domingo, marzo 08, 2015

CHIVATOS Y DELATORES EN GRECIA (AL BORDE DEL COLAPSO)

Bombardeo de la OTAN sobre Belgrado (1991) El que pierde es el que paga. Ley de oro (o de bronce) de la economía y de la ciencia económica. Los pueblos de Europa y del Oriente Medio pagamos la guerra del Golfo y la caída de Saddam Hussein con la crisis financiera (mundial) y las primaveras árabes. Y los griegos pagan ahora con un gobierno suicida y vende patrias impuesto por la Casa Blanca y con su desesperada situación económica y financiera –y su carencia trágica de créditos del exterior- una neutralidad pactada a favor de los serbios ortodoxos en las Guerras de los Balcanes (década de los noventa)
Chivatos o comisarios políticos en Grecia. Los nuevos inspectores –contratados por periodos de dos meses, entre amas de casa (sic) estudiantes e incluso turistas para combatir a través de tareas de observación, y posterior denuncia, prácticas irregulares tendentes a la evasión de impuestos y en particular del IVA- son la medida estrella de entre las contrapropuestas que el gobierno griego por intermedio de su inefable ministro de Economía –permanentemente en mangas de camisa y pantalones vaqueros- habrá hecho llegar al presidente del Euro grupo –reunión informal (una vez al mes) de los ministros de Economía y Finanzas de países de la UE- de alternativa al nuevo rescate que algunos están ya –a comenzar por el presidente del euro grupo- anunciando como algo inminente en la economía griega.

La medida por lo insólita habrá suscitado reacciones de extrañeza y despertado sobre todo espectros de un pasado somnoliento pero no dormido del todo. ¿Un país de chivatos y delatores, el modelo que propone el nuevo gobierno griego para salir del trance delicado y surcado de riesgos en el que se encuentran? Que empiecen delatando el fraude fiscal y un sinfín de corruptelas de lo más diversas en la administración pública griega que es por donde empezó todo, en vez de emprenderla con medianos y pequeños comerciantes, pero se ve que eso es pedir peras al olmo en mentalidades proclives a subsidiarlo todo en materia económica y en la actividad empresarial que por definición es lo contrario del subsidio.

Como sea, algunos ya estamos viendo propuestas análogas de los émulos españoles del actual gobierno griego asomando el cuello en relación con la economía española. El IVA –impuesto al valor agregado- es un impuesto al consumo que se habrá convertido en fetiche del primer orden en los sistemas fiscales de los países situados dentro del marco de la UE las últimas décadas, como un cerro de arrebatacapas que todos se disputan y quieren poner de su parte calculándolo y manipulándolo en su provecho. La última hasta la fecha lo es esta propuesta mágica de control de conductas fraudulentas en los vendedores a base de grabadoras y de grabaciones en video incluso, señal que la cosa va en serio y los nuevos inquisidores, comisarios que me diga no parecen andarse con bromas ni miramientos.

Algunos pretenden compararlo (odiosamente) ahora con el fenómeno del estraperlo en la inmediata posguerra del que se sirve Umbral de motivo de inspiración en alguna de sus novelas guerra civilistas. Según él, el estraperlo estaba controlado y dirigido por el propio régimen y explotado en su provecho por detrás de las campañas oficiales que lo denunciaban y pretendían combatirlo. En el caso que nos ocupa, el IVA viene ser algo asi como las nuevas cartillas de racionamiento, no de cara a una carencia de productos y alimentos básicos como era el caso en la España de entonces, sino a una necesidad no menos imperiosa de liquidez y de obtener créditos, del conjunto del sistema y en particular del sistema bancario. Y dominándolo todo o gravitando de cerca por encima del sistema bancario griego, no la Deuda Pública en sí, sino el poco crédito que el sistema bancario griego y su hacienda pública ofrecen de puertas afuera.

Y más por detrás aún y más por encima, empieza a asomar espectro extraños a riesgos serios de colapso del sistema y en particular uno de ellos –que arrastra un nombre familiar en lengua española aunque se trate de un argentinismo- y me estoy refiriendo como todos ya lo han adivinado a lo que se conoce como el corralito (argentino) Una secuela más de la derrota en las Malvinas, el corralito, como el triste sino de un país que después de aquello no conseguía levantar cabeza ni recobrar el peso e influencia que llegó a a alcanzar en la esfera internacional unas décadas antes apenas.

