viernes, enero 09, 2015

GUERRA DE OCHENTA AÑOS DEL 36 ÚLTIMO EPISODIO

Sus caras, de una vez por todas. Detlef Hoegen (en la foto), editor de piezas musicales, y gran sherif por las trazas de la música anglosajona en el area cultural alemana. Acaba de publicar –en cajas de dos kilos (…)- todo un material bibliográfico y discográfico, sustancialmente sobre los cantos de la guerra civil del 36, léase exclusivamente del bando republicano. Uno de esos extranjeros guerracivilistas que arrastran -devorándoles por dentro como si fuera-, una “pasión española” (François Furet dixit), léase anti-española, de una guerra civil (del 36) que ellos no vivieron ni sufrieron, más ultrajante aun para muchos españoles que la memoria de los vencidos propiamente dichos. Son las nuevas brigadas internacionales en el terreno de la guerra de la propaganda de esa Guerra de los Ochenta Años que dura todavía, sin duda del nuevo capítulo en ciernes de la misma. Y se encuentran mayormente –contra lo que hasta hoy me pensé- dentro del área cultura no latina, anglosajones –ingleses y norteamericanos- y también alemanes de preferencia. E ilustrativo en extremo al respecto lo es que los más virulentos guerracivilistas –de nuestra guerra civil del 36- con los que me topé en Bélgica los largos años que ya llevo aquí residiendo procedieran de la minoría germanófona (de los llamados “cantones del Este”) Como una mezcla –particularmente vitriólica- la que rezumaban, de pasión anti-nazi, de complejos de culpa históricos y de leyenda negra (anti-española)
La llamada guerra de los treinta años tuvo sus fases -palatina o bohemio-palatina, danesa, sueca y francesa-, en cada una de las cuales participó de una manera u otra la Monarquía española que venía siendo parte beligerante principal en las guerras de Flandes –o guerra de los Ochenta Años como belgas y holandeses dicen- de la que la guerra de los Treinta Años puede ser vista sin problemas mayores como la continuación o el desenlace.

Mutatis mutandis en la (nueva) guerra de los Ochenta Años (del 36) que no acaba se habrán sucedido fases diferentes, la guerra civil española propiamente dicha, su trasplante a seguir en suelo europeo durante la segunda guerra mundial –a través mayormente del episodio de la División Azul-, el maquis de finales de los cuarenta, la subversión organizada del tardo franquismo en paralelo a la eclosión del terrorismo de la ETA, las violencias de uno y otro signo –de extrema izquierda y extrema/derecha- durante la transición, y la explosión de protesta más o menos violenta callejera del 15-M en el 2011, y en paralelo en cada una de esas fases no dejaría de sucederse capítulos o episodios sucesivos de guerra de propaganda, mayormente en el frente internacional como lo pedo atestiguar de mis largos años de estancia en Bélgica.

El frente internacional de la guerra de propaganda sobre la guerra civil española, o en otros términos la guerra de los ochenta años en el plano de la guerra psicológica (o de propaganda) se ha desplazado acaso de escenario principal o de zona de operaciones? Es lo que acabe seriamente preguntarse con la noticia que publica hoy en sus páginas culturales el diario el País –beligerante indiscutiblemente en el conflicto desde su fundación, los años de la transición de una manera u otra. Y es una operación editorial de la mayor envergadura por todos los indicios que bajo el titulo "España en el corazón" –léase la España republicana, del título de un poemario partidista y beligerante del chileno Pablo Neruda- reúne en una caja de varios quilos libros CD-ROM y un DVD que recogen cantos y testimonios gráficos de lo más diversos de la guerra civil, que me diga de uno solo de los bandos, como lo reconoce un poco a hurtadillas y un tanto confuso el autor del reportaje aparecido en el diario madrileño por cuenta de la edición de esta obra.
Louis Ferdinand Destouches, “Céline”, astro mayor del universo de las letras en lengua francesa, es botón de muestra inmejorable de ese fenómeno atípico y sin parangón en el resto de los países europeos que vengo aquí analizando en estas entradas con el nombre de Guerra de los Ochenta Años”) o del 36. Llevó su adhesión a la Alemania nazi y a la Colaboración hasta al final, figurando entre los refugiados de Sigmaringen junto con el Mariscal Pétain en los últimos meses de la guerra, y tras ella se refugió en Dinamarca tratando de capear el temporal de donde solo volvió a Francia cuando los rigores más extremos de la represión anti-nazi y anti-fascista eran ya agua pasada. Hoy se encuentra ya hace décadas plenamente rehabilitado y su caso es simbólico en extremo de una reconciliación entre franceses –tras el final la Segunda Guerra Mundial- que entre españoles ochenta años después del estallido de la guerra civil del 36 no se logró aún, porque la guerra aquella –al contrario de lo que ocurrió con la II Guerra Mundial (en Francia, en Alemania…)- continua todavía (…) ¿La guerra civil del 36 –léase la memoria de los vencidos- formando parte de “la marca España”, como lo pretende en su artículo el periodista del País? ¿Y por qué entre nosotros sólo, cuando la Segunda Guerra Mundial dejó de ser (hace ya) imagen de marca entre alemanes y entre franceses, y en general en todos los países europeos?
"El canto de las trincheras" como titula el artículo debería rezar en realidad “el canto de uno de los lados de las trincheras” Y si el periodista español parece dar muestra de ciertos escrúpulos o reticencias el editor alemán da todas las muestras en cambio de carecer de ellos en absoluto, antes al contrario, presentando la edición de la obra en curso a los lectores del diario español banderas desplegadas (léase banderas republicanas) en un tono militante y partidista en extremo, en un botón de muestra de esa “pasión (ultrajante) española”, léase anti-española (François Furet dixit) que arrastra la izquierda internacional desde los inicios de nuestra guerra civil. Contra el fascismo y por la libertad y por la democracia. Punto.

