martes, diciembre 16, 2014

¿RIVAS-VACIAMADRID CAPITAL DE LA III REPÚBLICA?

A la izquierda de Franco y su esposa en la foto (años sesenta) Teodoro Palacios Cueto,  prisionero en la batalla de Krasni-Bor y repatriado en el Semíramis, en1954, con los demás prisioneros de la División Azul. Y a su lado, en el extremo de la foto, Mariano Gómez Zamalloa que intervino en la batalla del Jarama con el grado de capitán. El héroe del Pingarrón, como se le conoció, que en lo más álgido de los combates, el 23 de febrero del 37, pese a sus graves heridas, clavado al suelo, mantuvo la posición. Por lo que se le concedió la Medalla Militar Individual. Obtuvo más tarde la Cruz de Hierro en la División Azul. Un batalla aquella de la guerra civil que tuvo entre sus principales teatros de operaciones Rivas y Vaciamadrid, entonces municipios diferentes y hoy principal bastion a escala naciona de Iglesias y su partido. Programa radical -de ruptura- de Podemos, una declaración de guerra a los vivos…y a los muertos (…)
Rivas-Vaciamadrid me era desconocido cuando yo vivía en España, en Madrid, y no sin motivo: porque por lo que leo ahora, en 1980, cuando yo llevaba ya años fuera, este municipio madrileño contaba sólo quinientos habitantes (quinientos) y hoy por lo que leo ahora (un tanto absorto, lo confieso) rebasa la cifra de los ochenta y mil habitantes con lo que supera a algunas capitales de provincia y además de eso figura entre los diez primeros municipios más ricos de España.

Y los datos por más llamativos que sean no se merecerían una entrada de este blog sino fuera por tratarse del único municipio español donde en las recientes elecciones generales quedo en primer lugar el partido de Podemos y por ser feudo político -de ella y de sus amigos- de Tania Sánchez, la novia del mesías indignado, Pablo Iglesias fundador y dirigente de ese partido en alza irresistible (dicen) en lo sondeos. Y en las noticias escuetas que se le dedica a ese municipio en la red se puede leer que es uno de los únicos municipios de Éspaña que está trabajando (sic) en la recuperación del patrimonio de la guerra civil española, un piadoso eufemismo tras el que hay fatalmente que leer o traducir “recuperación de la memoria de los vencidos del 36” (un respeto)

