jueves, diciembre 18, 2014

FALANGEAUTÉNTICOS Y LEY DE SEGURIDAD CIUDADANA

Raimundo Fernández Cuesta, falangista histórico, camisa vieja de la primera hora y amigo personal de José Antonio en un retrato en su calidad de antiguo ministro de Franco. Fue fundador y primer jefe nacional de FE de las JONS en su actual moldura hasta 1983, tras recibir en depósito las siglas histórica de manos del ministro del Interior de entonces –durante la transición, en 1977-, Rodolfo Martin Villa. Aunque no viví esos acontecimientos –que me pillaron fuera de España- me consta (como se puede leer en la red) que fue obligado a dimitir por presiones internas al interior de su partido -de los falangeauténticos- que le reprochaban su pasado franquista. Nótese el contexto del cambio aquel tan poco anodino, a saber la nueva situación psicológica instalada en la política española e internacional por el desenlace del 23-F dos años antes y de la guerra de las Malvinas el año anterior (en mayo del 82), en los inicios del felipismo (...) El que le sucedió no obstante, Diego Márquez, no era precisamente virgen en la materia, antiguo inspector nacional de albergues del Frente de Juventudes y jefe durante muchos años del Circulo Doctrinal José Antonio situado en la madrileña calle de Ferraz -y que figuró en nómina, hasta la transición, nota bene, de Secretaría General-, donde yo le oí decir una vez junto con otros –sentado él en el sillón de su despacho- que en Alemania Oriental (estábamos a finales de los sesenta) “se construía con justicia” (…) ¿Inconsciencia, ignorancia, doble juego? Dejémoslo por cuenta del síndrome de la cárcel de Alicante, una versión (precoz) del síndrome de Estocolmo que se transmitió a los partidarios (algunos) del fundador por la vía de la herencia ideológica. Como sea, con Diego Márquez, FE de las JONS (nueva moldura) cambió de bando en la guerra de los ochenta años (del 36) que dura todavía. Disimuladamente y con la coartada (y pretexto) de la revolución pendiente, faltaría
La Ley de Seguridad Ciudadana como un signo de contradicción bíblico o evangélico está suscitando ciertos comentarios relevadores en extremo como el procedente del partido Falange Española de las JONS, herederos de las siglas históricas del movimiento fundado por José Antonio Primo de Rivera. Complejo de herederos o legatarios a fe mía, el que domina a todas luces a los dirigentes y responsables de ese partido como lo vuelven a poner ahora de manifiesto.

Aquí ya me posicioné sobre el tema de la nueva ley en materia de orden público y me reitero en todo lo que dije, en unos análisis como los que vengo formulando desde hace ya algún tiempo bajo la nueva perspectiva histórica que me parece haber acabado alumbrado al hilo de estas entradas y es lo que doy en llamar la guerra de los ochenta años, a saber la guerra del 36 hasta hoy proseguida e inacabada. El partido FE de las JONS en el comunicado que acaba de hacer público sobre la nueva ley de seguridad ciudadana menciona de pasada –de puntillas- la operación "rodea el Congreso, inicialmente “toma (u ocupa) el Congreso”, que acabaría de notoriedad pública como el rosario de la aurora, con las fuerzas del orden (anti-disturbios)

Es obvio que el partido falangista sintonizaba con esa iniciativa y si no fuera por lo fútil e insignificante casi de su peso real en la vida política española –excepción hecha de la fuerza innegable de sus siglas- valdría tal vez la pena el preguntarse o el preguntarles donde estaban ellos en la jornada aquella. Ni siquiera. Comparsas de los indignados, la respuesta es más que obvia (…) Así pues, los falange/auténticos –en la versión que encarna esa formación política, de esa etiqueta que también hay otras- apuestan ahora por la ruptura de régimen como apostaron más o menos abiertamente en la transición por la continuidad tal y como lo ilustra el detalle todo menos trivial que recibieran en depósito –precisamente ellos- las siglas históricas, de un ministerio del interior de los gobiernos de la transición que tenía entonces de titular a una figura tan emblemática como Rodolfo Martín Villa.
Yagüe, del que nunca oí a ningún falange/autentico poner en duda sus credenciales joseantonianas, mandaba un batallón y una bandera del Tercio en la toma de Oviedo, en octubre del 34, cuando del decir de Pío Moa dio realmente inicio la guerra civil española, y cuando los (escasos) falangistas del Principado cumplieron a rajatabla la consigna del mando de ponerse del lado de las fuerzas del orden. Ochenta años después la guerra continua, y los falangeauténticos se diría que acabaron cambiando de bando, del del Orden –y de la integridad de la Patria- al de la algarada callera y la puesta “pari passu” en entredicho –como lo practican los indignados de Podemos- de una posición clara y sin tapujos contra los separatismos
No es óbice que otros falangistas auténticos apostaron entonces por una ruptura de régimen como la que preconizan ellos ahora. Y esos cambios de orientación en relación con el pasado propio intransferible además de ilustrar el amplio debate –doblado de una crisis no pequeña de conciencia- que la transición y sucesión de la jefatura del estado (parejas una y otra) acarrearía en esa familia política  del régimen de Franco -una entre otras-, en sus variadas corrientes so ramificaciones, se explica en parte por los cambios generacionales y de orientación que se produjeron en su dirección tras el 32-F en la que Raimundo Fernández Cuesta, falangista histórico y amigo personal de José Antonio se vería desbancado por otra figura menos veterana, la de Diego Márquez, de la generación del Frente de Juventudes de las primeras décadas de posguerra.

