jueves, enero 07, 2016

ZARATUSTRA Y LOS REYES MAGOS

Nochevieja del 2015. El árbol navideño en llamas que se veía instalado delante del edificio consistorial de Anderlcht, en la aglomeración de Bruselas. Una « comuna » con fuerte proporción de inmigración musulmana (magrebí) El terrorismo islámico ataca a ambas versiones de la tradicion navideña de los países europeos. Del enemigo el consejo. A saber, de no pretender excluir sectariamente la iconografia tradicional católica o la de tipo nórdico (pagana o protestante) que una inmensa mayoría de españoles acabaron aprendiendo a compaginar y a hermanar en décadas de posguerra. Lo de la Carmena o lo de Valencia en cambio, es otra cosa
La Cabalgata de los Reyes Magos de Oriente (y no de los magos a secas) –que así es como lo oímos siempre de niños- forma parte de nuestra memoria infantil más sagrada e intocable. Y no digamos el instante mágico del despertar –aún de noche o de madrugada- del mismo Día de Reyes.

Y tal vez por eso, por esas razones o motivos que escapan a lo puramente racional o al nivel de la conciencia, no nos hayamos decidido nunca a zanjar en nuestro foro interno ni en este blog ni fuera de él la cuestión que la iglesia denominó con púdico eufemismo de « las formas de gobierno » ni a definirnos en consecuencia salvo tal vez de forma esporádica y accidental (que ya no lo recuerdo) monárquicos o republicanos. La ex jueza Carmena, hoy alcaldesa de Madrid en virtud no del sufragio directo sino de los pactos entre partidos nos habrá ofrecido ayer un nuevo espectaculo transgresor de esos de los que parece que tanto gusta.

Yo ya no recuerdo lo que se contaba de los reyes magos en los cursos de critica de los textos bíblicos que seguí en la Universidad Libre de Bruselas (augusta señora) recién llegado a Bélgica, en los que aprendí mucho sin dejar de ser yo mismo (semper ídem) y sin dejar de guiarme del convencimiento que no había dejado o abandonado (sic) una iglesia para entrar en otra, por muy laica o a-religiosa que se pretendiese que eso es lo que me pareció siempre, visto desde fuera –y también, como se deduce de lo que aquí cabo de escribir de bastante cerca- ese mundo de la laicidad (laicité) tan influyente (y hegemónico) desde el nacimiento del estado belga independiente aquí en Bélgica. Una especie de iglesia o de secta, ellos que tanto abominan de ellas. Y no sigo, que ese es terreno un tanto minado para los que residimos en Bélgica, y más si cabe para residentes españoles.

No recuerdo exactamente lo que de ellos allí se decía, ya digo, pero sí creo recordar que no se negaba su existencia, en el universo de las creencias y mitologias del mundo antiguo aunque fuera. Y creo recordar también que se les presentaba como unos adeptos de la vieja religión de Zoroastro que Nietzsche traduciría (e inmortalizaría) por Zaratustra-, el viejo mazdeísmo persa que rendía culto a los astros y que dejaría su huella en la doctrina (dualista) de la gnose omnipresente en el cristianismo primitivo-, antes de verse condenado -por razones de orden geopolítico más que otra cosa- por los concilios ecuménicos de los cuatro primeros siglos de nuestra era que acabarían configurando la ortodoxia, base y fundamento de la teología tradicional tanto en su variante latina (o católico romana) como en su vertiente greco/ortodoxa.

Unos reyes o reyezuelos de Oriente (Próximo) buenos pues, fieles a sus creencias y perfectamente inofensivos tal como los perpetuó la tradición en el recuerdo que, a su manera, vendría a confortar como vemos la critica moderna racionalista. Lo de Melchor disfrazado del Merlín del ciclo artúrico en la tradición celta (del país de Gales) -y (nota bene) de fuertes resonancias cervantinas- todavía pase. Gaspar ya en cambio, todo de rosa, se nos queda atravesado, por el guiño (descarado) que supone a ese mundo o mundillo gay tan sofocante –ya sea en su versión masculina o femenina si es que se les puede aplicar en propiedad esos adjetivos- del que la alcaldesaa Carmena parece haberse convertido en portavoz o vocera privilegiada.

¿No tienen ya su fiesta, que quieren aguársela en cambio a los otros? Y ya para rematarlo, un Baltasar exponente (o lo parece) de un Islam negro que suena así a primera vista a provocación habida cuenta de la actualidad tan candente en algunos países musulmanes del África Negra, como por ejemplo en Nigeria.

Y por la nota de ruptura adicional con la tradición que supone el que se trate no de un disfraz sino de un símbolo racial o étnico al natural (me refiero en carne y hueso) Con la acusación implicita -de racismo- tan temible e imparable en el mundo de hoy que se viene a así echar al rostro a la tradición (iconográfica) y a sus defensores, de una forma tan insidiosa.

Cayetana Álvarez de Toledo se habrá sentido escandalizada de resultas de los comentarios de su propia hija ante tamaño espectáculo, y así lo habrá hecho saber en las redes sociales entre un gran revuelo de polémica. Y se me antoja que mi caso sea mayoritario hoy entre españoles, rindiendo tributo a una y a otra tradición icnográfica sin exclusiones sectarias del tipo que sea. Con lo que sin compartir plenamente tal vez la emotividad en la reacción de Cayetana, no dejo de hacerme cargo y de compartir en el fondo su reacción de protesta y su desconcierto.

Lo de Valencia en cambio ya es otra cosa. Un resurgir no de una tradición laica (sic) como se nos habrá querido vender en los medios, sino de una memoria de guerra civil que nos sigue persiguiendo a los españoles ochenta años después en las tormentas como en las bonanzas, en los periodos de tregua como en las escaladas de violencia de la guerra civil (del 36) interminable, sin « Paz de Dios -de una fecha o de un lugar "sagrados"- ni nada que se le parezca. Y a las pruebas fotográficas me remito.

Un acto con muy poco del cabalgata y mucho de agit prop, léase de propaganda –y de acción- de guerra, con mucho adulto, mucho uniforme, mucho puño cerrado, mucha pancarta y a decir verdad pocos niños. E incluso los que aparecen en las fotos, ¿se puede asegurar que no habían dejado de serlo, ante tanta muerte y tanto crimen y desmán y tanto salvajismo (fratricida) en torno de ellos?

Como sea, la cabalgata guerracivilista retrata muy bien o digamos más exactamente que arranca la máscara –léase la buena/imagen de cristiano o católico progre- al actual alcalde (marca Podemos) de Valencia (y a sus adeptos) Ni navidad ni fiesta de los reyes magos, ni tregua ni cuartel en la guerra civil interminable.

¿Qué les hicieron de malo esos reyes magos de Oriente, admiradores del sol y de los
astros, discípulos devotos de Zaratustra?

No hay comentarios: