jueves, enero 15, 2015

MARIANO RAJOY EN ATENAS (MI APUESTA GRIEGA)

21 de abril de 1967. Golpe de estado en Grecia, que implantó el régimen de los coroneles. En el centro de la foto, el rey Constantino que sería derrocado más tarde por la junta militar, y condenado al exilio. El golpe de los coroneles fue inspirado e instigado por la CIA –en el marco nota bene de un contexto internacional de recrudecimiento de la guerra fría- y sin duda estaba abocado al fracaso, como lo hubiera estado en España –caso de haber triunfado- un hipotético régimen surgido del 23-F
No son un posicionamiento inamovible –aunque sí una apuesta, lo admito- las líneas que aquí siguen sino que se pretenden más bien una concatenación de interrogantes en voz alta sobre una situación que nos afecta también a los españoles y no solo a los griegos de cara a las elecciones generales a las que ellos se ven abocados en el plazo de diez días. España no es Grecia, lo dije y lo mantengo, los paralelismos entre una otra no dejan de gravitar de cerca no obstante en la política española ante las citas electorales que se anuncian en un futuro próximo.

Los griegos de Amanecer Dorado me merecieron –y me siguen mereciendo- elogios y muestras de adhesión aun después de que toda su cúpula dirigente se viera inculpada y encarcelada, por aquello sin duda de que mientras que no se vean juzgados ni condenados prevalece la presunción de inocencia. La maniobra política de altos vuelos –de alcance internacional- que llevó a sus principales dirigentes a la cárcel es algo que seguí con el mayor interés y atención –e indignación- y no me retracto ni una jota de todo lo que escribí en su momento denunciado una grosera maniobra de intimidación, mientras que los rumores no dejarían de correr desde entonces que ponían en la picota al actual jefe de gobierno griego, que habría apostado por la manera más expeditiva de verse libre de unos rivales políticos tan directos y tan peligrosos.

Habas contadas no obstante, las que ofrece la situación griega las horas que corren, de cara a las elecciones que se anuncian: o los conservadores de Nueva Democracia o los radicales anti-sistema de Syriza favoritos de la casa blanca y de la presidencia Obama, y en la que indignados y perro flautas de toda laya tienen puestas en España todas sus esperanzas y complacencias. La administración USA bajo la actual presidencia apostó desde los inicios de esta por la inestabilidad y por el caos a escala planetaria y también en política europea, como lo ilustra el caso de Ucrania, y el papel tan crucial y decisivo que los Estados Unidos jugaron en el desenlace de la crisis desatada en aquea zona del Este europeo por la revuelta de la plaza Maidán de Kiev.
El líder de Syriza, Alexis Tsipras –algo que la prensa española oculta cuidadosamente por sistema- ofrece un perfil sensiblemente diferente al del líder de Podemos, mientras el uno es profesor de la Complutense –“a dedo” o no que eso ya es otro tema- el griego no es menos un “apparatchik” –léase un político de aparato- desde los inicios de su carrera política, muy joven, en el seno del partido comunista griego protagonista directo –como en el caso del antiguo PCE, en nuestra guerra civil del 36- de la guerra civil que ensangrentó Grecia (durante casi tres años) al final de la Segunda Guerra Mundial. Ello explique sin duda que su apuesta por Podemos lo sea solo en parte, compartida por sus preferencias confesadas por Izquierda Unida, y que propicien abiertamente una candidatura común de las dos formaciones mencionadas en las citas electorales que se avecinan en la política española
Frente a ellos la diplomacia del Kremlin juega hoy por hoy a todas luces la carta de la estabilidad. Que es precisamente el reto que plantean las elecciones griegas que se avecinan. España no es Grecia, su realidad presente y su pasado más o menos reciente tampoco. No dejan de ser no obstante hasta cierto punto y en cierto modo y medida, comparables y extrapolables una y otra. España, febrero del 36. ¿La historia se repite?

En una de las obras del historiador Ricardo de la Cierva sobre la guerra civil –y sus prolegómenos- recuerdo haber leído que las contactos entre José Antonio y Gil Robles con vistas a la formación de una candidatura común en las elecciones que dieron el triunfo al Frente Popular, que se veían favorablemente auspiciados de entrada por la buen relación personal entre los dos líderes –y la buena opinión personal (algo comúnmente admitido) que el líder falangista tenia del jefe de la CEDA-, se vieron boicoteados (pese a la oferta tan generosa de Gil Robles) por las milicias falangistas –léase la Falange de la sangre (o Primera Línea)- que temieron verse de una forma u otra vendidas o desbancadas, o en la estacada, en un hipotético triunfo de las derechas. Como parecen estarlo hoy los griego de Amanecer Dorado.

La paz no fue posible, escribiría décadas más tarde en un libro de memorias el líder cedista, y si la paz no fue posible entonces y si los españoles nos vimos fatalmente abocados a la guerra civil fue sin duda, en gran parte por culpa del triunfo del Frente Popular que reabriría la caja de pandora –la de la guerra civil larvada que venía ardiendo ya (como quien dice Pio Moa) desde octubre del 34- que a su vez hizo en parte posible la desunión de las derechas (para entendernos) La candidatura en solitario de la Falange fracasó estrepitosamente, un dato a tener en cuenta, y asignatura pendiente además tantos años después, de los que siguen apelando a la memoria de su fundador y a su legado.

Al final, la unión vendría a sellarla la sangre derramada, de Calvo Sotelo, pero ya era sin duda muy tarde para evitar la guerra. ¿Amenaza de guerra civil en Grecia en caso del triunfo de la izquierda radical de Syriza? No conozco la situación allí de cerca ni por dentro, no es meo cierto que los griegos arrastran una pasado de guera civil más reciente que el nuestro aunque sin duda no tan en llaga abierta como ocurre entre españoles, aunque tampoco tengamos constancia ni elementos de análisis de primera mano de ello vistas las cosas desde la otra punta del Mediterráneo.

Como sea, el riesgo es serio de un reencenderse, o en otros términos de un reabrirse un nuveo capítulo de a guerra civil interminable –de esa guerra de los Ochenta (u Ochenta y tantos) años que habré venido explicando y analizando en estas entradas- con un hipotético triunfo electoral de Podemos en España, tras el triunfo de sus aliados griegos. Apostar por una victoria electoral del partido actualmente en el poder en Grecia pues, lo es por la escalabilidad frente al salto en el vacío que supondría el triunfo de la izquierda radical, en todos los planos, en el plano de la economía –con sus repercusiones previsibles en la economía global- y también por otro aspecto que abra representado una especie de buque insignia para el partido Amanecer Dorado, a saber la amenaza –y las embestidas en curso- de la emigración no europea, en un país que es una de las llaves de acceso de las corrientes migratorias non europeas –léase de confesión (mayoritariamente) musulmana- en el continente europeo.

Los de Syriza viven en otro planeta (sic), prometiendo la nacionalidad (y el oro y el moro) a todos los emigrantes, habrá declarado en los inicios de la campaña electoral el jefe de gobierno griego, Samaras. Estabilidad en Grecia como en España, esa es mi apuesta, desde hace un buen rato, como ya lo habré dejado bien claro en estas entradas. Quiero decir que se merece mi aplauso la apuesta griega del jefe de gobierno español Mariano Rajoy, piensan lo que piensa los donantes de lecciones y expedidores de credenciales de legitimidad democrática de la izquierda española, como el líder de Izquierda Unida Cayo Lara, que habrá atacado acerbamente la intervención de Mariano Rajoy en la capital griega.

¿Lacayos de Merkel los unos? Y los otros no menos del afroamericano Obama, y entre unos y otros, la apuesta de algunos –entre los que me encuentro- está más que clara. No conozco, no me consta la postura de Amanecer Dorado de cara a las próximas elecciones griegas, pero no es de excluir que pudieran erigirse, a tenor de las encuestas, en posibles árbitros de la situación al día siguiente de las elecciones. Su responsabilidad no sería menos abrumadora en caso de permitir -sin duda una hipótesis imposible (me curo en salud de inmediato)- la llegada al poder de los radicales anti-sistema.

Es una situación extrema lo admito, tanto para ellos como para el conjunto de los griegos, y de rebote también para el conjunto de los españoles, pero Paris bien valía una misa, y la estabilidad española y el hacer frente de urgencia a la amenaza de los perro flautas justifican una apuesta –sin duda un tanto arriesgada, y al mismo tiempo valiente- como la que se habrá permitido el je del gobierno español en la campaña electoral griega. Que hacemos nuestra. En nombre de la estabilidad, y sobre todo con vistas a conjurar los fantasmas –en estado de gran solivianto las horas que corren- de la guerra civil interminable, y la tentación de la ruptura y del salto en el vacío (como cuando la proclamación de la II República)

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