miércoles, marzo 04, 2015

PADRE DE UMBRAL ANA CABALLÉ SE RINDE (YO NO)

Ana Caballé dice ahora que a Umbral toda su fuente de inspiración y su capacidad creativa le vino de su (presunto) padre biológico, republicano y socialista. Un padre del que según ella misma dice él no sabía quién era, hasta una cierta edad por lo menos. Como solución freudiana no puede ser más ortodoxa y más correcta políticamente hablando desde luego. En la biografía que aquella le dedica no obstante, no deja de insistir en el papel de la memoria en el autor, que “hundiría la daga” en ella. La memoria es hereditaria pero no deja de ser a la vez personal e intransferible, y en Umbral como pretendí demostrarlo e ilustrarlo en el libro que le dediqué, se dan dos memorias antagónicas –sobre la guerra civil- en estado de tensión dialéctica o de cohabitación forzosa, y lo que le venía precisamente del lado familiar era “la memoria de un niño de derechas” Por lo demás, ni la psicología ni el psicoanálisis –o psicología de las profundidades- son ciencias exactas. ¿Una obra construida en base a puro (y “noble”) resentimiento contra un padre que le negó y que no quiso saber de él en toda su vida, o al revés, erigida –en una reacción de masoquismo insólito (¿masoquista Umbral?)- en homenaje” de admiración reverente y silenciosa (hasta la abnegación) a aquel padre irresponsable? Se admiten apuestas, la mía ya la saben aquí de sobra
Padre de Umbral, tumba y dale. Me disponía a terminar de ojear la edición del País de hoy en el marco de la revista de prensa diaria que me impongo desde hace tiempo como un preámbulo indispensable a la redacción de estas entradas cuando al abrir las páginas de la sección cultural de ese diario me doy de bruces con el artículo de Ana Caballé, -presentado como “apostillas a una noticia”-, “Umbral entre la sombra y el vacío”, en el que la biógrafa (no autorizada) de aquél viene a suscribir una de las tesis de la filiación paterna del escritor –oficialmente hijo de padre desconocido-, la que se defendió en reportaje de ese diario hace unos días y al cual dediqué justo a seguir dos entradas de este blog. Para un viaje así no necesitábamos alforjas querido, Sancho.

Y la cita cervantina no es improcedente ni estrafalaria en la medida que con esta rectificación o retractación más bien de la biógrafa de Umbral –con tufo a autocritica o a abjuración- viene a distanciarse de su biografía tan valiosa sobre el autor, “Francisco Umbral. El frío de una vida” que me sirvió de base de investigación en el trabajo de tesis de doctorado que dediqué a las novelas guerracivilistas (como yo las denominé) de Umbral y que acabaría plasmando en mi libro “El padre falangista de Francisco Umbral” publicado en mayo del pasado año.

En el artículo que hoy le publica el País, tras defender el leitmotiv de sacar a la luz datos esenciales –escondidos- de la biografía y de la trayectoria de Umbral que guiaría la redacción de su libro, y de cómo desechó (repetidamente) la hipótesis que ahora da por probada, Ana Caballé invoca un solo dato del reportaje del País -que contenía en sustancia las declaraciones de Jorge de Urrutia, nieto de un tal Alejandro de Urrutia que se ve presentado en el reportaje como el padre de Umbral-, a saber la afirmación de aquél –que Ana Caballé no hace acompañar de prueba ninguna, sin más precisiones ni dato convergente alguno tampoco-, y es el que la madre de Umbral hubiera trabajado de secretaria de su abuelo, lo que ella hace suyo ahora, sin mayores averiguaciones a lo que parece, dando así como válido, a título de argumento de autoridad y a falta de pruebas más concluyentes, lo que es el testimonio de un tercero en resumidas cuenta –por muy autorizado que se presente. Y algo que sorprende asi a primera vista en una autora biográfica tan exigente en el manejo de fuentes y cotejo de datos como Ana Caballé demostraba (con creces) serlo en su biografía no autorizada, y sin duda en otras de sus obras.
Las ideas socialistas (sic) de Umbral procedían según pretende ahora su biógrafa, de su (presunto) padre socialista y republicano. Y su “largo viaje a la derecha” que cuenta y explica en un largo artículo –de treinta páginas- de su última obra “Amado siglo XX” (que ofrece todos los visos del último testamento literario del autor)- ¿también procedía de aquel? Un botón de muestra apenas de todas las lagunas e incoherencias que surcan la tesis que nos están queriendo vender ahora a toda costa, como queriendo confortar a toda costa también el mito –en trance de tambalearse desde hace un rato- de un Umbral rojo, de padre republicano. Y a todo esto, la viuda de Umbral, España Suárez ¿qué opina?
Y así, en diez líneas apenas con las que concluye su artículo, la biógrafa de Umbral pretende ahora darnos la solución del acertijo en clave de teoría literaria, y psicobiográfica a la vez. Como la cuadratura del círculo, no me digan. Porque después de afirmar que Umbral creció (sic) sin saber quién era su padre, concluye sin que le tiembla la pluma o la tecla a lo que parece –y con ayuda de un galicismo nota bene, (“imaginaire”)- que todo ese “imaginario” que inspiraría y estimularía a Umbral -y que no dejaría de verter en su obra escrita- procedía del presunto padre que ahora nos presentan, el tal Urrutia, y de la imagen (sic) interiorizada de aquél, hecha (sic) de dandismo y literatura. y de ideas socialistas’, faltaría más, cabe apostillar.

