Cuarenta y cinco mil asistentes aplaudieron (a rabiar) a Diuedonné -en la foto, haciendo el saludo de “la quenelle”- durante su actuación en Estrasburgo el pasado sábado, justo después de pasar unas horas de arresto por culpa de su humorada a cuenta de los atentados de Charlie Hebdo. Dieudonné es de madre francesa, y por la impresión que me dio de la actuación suya a la que asistí en Bruselas hace años, es alguien ligado no sólo por lazos culturales sino por la voz de la sangre (materna) a los destinos de Europa. Lo que no dejan de reprocharle por lo demás algunos de sus antiguos amigos en Bélgica, léase su apoyo implícito al blanquiarcado (sic) que representarían sus amigos y compañeros de viaje franceses, integrantes de una corriente interna poderosa en el seno del Frente Nacional muchos de ellosEl nacionalismo francés plantea un problema o una aporía (de orden histórico) irresoluble en apariencia, así visto desde fuera. Me mantuve a través de la fraternidad de Monseñor Lefebvre ocho años en la órbita del nacionalismo francés y posteriormente desde la irrupción fulgurante de3 Frente Nacional en el plano electoral (1983)- pocos meses después en mi gesto de Fátima y del impacto innegable que tuvo en los medios franceses como aquí ya lo hice observar no hace mucho en alguna de mis entradas- a los primeros planos de la política francesa no dejé de seguirles siempre la pista hasta hoy, a distancia pero de forma no menos asidua y atenta, particularmente por los medios, y también en contactos esporádicos con esa formación, como cuando me fue dado asistir –por invitación del propio partido- a una conferencia internacional de prensa de Marine le Pen en abril del 12012 en plena campaña electoral francesa.
Creo pues saber un poco de lo que hablo cuando digo que el nacionalismo francés no consigue en apariencia superar el trauma irreversible que produjo en la sociedad francesa y en la historia de la nación vecina ese accidente fatal de la historia que lleva el nombre de revolución (dicha) francesa. Y viene a cuento de un debate latente –visto desde fuera, lo repito- al interior de la formación nacionalista francesa entre dos corrientes príncipes a la que merece una respuesta diferente una de otra el fenómeno del auge del islamismo, como parece salir ahora con cierto estrepito a la luz con ocasión de los atentados contra Charlie Hebdo y sus ecos e inmediatas consecuencias, y en particular con el diferendo que opone las horas que corren a la presidenta del partido a una de las figuras más emblemática del Frente Nacional y pleno ascenso los últimos tiempos, y me refiero al consejero de la presidencia del partido en tema y asuntos de política internacional (hasta ahora) y jefe de la delegación del Frente nacional en el parlamento europeo, Aymeric Chauprade, que ya evoqué aquí no hace mucho también en una de mis entradas.
Marine Le Pen y su sobrina Marion Maréchal-Le Pen que se habrán visto enfrentadas en los últimos días por el diferendo surgido en torno a la persona del principal consejero de Marine Le Pen en política exterior. ¿Una empresa familiar el Frente Nacional a punto de derrumbe por divergencias en su seno como lo presentan algunos medios franceses? No lo creo, ni lo deseo tampoco, pese a mis discrepancias (que acabo de exponer en entrada anterior, leal y francamente)Anti musulmanes y anti-judíos frente a frente (para entendernos) en esa divergencia de fondo que opone la corriente que representa principalmente el consejero de Marine Le Pen mencionado y otro grupo propiamente ajeno al Frente nacional aunque que con gran influencia y predicamento en su seno que se ve representado en sus figuras más emblemática, a saber el editor y escritor y periodista Alain Soral, alejado hace del tiempo del FN por divergencias con Marine Le Pen, y más conocido aun, el humorista (mulato) Dieudonné, de padre camerunés y de madre francesa, fundadores los dos del movimiento Égalité et Réconciliation, creadores o divulgadores de ese gesto o saludo de la “quenelle” que en medios judíos se vio execrado como una parodia del saludo nazi, y que bien pensado, viéndolo de cerca, tiene no poco de gesto musulmán –la palma de la mano pegada al pecho (que Dieudonné la lleva un poco más arriba, hasta la clavícula) extendida y con cuatro dedos bien juntos uno contra otros, y el quinto, el pulgar, recogido dentro -tal como yo lo vi practicar entre musulmanes aquí en Bélgica en plena calle y en particular el tiempo que permanecí preso en el 2000 obligado a cohabitar con una masa de reclusos de confesión musulmana en su gran mayoría entonces -un setenta y cinco por ciento, cifras que me fueron suministradas de fuente fidedigna al interior del establecimiento- en la cárcel de Forest, en Bruselas.
Dieduonné vaya aquí dicho a modo de descargo, es un gran humorista, doy fe de ello, de una de su actuaciones a la que me fue dado acudir hace ya unos años aquí en Bruselas, tras verme obligado a atravesar el fuerte cordón policial a la entrada del acto, y de lo que di cuenta en la blogosfera de Periodista Digital en la que yo participaba engonces. Y eso sin duda haga que me sienta inclinado a perdonarle sus excentricidades y exabruptos. ¿O acaso sólo tendran derecho a ello los de Charlie-Hebdo, o acaso la libertad de expresión solo atañe al uso de un lenguaje sin freno y sin límites y sin tapujos en materia de religión (o de religiones) y no en cambio en materia de investigación histórica de la segunda guerra mundial o la memoria de los vencidos de la misma, pongamos por caso?