Y si se tiene en cuenta que se trata de  una (pura) re-creación de la izquierda en un caso de municipio ideológico o politizado –completamente destruido en la guerra civil -durante la batalla del Jarama- y vuelto a construir en la posguerra, y teatro de una auténtica explosión inmobiliaria a partir de los años ochenta desencadenada por cooperativas de izquierdas (de CCOO y de la UGT)- con raros antecedentes en los demás países de Europa occidental (si existe algunos) y que se trata además del principal bastión electoralmente hablando (y no sólo) de un partido emergente que preconiza la ruptura institucional cabe concluir que no es un municipio como otro cualquiera sino que está llamado a los más altos designios en los planes (de ruptura, guerra civilistas) de los que se erigen ya en previsibles señores de un mañana (republicano) que parecen ya tocar con los dedos de las manos, y que el programa radical de ese partido –léase Podemos- es como una declaración de guerra a los vivos y a los muertos: al orden institucional en vigor y a los muertos de una guerra que ochenta años después algunos pretenden seguir riñendo por cuenta de los vencidos de entonces aunque sea por otros medios, hasta conseguirla ganarla rescribiendo la historia o viceversa (que viene a ser lo mismo)
La Casa de las Flores, donde vivió Neruda los años de la guerra civil y de la II República –que también contó entre sus inquilinos a Emilio Carrère (por poco tiempo)- en una esquina o confluencia de las la calles Princesa y de Rodríguez San Pedro e Hilarión Eslava y de los barrios (antiguos)- de Arguelles y de Chamberí , en una zona bisagra pues –álgida en extremo y critica- de la geografía urbana madrileña…y también de la memoria historia sobre la guerra civil, si se tiene en cuenta que ese edificio emblemático fue nota bene –detalle que se omite y se pasa en silencio entre historiadores cronistas de la vida de la capital y entre urbanistas- puesto de mando de los rojos durante la defensa de Madrid en una zona batida de frente –en enfilada de fuegos y de vistas (conforme al argot castrense) - dando frente al Hospital Clínico, posición avanzada de los nacionales tras su embestida de octubre y noviembre del 36, y al cerro del Pimiento –y lo que llamábamos los años cincuenta y sesenta los vecinos del barrio (niños), Campo de las Cometas o de las Calaveras- y dando la espalda al barrio de Pozas –desaparecido los años sesenta- un poco más lejos hacia el centro, junto a la calle Princesa. Una zona –de Moncloa, o de Moncloa-Argüelles o “Universidad”- que después de la guerra por un efecto de inercia histórica y de continuidad urbanística por así decir se vería (con toda naturalidad) englobada en el barrio de Argüelles (stricto sensu) y así la verían y la conocerían y la llamarían generaciones y generaciones de universitarios en la posguerra (miles o cientos de miles) que frecuentaban en sus idas y venidas a la Universitaria todo ese toda esa zona de cafés, bares y tabernas –como un barrio/latino trasplantado a Madrid- durante décadas de posguerra. Y por supuesto también los habitantes del barrio. Y como lo ilustra la tenencia de alcaldía de toda esa zona que se encontraba radicada en la calle Alberto Aguilera ¿Simple reorganización administrativa o simples exigencias urbanísticas en la reincorporación de un plumazo que se permitió el alcalde Barranco del PSOE (y natural de Jaén) de toda esa zona en el barrio de Chamberí, al que la gran parte de la misma no había nunca pertenecido por no existir simplemente y haberse visto reconstruida al final de la guerra (tras la Victoria) entre ruinas de la contienda? A otro perro con ese hueso. Botón de muestra apenas (más bien) del empeño guerracivilista fanático de los que siguen pretendiendo ochenta años después ganarles batallas de entonces a los vivos y a los muertos. La del Jarama en Rivas-Vaciamadrid, o -en Arguelles (lato sensu)- la de la defensa/de/Madrid (o batalla de la Ciudad Universitaria)
Y en la medida también que se trató de uno de los principales teatros de operaciones de la batalla del Jarama –lugar de emplazamiento del puesto de mando del operativo de defensa de los rojos durante aquella batalla- cabe decir que entre los principales objetivos políticos e ideológicos de los guerracivilistas (de izquierdas) que allí campan hoy por hoy por sus respetos figura una reescritura de la célebre batalla aquella –una de las más sangrientas de la guerra civil-, y una forma insuperable de reescribirla a fe mía lo es no en el papel sino con hechos constantes y sonantes que solo serían capaces por sí solos de borrar el simbolismo que aún conserva, de una de las grandes batallas que quedó en tablas (o eso dicen) pero no que no fue menos una proeza del bando ganador al final de la contienda que evito allí la derrota frente a un enemigo muy superior en número y mejor armado y equipado en artillería y en aviación (propia y extranjera)

Y ese simbolismo se revestiría de un valor mortífero incalculable en el caso hipotético de un triunfo –como no pocos Casandras y agoreros les auguran- del partido “indignado” ahora emergente en un futuro próximo, y de consumarse por vía de consecuencia sus proyectos (indisfrazables) de ruptura que harían de ese feudo suyo una especie de capital política de una (hipotética) III República construida sobre las ruinas (políticas) de un régimen -“del 78” (como ellos dicen)- heredero a su vez del régimen nacido en la victoria del 39, uno de cuyos jalones o hitos principales lo fue precisamente la batalla del Jarama.

E ilustra lo que aquí decir pretendo otro caso de reescritura de la historia por los hechos consumados del que ya me ocupé en más de una ocasión en este blog por pillarme de cerca y lo es la reorganización administrativa de la que se vio blanco y victima en tiempos del anterior alcalde socialista Barranco toda una zona de la geografía urbana madrileña que en el pasado se vio denominada distrito de Universidad y más tarde de Moncloa –y Moncloa/Argüelles- que para el vulgo y en particular para generaciones y generaciones de universitarios –cientos de miles sin duda con el paso de los años- formaba parte del barrio de Arguelles, hasta que como digo el alcalde Barranco –natural de un pueblo de Jaén, de la comarca (guerracivilista)- de Sierra Magina)- lo metió de un plumazo en el barrio y distrito de Chamberí con el pretexto de que un parte del mismo -las zonas colindantes con la actual calle Princesa- habían formado parte de aquel distrito de Chamberí antes de la guerra pero obviando todas unas amplias zonas que le serían incorporadas en la posguerra de lo que se pude llamar el Madrid reconstruido (tras la Victoria) donde nacería y crecería precisamente el autor de estas líneas. ¿Un mero trámite administrativo, una modificación puramente rutinaria o por razones meramente de tipo urbanístico? A otro perro con ese hueso.

