martes, enero 12, 2016

LA PRINCESA, Y LA TONADILLERA GITANA (O QUINQUILLERA)

La victoria del Primero de Abril trajo consigo el hundimiento del socialismo historico y des sus redes –como una lacra secular- de delincuencia organizada –fundamentalmente de robo, contrabando y latrocinio de todo tipo (por cuenta de las « corrupciones » burguesas)-, propagadas a lo largo y a lo ancho de la geografia patria. José Antonio trató con paños (demasiado) calientes a Azaña y a los socialistas. Que a fe mía que no se lo agradecieron, ni le devolvieron los favores y servicios prestados (...) Y ese « pathos » de delincuencia lo llevan a rastras aún hoy día los sucesores de aquellos (del PSOE)  El ladrón -reza elviejo refran- se cree que todos son de su condición    
Hay temas de actualidad que nos traen cálices demasiado amargos de beber y que sólo acabo embistiendo –léase comentado en este blog- despues de pensármelo una y dos veces o las que sean, como ocurre ahora con el procesamiento de la princesa Cristina, hermana del monarca. Y puesto a confesarme en este tema tan escabroso más de rigor si cabe en él que en muchos otros,- confieso que me pone mal cuerpo el verla en la picota en la prensa de hoy, a izquierdas como a derechas.

En el reinado de Alfonso XIII no consta que se dieran personas de la familia real envueltos en casos judiciales de dominio público, sin duda porque el propio régimen no lo permitía, ni en el de su predecesor Alfonso XII –ni en la regencia de María Cristina- ni antes aún en el de Isabel II donde a creer a Valle Inclán, la corte se había convertido en una charca pútrida –« corte de los milagros »-, en manos de una banda de corruptos, pervertidos sexuales, curas iluminados y monjas intrigantes, y favoritos y niños bonitos de la reina castiza, golfos violentos y pendencieros rozando siempre el mundo de la marginalidad asocial y de la delincuencia y el crimen sin hundirse en él (del todo) apenas por la protección egregia de la que gozaban. Menos lobo.

Valle Inclán gozó en España en décadas de posguerra de un estatuto privilegiado –al abrigo de censuras y descalificaciones (ideológicas) e interdictos que se cebaron con otros contemporáneos suyos gracias a lo atípico de su trayectoria y a ciertas circunstancias particularmente emblemáticas e ilustrativas de su biografía, como el hecho de faltarle un brazo, o el protagonismo innegable que fue el suyo dentro de mundo de la bohemia madrileña de las primeras décadas del siglo XX, y sobre todo por la linea de circunvalación de su trayectoria política, en la que empezó de carlista refractario, de una estirpe de carlistas gallegos, como lo pusieron de manifiesto sus novelas dedicadas a nuestras guerras civiles decimonónicas, que tienen como las novelas guerra civilistas de Francisco Umbral -gran admirador (y devoto) suyo- no poco de memoria personal y familiar a a vez, y en suma de autobiográficas.

Y Valle Inclán acabaría de republicano declarado –y próximo a posturas anarquistas- tras la proclamación de la II República al hilo de una singular evolución ideológica en la que sin duda influyó no poco la experiencia –al rojo, por todas las trazas- de la gran aventura que sin duda fue para él su estancia en Méjico (unos años después del fracaso de la experiencia del emperador Maximiliano) de donde se sacaría una novela de las que más gloria literaria le darían, Tirano Banderas, que es en el fondo –algo que en España se ocultó púdicamente siempre o casi siempre por las razones que fueran- una sátira contra Porfirio Diaz y el porfiriato que aquél había conocido y vivido de cerca –un tema candente en extremo cuando el célebre escritor escribió su novela después de la caída de aquel gobernante mejicano (1910)- y es al mismo tiempo y por vía de consecuencia también, como así se le puede ver, un planfleto (literario) a la gloria de la Revolución mejicana que preanunció con pocos años de adelanto el triunfo de la revolución bolchevique.

