viernes, mayo 08, 2015

LE PEN Y EL SENTIDO DEL HONOR

Pierre Sidos es el “otro” patriarca del nacionalismo francés que no deja de gravitar de cerca ahora en la ruptura al interior del Frente Nacional. Es hijo de un militar y alto funcionario del régimen de Vichy, François Sidos, que fracasó en su proyecto de huida a España por barco con toda sus familia –al hundirse la “bolsa” bajo control de los alemanes de la Rochelle-, y fue condenado a muerte y fusilado en el 46. El nombre de Pierre Sidos (y de sus hermanos) sonaban en España en mis años de muy joven, ligado al capitán general Muñoz Grandes, a Narciso Perales y a otros nombres de falangistas históricos que sostuvieron la causa de la Argelia Francesa y dieron apoyo y brindaron refugio en Madrid, al general Salan, jefe de la OAS
Jean Marie Le Pen en el centro de la escena, desde hace ya unos cuantos días (semanas) Y una de las cosas que más llama la atención es que se le ponga en la picota en los medios más que nada por sus ideas. El último botón de muestra lo ofrece un artículo en el diario –de vieja tradición izquierdista en Francia- le Nouvel Observateur, el semanario que fue tribuna de Jean Paul Sartre y de Cohn Bendith, líder de los estudiantes enrabiados (enragés) –de izquierdas- en mayo del 68, en el que se vierte un análisis –de la pluma de una joven "cronista retorica"- sobre el lenguaje (hablado de Jean Marie-Le Pen, que su autora ve emparentado a un mundo de ideas pre-democrático, medieval de antiguo régimen, disecando términos de gran impacto mediático –al decir de la propia autora del artículo- en la ruptura que acaba de protagonizar con su hija y también con su nieta preferida.

Felon, felonía (“felon”, “felonie”) sinónimo de tradición de lengua española reviste en lengua francesa una enjundia y significación especiales ligadas a la monarquía francesa y a la Francia del Medioevo donde el sello feudal dejo mucha más huella e impronta que en los reinos cristianos de la Península durante la Reconquista. Y es especialmente significativo que el término –como se recuerda en el hilo de la discusión que habrá desatado ese artículo- fuera usado en una ocasión histórica por el general De Gaulle el rival directo del mariscal Pétain que Jean Marie-Le Pen venera lo que habrá sido detonante –por sus declaraciones polémicas a la prensa- del escándalo en los medios y de la crisis al interior del Frente Nacional y al desenlace de todos conocido. Y fue con ocasión del putsch de Argel (abril 1961) cuando el entonces jefe de estado francés denuncio a los militares felones (sic) que acababan de sublevarse en Argelia contra él, violando así a sus ojos el juramento de fidelidad (y de honor) ligado a la condición militar de los sublevados.

Ocurre que el código del honor era la referencia suprema en el universo pre democrático del Antiguo Régimen que sigue poblando a todas luces la mente del fundador del Frente Nacional. El honor por encima de todo, y en sus antípodas, la infamia y la traición, desconocidas por propia definición –en teoría me refiero- en los ordenamientos democráticos en vigor. Y qué de más lógico pues que aquellos que no se sienten obligados a acatar los principios o valores democráticos reivindiquen el honor como el valor supremo. Y no invalida a fe mía lo legitimo de sus postura la objeción que formula la autora del artículo, que los únicos en el mundo de hoy a dar prioridad al código de honor por encima del estado de derecho son las organizaciones mafiosas.

La madre del cordero, ese lazo histórico innegable entre la Mafia –en sus diferentes versiones- y una memoria del Nápoles hispánico, o en otros términos el reino (medieval) de las Dos Sicilias. Y es que como ya lo sostuve en este blog y en el anterior (a mi nombre) de la blogósfera de Periodista Digital, es innegable que la concepción mafiosa del honor es una sobrevivencia o vestigio innegable –por caricatural y deformada que se vea en nuestra época- de esa cultura hispánica del honor, del Sur de la península italiana y de los tiempos de la dominación española. Una presencia que reivindicaba curiosamente en una de sus novelas un escritor siciliano, Leonardo Sciascia que fustigó con fuerza a la Mafia en el conjunto de su obra.

