viernes, junio 13, 2014

PAPA FRANCISCO SOBRE CATALUÑA ¡LAGARTO LAGARTO!

El incidente de la Almudena por la reaccion de rechazo (comprensible) que provoca en amplios sectores de la opinion publica no es de exlcuir que forme parte de una maniobra de provocacion calculada buscando fines uy objetivos muy distintos de los que a primera vista parece. Como sea, muchos catolicos españoles preferirían sin duda que el papa y sus obispos y cardenales tengan un lenguaje tan tajante como el que esgrimieron hasta ahora -sin excepciones ni dispensas ni matices, ni "caso por caso" tampoco- en el tema del aborto, tratándose en cambio de la amenaza escisionista en Cataluña
La marmita rompe (de nuevo) a hervir en el tema de la despenalización del aborto las horas que corren. Así, mientras el Consejo del Poder Judicial le echa un jarro de agua fría al proyecto Gallardón en lo que supone un reto frontal a los motivos del legislador -tal como no se habrá cansado de exponerlos en los medios su autor en los días que siguieron y precedieron a la presentación del anteproyecto, y es sobre todo por esa propuesta (juiciosa) que acaban de hacer los señores magistrados de crear un supuesto (despenalizador) aparte, especial, para los casos de feto inviable (léase de malformación del feto)-, mujeres militantes del movimiento Femen irrumpían en la catedral de la Almudena torso desnudo atándose (o encadenándose) a una estatua de un cristo/crucificado, sin duda con el ejemplo fijo en sus mentes de las jóvenes rusas que protagonizaron hace ya más de dos años un incidente análogo en la catedral ortodoxa de Moscú en un claro desafío a la autoridad de Vladimir Putin, que les costaría lo que les costaría.

No demonizo al presidente ruso como vienen haciéndolo algunos, más aún, me mostré -y lo sigue haciendo- firme partidario de su política en las crisis más graves que habrán sacudido la palestra de la política internacional los últimos meses sobre todo en Siria y en Ucrania. La discusión del conflicto ucraniano -reencendiéndose en llamas mientras escribo estas líneas- con un buen amigo y camarada en Madrid días pasados como ya aquí evoqué en una de mis entradas recientes, me habrá ayudado no poco sin embargo -sin necesidad de revisión o de replanteamiento tan siquiera-, a afinar mis análisis y posturas en ese tema y por vía de consecuencia a distanciarme de la sombra del presidente ruso en lo que tiene de asfixiante -léase de lejana y desconocida-, para mentalidades occidentales me refiero.

Vladimir Putin viene erigiéndose de un tiempo a esta parte en campeón indiscutible de la Ortodoxia -tal y como se ve mayormente encarnada (cabe de antemano apostillar) por el patriarcado de Moscú-, como lo habrá ilustrado su protagonismo en la guerra en Siria, y su defensa cerrada de las comunidades greco/ortodoxas allí amenazadas por la insurrección islamista. ¿Quiere eso acaso decir que españoles creyentes, agnósticos o lo que sean, que venimos aprobando sustancialmente sus posturas enérgicas frente a las miras imperialistas, democrático/imperialistas que me diga, de la Casa Blanca y del presidente afro/americano Barack Obama, debemos sentirnos por consiguiente obligados a ponerle una vela (otra más) a este nuevo santo/protector de la Ortodoxia (y del cristianismo)?
La Historia se repite. En su libro prohibido por las autoridades eclesiasticas -y que se vio obligado a destruir-, "España-Vaticano" (1932), denunció Rafael Sánchez Mazas que la Roma pontificia habia sido incubadora (principal) de los nacionalismos catalán y vasco. Y su libro viene ahora a la mente irresistible tras las recientes declaraciones -a "la Vanguardia"  de Barcelona- del papa Francisco (Primero) sobre Cataluña, donde la secesion catalana aun como mera hipótesis parece apuntar al horizonte (en la mente del pontifice) Lagarto, lagarto!
Está claro que no, y si discrepamos (radicalmente) de la intransigencia absurda y contraproducente del Vaticano en la materia que nos ocupa, no vemos por qué tendríamos que sentirnos obligados a aplaudir sin reserva la postura del actual presidente ruso en temas de bioética y afines, en concreto el tema (que arde) de la despenalización del aborto. Como sea, el gesto de las jóvenes protestatarias rusas (Pussy Riot, en la prensa occidental, especialmente anglosajona) se revestía innegablemente de un tono y de un carácter predominante políticos en la medida que ellas entendían con su gesto estar desafiando en directo al presidente ruso.

