lunes, mayo 11, 2015

Luz de Atenas (poesía en domingo)

Tarde de mayo en Paris
primaveral -¡qué sorpresa!-
de un sol tímido, boreal
reflejándose en el Sena
¿Mi mundo, ya al atardecer,
esa fábula francesa?
Brillo de eternidad más bien
en sus muelles y a la sombra
buscando –sólo por buscar-
un signo en la tarde muerta
de sueño y también de astenia,
en las aguas caprichosas
de paso junto a aquel muelle
de prisa, urgentes, de vuelta
y sin saber rumbo a dónde
¿Cual vírgenes necias, locas?
Si no lo sabemos otros
¿por qué lo sabrían ellas?
¡Aguas de mayo revueltas
y cargadas de promesas!

Paris la Villa Lumiere
Ciudad Puente -¿y desierta?-
donde acudió sin parar
el río de mi existencia

¿Ciudad de Dios, aldea gala,
aula sacral, ciudad bruja?-
que se abrió de pronto en flor
de su más dulces sonrisas
al afrancesado español
que vuelve ¡porque le gusta!

Porque me gustaron siempre,
me fascinan y embelesan
los nombres de mujer –Anne, Claire,
Joëlle- en lengua francesa.
Como un fulgor –dixit Maurras-
de la antigua luz de Atenas.


¡Paris, brillo de luces mil
en mi vida (y en sus sombras)!
¡Donde sentí el amor carnal
de la gran patria europea!


Tras mi viaje, ya de vuelta
al son de la vieja canción
de campamento, guerrera,
te mando estos versos, mujer
¡Ausente! (como un loba)

Y te escribo aprisa (urgente),
mi alma todavía en llamas,
y con miedo de perderte,
que el sueño al final se vaya
que me deje, que se aleje
la esperanza loca, insensata
de llegar a convencerte.
que lo imposible no es nada,
no existe ¡Que sí que puedes,
Que podrás hacer realidad
lo que yo te inspiro -¡ten fé!-,
que lo veía en tu cara
y lo leía en tu frente,
Que te es posible olvidar
Y fiar en mí tu suerte.

No hagas caso de fantasmas
No les escuches, sé fuerte,
Y no le temas, ten calma,
no te asustes, no te inquietes,
Que la fe vence montañas
y yo venceré a tus duendes
te lo prometo ¡Palabra!

¿O acaso no salí vivo
del valle aquel (de la Muerte)?

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