¿Un mundo sin honor donde la democracia reina en diosa suprema? La visión (de pesadilla) no puede ser más desafiante, no me digan. Como sea, está claro que Jean-Marie Le Pen habrá hecho de la defensa del honor, del suyo propio y de la formación que él fundó y dirigió durante tanto tiempo caballo de batalla principal del conflicto que le enfrenta ahora a su propia hija. ¿Más agudo, más operante el sentido del honor en la cultura política francesa contemporánea que en su coetánea en lengua española? Cabe preguntárselo, sin ánimo de ofender a nadie, y sin que ello suponga poner en lo más mínimo en entredicho el propio patriotismo que como las más viejas (y preciosas) reliquias en cuanto que se toca se rompe.

En una ocasión de nuestra historia reciente no obstante, el código del honor jugo un papel y un protagonismo comparable mutatis mutandis al que tendría en ciertos capítulos de la historia francesa contemporánea en relación sobre todo con la guerra de Argelia como el del putsch de Argel, y pienso en particular en el 23-F. Los militares implicados en la tentativa de golpe de estado salvaron el honor y por ende escaparon a la acusación de traición gracias al nombre del monarca que invocaron abiertamente en su actuación, durante las horas que duró la intentona y posteriormente en su defensa ante el consejo de guerra que les juzgaría.

Fueron declarados sediciosos pero no traidores, como tampoco los fueron los militares franceses partidarios de Argelia francesa, que acabaron siendo indultados por el propio De Gaulle. En sus declaraciones recientes Jean Marie Le Pen habrá afirmado que el combate político es más duro a veces que la lucha armada, y llama la atención desde luego –vista desde fuera- la impronta castrense que supo imprimir de antiguo a su persona y a su trayectoria e igualmente a su combate político, lo que sale a relucir con fuerza ahora 

Jean Marie Le Pen combatió en Indochina –después de Diem-Bien-Fu- y posteriormente estuvo presente en el canal de Suez integrado en una unidad paracaidista y volvió a combatir –siempre en la misma unidad (el Primer REP, Regimiento Extranjero Paracaidista, de la Legión)- en la guerra de Argelia donde participó directamente en la batalla de Argel, durante la cual fue condecorado personalmente con la medalla al valor individual por el general Massu.

La guerra de Argelia habrá marcado más a fondo al contrario de lo que podría parecer a primera vista la política francesa de las últimas décadas y en particular algunas de sus figuras más destacadas, en el campo de lo que se da en llamar la extrema derecha (francesa), es el caso de Le Pen, de Dominique Venner que se suicidó hace dos años delante del altar mayor de Notre Dame, y es también el caso de otro patriarca de la extrema derecha francesa menos conocido que Le Pen entre españoles, que gravita sobre la crisis del Frente Nacional los días que corren.

Y me refiero a Pierre Sidos, de una estirpe de políticos y militares que pagó pesado tributo por sus ideas en la primera y en la segunda guerra mundiales y en la guerra de Argelia. Sidos sonaba de mis años de universidad –doy fe de ello- asociado a a Muñoz Grandes, Narciso Perales y algunos otras nombres de falangistas históricos que mantuvieron contactos con la OAS y prestaron ayuda y brindaron refugio en España al general Salan en su combate por la Argelia Francesa. La guerra de Argelia en su fase final y su desenlace coincidieron con una fase ya avanzada de la desfascistización del régimen español, que no pudo más que ofrecer una ayuda simbólica a la causa de Argelia Francesa y que se mantuvo escrupulosamente a distancia con ocasión del putsch de Argel.

Y todo ese pasado común resucita ahora (se diría) por la crisis desatada al interior del Frente Nacional culminando en la ruptura y en los nivPierre Sidos es el “otro” patriarca del nacionalismo francés que no deja de gravitar de cerca ahora en la ruptura al interior del Frente Nacional.

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