Aymeric Chauprade por su parte se habrá ganado una monserga en público de la presidenta de su partido, por unas declaraciones en las que se habrá reiterado y en donde declara que Francia "está en guerra contra musulmanes” (y no contra los musulmanes) y señala con el dedo no obstante a la población musulmana de Francia como una quinta columna (sic) en potencia a base de unas comparaciones –a mi juicio un tanto improcedentes- con el ascenso del nacional socialismo en Alemania años treinta,, lo que habrá rubricado con nuevas declaraciones en las que hace alusión a los gestos en favor del Islam del régimen nazi y sus contactos con personalidades religiosas influyentes del mundo islamico o minorías musulmanas en suelo europeo durante la guerra, algo que en mi modesta opinión tampoco parece concluyente.
Escena pictórica (siglo XIX) del atentado mortal contra el rey Enrique IV (de Borbón) a manos de Ravaillac (“el loco de Dios”) que fue inmediatamente condenado por la diplomacia española pero en el que en su momento se vio la mano de la monarquía católica y a los jesuitas y sus doctrinas del regicidio –Francisco Suárez, Juan de Mariana- de agentes de instigación. La hostilidad entre la Monarquía española aliada del Imperio y el Rey de Francia se proseguirá con la intervención francesa del lado de los protestantes en la fase final de la Guerra de los Treinta Años, que llevaría a la derrota española de Rocroi y a la Paz de Westfalia (¡Münster de Westfalia, tumba del Imperio y de una causa perdida! Eugenio Montes dixit) Un pasado muy anterior no obstante nos liga como por un cordón umbilical franceses y españoles, el de ocho siglos de Reconquista que tuvo un innegable protagonismo francés (en parte) Gesta dei per francos (de este lado de los Pirineos) (…)Y tal vez que haya que comprenderle, en atención sobre todo a una factura histórica entre Francia y Alemania que se remonta muy atrás en la historia de la civilización europea, a la rivalidad entre la monarquía francesa y el (sacro/romano) imperio. Incluso los colaboradores más incondicionales en Francia de poder de ocupación durante la segunda guerra mundial en Francia no dejaron de afirmar sus convicciones y sus sentimientos fundamentalmente anti-alemanes, como fue el caso de Maurras, o el del mismo Mariscal Pétain, que según le leí a Leo Degrelle en alguna ocasión detestaba a los alemanes y no quería en el fondo más que verlos partir, o el caso del mismo general De Gaulle, nacionalista francés –por razón de estirpe aristocrática aunque solo fuera- que izó la andera anti-alemana tras la derrota en el 40.
No entro, me siento español, patriota español y partidario de un ideal europeo, y me siento igualmente pues vedado de entrar en unas divergencias o contenciosos históricos que me escuecen y me duelen no poco como español y como europeo. Sin dejar por cierto de lado nuestra historia y nuestra memoria propias, de los siglos en que fuimos parte del Imperio bajo Carlos V, y después bajo una Monarquía española (un poco) a la sombra del Imperio por cima de los Pirineos, que se vieron marcados por guerras incesantes contra la monarquía francesa, desde los tiempos de Carlos V hasta el final de la Guerra de los Treinta Años (que no fue más que la de Flandes internacionalizada para nosostros los españoles) Sin olvidar no obstante tampoco un pasado más primordial, de los siglos de Reconquista que fue en parte una gesta francesa (Gesta dei per francos) –y que nadie se escandalice- y de ahí sin duda que me venga esa francofilia innegable que acabé descubriéndome con el paso del tiempo, dicho sea sin intención alguna de justificarme en lo que sea, ni ante quien sea.
La unidad/republicana que habrán esgrimido el gobierno y las instancias oficiales en contra del Frente Nacional tras los atentados, es un corsé (republicano) difícil de aceptar –visto desde fuera ya digo por francés nacionalistas. Se refieran a la acepción del término (de republicano) que se refieran. Y en ese sentido, de todas las variantes del nacionalismo francés contemporáneo la más consecuente con el pasado francés y con su historia lo sea el nacionalismo monárquico de Maurras, que repudiaba abiertamente a la revolución francesa. ¿Marine Le Pen aspira acaso a ser más republicana que los republicanos?
Es su derecho, pero de confirmarse esa opción, su caso nos recordaría demasiado a algunos el de aquellos republicanos vergonzantes de la CEDA, a los que Azaña respondía con desdén, “el centro lo soy yo” Y algo así pareció querer decirle –sin palabras- el presidente (socialista) François Hollande a la dirigente del Frente Nacional, cuando esta le pidió garantías para su asistencia a la gran manifestación por los atentados de Charlie Hebdo en la audiencia que le concedió justo antes.
Están en política francesa (republicana), ella y su padre, de puro favor. Es lo que en sustancia vino a decirle –con el gesto y con sus silencios- el presidente socialista y republicano (o a recordarle)
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