¿Y cómo? Habría que preguntárselo de inmediato. No desde luego por la vía consciente, de la conciencia refleja puesto que Umbral no sabía ni siquiera quien era aquel, y no cabe pues interpretar ese hiato aparente en el razonamiento más que por la via genética o de la ascendencia biológica. De tal palo tal astilla. Umbral fue dandi como su presunto padre, escritor como él también –que en el reportaje del País se describía con todos los trazos del escritor (e intelectual) fracasado, dedicado a los negocios-, y socialista (y republicano) como aquel, del que en el reportaje evocado se decía que en los años treinta –antes de la guerra- se paseaba con un ejemplar del diario “El Socialista” bien visible debajo del brazo. Y la biógrafa de Umbral acaba rubricando su artículo con una imagen conceptualmente densa de esas de las que en su prosa tanto aficiona, y que le sirve a la vez de título de su artículo

“Fue una sombra donde creí que había un vacío”. Y colorín colorado este cuento se ha acabado. ¿De verdad? El interrogante surge desde luego de inmediato ¿Qué es lo que habrá llevado a la biógrafa de Umbral a una rendición tan espectacular y a una dimisión tan flagrante de un imperativo elemental de coherencia y de lealtad consigo misma y con su trayectoria y su obra escrita, en unas líneas apenas además, tan breves y concisas casi como las confesiones de los grandes procesos estalinianos de los años treinta?

¿Exagero? No lo creo, y me baso para comenzar en su biografía no autorizada de Umbral, que me estudié a fondo y que leí y releí repetidas veces y me serviría de hilo principal conductor de mi libro –aunque no sin distanciarme abiertamente cuando el distanciamiento se imponía-, y cito con su biografía en mano.

“No deja de ser significativo que en esa fábula biográfica (en lo que no se ha vuelto a insistir) imagine a su padre con aficiones ultraístas; esto es instalado en la modernidad poética de su tiempo. Nunca hubo tal naturalmente” (óp. cit. p. 123)

“Lo que importa es decir que (Umbral) se imagina un ser literario que viene de muy lejos pero absolutamente falto de entidad humana : un ser que ha fumado opio con Tomás de Quincey, compartido rapé en Londres con Blanco White, y aconsejado a Espronceda que se acostase con Dolores Armijo (la amante de Larra) Es decir un personaje libertino que durante la guerra está en la defensa de Madrid, pero sin salir del bar Chicote donde comparte el “gin tonic” con Hemingway. Y de vez en cuando va a Valladolid visitar a la familia, disfrazado de Mariano de Cavia. Un delirio total” (óp. cit. p. 124)

“Aunque en momentos de peligro la entropía informativa del escritor alcanza niveles de ininteligibilidad o lirismo extraordinarios. ‘Solo unos cuantos republicanos de familia y de sangre nos hemos atrevido, desde que el Rey se aclaró políticamente, decir quién era este hombre y por qué estábamos con él’ puede leerse en su columna titulada ‘El Rey’ (El País, 8 de marzo de 1981)’ ¿Qué republicanos, qué familia, qué sangre…¿de qué habla?.../..” (óp. cit. p. 317)


No sólo eso, me lleva también a seguir en mis trece la propia persona de la biógrafa, a la que conozco personalmente como aquí todos ya saben. Conocí a Ana Caballé en el 2008 –durante el curso 2007-2008- con ocasión de dos conferencias –a las que asistí- que dio en la Universidad Libre de Bruselas (ULB) y en la universidad (francófona) de Lovaina (“Louvain la-Neuve”) Entonces yo me encontraba preparando una tesis de doctorado en la primera de las dos universidades nombradas, a la que ella fue invitada por el profesor (belga) que había aceptado de dirigirme la tesis, en el marco de sus propias clases en la asignatura de Lengua y Literatura española de la que era (y sigue siéndolo) titular exclusivo.

