Escenas de caos y de pillaje en Argentina al producirse el “corralito” -congelación absoluta de la liquidez monetaria y financiera en todas las agencias bancarias del país-, en diciembre del 2001, que llevó al colapso del sistema. Espectáculo trágico y patético al mismo tiempo de un país civilizado y carente de crédito alguno en la esfera internacional, y en consecuencia, literalmente acogotado por el lastre de su Deuda Publica. Ese es el paisaje que algunos parecen estar pintando ahora de la situación económica española las horas que corren. Y no es ni justo ni patriótico ni responsable. La Deuda Publica es un imponderable de nuestra época, como lo es la hegemonía USA (declinante) o como lo son el paro estructural in crescendo –en ciertos estratos sociológicos de población- ligado estrechamente a la revolución informática y a la globalización de la economíaUna de las secuelas que me dejo el enroque –ideológico y psicológico a la vez- al que ya hice aquí alusión que me impuse en mis tiempos de universidad para poder escapar al ambiente radioactivo aquel y poder seguir siendo yo mismo (semper idem) en definitiva lo fue la alergia que arrastré a partir de entonces a los estudios y a los conocimientos tan laboriosamente adquiridos de mis años de la Facultad de Económicas de la Complutense donde pese a todo y echándole un par también (y con perdón) conseguí terminar la carrera con sólo un año y dos meses de retraso –compaginándola con los estudios de Derecho (que también terminé)-, porque la inicié en octubre del 66 y la terminé en noviembre del 72 en una convocatoria extraordinaria por culpa de las huelgas que me diga la guerra civil interminable reencendida por aquel entonces en los campus de la Universitaria y más tarde en el de Somosaguas, y no hablo de otras universidades españolas que ni viví no conocí ni de lejos ni de cerca.
Una alergia sobre todo a las páginas de actualidad económica y financiera de la prensa que se convirtieron para mí -y así seguirían a partir de entonces- en libro sellado y más alergia aun si cabe de todo tipo de gráficos de los principales indicadores macroeconómicos de la situación en un país o conjunto de países y en un momento dado y de su líneas de evolución o tendencias dominantes como los que publicaba la prensa de ayer sobre la economía griega en los meses que precedieron a la llegada de Syriza, y que –¡oh sorpresa!- me habrán abierto de pronto sus códigos cifrados y sus enigmas y secretos si no del todo, sí a medias como si me dejaran una puerta o un balcón de observación semi entornado a partir de ahora.
Retrato de Adam Smith, padre de la economía política moderna y autor de la Riqueza de las Naciones su obra cumbre, universalmente conocida ¿Crear riqueza, la misión suprema de la economía y de la ciencia económica? Algunos anti-liberales que demuestran ser más liberales en su subconsciente de lo que se creen, así lo piensan. Pero la ciencia económíca viene recuperando -a favor de la crisis mundial financiera- una imagen distinta, la del arte de hacer realidad o simplemente posibles los sueños de los humanos y también de realizarlos, concediendo u otorgando a aquellos el mínimo de crédito y de credibilidad indispensables para el cumplimiento de sus sueños o la obtención de sus fines (soñados) Aunque tengan o tengamos que cargar a cuestas con la Deuda Publica para el resto de nuestros díasLo mismo digo de otros análisis o estudios recientes por lo general agoreros, a fuerza de querer rendir tributo de una manera u otra en mayor o menor grado y medida a lo políticamente correcto o a lo políticamente incorrecto en cambio que pasó (ya hace un rato) a formar parte también de la corrección política, como el tipo de discurso dominante en ciertos medios “incorrectos” sobre la casta, el poder del dinero, o los poderes financieros internacionales o ese otro (se diría que endémico) sobre la miseria (sic) y la pobreza (sic) de los españoles.
Una receptividad y apertura hacia este tipo de temas y asuntos que empezó a incubarse o re incubarse en mí desde la eclosión del movimiento indignado en el 2001 cuando solo entonces y a partir de entonces empecé a calibrar en su justa medida el alcance y repercusiones -así como las clases o sectores principalmente damnificados de la misma- de la crisis financiera a escala del planeta. Pequeñas luces o destellos en mi espíritu a partir de ahora en cambio sobre el problema (magno) de la deuda pública al que en sesudos análisis económicos y político-financieros que pasan por palabra de evangelio en ciertos medios de coloración azul, se presenta como la gran trampa de la economía mundial y en particular de la española, y el gran argumento (o coartada) que les permite desestimar pro infundadas las pretensiones –aireadas en los medios (ma non troppo) que “la economía va bien” por parte de los voceros del actual gobierno.
