domingo, mayo 17, 2015

Auto sacral en francés (poesía en domlingo

Clamor, subidón de aullidos,
zumbido de avispas -¿abejas?-
en la tarde de bullicio
por el centro de Bruselas
en la jarana y el ruido,
entre miseria y grandeza,
no en ellas: del desafío
que lanzan, que me plantean
¿Qué tienen que ver conmigo,
qué pintan en mi poema?
Me sopla de pronto al oído
avizor, siempre alerta
un duende ¡Fantasmas míos!

¡Calma! No les canto a ellas
sino a ese reto inaudito
-por las malas, por las buenas-
que pide un conjuro a gritos
u oráculo de profeta:
el que en estos versos brindo
¡Carisma obliga, poeta!


Espectáculo de hombría,
de octogenario inmortal
en su imagen (la otra/vida)
en el centro de la escena
a toda hora, día a día,
en los medios en la red
cuando hundido parecía,
y no hundiendo a todos con él
como en Sansón y Dalila,
sino arrastrando tras suyo
-¿arranque postrer de energía?-
un rumor siempre más neto
de voces (muy) masculinas,
de espectros que se despiertan
y muertos que resucitan,
o a los que dieron por muertos
aún en vida (o en la tumba)

¡Retorno de la tragedia,
de la catarsis astral
-el Rey Lear, los Atridas,
Shakespeare, la Grecia antigua-
en la ruptura fatal
entre un padre y una hija!
Entre autoridad y poder,
la sangre y la política;
entre poder y oposición,
entre la Patria y la Familia (…):
misterios de un auto astral
en cartel -¡ay madre mía!-
a cuento del Front National
y de un país a la deriva
¿Qué? ¡Todo un mundo boreal
amenazado de asfixia!

Entre un padre visionario
y una hija que se ofusca,
entre una postura viril
ante el mundo (ante la vida),
y una intriga de “mignons”
(favoritos de la hija)


No se me va de la mente
¡Cada vez que me lo pienso!
Tardé en caer -¡qué tonto fui!-
desde que sucedió aquello.
No lo vi venir, es verdad
por más que debí temerme
lo que sucedió al final,
al cabo de aquel tormento
o martirio o suplicio chino
(el de seguir con tu juego)
El tuyo y también el mío
¿O es que piensas que no siento?
¿O es que crees que soy de mármol
(fino), no de carne y hueso?
¿O un nombre (el mío tan solo)?
¿Mito de hombre (o de nombre)?
¡Ni esto ni tampoco aquello!
Soy solo aquél que te sueña
que llora por ti, por dentro,
que te espera y no te olvida,
Que vive contigo en sueños.
Que no piensa más que en tí al sol,
aunque te cueste creerlo,
Que sabe encajar créeme
-¡encajador congénito!-
y más viniendo de tí amor,
de esos ojazos tan fieros
de tanta sombra y tan grandes
tan azules o eso creo
que no lo sabría decir (…)
Por lo extrañamente bellos.
Una mujer/revólver, sí,
llaman los belgas a eso,
a esos ojos que tú tienes,
tan lindos y encandilantes
que no caía yo en ellos.

Sólo unos ojos de mujer
(que me ocultan todo el resto):
eso eres tú, monstruo (¡monstrua!)
Donde mirarme al espejo

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