Alguno de mis lectores evocó aquí hace ya algún tiempo en estas entradas una reunión en el pasado entre el longevo e incombustible líder de esta formación política falangista, Diego Márquez, fallecido hace un año y el fundador y dirigente del Frente Nacional francés, Jean Marie Le Pen, que se saldaría por un fracaso que puso de manifiesto la discrepancias profundas entre ambas formaciones, y que del lado español (falangista) se justificó por cuenta del célebre (y manido) eslogan de ni izquierdas ni de derechas, sobreentendida una derecha en la que según ellos la formación francesa debía verse incluida lo que ellos mismos no sin cierta jactancia ilustraban con el comentario que su actitud había merecido al político francés, que les habría tildado de socialistas, lo que por el énfasis con que lo invocaban algunos de sus militantes o partidarios debía parecerles un título de gloria.

Viniendo además de alguien a quien -hasta hace muy poco por lo menos (que ahora ya seguro que no)- ellos o sus partidarios tildaban de los calificativos más despectivo y peyorativos, de neonazis, racistas, xenófobos y otra lindezas por el estilo. Qué cabía concluir si gente así les trataba de socialistas. Cuando el rio suena no obstante, agua lleva, y es evidente que si esa formación falangista y su dirección tan longeva sobrevivió al largo (y casi) interminable segmento de años del felipismo, debieron fatalmente participar de una manera u otra en el pacto (de régimen) que alumbró la transición, a nivel político como a nivel sindical en donde se traducirían por una entrega o venta a la almoneda sin más de todo el patrimonio de la organización sindical anterior a las nuevas centrales (de izquierdas) mayoritarias de un espíritu y una orientación descaradamente guerracivilista todas ellas.

El mismo interesado lo daría claramente a entender por lo demás evocando ufano repetidas veces –como un título de gloria- el haber estado en los orígenes de las comisiones obreras (ccoo) en sedes e instalaciones del sindicato vertical –como el sindicato del Metal o el centro social (falangista) Manuel Mateo- donde las comisiones aquellas tuvieron por así decir su pila bautismal. Con el visto bueno de falangistas del régimen como el nombrado, y de otros falangistas disidentes con un largo historial de servicios al régimen, como Ceferino Maestú, hombre de confianza de José Antonio Girón en sus tiempos de ministro de Trabajo.

En los años cincuenta cuando toda esa nueva realidad que haría eclosión a la muerte del jefe de estado anterior se empezó a cocer o a fraguar, España estaba recién salida de un nuevo episodio de la guerra civil del 36, a saber la lucha contra el maquis que el régimen de entonces sometió a censura todo lo que pudo, pero que no dejó de revestirse de la mayor importancia y de marcar al rojo la memoria colectiva como lo ilustra la novela -premio Planeta 1957- con el maquis de telón de fondo y de un título tan inequívoco como el de “La paz empieza nunca” (ya fe mía que es lo que se puede seguir diciendo todavía)

Tras la derrota del maquis la guerra civil del treinta seis entraría como el Guadiana en una nueva fase oculta o larvada, que se caracterizaría por las tentativas de infiltración de ls fuerzas vencidas el primero de abril, de infiltración del régimen por dentro y de sus instituciones más neurálgicas y representativas como la organización sindical o los movimientos de apostolado seglar de la iglesia católica. Algo sin lo que la transición y su desenlace no se explican sin duda alguna.