Porque sus motivaciones de memoria histórica de los vencidos se vean puestas al destape o a la luz del día si se menciona el detalle todo menos trivial que la célebre Casa de las Flores, donde residió Pablo Neruda durante la república y durante la guerra civil- emplazada precisamente en el linde entre los antiguos barrios de Arguelles y de Chamberí de antes de la guerra civil-, fue el puesto de mando de los rojos durante la batalla de la Ciudad de Universitaria (o “la batalla de Madrid” en la historiografía en vigor) y que el resto de lo que sería después barrio de Arguelles ampliado y reconstruido en la posguerra seria zona batida durante toda la contienda entre el Cerro del Pimiento –después de la guerra conocido como el cerro de la Calaveras o de las Cometas y la casa de las Flores y un poco detrás de ella el antiguo barrio de Pozas (desaparecido en la década de los sesenta) Una forma –simple, expeditiva- de borrar de un plumazo aquel capítulo tan doloroso e insoportable de recordar en la memoria de los vencidos en la medida que se saldaría con una derrota (final)- de la batalla de Madrid lo era el borrar de un plumazo esa reorganización administrativa que trajeron la guerra (y la Victoria)
Joaquín García Morato, el mayor as de la historia de la aviación (militar) española hasta la fecha. Tuvo una actuación destacada y decisiva en la batalla del Jarama junto a los cazas italianos a los que el 27 de febrero del 37 en una operación de cobertura de bombardeo aéreo arrastró a la lucha él solo con su ejemplo –contra las órdenes expesas del alto mando italiano- provocando la retirada de la fuerza aérea enemiga superior en número, acción por la cual se vio concedida la Cruz Laureada de San Fernando. En la foto, con el emblema (en azul) de “Vista, Suerte y al Toro” en la cola del avión, de la Patrulla Azul que él había creado. ¿También él uno de esos (pseudo) falangistas de aluvión “destinados a desfilar antes los fantasmones encaramados en el poder” (etcétera, etcétera …) ? ¡Un poco más de seriedad, por favor, a estas alturas del partido, y de la historia! (…)
¿Queda claro lo que aquí decir estoy queriendo? Y lo que quiero decir es que ese ejemplo, el del barrio de Arguelles que dejó de serlo, lo mismo que el de Vaciamadrid –o Rivas-Vaciamadrid- que la guerra prácticamente destruyó y que renació como el ave fénix de sus cenizas –por obra y gracia de las centrales sindicales (mayoritarias) tras la transición política-, no son más que casos contados de un sinfín de ejemplos de la voluntad de la izquierda (guerra civilista) española que no firmo nunca paz o armisticio ningunos ni siquiera en la transición en la medida que el pacto de amnesia al que tanto se alude no fue más que un mero compromiso táctico o coyuntural, como lo pondrían de manifiesto los gobiernos del socialista José Luis Zapatero, que vino a desenterrar el hacha de guerra con su ley de la memoria histórica, con la que vino a querer implantar y a imponer la memoria de los vencidos -de verdad histórica oficial (sic) sobre aquella- a la que deberían rendir homenaje (de sumisión y pleitesía) los españoles todos en lo sucesivo.

Y los de Podemos tras tres años y medio durante los cuales el movimiento indignado, en la órbita del cual gravitaron innegablemente Iglesias sus amigos, trató infructuosamente de reencender la guerra civil que es lo que traduce sus claros propósitos de ruptura, vuelven a hora a la carga por otros medios. Por la vía electoral, un poco mutatis mutandis como hicieron, por la vía consrtitucional, los conspiradores republicanos del pacto de San Sebastián tras el fracaso de la sublevación de Jaca.

¿Rivas-Vaciamadrid, futura capital (política) pues de la III República/española tras un hipotético triunfo de Podemos y del gobierno de ruptura –o “constituyente”- que nos anuncian a todo trapo? Si eso no es declarar la guerra a lo vivos y a los muertos que venga el dios de las batallas y lo vea


1 comentario:

klypeus dijo...

Un dato de la revanchista ley de memoria histórica: la actual calle de Santa Engracia, se llamo hasta 1978 o mas...cale de Garcia Morato...