Las activistas de Femen españolas vienen en cambio concentrando sus protestas en torno al proyecto de ley en curso -y a sus principales artifices o mentores (Gallarón, el cardenal Rouco)- patrocinado por el ministro de Justicia que supone a sus ojos una regresión total, comparado al texto legal en vigor e incluso a la ley (de supuestos) del 85. Curiosamente, el relanzamiento del debate tras las pasadas elecciones y con él, la reanudación de los preparativos constitucionales con vistas a la promulgación y a la aprobación de la nueva ley, viene a coincidir con nuevas declaraciones del pontífice reinante Francisco Primero, relativas a un tema aún más en ascuas que el de la despenalización del aborto y que preocupa infinitamente más a la sociedad española en su conjunto (creyentes y no creyentes) y me refiero al desafío secesionista que viene abriéndose paso en Cataluña.

Unas declaraciones -al diario La Vanguardia (de Barcelona) (...)- del más puro estilo eclesiástico y pontificio a fe mía donde el pontífice reinante se la coge -y con perdón, por tratarse de una figura tan egregia y respetable- con papel de fumar a la hora de opinar (y de pontificar) sobre un tema de actualidad tan rabiosa, y entre españoles más que candentes. Y en las que no deja de meter bien los pies en el plato como dirían los franceses, sin arredrarse a la mención de la palabra que arde -de "secesión"- tan siquiera "La secesión de una nación" "hay que tomarla con muchas pinzas" "Habría que ver caso por caso" sentencia ahora el (nuevo) papa argentino, después de meter en un mismo saco a Escocia, a la Padania (léase ciertas regiones del Norte de Italia reivindicadas por la Liga Norte) y por supuesto a Cataluña (...)

Y esas frase tratándose del primer papa jesuita de la historia no puede ser menos trivial y al contrario más reveladora y cargada de significado. Y es que las palabras del pontífice vienen a despertar o a soliviantar ahora de pronto un espectro que no habrá dejado de revolotear -vivito y coleando- por encima de la polémica del aborto desde que el Vaticano encendió el hacha de guerra en la materia tras la terminación del concilio vaticano segundo, con el papa Pablo VI y en particular con su sucesor Juan Pablo II. Ello después de haber puesto en venta de almoneda todo el dogma y creencias de fe "a la antigua" (entre ellas todo lo referente, nótese bien, al alma del feto no/nacido o del nasciturus) en el concilio.

Y me estoy refiriendo a lo que se dio en llamar siglos pasados, casuística en teología moral, en alusión especialmente a posturas y corrientes o escuelas de pensamiento fomentadas y patrocinadas o inspiradas por autores de la Compañía de Jesús, frente a otras corrientes de pensamiento eclesiástico y a otras órdenes religiosas como los agustinos y sobre todo los dominicos, santos/guardianes de la ortodoxia tomista (y escolástica) desde la Edad Media. Casuística de nuevo ahora pues, con el nuevo papa jesuita, para uso y consumo de los fieles y de la opinión pública.

En dosis bien medidas no obstante. Un poco, "ma non troppo" como dicen los italianos (...) Porque en el tema de la despenalización del aborto la casuística sigue viéndose relegada al trasto de los cuartos viejos del magisterio eclesiástico o a las alcantarillas de la historia. En el tema que arde pues, nada de casuística sino un rigor moral (dogmático) sin precedentes en la historia del catolicismo (y de la iglesia y de la teología, o "de los dogmas") En vez de "caso por caso", una aplicación sin la menor excepción -para todos, "urbi et orbe"- sin la menor dispensa y sin matices de los principios más rígidos e inamovibles de la ley moral humana y divina, de los mandamientos de la iglesia o de los preceptos del decálogo, en especial el quinto mandamiento de la Ley de Dios, del "no mataras", del que hemos visto -en sucesos trágicos recientes- el caso y el respeto que les merece ahora algunos en sectores o ambientes incluso significados por sus radicales posturas anti-abortistas (en favor del aborto cero)