Los de FE de las JONS (moldura actual) tenían razón pues y no la tiene proclamándose opositores del Régimen (con mayúsculas) y es en la medida que de una forma u otra ellos también pactaron con los fautores de guerra civilismo infiltrados al interior del régimen anterior que fueron grosso modo los grandes vencedores de la transición y de su desenlace final tras la tentativa de putsch del 23-F. Dicen verdad pues y no la dicen en la medida que son políticamente hijos del régimen anterior, algo tan evidente que no requiere demostración alguna por más que invoquen o hicieran suya –a to-ro-pa-sa-do- una tradición o corriente más o menos subterránea -aunque no propiamente clandestina porque nunca o fueron o no del todo como no lo fue el FES al que yo pertenecí en mis año jóvenes- de falangistas disidentes que ellos traducen o reducen uan retahíla de nombres –siempre los mismos- contados (grosso modo) con los dedos de la mano) de detentores de la legitimidad (falangista) que les atribuyen y se atribuyen ellos por su cuenta.

Entre la legitimidad histórica del 18 de julio y la pretendida legitimidad (“democrática") que esgrime la izquierda española acusadoramente se extiende una (amplia) zona de no man’s land donde se aplica el refrán que “de noche todos los gatos son pardos” y que es donde formaciones minoritarias y prácticamente irrelevantes –salvedad hecha, lo repito, de las siglas que se arrogan- como la que nos ocupa habrán venido discurriendo durante década de democracia, con su legitimidad escisionista o disidente a cuestas (de marca joseantoniana”) Como lo vuelven a poner de manifiesto ahora erigiéndose en victimas de todos los regímenes (sic) -del de Franco, del 78 y del de la II República que les precedió- que se habrán sucedido en España y en los últimos ochenta (y tantos) años.

Menos lobo. La ley de seguridad ciudadana no va dirigida contra ellos –que además no son nadie- sino contra el problema (o problemazo) de orden público –y no sólo sino de delincuencia y de marginalidad asocial que con aquel van parejas- que la indignación callejera viene provocando y alimentando in crescendo desde hace cuatro años aunque viniera de muy antiguo por supuesto la cosa. Y no tienen más que echar un poco la vista atrás como el autor de este blog lo habrá hecho en una entrad reciente sobre los jalones principales de la movida indignada (marca 15-M) en particular la jornada aquella del 25-S y sus secuelas y coletazos –los días y semanas y meses que inmediatamente se siguieron. Negar la evidencia es de ciegos.

Y como con su supervivencia –aunque sea como formación minoritaria- habrán demostrado no serlo, cabe concluir salvo prueba de lo contrario que con el hilo del tiempo acabaron cambiando de bando, del de la masa innombrable de falangistas (heroicos) que protagonizaron el Alzamiento del 36 al otro bando, el de los asesinos de José Antonio y profanadores de su cadáver (…)

ADDENDA Acababa de terminar este articulo cuando me llegan ecos de una campaña (navideña) de distribución de alimentos en Asturias y de las reacciones en ciertos medios, así como del comunicado de FE de las JONS uno de los dos grupos participantes en la campaña. La distribución de alimentos –algo que pusieron de moda y de actualidad (candente) los primeros, los griegos de Amanecer Dorado- arrastra un toque de moralina (clerical) inevitable como una segunda natura (¡ay dolor!) en muchos españoles. Haz bien y no mires a quien, reza el refrán que mamamos desde niños, lo que ya lo dice todo en el tema que aquí abordo. Y es algo de lo que transpira por todos sus poros el comunicado en guisa de aclaración de ese grupo falangista, en plan (un poco) de donde dije digo digo diego, a españoles sólo no, pero bueno, sí, quiero decir que no (y no sigo) Y el comunicado tan confuso se termina con la jaculatoria anti-fascista de rigor entre falange/auténticos, que ellos no son nazis ni fascistas ni nada que se le parezca, y que "su fe de bautismo –vienen a decir (parafraseando, de mi cosecha, los “ratas” primero, segundo y tercero de la Gran Vía, la célebre zarzuela que hacía las delicias de Federico Nietzsche)- la tiene el cura del Saladero” (…) ¿Cuando acabarán comprendiendo –me temo que nunca- que hasta que no acaben asumiendo como propia (mutatis mutandis) la derrota del 45 –en la Segunda Guerra Mundial- se verán fatalmente condenados a la posición marginal e insignificante que es la suya hoy por hoy y desde hace décadas en la política española?

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