Tiene razón Juanma Rodríguez en lo que denuncia recientemente desde su blog deportivo, que muchos españoles se sienten hoy por hoy mucho más y mejor representados por Rafael Nadal que por la Roja. Y no digamos españoles en el extranjero como el caso del que esto escribe. ¿Tan español un Piqué o un Xavi (o un Puyol) como Nadal? Es posible hasta prueba de lo contrario. Pero tendrían que probarnoslo para convencernos de ello a muchosSe habrán echado en falta -según se ma hecho saber- comentarios sobre el Mundial del Brasil en este blog desde que aquel dio comienzo. Me desinteresé del futbol de muy joven, aquí ya lo tengo contado. Digamos que escapé a una fiebre benigna de niño y adolescente, por otra que lo era un poco menos a mí entrada en la universidad, la política. Y solo muchos años más tarde habré acabado entrando en contacto estrecho con ese fenómeno tan típicamente global de los campeonatos mundiales de futbol y en menor medida de las grandes competiciones internacionales en otras especialidades deportivas.
Así lo viví y lo experimenté desde luego –aquí en Bélgica- cuando España ganó la Copa de Europa en el 2008 y sobre todo dos años más tarde en la final de África del Sur contra Holanda cuando vibré y sufrí y grité y me desfogué como tantos otros. Y me encontré hoy navegando en la red con un blog que habrá tenido para mí no poco de un descubrimiento.
Y habrá sido análogo al que hice allá por el verano del 2005 –pasaron ya nueve años- cuando le hinqué el diente a la primera obra que leía de James Ellroy que aquí ya evoqué en algunas ocasiones, uno de los niños/terribles de la novela negra norteamericana, y del que me acabé devorando la obra por entero, unos quince títulos de gran volumen de páginas la mayor parte de ellos- uno detrás de otro. Y en los que a mi gran sorpresa acabé aprendiendo (asimilando) en ellos más de la historia contemporánea (con mayúsculas o en minúsculas) de los Estados Unidos en el siglo XX que de lo que hubieran instruido otras obras de índole histórica propiamente dicha.
Del subgénero (como se le da en llamar) de la novela policiaca vengo a parar ahora en otra variante de “subgénero” literario, a saber la del periodismo deportivo (o futbolístico) de la mano del blog al que aludí más arriba, que habrá sabido explicar y explicarme a mí mismo a la vez por qué nos habrá dejado a algunos tan fríos la derrota (por goleada) frente a nuestro enemigo/histórico que en la medida que habrá tenido todos los visos de una revancha es mucho pero que una simple derrota. Y que me perdone el Duque de Alba si me está leyendo desde su tumba (que su nombre sea alabado por los siglos de los siglos)
El problema Fernando Torrres que a todas luces arrastra el seleccionador nacional Vicente del Bosque no es mas que la contrapratida del problema Del Bosque que arastramos muchos españoles. La figura estelar del antiguo jugador del Atleti -el atacante más brillante (y espectacular) de la historia de la seleccion española en la última década- no podía esperar encontrar su sitio en una seleccion al gusto y a la medida de los jugadores del Barça, como así se la habra modelado (a sí mismo) un seleccionador nacional que arrastra a todas luces una cuenta pendiente no solo contra el Real Madrid -o contra Florentino Pérez- sino (se diría) contra el conjunto de la sociedad española y contra la Humanidad toda enteraY lo es sin duda porque queremos tanto que España gane y venza que soportamos mal que en su lugar lo hagan simulacros o caricaturas, en nombre de la Marca/España –horresco referens!- o de lo que sea. Icono de indignación, llamé en mi artículo de ayer al seleccionador nacional Vicente del Bosque, y de verdad que estoy satisfecho de mi ocurrencia (y de mi hallazgo) Es desde luego lo primero que un observador mínimamente lucido y sagaz puede notar en la imagen que ofrece a menudo el preparador de la selección española de futbol. La que me dio a mi mucho antes –y me curo así de inmediato en salud- de venir a saber el drama familiar que arrastra por cuenta de su hijo (el mayor para ser exactos)
Vicente del Bosque ríe a veces, estentóreamente, pero lo habitual en él –sentado sobre todo en el banquillo, en el terreno de juego- lo es el semblante ceñudo y adusto como si hirviera de indignación por dentro de sí, contra no se sabe bien quién verdaderamente. Lo mismo que Alfredo Di Stefano se me podría decir tal vez, que a fe mía nunca vi reír de niño ni nunca después, es de verdad, pero del célebre delantero centro madridista y del actual seleccionador nacional se puede decir (comparativamente) que la distancia es grande entre la carrera de jugador y la trayectoria posterior de entrenador, y viceversa (…)
Y a mí Vicente del Bosque de jugador (del Real Madrid) me pilló ya tarde cuando me había alejado ya literalmente y figuradamente de los estadios y de los terrenos de juego pero nadie me podrá negar que una de las grandes glorias del futbol mundial lo sigue siendo la saeta rubia por méritos propios, y que del otro en cambio no se puede decir lo mismo, en la medida que su gestión habrá tenido no poco de política –en ese barcelonismo o filo/catalanismo tan melindroso y tan cargado de significado (y de malos augurios) las horas tan críticas por las que atravesamos los españoles dentro fuera de Cataluña.
O en la medida que los inicios de su carrera fulgurante -tras la vuelta al poder nota bene de los socialistas con José Luis Zapatero (...)- correrían casi en simultaneo con la erupción de la movida de los indignados y antes aún con el proceso de gestación y fabricación de ese engendro (sic) en el plano de la imaginación colectiva -como tan acertdamente lo llaman alunos en la red, lo que algunos nunca oimos, que nunca se dijo (ni se dice) en torno nuestro- de “la Roja”, algo a lo que el actual seleccionador habrá contribuido como pocos, y que no es solo un producto de marketing –como algunos lo habrán señalado acertadamente en la red- sino también de guerra de propaganda simultáneo con la polémica y el debate, y “pari passu” la crispación y enfrentamiento en el seno de la sociedad que traería consigo la ley (funesta) de la memoria que como ya lo expliqué en detalle en algunos de mis artículos, que no venía a ser más que una manera de de querer ganar la guerra civil setenta y cinco años después y de ganarla en el terreno de futbol además, la única forma ya posible hoy en resumidas cuentas.
A mi me echó la sal desde luego el actual seleccionador hace ahora un año en junio del 2013 con ocasión de la Copa de las Federaciones –en Brasil igualmente- donde calificó los movimientos de protesta de los que fueron teatro entonces las principales urbes brasileñas, de una expresión “de indignación social” (o algo así) echando así leña al fuego el señor/marqués todo lo que podía.
¿A quién quiere seguir pasando factura Vicente del Bosque? Al Real Madrid, a la sociedad española, a la humanidad entera de un drama familiar –el suyo- del que nadie tiene la culpa? A menos que decida arremeter contra el altísimo o contra los dioses. Pero eso ya es otra historia. Me dejan frio la selección y su máximo responsable ya digo. ¿La Roja? ¡Que los rojos se la guisen y se la coman!
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