Rafael Calvo Serer, figura emblemática del Opus Dei de la posguerra y del tardo franquismo. Ejemplo de los neo conversos que acogió (maternal) y encumbró hasta las nubes la iglesia española (triunfante) a partir del 45. Durante la guerra (reza su noticia biográfica en la red) se alistó en las Brigada Internacionales (sic) pero una grave enfermedad le retuvo en hospitales durante toda la guerra. El Opus Dei fue el eje motor –bajo la alta supervisión del Vaticano- de la desfalangistización (léase desnazificación) del régimen impuesta –con su hoja de ruta y sus calendarios correspondientes- por las potencias aliadas vencedoras, y sus peones más influyente lo fueron neo conversos –como el mencionado-, emboscados o infiltrados de la posguerra y antiguos cautivos en zona roja que arrastraban un síndrome análogo a ese otro de la cárcel de Alicante. Y coartada ideológica del primer orden y clave de su ascenso en la España de finales de los cuarenta lo serían el holocausto/judío y el nazismo de mal/indecible (faltaría), un mantra que resurgiría con fuerza en las campañas eclesiásticas (y vaticanas) contra el aborto, de consigna omnipresente hasta la fecha. Bien presente ayer por cierto en la CibelesLos anti-abortistas han vuelto a manifestarse por el centro de Madrid y aunque los medios no dan cifras de asistencia y se ven algunos claros en las fotos no es óbice que fue una nueva demostración de su fuerza y de su arraigo en la sociedad española. No faltó por cierto el paseíllo torero de Doña Espe que tampoco se mojó mucho, sin declaraciones y recorriendo el cortejo de paso ligero, por no decir de prisa y corriendo. También los mensajes, las consignas y los discursos fueron de mucho menor voltaje (de acusación y de beligerancia) que otras veces. Eran otros tiempos también, porque no cabe duda que la retirada del proyecto de ley Gallardón no habrá sido más que una consecuencia de los cambios en profundidad producidos a cuento de ese tema en la última década –yo diría que desde la muerte de Juan Pablo II- en el seno de la sociedad española.
Me decía hace unos meses un buen amigo de la infancia y de la adolescencia con el que reanudé contacto hace dos años, hoy posicionado políticamente en la órbita de Vox, que se había leído con detalle y atención mi libro de Umbral y que él, que había sido de izquierdas –como casi todos los de su generación que era la mía- caso de tener que catalogarme, lo haría mas bien a la izquierda, y sin duda que se refería con ello a mi posición sobre el aborto (aunque no hacía de ello la menor mención en mi libro) entre otros temas.
Es obvio que no me siento ni me considero de izquierdas y sin embargo recogiendo el guante del desafío implícito en las palabras de mi buen amigo sí debo decir que solté –ya hace mil diluvios- completamente amarras de mis lugares teológicos filosóficos, ideológicos de partida, de los años de mii infancia, adolescencia y juventud (primera) Y me viene ello a la mente porque cavilando sobre la redacción de este artículo se me ocurrió de interés para mis lectores y para mi mismo el abordar el fenómeno del anti-abortismo en la sociedad española desde un punto de vista sociológico con lo que de pronto me di de bruces como quien dice con un campo de investigación y disciplina académica a la vez que es el de las sociología de las religiones que como la nueva teología y la historia de las dogmas –y otras nuevas disciplinas “progres”- puso de moda el concilio vaticano segundo y que se veían rodeados de espesos tabúes en mi mente y en las lecturas y estudios que seguí en la primeras etapas de mi vida y trayectoria que evoco más arriba en estas líneas.
Freud y Marx son grandes nombres de la historia del pensamiento del siglo XIX en materia de sociología del fenómeno religioso. Para Marx, la religión era el opio del pueblo, para Nietzsche en cambio, un factor de subversión social del primer orden. Freud que bebió no poco de la obra de Nietzsche, llevaba la exploración del fenómeno religioso al terreno psicológico. Para él no era más que una manifestación de la culpa colectiva de la humanidad, pero su concepto de culpa no dejaba de arrastrar a su vez profundas raíces teológicas y religiosas (judías) ¿Qué pensaba Freud del aborto? La pregunta del millón. un silencio tanto más elocuente y significativo si se tienen en cuenta los feroces interdictos anti-abortistas –y en otros muchos temas- recogidos en el Talmud, en la Tora y en otros libros sagrados judaísmoHoy no puedo decir con todo que me sea tierra (completamente) incógnita ese campo tan vasto del pensamiento contemporáneo, y me vienen así de entrada los nombres de dos referentes mayores de la h historia de las ideas del siglo XIX los de Marx y Nietzsche, y también uno que me es particularmente familiar de mis años de Econe el del francés Emile Poulat, autor de una obra sobre el integrismo católico (y “el catolicismo integral”) que gozaba y sigue gozando de gran autoridad en la materia. Marx que no era propiamente sociólogo ni profundizaría precisamente en esa dirección a través de sus escritos, decía que la religión era el opio del pueblo, y Nietzsche vino a decir grosso modo lo contrario, que el cristianismo o judeo cristianismo –que en su análisis se confundían- fue un motor de subversión del primer orden en los primeros siglos –los del nacimiento y propagación de cristianismo primitivo- en el seno del mundo (romano) antiguo.