Aquella tesis tendría el desenlace que aquí ya todos conocen y que me encargué de explicar en la introducción a mi libro, pero en aquellos momentos, el apoyo de Ana Caballé me era de un valor innegable con vistas a llevar a bien mi proyecto de doctorado, aunque fue sobre todo –lo digo abiertamente porque es rigurosamente cierto- el prestigio que se había ganado a mis ojos por la lectura de su biografía umbraliana lo que me llevó a querer conocerla personalmente y entrar en contacto con ella.

Asistí como digo a sus dos intervenciones –más que conferencias propiamente dichas- en el marco de las clases (semanales) de los dos profesores que le invitaron, uno de ellos, el titular (muy joven) de Literatura española de Louvain-la-Neuve, de ascendencia hispanoamericana por las trazas y por lo que explicó él mismo, pese a su apellido belga flamenco.

A la salida de la segunda de sus intervenciones, Ana Caballé se quejó amargamente conmigo de haberles servido (sic) de telonera, que le habían invitado a la capital de la UE para presentar un tema –la auto ficción literaria- del que contaban disertar semanas más tarde en un coloquio al que a todas luces no le invitaban a participar, y a lo que –conociendo el percal del montón de años que llevo aquí (de cómo se las gastan en algunos ámbitos y sectores a la hora de tratar con españoles, aunque a los catalanes, séame permitido precisar, mejor que al resto)- me solidaricé por completo con ella, sin la menor reserva.

Y tras invitarla a servirle de guía turístico en vísperas de su marcha –lo que declinó educadamente- se seguiría una correspondencia digital entre ella y yo (que guardé) –a la que puso un fin abrupto en un momento dado sin darme la menor explicación (ni se la pedí tampoco)- en la que me animaba fuertemente a seguir con mi proyecto conforme a las líneas directrices del mismo que no dejé de exponerle, en lo que le parecía ver una via inédita y no abordada hasta entonces.

Me mencionó incluso en uno de sus mensajes un detalle nada trvial en la vida de Umbral y era que tenía por costumbre irse los domingos a la madrileña Cuesta de Moyano y allí comprar al peso (sic) prensa antigua del régimen (franquista) que después “fusilaba” en sus artículos y sin duda también en sus escritos guerra civilistas. Hubo un detalle también que no me privo de mencionar aquí y fue que en la segunda de sus intervenciones, en Lovaina (francófona), Ana Caballé al llegar al tema Umbral y en el momento de pronunciar su nombre, dejó escapar un hondo suspiro perfectamente audible por todos los que estábamos en la sala, y que ahondó más aún si cabe el silencio entre el auditorio.

Y cuando se piensa en las relaciones tan borrascosas que condujeron a la ruptura entre la biógrafa y su biografiado y el boicot tenaz que los próximos y allegados de Umbral le reservarían a partir de entonces hasta el punto que en los sucesivos congresos internacionales (en la Universidad de Pau) y en todos los coloquios y actos celebrados en honor del escritor por la fundación que lleva su nombre, Ana Caballé sería siempre gran ausente y convidada de piedra al mismo tiempo, se llega a la conclusión como digo que Umbral y la biografía que le dedicó se habían convertido para ella en un peso difícil por no decir insoportable de llevar. ¿Una forma de liberarse de ello, esa forma tan sorprendente a fe mía, de dar ahora su brazo a torcer? La hipótesis se admite desde luego.

¿Como explicar si no que esa intuición (femenina) de la que Ana Caballé había dado muestras tan sobradas y abundantes a la hora de perforar el velo que escondía el gran secreto en la vida de Umbral, le faltara ostensivamente en la entrevista (para su biografía) al presunto hermano o hermanastro de Umbral, Leopoldo de Luis, la más larga y generosa (sic) de las que hizo, saliendo tardísimo (sic) de aquella casa

“Pero me siguió pareciendo descabellada –añade- la idea de que ambos hombres estuvieran emparentados y la desestimé definitivamente”

Ahora no obstante Ana Caballé no se habrá dejado guiar por su intuición (casi infalible), impresionada a todas luces por el mito –ascendente ("marca PRYSA")- del hombre que se parecía (sobre todo en su peinar) al padre de Umbral. De verdad que lo siento

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