliga- y fue con una frase que pronunció el padre del marxismo a raíz del aplastamiento de la Comuna de París –que él vio por cierto del otro lado de la barrera-, “el cielo no se toma por consenso sino por asalto” (o algo así) He estado ojeando los comentarios al respecto en la red y parece que la frase no era mas que un préstamo intelectual –cosa tan frecuente en muchos grandes/pensadores- que ya la habría pronunciado (en los tiempos modernos) uno de los poetas emblemáticos del romanticismo alemán –y del romanticismo primero- Hölderling que se vería rehabilitado y consagrado bajo el III Reich.

En mis estudios de traducción literaria en Bélgica –español y francés- me topé con una obra que tenía mala fama entre los docentes –por políticamente incorrecta- “La prueba del extranjero (“L’épreuve de l’étranger) Cultura y traducción en la Alemania romántica”, en la que se defendía la tesis de la intraductiblidad –al francés y por extensión las demás lenguas latinas (y otras)- de la cultura del romanticismo alemán y de sus figuras principales. Y me viene a la mente leyendo ahora esta traducción marxista –de un judío alemán- de los autores románticos alemanes. En Hölderling "el asalto a los cielos" era sin duda una metáfora inspirada en la Antigüedad clásica, de la auténtica liberación de falsos dioses, en un espíritu de reivindicación del libre albedrío que negaba la teología protestante en la que Hölderling fue educado como Nietzsche, y del que tanto uno como otro acabarían apartándose.

En la boca o en la pluma de Marx –y también en Pablo Iglesias- cobra visos o carices más bien de pseudomorfosis judeocristiana –utilizando la expresión (que aquí algunos ya conocen) de Spengler en su decadencia de Occidente-, de la vieja creencia mesiánica (secularizada o marxistizada) en el paraíso judío que pervive o persiste en la movimiento marxista más allá de las transgresión absoluta y de la agresión iconoclasta., algo de lo que a lo largo de su historia dieron siempre tantas muestras. ¿Me equivoco? Ojala así fuera. Por el bien de mi patria, y de sus generaciones futuras

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