Que si bien se mira, la economía es en el fondo un engañabobos –jeu de dupes, los franceses le dicen- en el que el que pierde es el que paga, y los que pierden son en primer lugar los vencidos de las guerras. El anterior director de la Reserva Federal Americana Alan Greenspan -de notoria ascendencia judía- justificó las políticas monetarias de la institución que dirigía acusadas de haber llevado al estallido de la crisis financiera, evocando la guerra del Golfo y la caída de Saddam Hussein. “Cualquiera diría que cometimos un error provocando la caída del Saddam”, así acabaría declarando (insolente) frente a sus acusadores (…)

A Alemania le hicieron falta varias renegociaciones de la Deuda para salir a flote tras la Gran Guerra y después de las segunda, les llevaría varias décadas de esfuerzo colectivo para poder recuperar el crédito y la confianza perdido en las instancias y organismos internacionales que habían descendido a un nivel de cero en el 45. Los griegos no conocieron guerras en el pasado reciente, se me objetará aquí por algunos, a lo que cabe replicar que en la medida que su diplomacia –fraternidad ortodoxa obliga- mantuvo una neutralidad pactada (léase favorable a sus hermanos ortodoxos griegos en los Balcanes) figurarían entre los perdedores de aquellas, y que ahora no hacen más que pagar las consecuencias, viéndose infligido por presión internacional –de la Casa Blanca en primer lugar y en primera línea- un gobierno vende patrias que amenaza con ponerles todavía más de rodillas en la esfera internacional de lo que lo que ya lo estaban.

Suiza, otro ejemplo elocuente de lo que aquí decir estoy queriendo. Un país neutral en la Segunda Guerra mundial –con una neutralidad (discretamente) pactada en favor de la Alemania nazi, pero sin el lastre, de cara a los vencedores, de cooperación militar estrecha con las potencias del Eje, que arrastraba (a base de envío de voluntarios) el régimen de Franco (aunque no dudarían en derribar aviones aliados que habían violado su espacio aéreo durante el conflicto) Salvaron así su sistema bancario, el crédito y la confianza inmensos que aquel les proporcionaba en el concierto de las naciones, a cambio de una supeditación estrecha a la grandes potencias, especialmente los Estados Unidos que harían (discretamente) de Suiza una especie de proconsulado o protectorado al socaire de la guerra fría, como lo pude percibir durante mi estancia de unos meses en Lausanne y en sus alrededores tras mi salida de la cárcel portuguesa, donde se sentia de lo más palpable el peso y la influencia norteamericana bajo manto o bajo capa del proselitismo religioso –intenso- de grupos religiosos de confesión protestante (fundamentalistas)

Después de la guerra, Suiza se llenó de misioneros evangélicos procedentes del otro lado del Atlántico que en realidad eran agentes al servicio de su país (y espías muchos de ellos) La psicosis de guerra atómica era otro de los síntomas ruidosos del atlantismo encubierto de Suiza en la posguerra qu perdura todavía tras la caída del Muro y el final (oficial) de la guerra fría, de lo que pude dar constancia de primera mano, de esa obligación por ejemplo –sin parangón en el resto de los países europeos- de contar en cada inmueble con un refugio antiatómico. ¿Más amenazados o vulnerables los suizos que otros países europeos? (…) Una neutralidad de fachada en el orden internacional la de Suiza que tiene algo de neutralidad/armada, como la que le otorgó la paz de Westfalia, y también de neutralidad perpetua (sic) como le prometería el Congreso de Viena.

Y esa neutralidad de fachada se ve destapada o puesta al descubierto por la tensión entre las esferas respectivas del euro y del dólar, que habrá acabado alcanzando un punto de deflagración con el anuncio –a finales del pasado mes de enero, en medio del escándalo producido por las prácticas discutidas de la filial suiza de un banco británico (HSBC)-, de la salida del país helvético del euro y de la vuelta a la moneda nacional suiza que se ve de golpe revaluada, pero al precio de una disminución dramática de la competitividad internacional y del poder de adquisición que amenaza con llevar al país alpino a una situación de trágico aislamiento en los tiempos que se avecinan. ¿Hasta cuándo la tiranía –en el plano financiero- de los vencedores del 45 y de la guerra fría?

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