Y es que eran sin duda víctimas de un malentendido semántico (reciproco), engtorno a las palabras y conceptos de religión y de cristianismo, porque lo que era para el uno (Nietzsche) el cristianismo primitivo (anti-romano) lo era para el otro (Marx) la Iglesia del Orden (Maurras dixit) de los tiempos modernos tanto en su versión católica como protestante. Poulat del que no tengo leído nada en concreto me consta que trata en su primera obra –tal vez la más divulgada- de ese capítulo tan traumático de la historia del catolicismo francés que representó la condena (pontificia) de la Acción Francesa.
Los maurrasianos eran de extracción católica en su inmensa mayoría como su líder y la excomunión de Maurras y del movimiento por él fundado y de todos los que le seguían fue una trauma mayor en el seno de lq sociedad francesa y concretamente en sus sectores más apegados a la iglesia –y al magisterio eclesiástico- a seguir a la Revolución Francesa, en los que la condena aquella infligió una ruptura intestina de lo mas desgarradora que no se detenía ni a las puertas de los cementerios donde cerraban el acceso a los recalcitrantes (a sus féretros me refiero) (…) Algo que marcó al rojo la memoria colectiva de los franceses.
Mutatis mutandis, el tema del aborto –léase los interdictos de nuevo cuño que se sacó la iglesia de la manga en ese tema tras el concilio y en particular durante el pontificado de Juan Pablo II- habrá operado una división profunda en el seno de la sociedad española y en particular dentro los sectores o estamentos de la misma más apegados a la iglesia y a la práctica religiosa. Como lo vuelve a ilustrar la manifestación de ayer que aunque conociese cierta sordina en los ataques en comparación con manifestaciones anteriores, no transcurrió menos con el telón de fondo insoslayable de una oposición sorda (e irreconciliable) al actual gobierno y a su presidente que habrá acabado decidiendo la retirada del proyecto por el que vino la discordia en el seno de la sociedad española.
Ese sector de recalcitrantes ¿quiénes son de donde vinieron (por expresarlo en términos, no muy desentonantes, de estilo apocalíptico) Siempre pensé que venían de donde yo mismo vengo o provengo, del catolicismo español de la posguerra, y del tardofranquismo y antes aún, de la guerra civil y de la persecución religiosa en zona roja. Hoy ya en cambio no estoy de ello tan seguro. Decía Jorge Semprún en unas declaraciones que le leí una vez en el periódico “El Sol de Bélgica” (hoy desparecido sin dejar rastro, como si no hubiera existido)- que la iglesia española hizo de colchón, de amortiguador de la represión (sic) en la posguerra.
Lo que cabe traducir o interpretar como un piadoso eufemismo que tendía a traducir la evolución o si se prefiere el desenganche progresivo por parte de la iglesia española de sus instancias jerárquicas como la masa de lo fieles de con el régimen anterior, en un largo deriva o singladura de distanciamiento que dio inicio tras la derrota de los nazi fascismos en el 45, porque no deja de ser no obstante un dato histórico innegable que la iglesia había hecho causa común indefectiblemente hasta entonces con el régimen surgido de la victoria del primero de Abril al que le ligaba una pesada deuda de gratitud, por haberla salvado del exterminio tan, simple como eso.
Y en los comentarios de aquel comunista procedente de una familia de clase alta madrileña –nieto de Don Antonio Maura- me pareció ver el reconocimiento de aquel compromiso histórico –entre la iglesia española y los vencidos de la guerra civil- que no venía solo del concilio sino ya del 45 como lo vengo explicando de un tiempo a esta parte en mis entradas. Y un síntoma infalible de lo que aquí decir estoy queriendo lo es sin duda ese ramalazo anti-nazi que les sale a las primeras del cambio a los principales voceros y portavoces del movimiento anti-abortista y de los partidos situados en su órbita o que así a primera vista mejor les representan.
Refugium peccatorum, la iglesia española tras el 45, porque si es cierto que hubo muchos rojos que se convirtieron (otra vez) al catolicismo con la entrada de las tropas nacionales en sus pueblos, localidades y ciudades respectivas, no lo es menos que a partir del 45 se les exigiría muchas menos credenciales de práctica religiosa en un pasado anterior –el de los años de la guerra civil- que lo que sin duda fue la norma en los primeros años (heroicos) de posguerra.
Y no es históricamente menos verídica la consigna que dio Stalin de infiltración del régimen en todos sus organismos, en todas sus instancias y a todos los niveles, y si hoy se da ya por algo pacíficamente admitido que esa infiltración se dio en masa en las estructuras del sindicato vertical –como lo ilustra el ejemplo de las comisiones/obreras en su orígenes, y en sus prístinos inicios- hoy debe ya a acabar reconociéndose también otro fenómeno en paralelo en el seno de la iglesia católica española.
Y en esa perspectiva me pareció de pronto de lo más arquetípica la figura del abad mitrado del Valle de los Caídos –figura emblemática de la iglesia española y del régimen anterior en su fase nacional católica y triunfalista (pero menos)- cuyo titular en la actualidad, hace unos años cuando él y su comunidad estaban a diario en el candelero de los medios proclamaban a los cuatro vientos haber pasado la guerra en zona roja y tener entre los suyos uno de sus hermanos (pequeño) incluso- víctimas de los bombardeos nacionales.
Un conflicto de memorias que se trajeron de vuelta al redil como quien dice después de la guerra. ¿Fenómeno de neoconversos –de después de la guerra civil- el anti-abortismo de las dos últimas décadas en arte al menos? Vivir para ver fantasmas míos
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