El cuento de buenos y malos de nunca acabar, de una guerra de los Ochenta Años que en el plano de la propaganda como en el terreno de la violencia callejera o subversiva ochenta años después de su estallido todavía renquea (o humea) Aquí ya dejé sentado que España –léase el régimen español de entonces- figuró en el bando de los vencidos del 45 pero que al contrario de los demás países vencidos entonces no gozo nunca de declaración de paz o de armisticio o cosa que se le pareciera.

El régimen de Franco fue condenado a una muerte lenta –como llego a reconocer públicamente el antiguo secretario de estado USA Harry Kissinger-, y su sucesor la monarquía constitucional –el régimen del 78 como dicen los guerracivilistas de Podemos- lo sigue estando de una manera u otra. Y esa operación editorial guerra civilista –de los más altos vuelos –trilingüe (español, inglés y aleman), con gran cobertura publicitaria y de distribución a todas luces- que acaba ver la luz en Alemania el país donde mayormente fueron juzgados –y condenados- los vencidos en el 45, es un signo infalible más que la guerra civil española continua aun en el extranjero.

“Mejor reconocerlo, la guerra civil española forma parte del acervo global”, glosa el periodista español en guisa de conclusión de su artículo. Y de justificación a la vez de la unilateralidad y del partidismo de esa obra que aquél se ve encargado de presentar al público española. Globalización y guerra civil española. No creo en las meigas pero hay las, y artículos y confesiones como las que aquí estoy comentando son la prueba por el nueve que en el proceso de globalización en curso, algunos –muchos, pocos- de sus más encendidos partidarios no dejan de ver un lazo estrecho con un guerra civil española o si se prefiere con un capitulo ‘(español) de la segunda guera mundial que para ellos no e ha terminado ni zanjado definitivamente todavía. Como lo ilustraba el Manifesto “Indignaos” –del nonagenario (hoy ya fallecido) Stéphane Hessel- y el incendio que produjo entre españoles, casi exclusivamente entre ellos (nota bene)

En el que se hacía un llamamiento a penas velado a los jóvenes españoles a enarbolar las banderas de la Resistencia francesa (tantos año después), como si aquella y la guerra civil española –del 36 al 39- no fueran más que capítulos sucesivos de una conflicto aun no del todo extinto. El acervo global (sic) traduce sin duda en lenguaje periodístico y políticamente correcto la memoria o la historia oficial en vigor en el mundo del hoy, y en la medida que ese mundo se encuentra en plena crisis de transformación, cabe poner en duda o entredicho las pretensiones de globalidad de aquel, léase de su fuerza vinculante a escala del planeta.

El desafío es desde luego, de órdago a la grande, hoy como ayer, pero de nada sirve el meter la cabeza debajo del ala, ni nade nos exime de la obligación ineludible de recoger el guante del desafío, como españoles por cuenta de una guerra civil interminable, y como europeos, e hijos de un continente que goza (por relativamente que sea) de paz desde el final de la segunda guerra mundial, y a los que el reencenderse de la guerra civil española divide y vuelve a incitar a la guerra o al enfrentamiento de una manera u otra

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