jueves, abril 23, 2015

PREMIO CERVANTES AL GUERRACIVILISMO IRRECONCILIABLE

Homenaje (merecido) a quien tendió tantos puentes (sic) Así glosan algunos la concesión del premio Cervantes al muy islamizante Juan Goytisolo, que escogió el vivir –y morir a lo que parece- en tierra de moros. ¿Tendió realmente puentes un hombre tan polémico como él y tan conflictivo? Es posible. El día no obstante que este exponente tan emblemático de la España de los vencidos (del 36) se decida seriamente –sin coartadas ni subterfugios- a tender sinceramente puentes con la España de los vencedores de la guerra civil, tal vez empecemos a dar pruebas de apertura y comprensión algunos hacia su figura y su obra literaria. Y no antes
El premio Cervantes y la guerra civil interminable. Digamos bien alto que podemos (sic) El nuevo galardonado con la suprema distinción de las letras españolas –puesto a aparte el sillón de la Academia-, Juan Goytisolo, no se corta un pelo –ni delante del nuevo rey Felipe VI- a la hora de destapar sus querencias ideológicas (de nuevo) y de enarbolar su bandera de guerra civil (republicana) Aquí ya dejé sentado en más de una ocasión que el auge de toda una casta intelectual –cultural y literaria- desde las honduras del régimen anterior, años cincuenta –y finales de los cuarenta- no fue más que una secuela de la segunda guerra mundial y de sus desenlace.

¿Goytisolo un genio de las letras españolas? Un exponente más bien de la ascensión imparable –y a la vez despacito y buena letra- de generaciones enteras de vencidos de la guerra civil del 36 en el mundo de la posguerra mundial (o europea) Porque a fe mía que me cuesta mucho trabajo creer que si fuera realmente un genio no hubiera conseguido derribar la bandera de indiferencia y alergia en el que esto escribe hacia su obra literaria, como si lo consiguieron otros (mayormente, es cierto, en otras lenguas)

O como Francisco Umbral sí lo acabaría consiguiendo, conmigo y sin duda con muchos otros. Goytisolo ha escrito buenos libros sin duda –y sin duda no mejores que las de muchos otros o de los que hubiera podido escribir muchos otros- y no menos significativo y elocuente lo es también un detalle todo menos anodino de su biografía familiar, a saber que su madre fue muerta en un bombardeo de la aviación nacional durante la guerra civil sobre Barcelona (en 1938)

Un legitimador más pues –como lo serían los representantes de la izquierda (constitucional) en general tras la transición e incluso antes de la muerte de Franco bajo el régimen anterior-, este representante de la izquierda/caviar de Barcelona (gauche divine) de los años del tardo franquismo. Legitimaban (democráticamente) - con su ascendencia familiar de hijos de vencidos- un régimen falto (angustiosamente) de credenciales en el mundo de la posguerra y en el nuevo orden mundial surgido de la conferencia de Yalta, a cambio de poder verse cubiertos de todos los honores y galardones habidos y por haber, y de concedérseles una posición de privilegio en el ámbito de la cultura oficial y “alternativa” a la vez –disidente al interior del régimen (dentro de un orden)- del que gozarían durante décadas.

Una casta con todas las de la ley, estos predecesores o progenitores –en el plano intelectual e ideológico me refiero- de Pablo Iglesias y de su banda. Con patente de corso por cierto a la hora de difamar el pasado español en todas las lenguas como Goytisolo lo haría en su apología de la traición del conde Don Julián, que entregó a los moros -los musulmanes con perdón) toda la Península Ibérica-, de la que nos costó dios y ayuda y mares de sangre expulsarles tras una sangrienta reconquista de ochocientos años. Este legitimador des-legitimante (o viceversa) en cambio se puede permitir olímpicamente borrar de un plumazo siglos (y milenios) de nuestra historia y ofrecérselos de pasto en contrapartida a nuestros enemigos históricos del otro lado del Estrecho, que es lo que viene a significar o simbolizar de forma que mas elocuente no cabe su gesto (desafiante) de irse a vivir –y a residir “sine die”- a Marrakech, donde vive plácidamente por lo que se ve ya hace décadas- entre unas gentes (“tribu” las llama él) que comparte sin duda con él –¿y cómo no? esa misma visión de la historia y ese mismo odio anti-español (de nuestro pasado colectivo me refiero) –como un síndrome incurable de autodesprecio- que a todas luces le corroe por dentro.

Fue amigo (y compañero de viaje) de islamista -herederos ideológicos e incluso genealógicos de Abd-el-Krim- en los años de la insurrección del FIS y de la guerra civil argelina (que a fe mía algunos tenemos un poco de memoria también, como él) aunque ahora sin duda en el estado actual de cosas de este y del otro lado del Estrecho, y en particular en el reino de Marruecos a cuatro años ya del estallido –y del apagamiento progresivo- de las primaveras árabes y habida cuenta del nuevo barajar de constantes y resultantes en las nuevas situaciones políticas en esos países y del nuevo estado de las mentalidades imperantes por esas tierras (y desiertos cercanos), ese episodio de la historia reciente del Magreb huela a chamusquina y haya que esconderlo a toda prisa o enterrarlo bajo tierra (y más tierra) Y así pues, el cripto islamista Goytisolo no habla ya de esas cosas, pero sigue hablando en cambio de España, de su pasado como lo vendría a ilustrar su desplante -¿cómo llamarlo de otra forma?- en la recogida del premio Cervantes.

En la última obra de Pío Moa “Los mitos del franquismo” que cae ahora en mis manos pasando en revista las estanterías de una librería madrileña se dedica todo un capitulo convenientemente documentado a una denuncia certera del papel (auto) demoledor que fue el de la iglesia española para con el régimen de Franco en una fase tardía del mismo, lo que se da en llamar el tardo franquismo. Y se le compara en esa obra con el papel de la intelectualidad en las fases tardías de la Restauración del siglo anterior y de su protagonismo decisivo en el derrumbe del régimen aquél y del triunfo de la primera república.

El régimen de Franco en cambio acertó –como glosa certeramente Pio Moa- a organizar la transición, su continuador no obstante -lo que los indignados y sus comparsas de Podemos motejan de “régimen del 78”- tiene todavía la tarea de su consolidación por delante suyo. En esa tesitura, si lo más procedente y adecuado y eficaz sea el seguir privilegiando (y bailando el agua) a esa casta de legitimadores republicanos vergonzantes que no sueñan más –en el fondo de sus corazoncitos (si los tienen)- que con la vuelta a las andadas (del 14 de abril del 31 y lo que se seguiría) cabe dudarlo seriamente.

Asumimos el papel de defensores del orden actual (constitucional) lealmente y sin reservas, pero sin dar cheques en blanco tampoco a nadie, y sin dejar de abrazar una forma de patriotismo, la más excelsa, la que nos llega –como dijo alguien fuera de toda sospecha- por el camino de la crítica. Un patriotismo critico el nuestro, a saber una defensa sin reserva del orden institucional y una tarea de critica a la vez sin tapujos y sin concesiones de todo lo que tienda a socavarla o a minarlo en la confianza que le tienen legítimamente depositado en una mayoría de españoles, a la larga o a corto plazo.

Cervantes y Goytisolo, comparaciones odiosas. El autor del Quijote sin dejar de ser un hombre de su tiempo no fue menos un leal servidor de la monarquía católica –llegando a ejercer de comisario real en Andalucía- hasta el final de sus días. Y más que la de Cervantes es la figura de Ortega y Gasset la que nos viene a la mente ahora, aunque sin duda en este caso no menos que en el anterior, quepa hablar de comparaciones odiosas. Ortega arrastra cualquiera que sea el juicio que se merezca para la posteridad literaria o extra literaria, el sambenito de sepulturero de la monarquía, por el artículo de periódico suyo que vino a sellar la suerte del reinado de Alfonso XIII y la venida de la II República –publicado en el diario (de etiqueta liberal y masónica) “el Sol”-, “Delenda est monarchia”

El nuevo premio Cervantes no habrá dudado ahora en aceptar el galardón que se le habrá otorgado de manos del nuevo monarca ¿Le impediría ello darle la estocada llegado el momento -y la puntilla- como no se lo impidió a Ortega el papel y el protagonismo relevantes que fueron los suyos durante el régimen monárquico? Ya digo que las dudas se admiten. Otro ejemplo comparativo que nos viene a la mete es el de otro premio Cervantes, Francisco Umbral que ahora algunos de sus adeptos y partidarios quieren hacer pasar por alguien de convicciones acrisoladamente republicanas e hijo (biológico) de un padre republicano, que recibió el mismo galardón de manos del padre del actual monarca.

Umbral al contrario de Ortega –filosofo “mondain” como le llamaron algunos de sus rivales- era un hombre trágico. Y sopesaba y calibraba lo bastante el fondo trágico de nuestra historia contemporánea como para suponerle actitudes (y aventuras) irresponsables en el sentido de un “cambio de régimen” –fatalmente orquestado desde fuera- tal y como el que propician ahora los de Podemos, amigos (confesados) del nuevo premio Cervantes. ¿Casandra pesimista y agorero por demás en mis aprensiones? Ojala que me equivoque, y lo digo, pueden creerme aquí todos, con la mayor de las franquezas

1 comentario:

Anónimo dijo...

A esa campaña de difamacion antifranquista se suman hoy El Pais y El Mundo en un reportaje q pretende que Garcia Lorca fue ejecutado / asesinado por el Régimen. .. "por ser socialista, masón y homosexual". La fuente que citan es un escrito fechado en 1965 en el que si bien se menciona ese perfil, que era de dominio publico, para nada menciona que fuera condenado por ningun tribunal ni por orden gubernativa...sino que se desprende que todo fue resultado de la confusion del momento y de la accion de algunos incontrolados. Es mas, del citado escrito, sin firma, el diario El Pais omite su fecha, para dar la sensacion de que fue redactado en 1936...