Comunico a mis lectores que mi blog acaba de alcanzar la cifra de cien mil visitantes, desde que le renaudé en septiembre del 2013, hace ahora un año y ocho meses. No llega (todavía) al medio millón que llegué a alcanzar en la blogósfera de Periodista Digital, aunque no es menos cierto que lo que perdí en audiencia lo gané en libertad de expresión, en la medida que de vuelta a mi blog personal me liberé de pronto de todas las inhibiciones y condicionamientos -más o menos conscientes o al contrario inconscientes o subliminales- que me imponían en la blogósfera aquella, lo político, lo histórico y lo religiosamente correcto
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Escena del film “Le Grand Soir” (2012) El último perro flauta de Occidente, junto a su propia imagen. Por no poder soportarla –léase por no soportar el verse, genialmente, auto retratados de esa forma (haciendo el indio)- es por lo que muchos indignados, tanto los abuelos como los nietos –los del 68 y los del tiempo de las primaveras árabes- le dieron la espalda a todas luces a este film genial, botón de muestra sin igual de humor caústico francés, que fue un rotundo fracaso de taquilla. Si ellos mismos no se soportaban ¿qué decir de otros, de este lado de los Pirineos? De ellos y de los que tuvimos que soportarlos a ellos. Que al fin y al cabo a los enrabiados “del otro lado” les salvaba ese humor francés sin pizca alguna de guerra civilismo. ¿Serán capaces los de Podemos de mirarse al espejo, el suyo y el de sus padres (y sus abuelos)?“Aquí no acostumbramos a fusilar al amanecer” declaró sin el menor sonrojo no hace mucho el ahora defenestrado rector de la Complutense, José Carrillo, hijo del marqués de Paracuellos además de propagandista sin tapujos (hasta hace poco) de Podemos y gran padrino y protector de Pablo Iglesias, de Monedero y de todo el foco de incubación extremista –izquierdista y guerracivilista- de la facultad de Políticas de Somosaguas. A Carrillo sólo le votó el personal administrativo, como no cabía menos de esperarse, me explico, como no podíamos menos de esperarnos al menos los que hemos frecuentado –siempre de paso- los últimos años la Complutense, sin dejar de sentir el bofe de extrañeza, de inhospitalidad en la mayor parte de los empleados con los que me vi obligado a tratar. Como en tierra extranjera.
Campo de batalla la Ciudad Universitaria. Como lo fue en el 36 y como lo seguía siendo treinta años después en el tardo franquismo cuando yo la frecuenté, como aquí todos ya saben. Entre los estudiantes nota bene, Carrillo habrá obtenido menos de la mitad de votos que su rival, los que también le dieron la espalda en las elecciones anteriores de hace cuatro años prefiriendo a su rival, Iturmendi (viejo conocido del que esto escribe, un poco mayo no obstante que yo), pese a la inquina que le reservaron los medios.
Y sorprende o digamos que llama la atención a observadores avizor –aunque no al autor de estas líneas- la sordina que le habrán puesto los medios a este resultado electoral tan significativo y de tanta trascendencia de cara ya al futuro inmediato. El ganador -muy conocido en su casa a la hora de comer-, se ve presentado en los medios como un “progresista” del equipo de Berzosa (al que tampoco tuve el gusto) –del que fue vicerrector- buscando así todas luces quitar hierro a toda costa a la carga ideológica de este desenlace electoral tan simbólico y emblemático.
Un matemático, un investigador, en un rama que no se presta mucho que digamos a la politización o a medrar políticamente hablando. Lo que le otorga de entrada un voto de confianza, o al menos el beneficio de la duda. ¿Víctima del caso Monedero, Carrillo hijo? Así no dejaran de verlo muchos desde luego, que se acuerdan sin duda ahora de la frasecita de marras (tan infeliz) que cité al comienzo de este artículo. De hecho, Carrillo hace ahora mutis por el foro, sin haberse pronunciado como debía en el caso tan engorroso que envuelve a su suobrdinado, profesor de la Complutense y (ex -) número dos (o tres) de Podemos y que habrá costado a éste el verse apartado (semi – expulso) del partido.
¿Va a seguir acaso teniendo el Coletas vallecano el rostro o la cara de seguir presentándose –como lo hace en declaraciones beligerantes e injuriosas (a bse de gentuza, de ladrones, de corruptos) en la prensa de hoy- como el representante del partido de los universitarios? De una casta universitaria eso sí, como lo denuncio en mi libro “Guerra del 36 e Indignación Callejera”-, exponente de un anacronismo universitario completamente fuera de tiempo y de lugar que nos hace pensar a algunos al film “Le Grand Soir”, del actor belga Benoit Poelvoorde que encarnaba el personaje (genial) del ultimo perro flauta de Occidente (…)
Un enrabiado (enragé) de mayo del sesenta y ocho que se había equivocado de época y que ya en la cuarentena o cerca iba por el mundo –en Francia- de piel roja, y seguía soñando con el Grand Soir (la Gran Noche…de la Revolución) la fórmula que simbolizó la utopía –o la locura colectiva- más bien de los enrabiados de mayo del 68. Haciendo el indio, en resumidas cuentas.
Como lo habrán venido haciendo los indignados y sus epígonos de Podemos. Con la diferencia –aparte de ese humor cáustico francés de buena ley-, que entre los enrabiados de por cima de los Pirineos brillaba por su ausencia ese espíritu de guerra civil interminable que echaba en cambio para atrás entre los enrabiados del mayo del 68 español y sigue echando entre sus descendientes indignados o herederos (ideológicos) ¿Hasta cuándo?
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