Y me viene a la mente de improviso el símil de las cifras rojas en cuentas corrientes de simples usuarios de los servicios de un banco cualquiera. Un gran parte de la población en España en Bélgica y en muchos otros países europeos funciona con cifras rojas y ciertos suelos de endeudamiento que les impiden atarse mas de la cuenta, y as viven desde mucho antes que hiciese eclosión la crisis financiera. Como me explicaba hace unos días un buen amigo italiano, funcionario internacional jubilado y hombre de edad, sabiduría y experiencia la deuda en el fondo como todo en economía (macroeconómica como microeconómica) no es más que una cuestión de crédito. De concederlo o de negarlo por un sinfín de razones, unas explícitas y otras que lo están mucho menos, complejas o claramente oscuras. Y está claro que en la Europa de hoy y por vía de consecuencia en el ordenamiento internacional hoy día, España –gracias en parte al actual gobierno, si, no nos duelan prendas- ha conseguido o recuperado ciertos niveles de crédito de puertas afuera, Como lo tuvieron o acabaron obteniendo –pese a su aislamiento político internacional- el Portugal de Salazar y la España de Franco.
Lo que no es en modo alguno el caso de Grecia las horas que corren. como lo ilustran las recientes declaraciones de su nuevo primer ministro que suenan más a lamentación jeremiaca que a otra cosa. “La UE nos tiene puesta la soga al cuello” se lamenta Tsipras ahora. Y su echar en falta (angustioso) de ofertas de crédito en la esfera internacional –por poco líquido que sea- es sin duda un reflejo fiel de la falta de crédito de la cosa pública entre los propios griegos, algo que ya abordé y comenté en anteriores entradas que viene de antiguo, y que no encuentra parangón ni en España ni en ningún otro país europeo, ni en Italia siquiera pese a ciertos problemas de imagen derivados de la lacra del crimen organizado y demás que arrastra el país transalpino.
Y la cosa en Grecia viene sin duda de antiguo para ser exactos desde la caída del régimen de los coroneles que pese a todas las críticas y al balance negativo que arrastra en la imagen dominante dentro y fuera de Grecia restablecieron la economía, que floreció en los siete años de su régimen. A partir de entonces, tras su derrumbe, las castas emergentes se fueron enquistando con ayuda de burocracias laborales y sindicales que harían reinar la economía en negro, floreciente sobre todo –como una máxima o postulado económico del primer orden de los países y sistemas democráticos- en los sectores subsidiados de la economía.
En España con Zapatero llevábamos el mismo camino pero deo gratias la sociedad española no le dejó (in extremis) que nos despeñase como era su objetivo último el suyo o de los que le apadrinaban o dirigían en la sombre (o en la penumbra) Ernesto Milá dice ahora que el problema de la deuda es la bomba de relojería del sistema (capitalista) imperante en la economia mundial y en particular en la española, no estoy de acuerdo. Estamos endeudados -no más no obstante que otros países punteros-, pero no hemos perdido el crédito del extranjero como si lo han perdido los griegos, y cuando hablo de griegos me refiero al gobierno Syriza y a la (ligera) mayoría de sus conciudadanos que les habrá puesto donde están las horas que corren.
Si perdemos el crédito –como lo perdieron los argentinos en la década de los noventa (a suponer que lo hayan recuperado desde entonces)- , entonces sí, entonces sí que se nos viene el cielo de la deuda encima, o el cielo a secas que me diga (…) No es el caso ni en los días por venir ni en un futuro a corto plazo, y no hay por lo tanto motivo –y yo diría que ni derecho tampoco- a ser tan agoreros, y a especular con las flaquezas o puntos débiles de nuestra situación más de lo que un sano deber informativo nos exige. Ni tampoco -en el polo opuesto al enfoque al que acabo de hacer mención (con nombres y apellidos)- a echar balones fuera o al tejado colgando el muerto de la coyuntura presente a problemas estructurales –que no dejan de ser serios y de resolución urgente (estamos de acuerdo)- como lo son las autónomas o la inmigración de mano de obra extranjera. Hay un fenómeno que brilla por lo general, en ese tipo de análisis catastróficos, completamente por ausencia y es del paro estructural in crescendo “urbi et orbe” y estrechamente ligado a la revolución informática, algo tan imponderable e irreversible como el agotamiento progresivo de las materias primas (a escala del planeta)
La economía ¿ciencia de la riqueza de las naciones y de unos sistemas económicos que tendría por misión suprema la creación de riqueza? Eso lo dijo el muy respetable Adam Smith –que además de economista era un moralista insigne- pero desde entonces ha llovido mucho en Flandes y yo diría que la economía habrá acabado recuperando entre muchos la imagen de ser el arte y la ciencia que tratan de hacer posible los sueños de los humanos, eliminando o suavizando al menos aquellos factores o agentes calamitosos que amenazan en unas y otras regiones del globo con crear nuevos infiernos en la tierra, y contribuyendo pari passu a contener y erradicar los que ya existen. ¿España hoy como Argentina de los tiempos del corralito? Comparaciones odiosas
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