domingo, diciembre 07, 2014

Vía Láctea de belleza (poesía en domingo)

¡Lengua mía, vida mía,
Patria mía y de los míos!
Y de mi memoria (oscura)

Acento y aliento en fuego,
el de un mundo en agonía.
Crece o muere: ¡irrumpe
en tu pureza y grita!
O te adulterarás si no,
en una charca “latina”:
de fuerte y vigoroso que eras
te harás blandengue y sin vida

¡Acento propio, misterio
de fe y de ortografía!
Cruz y raya, ser o no ser
¡Mi luz, mi norte y mi brújula!

En la encrucijada terrible
de un gran choque de culturas
entre una memoria ancestral
y una rebelión mestiza

¡Español de la Península!
Lengua madre de mi estirpe
de mi tierra/madre europea
que se perdió algunos siglos
en una quimera enfermiza
sin olvidar sus raíces
ni su punto de partida
Y saldrá adelante (¡sí o sí!)
más fuerte y vivo que nunca
libre de trampas y enredos,
de una maleza insidiosa
de "mestizales" lingüísticos
y mil complejos de culpa

¡Árbol de luz majestuoso,
Santo Grial, el de mi idioma!
Que despliega su ramaje
en la Era de Tinieblas,
bien plantado y enraizado
en lo hondo de la Memoria,
resurgiendo milagroso
entre ramas arrancadas
por el viento de la Historia,
de aquel español de América
que murió al nacer (de pena)

¡Castellano español, lengua madre,
poética y además profética
que esparce su verdad al viento
en cantos de amor y de guerra
que nacieron de muy hondo
en el alma del poeta!
En su larga travesía
por los desiertos de Europa

Al cabo de un peregrinar
solo entre el cielo y la tierra
mucho más antiguo aún
donde puso su fe a prueba
en sí mismo y en los suyos
que era lo que se ventilaba
en aquellas cuitas enfermas,
perdido y desamparado
en la América ex - hispana
que renegó de su historia

"Ea, ea, que ya pasó
que al final valió la pena
y hallaste lo que buscabas",
le susurra al oído la musa
en lo hondo de una noche
de negrura y de tristeza

Un camino de perfección
entre Memoria y Natura

¡Camino real, Vía Láctea
de horizontes de belleza!


¡Cuánto arropa la oscuridad!
Me arropa hace mucho, mi amor,
Por qué, no te lo sé explicar,
por qué me entona y me conforta
y más aun cuando tú no estás

Y me arropa  la penumbra
relumbrante de mil luces
en la noche fría invernal
del estanque de película
de una ciudad/mujer fatal,
de lo aterido del frío,
sonriéndome al pasar

Y me caldea el mal/de/ardientes
más fuerte y recio que un coñac
de un amor al fuego lento.
El mío por tí, mujer ¡Piedad!

Un fuego entre llama y brasas
humeantes, por apagar,
que me consume y me alumbra
de sus rayos de luz astral

Hijo (“enfant”) de la Noche
que te adoptó al final
al cabo de tu odisea
¡Eso es lo que tú eres Juan!
Me sopla al oído el duende,
cansado ya de buscar
un sitio al sol, de día
donde pudiera (yo) brillar

Por eso te canto de noche
bella durmiente del bosque
(del bosque de la gran/ciudad)
como los búhos tecolotes
de aquel Méjico colonial.

Joyales de una memoria
viva, irredenta y sacral
cual trofeos, que te ofrezco
mujer terrible ¡Torre infernal!

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