domingo, octubre 05, 2014
Marino en tierra (poesía en domingo)
¡Deja estar, relájate!
¡Párate ya de una vez, Juan!
¡No corras, alma inquieta!
¡Nadie te corre, créeme!
¡No corras tanto! ¡Qué vida!
Me sopló el duende al oído
en la tarde desabrida
Y me paré y me sosegué
y me senté y cogí la pluma
y lo vi todo de azul
escuchándome por dentro,
de una forma nueva y distinta
¡Tantos años, décadas ya
con aquel bofe en la nuca!
¡Vientos de persecución
cuan largo me lo fiasteis!
Tan largo que ahora ya es tarde,
se hace tarde en ciertas cosas
y es pronto aún para otras.
Tarde para ajustar cuentas,
tiempo de empezar de nuevo
como el “decíamos ayer”,
en tu vida y en tus cuitas
mentales como amorosas
-¡salve adolescencia eterna!-,
así, como si tal cosa.
¡Vientos de mi adolescencia
y de mi juventud primera
y de la segunda y de la tercera!
¡Qué entrañable compañía!
Y cuando deje de oírles soplar
¿Querrá decir que llega el fin,
que se llevaron tras suya
todo lo que aún me quedaba
de fe joven, de alegría?
¡Viento del Norte bravío!
¡Ruge viento, ruge fuerte
en el alma y en la vida
de este marino -en tierra-
descendiente de marinos
(de vikingos) ¡Proa a la mar
siempre, hoy como ayer
mientras mi alma me sonría!
(Esa es –y fue- mi divisa)
Marino en tierra ¿Por qué?
¿Llegaste tarde a las citas
y se te fueron los barcos?
No, no eran mi singladura
¡Rumbo Norte en la travesía
que me marcaron los astros
-¡qué "jornada" la mía!-
luciéndome entre las nubes,
muy joven, en la noche oscura!
Que mantuve firme hasta hoy
(¡digan de mí lo que digan!)
sin cambiar ni un ápice (igual)
-temporal o calma chicha-,
y no me pregunten por qué
que éxplicarlo no sabría
¡Buscándote a tí sin duda
a tientas, a ciegas, vida mía!
Marino de tierra adentro
¡Sin mas brújula que la tuya!
Qué cansancio -¿por tu culpa?-
el que se apodera de mí
oyendo una buena nueva.
¡Un cansancio de siglos, sí!
¿De tanta brega, de tanta lucha?
No, de tanta espera -¿en vano?-
en busca de una sonrisa,
de una palabra, de un gesto
¡Sólo! ¡Mujer desabrida!
Mejor lo hubiera sabido
mejor, sí ¡No te rías!
Al verte la primera vez
cruzándote delante mía
-¿no? ¡no digas que no fue así!-
justo encima de mi vista,
me “tiraste los tiestos",
sí eso fue -¡niña tímida!-,
que recogí entre suspiros
sin saber bien a fe mía
el desierto de los tártaros
en el que así me metía,
sin un alma en vida o en pena
que me refresque las vistas,
donde el Tiempo da parones
entre un día y otro día
entre un sinsabor y el otro,
entre una y otra cita
contigo y conmigo mismo,
con el Destino de guía,
de puente y rueda de enlace
entre tu vida y la mía.
¿Entre la Vida y tú, yo
-como cantó Paul Valéry-
o entre la Muerte y yo, tú?
¡Respóndeme, vida mía!
¿Porque acaso al vivir sin ti
se le puede llamar Vida?
¡Párate ya de una vez, Juan!
¡No corras, alma inquieta!
¡Nadie te corre, créeme!
¡No corras tanto! ¡Qué vida!
Me sopló el duende al oído
en la tarde desabrida
Y me paré y me sosegué
y me senté y cogí la pluma
y lo vi todo de azul
escuchándome por dentro,
de una forma nueva y distinta
¡Tantos años, décadas ya
con aquel bofe en la nuca!
¡Vientos de persecución
cuan largo me lo fiasteis!
Tan largo que ahora ya es tarde,
se hace tarde en ciertas cosas
y es pronto aún para otras.
Tarde para ajustar cuentas,
tiempo de empezar de nuevo
como el “decíamos ayer”,
en tu vida y en tus cuitas
mentales como amorosas
-¡salve adolescencia eterna!-,
así, como si tal cosa.
¡Vientos de mi adolescencia
y de mi juventud primera
y de la segunda y de la tercera!
¡Qué entrañable compañía!
Y cuando deje de oírles soplar
¿Querrá decir que llega el fin,
que se llevaron tras suya
todo lo que aún me quedaba
de fe joven, de alegría?
¡Viento del Norte bravío!
¡Ruge viento, ruge fuerte
en el alma y en la vida
de este marino -en tierra-
descendiente de marinos
(de vikingos) ¡Proa a la mar
siempre, hoy como ayer
mientras mi alma me sonría!
(Esa es –y fue- mi divisa)
Marino en tierra ¿Por qué?
¿Llegaste tarde a las citas
y se te fueron los barcos?
No, no eran mi singladura
¡Rumbo Norte en la travesía
que me marcaron los astros
-¡qué "jornada" la mía!-
luciéndome entre las nubes,
muy joven, en la noche oscura!
Que mantuve firme hasta hoy
(¡digan de mí lo que digan!)
sin cambiar ni un ápice (igual)
-temporal o calma chicha-,
y no me pregunten por qué
que éxplicarlo no sabría
¡Buscándote a tí sin duda
a tientas, a ciegas, vida mía!
Marino de tierra adentro
¡Sin mas brújula que la tuya!
Qué cansancio -¿por tu culpa?-
el que se apodera de mí
oyendo una buena nueva.
¡Un cansancio de siglos, sí!
¿De tanta brega, de tanta lucha?
No, de tanta espera -¿en vano?-
en busca de una sonrisa,
de una palabra, de un gesto
¡Sólo! ¡Mujer desabrida!
Mejor lo hubiera sabido
mejor, sí ¡No te rías!
Al verte la primera vez
cruzándote delante mía
-¿no? ¡no digas que no fue así!-
justo encima de mi vista,
me “tiraste los tiestos",
sí eso fue -¡niña tímida!-,
que recogí entre suspiros
sin saber bien a fe mía
el desierto de los tártaros
en el que así me metía,
sin un alma en vida o en pena
que me refresque las vistas,
donde el Tiempo da parones
entre un día y otro día
entre un sinsabor y el otro,
entre una y otra cita
contigo y conmigo mismo,
con el Destino de guía,
de puente y rueda de enlace
entre tu vida y la mía.
¿Entre la Vida y tú, yo
-como cantó Paul Valéry-
o entre la Muerte y yo, tú?
¡Respóndeme, vida mía!
¿Porque acaso al vivir sin ti
se le puede llamar Vida?
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario