domingo, enero 03, 2016

NI INDECENTE NI COBARDE

Instantánea de la (cobarde) agresión a Mariano Rajoy el pasado 17 de diciembre. España entera pudo ver en esos instantes, de qué lado estaban la cobardía, y también la indecencia. Y así lo dieron claramente a entender en las urnas tres días más tarde. Ni cobarde ni indecente. Y los que eso dicen o insinúan pierden toda la razón que caberles podía. Y hacen un flaco servicio a España y a los españoles, en estos momentos delicados –de tanta incertidumbre- por los que atravesamos. Cualquiera que sea el juicio político que nos merezca el interesado
“Bienvenidos los tiempos difíciles, porque ellos verán la depuración de los cobardes”, escribió José Antonio Primo de Rivera bastante antes de su final trágico en la cárcel de Alicante. ¿Cobarde Rajoy? La pregunta –con la respuesta ya implícita- no me la hago yo, que quede claro, sino que vienen (indebida e injuriosamente) a plantearla algunos que se tienen atravesado de antiguo al presidente del gobierno y a fe mía que sus motivos y sus razones tendrán, pero con el insulto aunque sea de una forma indirecta y sibilina como aquí ocurre pierden toda la razón que pudiera caberles desde luego.

Y me refiero a un articulo aparecido en la presa digital –desde el sector políticamente incorrecto- bajo el titulo “Ni con resentidos ni con los cobardes", que no da nombres, pero que no deja duda alguna –con ayuda de la foto que lo encabeza (para más inri)- de quienes sean los cobardes y quiénes los resentidos. Como una versión entre tantas del célebre eslogan falangista de ni izquierdas ni derechas. Y de botón de muestra sin duda –así parece deducirse del articulo y de su contenido- de equidistancia (rigurosa) o paralelismo exquisito entre los unos y los otros, entre las izquierdas y las derechas.

Con una salvedad o diferencia de talla y es que el de resentido es sin duda un calificativo fuerte pero no injurioso ni infamante como sí lo es el de cobarde, y como sí lo es también el de indecente. No pretendía partir aquí de entrada una lanza a favor del actual presidente del gobierno y mucho menos por el futuro de su carrera política y de su permanencia en la jefatura de gobierno, pero sí me insurjo contra los ataques innobles e injuriosos de los que se habrá visto objeto.

Doctores tiene la madre iglesia, y el presidente del gobierno tiene también sin duda sus abogados defensores, Aunque tal vez no los necesite, porque toda España vio, en el triste lance de la agresión de la que se vio objeto en Pontevedra en vísperas del cierre de la campaña electoral, de qué lado estaba la indecencia, y también la cobardía. Y así lo dieron a entender a los tres días en las urnas (…)

Me he leído ahora con toda atención el articulo al que aludí al comienzo de estas líneas, y cabe decir que todo lo bueno y juicioso y certero y clarividente que se recoge en casi todas sus líneas lo vienen a echar a perder las líneas finales precisamente por ese paralelismo que dejan sobreentender no poco insidiosamente. Ni los unos ni los otros, pero puestos en el brete de tener que escoger, en el que nos habrá puesto el desenlace electoral a la clase política y al conjunto de todos los españoles –en calidad (de momento) de meros espectadores-, está claro que merecen así de entrada más crédito y beligerancia los resentidos que los cobardes (y los indecentes), por aquello aunque solo sea del noble resentimiento (sic) que invocaba Umbral en alguna de sus columnas.

No creo en las meigas pero hay las. Y está claro que una serpiente de mar viene recorriendo desde hace ya casi cinco años -y saliendo cada dos por tres a la superficie- esos medios políticamente incorrectos (de extrema derecha para entendernos) y es el de la indignación callejera. No pueden definirse abiertamente por - a favor del líder de la coleta razones obvias –aunque algunos, en esos mismos medios, se diría que tienen clara la apuesta a favor suyo- pero no pueden remediar en cambio que les gustaría que el líder podemista fuese de otra forma, un poco más a su gusto, para así poder apoyarle y postularle claramente y sin tapujos, en contra de ese (pretendido) cobarde que tanto odian.

