viernes, enero 02, 2015

¿RACISTAS? TAN GRANDE NO FUE SU CULPA

Prora, en el Báltico. Ciudad balneario modelo del régimen nazi. Reposo del guerrero para después de la Victoria (que no llegó) Un sueño indeleble que renace ahora en ciertos proyectos inmobiliarios que quieren recrear e infundir nueva vida aquellos viejos edificios conservados hasta hoy en pie, de símbolos (inmarcesibles) de infamia y de culpabilidad histórica. Tan grande no fue su pecado. O digamos que lo fue aún mayor el sueño que le sirve hoy de escusa (o explicación histórica)
¿Año Nuevo Vida Nueva? De lo que venimos leyendo y oyendo y sintiendo desde los últimos bostezos del 2014 y de los primeros balbuceos del año que comienza ahora, se diría que el año en ciernes vacila –o “tergiversa” como los franceses dicen- entre una vuelta de la vieja culpabilidad moral y a la vez histórica y un resurgir de la esperanza. Particularmente entre españoles. Y esa culpa en el plano histórico lleva a rastras desde hace ya (casi) setenta años entre nosotros más tal vez que entre otros pueblos europeos un adjetivo inseparable que hace que aquella se decline no por culpa o culpabilidad a secas sino por una culpa adjetivada, a saber –parafraseando el título de una obra célebre especie de biblia de bolsillo o de vademécum de lo política e históricamente correcto en el mundo de la posguerra- por Culpa Alemana, con mayúsculas lo de culpa como lo de alemana.

Aquí en mi última entrada de anteayer, de Fin de Año, me hice eco -esperanzadamente- de la serie de manifestaciones (contra la islamización) que vienen teniendo de teatro algunas ciudades alemanas, Dresde sobre todo, donde habrá tenido lugar la más numerosa hasta ahora de todas ellas, en lo que me parece ver un síntoma infalible de un sacudirse saludablemente la vieja culpabilidad –pesada como losas- heredada del pasado que no pasa, que vienen llevando a cabo sectores importantes y significativos de la sociedad alemana los días que corren, por vez primera tal vez desde la terminación de la segunda guerra mundial en el 45. Y una ilustración de ese rebrotar en paralelo de la vieja culpabilidad histórica entre españoles lo sea sin duda el recrudecerse de una vieja polémica –tan vieja como algunos que ahora la protagonizan- en torno al racismo, conjunto de todos los males (en política me refiero) sin mezcla de bien alguno.

Las guerras desde que el mundo es mundo se riñen en el campo de batalla y también en el terreno de las ideas. Y si fue siempre así, a fortiori lo seria en la edad contemporánea, y en particular en los dos grandes conflictos que surcaron el pasado siglo XX que el historiador alemana Nolte (mi amigo) calificó de “Guerra civil europea” Y así en el 45, con la derrota de los nazi fascismos se consumaría igualmente la derrota de una nueva moral pareja a la otra modernidad –de alternativa a la modernidad/democrática- que aquellos llevaban en su seno. ¿El racismo nórdico un trágico error? Todas las opiniones se admiten, a partir del momento que se deje de considerarle como el crimen de lesa intelectualidad por excelencia o como el pecado contra el espíritu que no admite perdón ni en esta vida ni en la otra.
En esta obra tardía del (malogrado) cineasta alemán Fassbinder –“La Mugre, la Ciudad y la Muerte”-, por la que le vino el escándalo, hace decir su autor al principal protagonista: “los judíos no son inocentes porque echaron sobre nosotros todas las culpas” No todo fue culpa histórica en el nacionalsocialismo. Año Nuevo Vida Nueva. De esperanzas renovadas. Y sin complejos de culpa
Y entre los botones de muestra inmarcesible de esa derrota ideológica –y moral a la vez- que se consumó en el 45, lo fue el cambio drástico en la tónica de la prensa oficial del régimen de Franco que pasó –como de la noche a la mañana- de una exaltación heroica favorable a la causa de las potencias del Eje, a una culpabilización de acentos bíblicos –o judeo cristianos, apocalípticos- acorde con las nuevas realidades que imponía el desenlace de la guerra (en el 45) del que sirva de botón de muestra inmarcesible el caso de Ismael Herraiz, corresponsal en los frentes de batalla europeos hacia el final de la guerra que le valió dos títulos –“Europa a oscuras” e “Italia fuera de combate”- de los mayores best-seller en la España de entonces, y que pasó casi sin solución de continuidad a cantar la palinodia, del mea culpa colectivo y de la culpabilidad histórica, lo que sin duda le permitió seguir en el machito –de la prensa oficial, del diario Arriba- todavía mucho tiempo, en décadas de posguerra.

Y otro botón de muestra saludable de sacudirse el polvo de la vieja culpabilidad histórica se me antoja descifrarlo en una noticia –como un soplo de aire fresco de año nuevo- que recoge en su edición de hoy, la primera del nuevo año 2015 el diario belga flamenco “De Standaard”, que una inmobiliaria alemana acaba de lanzar un proyecto de renovación y puesta al día en forma de ciento sesenta nuevas viviendas de lujo y de ciento diez hotel apartamentos, del viejo conjunto residencial de “Prora” trescientos kilómetros al norte de Berlín, en la isla de Rugen, sobre las costas del mar Báltico, un viejo sueño nazi inacabado –de ciudad balneario al servicio y en honor y homenaje del Hombre Ario (alemán)- que debía figurar entre los logros más emblemáticos del régimen como la autopistas del Reich y los mercedes o volvos utilitarios –al alcance del trabajador/alemán- o la Nueva Cancillería del Reich, o como otros proyectos navegando desde la terminación de la guerra entre la ficción histórica y la realidad de los hechos al servicio de la eugenesia positiva, léase de la mejora del pueblo alemán (y de la raza) como ciertas maternidades que habrían visto la luz en los países escandinavos bajo ocupación alemanes.

Tan grande no fue su pecado –de orgullo, léase de lesa humildad judeo cristiana-, de creerse mas rubios, o mas rubio azules y más estéticos que el resto de la humanidad doliente. Y lo demuestra el resurgir –sobre las cenizas y las ruinas de los sueños aquellos- de los viejos proyectos de entonces.

Al servicio del futuro, de nueves formas de turismo, ancladas en el pasado sin complejos de culpa, y sin dogmas morales, políticos o históricos que impiden respirar y abordar el futuro con nuevas anisas de vivir, y de soñar, y no de cubrirse de ceniza y sayal buscando purgar nuestros pecados de preferencia en la esquina más alejada del planeta (como se la aconsejaron en los medios españoles al autor de estas líneas cuando salió de la cárcel portuguesa)

Bello sueño aquél –de mujeres rubias y sanas y atléticas (y bellas)-, por eso que renazca ahora. Sin complejos de culpa

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