Y esa vena republicana (y ácrata a la vez) que apuntaba ya en él se destapó a la luz de sol tras el 14 de abril y la instauración de la II República un régimen en el que Valle Inclãn se movió siempre como pez en el agua y en el que aceptó cargos y nombramientos oficiales más o menos efímeros como el de director del Colegio Español de Roma que tenia convertido por todos los indicios en un centro de ocupas (adelantados a su tiempo)

Y así, en Valle Inclán se vería ilustrado un típico síndrome de vencidos de una guerra civil como los que se daría con ocasion de la guerra civil del 36 de los que ya habré tratado en abundancia al hilo de estas entradas y de mis libros de reciente publicación- que les impide (como una fuerza mayor o rémora invencible) el reafirmarse en la memoria de los suyos y les lleva fatalmente en cambio como una especie de fatalidad o de ley de bronce de la historia a abrazar las banderas contrarias, aunque sean las « últimas » (Ángel María de Lera dixit) o las penúltimas en el marco de una página de historia, de un capítulo o episodio de guerra o de guerra civil (interminable)

Si Valle Inclán hubiera o no acabado figurando entre aquellos republicanos desencantados del « no es eso, no es eso », como Ortega, como el propio Unamuno, es un interrogante que ahí queda, en pie, para la posteridad por su falleciento prematuro enfermo de cáncer (de vejiga)- unos meses antes nota bene del estallido de la guerra civil, enterrado con todos los honores y distinciones (nota bene) del régimen republicano.

Lo que permitió y permite a algunos hacer de él un referente histórico e ideológico en apoyo y justificación del pacto de amnesia que presidió la transición. Un símbolo innegablemente republicano, como se encargaría él propio autor de dejarlo plasmado en numerosas novelas de tema histórico y de ambiente español –y no mejicano- como en « Luces de Bohemia », donde aparece retratado en la persona del principal protagonista Max Estrella –que toma prestado algunos de sus trazos también de otro bohemio célebre, Alejandro Sawa, que Valle Inclán conoció sin duda de cerca en el episodio de la visita al ministro, trasunto a su vez de Manuel Azaña que seria protector y bienhechor de aquél.

No todo estaba podrido ni corrupto en tiempos de la monarquía, al contrario de como lo pinta la memoria de los vencidos de la guerra civil interminable. No entro al trapo -o no del todo del proceso en el que se ve envuelta ahora la hermana del monarca, pienso no obstante que no puede verse desligado del contexto en el que ese caso habrá saltado a la primera pagina de los medios, a saber la puja al alza de la campañas anticorrupción impulsadas en gran parte por la izquierda guerra civilista y aventadas y exacerbadas por obra y gracia de la auténtica psicosis colectiva que tienen creado los medios en esos temas.

Una demonización de la figura del delito financiero que tiene mucho de ingrediente ideológico en la cultura política de la izquierda española e internacional y que en el caso español se ve particularmente acentuado por el pathos de delincuencia que arrastraría el socialismo histórico (marca PSOE) desde su nacimiento. No te tuvo Dios de la mano, camarada -escribía el fundador de la Falange en un número de Arriba- cuando nos escribiste que no valía la pena arriesgar la venta de un semanario que no tratase a Azaña de invertido y de ladrones (sic) a los socialistas. Cuando el río suena agua lleva, hoy y en los tiempos de José Antonio Primo de Rivera.

¿La princesa culpable y puesta asi al mismo nivel de una gitana tonadillera (o quinquillera) condenada en los tribunales (por robo y asociación de malhechores)? Si acaba viéndose declarada así –o así al menos estigmatizada (en los medios)-, será indicio claro que el proceso insurreccional sigue su curso tras la irrupción hace cinco años del 15-M, y de la subversión indignada. Sin trampa ni cartón. Y que se piense de mí lo que se quiera

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