Cobarde Rajoy ¿por qué? Les doy yo mismo la repuesta a mis lectores. Por no haber (según ellos) abrogado la ley de la memoria histórica, y por haber echado abajo el proyecto de ley de Gallardon sobre el aborto. De este segundo tema prefiero aquí no explayarme mucho, por haber venido haciéndolo copiosamente desde hace ya años, y por la actualidad que da en cambio al primero de los dos temas nombrados la ofensiva iconoclasta y guerra civilista a la que asistimos en los ayuntamientos marca Podemos y en particular desde la alcaldía madrileña (y de su actual alcaldesa, Carmena)

Peras al olmo. Pretender hacer de Mariano Rajoy un campeón de la lucha en defensa de la memoria del Primero de Abril (día de la Victoria), cuando no supo serlo su predecesor, José María Aznar –a quien debe (en parte) su actual mandato- que estaba mucho más llamado a ello razones de orden familiar aunque sólo fuera. Mariano Rajoy es de notoriedad pública nieto de un galleguista moderado, represaliado (creo) por el régimen de Franco en la posguerra. Con eso está ya dicho todo del conflicto de memorias antagónicas que se riñen en su mente, como en las de tantos españoles, algo de lo que ofrecería un ejemplo emblemático –y rezumantes de genio literario- Francisco Umbral en sus novelas “guerra civilistas” como traté de mostrarlo y demostrarlo en la tesis que le dediqué que acabé publicando en forma de libro (como aquí sin duda todos saben)

No se le habrá podido pues pedir más de lo que habrá dado de sí, que me diga de lo que que habrá consentido dar -en su mandato-, a saber ni un céntimo para la ley de la memoria histórica como él mismo habrá respondido en respuesta a ataques que le habrán venido recientemente por ese flanco. Un conflicto irresuelto de memorias antagónicas –el suyo- subyacente en el pacto de amnesia que presidio la transición, y que se venia incubando desde mucho antes, desde la terminación de la segunda guerra mundial en el 45 para ser exactos.

Los resentidos en cabio rompieron el pacto –tras los pasos, es cierto, del actual presidente del gobierno Zapatero- y si no defienden abiertamente la ley funesta es porque la consideran poca cosa, y porque lo suyo es ir mucho más lejos marcha atrás –hasta el 14 de abril del 31-, en el desenterrar del hacha de la guerra civil y en la recuperación de los vencidos de entonces.

Y como tales, son reos de alta traición, a nuestro pasado común y a nuestro destino colectivo. No unos simples resentidos. Y por ahí es por donde se le ve el plumero (indignado) al autor del artículo que aquí hemos venido comentando. Doctores tiene la madre iglesia, lo dije y lo repito. Y si hay alguna instancia con autoridad (moral) en la sociedad española que debería haber hecho oír alto y fuerte su voz en el tema de la memoria –en su calidad de guardiana de la tradición y por ende de la memoria colectiva, que se arrogaron de siempre- lo es la iglesia española, e incluso el Vaticano.

No lo hicieron. Al contrario, hay muchas razones e indicios que nos llevan a pensar que la iglesia concluyó un pacto con los mentores y propulsores de la ley funesta, como se vio en la actitud del partido Convergencia y Unión –correa de transmisión de la iglesia catalana- sin cuyos votos y sin un compromiso (“regional”) referente a las víctimas de la persecución religiosa en Cataluña, la ley funesta no hubiera podio ser aprobada.

¿Por qué no hicieron una campaña los obispos españoles aunque fuera mínima en comparación con las que nos vienen infligiendo durante años (y años) en el tema (lancinante) del aborto o de la interrupción del embarazo. ¿Más papista que el papa, Rajoy? ¿Por qué tendría que serlo él? Ya digo, peras al olmo

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