Ley de Dios, ley divina (o "eterna"), ley natural -que tal como la esgrimen los campeones de la causa anti-abortista no se ve muy bien en qué se distingue de la ley divina (con mayúsculas)- de único criterio de conducta o comportamiento (individual como colectivo) en el tema que nos ocupa. A costa aunque sea del principio del libre arbitrio -y del de la u-ni-dad (sinónimo de catolicismo en la educación que de padres a hijos desde la noche de los tiempos)- que la iglesia esgrimió como un dogma en siglos precedentes, durante las guerras de religión, en la Guerra de los Treinta Años sin ir más lejos, en la que España jugo un papel y tuvo un protagonismo tan destacado. Decía Leon Degrelle a propósito de eclesiásticos de su época que buscaban a toda costa el verle excomulgado por el Vaticano -como lo había sido Maurras (del que se proclamaba discípulo) unos años antes-, que la hipocresía de las gentes de iglesia no tiene límite (...)
El problema Nietzsche que arrastran algunos en España y fuera de ella -como una paranoia o una obsesión patológica- tiene raíces eclesiásticas en parte, es cierto, en la medida que fue el único filósofo decimonónico que la lglesia se olvidó de rehabilitar en ese jubileo universal o liturgia del Perdón de Dios (al hombre moderno) que pretendió ser el concilio vaticano segundo. Y en parte por razones históricas que explican también esa anomalía "nietzscheana" de la lglesia en el concilio. Y fue que Nietzsche no sólo perdió (a título postumo) la segunda guerra mundial sino también la primera. Como lo ilustra la figura de Pío Baroja, gran divulgador de Nietzsche en España y el mas germanófilo entre los escritores españoles en la guerra del 14. Algo que explica no poco su actitud al estallar la guerra civil española, y no un mero oportunismo o un instinto de supervivencia como lo pretendieron siempre algunos (Unmbral entre ellos)
Y es lo que me habrá venido "ipso facto" a la mente con ocasión de un incidente (menor) nada trivial en el que me habré visto envuelto recientemente con otro amigo (no el mismo del que hablé ayer) -de nacionalidad italiana, algunos años mayor que yo, y particularmente devoto (sin duda "a la italiana)" del papa actual y (¡ay dolor!) de todos sus predecesores- con el que los contactos y las relaciones amistosas amenazan (igualmente) con un colapso total y definitivo por culpa esta vez no (directamente) de Cataluña sino de Nietzsche (horresco referens!) No es nueva para mi esta fijación obsesiva de algunos espíritus piadosos, -de un catolicismo militante (y practicante) fuera de toda sospecha- con el autor alemán condenado en Núremberg (y mucho antes puesto por el magisterio romano en el índice de libros prohibidos)

Como la soga en casa de horcado o el demonio (que se decía antes) ante el agua/bendita. Autor intelectual (nótese) del holocausto y si se me apura, de todos los crímenes que se cometieron durante la Segunda Guerra Mundial, conforme a los decretos y sentencias del Tribunal de Nuremberg: ese es al cargo -y el peso (de titanes)- que arrastra "post mortem" el infortunado (y genial) filósofo alemán, que pensó mucho, escribió (brillantemente) todavía mas, y del que se puede decir que tanto su obra como su biografía fueron y siguen siendo un "campo de batalla" (Nolte) entre partidarios y detractores, y "pari passu" entre las interpretaciones mas diversas y contrapuestas de sus posturas y formulaciones y de sus ideas.

Y el argumento que venía a esgrimir ahora este (nuevo) aprendiz de inquisidor tampoco era nuevo para mí, pero la insistencia y la urgencia en rebatirlo esta vez, en cambio sí. Como si le fuera en ello la vida, justo después -como por casualidad- de haberle mostrado (¡craso error!) mi libro sobre Umbral que recogía algunas citas o menciones del pensador del Superhombre. Nietzsche negaba (sic) el libre arbitrio. Y para probármelo, su furioso detractor quería meterme por los ojos a toda costa y a toda prisa un texto de página y media (y no más) -a base sin duda de refritos manidos de antiguo en ámbitos y cenáculos intelectuales convenientemente provistos del "nihil obstat"- donde se condenaba "in aeternum" (si necesidad hubiera de nuevo) y se le arrojaba sin remedio a las tinieblas exteriores

Por liberticida, amén de ateo y de reo intelectual de homicidio (en masa) y por supuesto de crimen de guerra, de crimen/contra/la/humanidad y de genocidio. Ad majorem dei gloriam. Y en nombre además del principio sacro/santo del libre arbitrio del que ya vemos el caso que les merece al pensamientos pontificio y a sus más augustos representantes. O el que le merecían a pensadores como Marx o como Freud, ellos en cambio rehabilitados (en pompa y majestad) por la iglesia católica en el concilio/vaticano/segundo. Para un viaje así, de verdad querido Sancho, no necesitábamos alforjas

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