El psicodrama de las noches de domingo electorales es algo a lo que es difícil de acostumbrarse. El batacazo electoral del PP que siguió al 11 de marzo sin ser yo del PP –ni deberles nada- me costó noche blancas (un decir) no una sola ni dos, aunque ya no recuerdo del todo (…) Ayer, con los resultados de infarto en el Brasil llegué a pensar que pudiera volverme pasarme algo parecido pero al final triunfó la cordura (en mí) Quiere decir que no me quito el sueño el tercer triunfo sucesivo de la ahijada de Lula (horresco referens) Lula el amigo de Juan Pablo II fue de espantajo a mis ojos en la política brasileña de antiguo, lo confieso. Ayer sin embargo viéndole aparecer de blanco ante las cámaras felicitando a la reelegida presidente también ella de un blanco radiante, comprendí el mensaje ipso facto, no el de la trágala (tan hispano) sino de es moderación y de la flema tan típicamente lusas (y brasileira)
Victoria por los pelos, por un margen de dos millones de votos en un país de doscientos millones (doscientos) de habitantes. Victoria amarga como sea de la izquierda brasilera que carga –como no dejaron de apuntarlo casi unánimes los comentaristas- con el muerto de un país partido (grosso modo) en dos en lo sucesivo. Entre el Norte y el Sur del país, entre el grueso de la población blanca –de ascendencia mayormente portuguesa (aunque no solo)- y las minorías raciales. La prueba, el detalle todo menos anodino que el resultado ya muy avanzado el escrutinio seguía en un virtual empate técnico a falta solo de escrutarse tres estados del Nordeste, algo asi como el Cuarto Mundo brasileño a años luz del Brasil de grandes metrópolis como Sao Paulo, Porto Alegre o incluso Rio de Janeiro. Y con lo que todo el mundo ya se fue a la cama dando por descontado el triunfo del PTB de la actual presidenta (…) Ni una lagrima por el candidato derrotado, eso desde luego. ¿Se ganó acaso a pulso su fracaso? Puede pensarse así legítimamente a tenor de la ambigüedad no poco demagógica de su mensaje. Atacó insistentemente la corrupción del partido en el poder durante la campaña bailándoles el agua así a los indignados brasileños -retoños del 15-M de la Puerta del Sol- que pusieron el país hace ahora algo mas de un año de patas arriba. Victima sin duda un poco de un complejo (o complejines) de inferioridad análogo al que experimentan en España algunos en la derecha –e incluso en la extrema derecha- los días que corren ante Pablo Iglesias y su formación de Podemos. Hay además un dato de política internacional que no se aireó durante la campaña electoral y del que solo supe tras conocerse los resultados y lo eran los planes del candidato opositor de apartar a su país del bloque de países emergentes -BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur)- para acercarlo (de nuevo) a la órbita estadounidense. Y ahí ya como aquí todos saben o lo imaginan, desconecto. Los países emergentes –pesadilla de Obama y de la Casa Blanca- son garantes del mundo multipolar en ciernes y como tales tienen con ellos promesas de futuro. Las elecciones brasileñas discurrieron simultáneamente –und dato que pasó desapercibido para muchos- a las uruguayas. ¿Simple coincidencia esa simultaneidad en las fechas. No me lo creo del todo. El Uruguay, un país considerado de antiguo –desde el siglo XIX la Suiza de América, permaneció sustancialmente ajeno al fenómeno de la revolución mestiza que ya evoqué y analicé a menudo en estas entradas, como lo ilustra el que en la Revolución de Mayo (de 1815) que sello el final del Imperio español de América y que tuvo Buenos Aires de teatro principal, Montevideo se mantuviese fiel a la soberanía española. No lo he contado aquí nunca o casi nunca o por lo menos no tanto ni tan en extenso como conté mis experiencias (ya lejana) en la Argentina, pero también conocí (y aprecié) el Uruguay donde el tiempo que residí en Argentina a donde solía hacer visitas periódicas –en fin de semana- y guardé un recuerdo especial de Montevideo de ciertas estampas y rincones de las más típicos de algunos de sus barrios más emblemáticos como el de Pocitos queme traía obsesivamente a la memoria el Madrid de lao años cincuenta cuando yo era niño. En las elecciones de ayer –el Uruguay se volvió a mostrar más cercano de su vecino del Norte o por lo menos equidistante entre brasileños y argentino porque si venció el partido de izquierdas Frente Amplio se produjo en paralelo otro fenómeno análogo al del Brasil, de la polarización o la división (casi) por dos del país en dos mitades antagónicas (aparentemente) irreconciliables. Venció el anterior presidente -del Frente Amplio- pero el electorado repartido entre las dos grandes formaciones tradicionales del partido clorado (liberales) y del partido blanco (conservadores) sumaban idéntico porcentaje de votos al del Frente Amplio. Los blancos del Uruguay –el medio sociológico que yo frecuenté allí- son los herederos de una gran figura de la política uruguaya del siglo pasado, Luis Alberto Herrera, comparable –por sus trazos de caudillo- a Perón pero sin la fortuna de él, porque aquél nunca llego al poder. Las visitas que estuvo de visita en mi estancia del otro lado del charco me puede calibrar lo presente que seguía estando su memoria y su legado entre mis amigos y conocidos uruguayos. ¿Uruguay, el país de la legalización de la marihuana? Un clisé simplista y un caricatura deshonrosa que no se merecen los uruguayos por muy locos que estén o muy excéntricos que sean (un eufemismo apenas) sus gobernantes actuales (continúa)
ARRESE, CONVIDADO DE PIEDRA EN EL DRAMA DE LOS DESAHUCIOS Y DE LA HIPOTECAS
Me topé de pronto navegando en la red –una creación de la CIA, a creer a Vladimir Putin (a mí que me registren)- con una de esas noticias a toro pasado que se cuelan en la actualidad diaria de matute cuando ya no están tan candentes los tema o asuntos que en ellas se abordan. España según datos divulgados en un despacho de agencia difundido hace cuatro días por Yahoo es, nótese bien, el país del mundo con mayor número de ascensores por habitante (…) Y en el análisis de ese dato tan llamativo, el despacho de agencia saca a la luz otros datos no menos llamativos y es que España es también el país del mundo con mayor porcentaje de la población viviendo en bloques de pisos y apartamentos -acercándosele por detrás sólo países de pequeña extensión geográfica (habitable) como Grecia y Suiza- y nótese mejor aún, el país del mundo con mayor porcentaje de viviendas en propiedad, muy por encima de la media registrada en los paises de la UE. Algo, estos datos tan neutros en apariencia y en el fondo tan explosivos, que los medios españoles y extranjeros rodearon del más espeso de los tabúes durante la tormenta tan espantosa –que aún no amainó del todo- que la sociedad española habrá tendido que vivir intentando capar por todos los medios en materia de vivienda a raíz del boom inmobiliario de la burbuja que se siguió y de todas las secuelas y miserias y calamidades que se les seguirían en los últimos años desde el estallido de la crisis mundial en el 2008 y un poco después como un bomba de efecto retardado con la irrupción tan dramática de la problemática de los impago de hipotecas y de los desahucios. Y la noticia que comento aporta datos del mayor interés como lo es la ley de arrendamientos urbanos de 1946 que protegía a la vivienda en régimen de alquiler, y al arrendatario y a sus descendientes incluso –lo que acabaría convirtiéndose en fuente inagotable de dramas domésticos (como Umbral supo captarlo en alguna de sus novelas guerracivilistas)- y la creación una década más tarde del ministerio de la Vivienda de resultas –hay que apostillar de inmediato- del desenlace de la crisis interna del régimen de 1956/57 que vio el apartamiento de los ministros falangistas y la entrada de los tecnócratas del Opus. La excepción que confirma la regla lo fue el titular del nuevo y flamante ministerio, José Luis Arrese que seguiría todavía unos años a la cabeza del nuevo ministerio haciendo la guerra, que me diga la revolución/pendiente por su cuenta (…) En el único ámbito –como un coto reservado- donde aún le era posible hacerlo, la vivienda. Lo que ilustra bien el carácter típico y no poco anacrónico del que se revestiría la situación española en materia de viviendas y alojamientos como se acabaría poniendo al destape de forma tan conflictiva y explosiva cincuenta años más tarde. “Queremos un país de propietarios y no de proletarios”, declaró José Luis de Arrese en el 57 en una de esos botones de muestra inmarcesible de retórica tan vacía como rotunda y categórica propia de los años difíciles que debieron arrancar al verse pronunciadas en público –parece que lo estuviera viendo y oyendo- torrentes de aplausos incontenibles en un vocerío estruendoso de adhesiones enfervorizadas, rubricadas con el canto del cara al solo entre un palmeral (como diría Umbral) de brazos en alto como se debe, quiero decir con el espíritu aún vigente entonces de toda una época) Atrás quedaba un régimen denostado de alquiler de la vivienda que fracasó en España al contrario que en otros paises- junto con la ley que lo fundamentaba, por razones sin duda de orden economico y extraeconómico todas juntas y revuetas. "Los españoles son un pueblo de convivencia difícil", me dijo a mí -con un aire de empatía innegable- un militante de la TFP brasileña en su sede de Roma pocas semanas antes de mi gesto de Fátima (...) Y todo esos antecedentes y consideraciones tal vez expliquen un poco en parte –o así lo quiero creer por lo menos- esa sensiblería sentimentaloides y demagógica tan próxima a la sensibilidad indignada (marca 15-M) de la que algunos habrán dado muestras estos años en materia de vivienda (y de desahucios) ante el espectáculo que ofrecían miles de nuevos propietarios –por partida doble y triple incluso-, en suma de nuevos ricos, a los que el cántaro de la lechera se le había hecho añicos de pronto por culpa de la crisis financiera en los Estados Unidos y de su propagación como un tsunami cataclísmico a escala del planeta
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