martes, abril 21, 2015

JOSÉ MIGUEL GAMBRA UN GRITO DE ALARMA

Homenaje inexcusable. Rafael Gambra fue uno de los raros intelectuales españoles que dio muestras de apertura hacia corrientes de pensamiento anti-democráticas en boga del otro lado de los Pirineos en el periodo de entreguerras –de un Maurras, de un Joseph de Maistre- que tras el 45 se verían proscritas y sus autores estampillados con el estigma de malditos, o sometidos –como ocurrió entre españolas- a implacable censura por la emancipación de la tutela clerical que a su manera encarnarían
Tras mi llegada a Madrid la víspera, me encuentro muy de mañana un artículo de Juan Manuel de Prada en el ABC donde se hace eco (oh sorpresa!) de un artículo -publicado por entregas en la red- de mi viejo amigo José Miguel Gambra, hijo de Rafael Gambra, sobre el fenómeno de Podemos y que se me antoja como un eco o un preámbulo –o viceversa, mi libro un eco de su artículo (sin darme cuenta)- de mi “panfleto” de reciente aparición, “Guerra del 36 e Indignación callejera”, que habrá querido lanzar un grito de alerta a la sociedad y a la opinión pública española. Grito al unísono el suyo con el mío o viceversa, o amplificado, como sea. José Miguel Gambra habla en su artículo (con justeza) de “la triste capacidad de ofuscación humana” “Los mismos que confiaron en la sonrisa de los bancos, para luego verse por ellos desahuciados, esos mismos confían hoy en “Podemos”, y se verán, no ya sin techo, sino sin comida ni libertad” Y punto.

Partimos –si necesidad hubiera de precisarlo-, los dos, el profesor universitario tradicionalista y el autor de estas líneas, de postulados diferentes, no es óbice que compartimos no obstante una misma intuición sobre el movimiento de los indignados del que Podemos –como lo explica con solvencia y en detalle José Miguel- no viene a ser más que una apéndice o una “superestructura” convenientemente (re) elaborada. Y un botón de muestra de ese rechazo instintivo –de la indignación callejera (como yo la llamo)-, lo ofrece en el artículo que aquí estoy comentando ese lapsus en el que parece incurrir su autor evocando una y otra vez al movimiento indignado en alusión (sic) al quince de marzo.

Como si estuviera tan distante (a años luz) de ese (sub) mundo de sueños y quimeras (indignadas) que ni siquiera acierta a nombrarlos como ellos mismos se autonombran. O en alusión intencionada (y cargada de razones) tal vez al 11 de marzo (lo uno, el 15-M, de secuela y corolario de la matanza aquella) José Miguel Gambra acierta de lleno en su disecación del fondo de comercio ideológico de Podemos, que no viene a ser más que un refrito de la version marxista –marca Rosa Luxemburgo - del viejo comunismo espartaquista (tan rancio) de la República de Weimar que llevó entre tormentas y bonazas y entre explosiones revolucionarias y restablecimientos del orden (indispensables) a donde llevaría, léase a la Segunda Guerra Mundial y su desenlace y a todo lo que se seguiría. Anacronismo, anomalía en los ámbitos académicos y universitarios e intlectuales, ese fenómeno de enquistamiento ideológico y doctrinal –de marxismo o si se prefiere de integrismo pos marxista (mas marxista que todas las doctrinas y programas marxistas)- que a fe mía que no se ve ya por ninguna parte por cima de los Pirineos.

Una curiosidad para andar por casa, o por la Península –porque en Portugal parece que brotó también la misma planta (venenosa)- esa floración que habrá producido en las últimas décadas la Universidad Complutense (madrileña) –¡quién te ve y quién te vio!- en estado de siniestro total en lo sucesivo como ya habremos visto (y denunciado) en estas entradas. Y ese juego/de/tronos que tanto preocupa (y obnubila) a los mandamases de Podemos y demás comparsas no deja de ser lo que es, un juego, situado por definición en un plano irreductiblemente distinto al de la política, que son palabras mayores y trata mayormente de cosas serias.

Ruedan las cabezas de los reyes en ese juego audiovisual pero todo discurre entre reyes o reyezuelos o candidatos a sucederles o a suplantarles, léase en un universo mental irreductiblemente extraño al de esa mitología o fantasmagoría republicana que alienta los sueños de Podemos y de su mesías (de Vallecas) La república como la democracia/antigua son ideas muy respetables en el universo de las ideas solares (como las llamó Rafael Sánchez Mazas) y se merecen sin duda un puesto al sol que nos calienta, bajo el imperio (o el reinado) de la autoridad y del orden (legítimamente) establecidos.

En las secreciones ideológicas de Podemos no obstante, esas ideas pierden fatalmente la razón convertidas en ideas/locas tras verse contagiadas de una fiebre en estado endémico en el seno de nuestra civilización desde la eclosión de la revolución francesa. Y sus apóstoles y propagandistas se ven así erigidos –¿a nombre de quién?- en legitimadores o detentores de legitimidad (léase de crdenciales democráticas) por cuenta de la democracia/real, la democracia fetén (la suya), la de veras. Tal y como lo ilustra ese postulado que esgrimen como un dogma inamovible, del cambio de régimen, del “del 78” –el de Franco en resumidas cuentas- y por ese fanatismo del que da muestran en cuanto que la ocasión se presenta, poniéndose a enarbolar como posesos –como si fuera un fetiche- la bandera tricolor (y guerra civilista y republicana)

¿Nueva Republica (nacional), democracia a la antigua o en versión de antiguo/régimen (de democracia "orgánica", representativa)? Y por qué no, a condición no obstante que sus adeptos y valedores se avengan a pasar por el aro de tener que aceptar una legitimidad histórica, del pasado que fue y que de una manera u otra nos anima y nos gobierna más de ochenta años después del estallido de una guerra civil que entre treguas y escaladas, “por otros medios”, se prosigue aún inalterable y de la que Podemos, el 15-M y en general el movimiento indignado (lo que se dio en llamar en la presa global “spanish revolution”) son el enésimo capítulo de una serie (desesperadamente) inacabable.

El tradicionalismo español es un misterio de supervivencia, lo era ya en el 36 y ochenta años después lo sigue siendo a todas luces todavía. Anduve muy alejado de su órbita y de su esfera de influencia e irradiación durante décadas y a fe mía que no seguí sus líneas de evolución que sin duda las tuvo en todos estos años.

Rafael Gambra (que en paz descanse) fue uno de los raros intelectuales españoles de la posguerra que dio muestras de apertura hacia corrientes de pensamiento del otro lado de los Pirineos que conocerían grande auge en el periodo de entreguerras y que después del 45 se verían relegadas a las alcantarillas de la historia estampilladas con el estigma de proscritas o de “malditas” y con ellas nombres –no menos malditos- como el de Charles Maurras, o el de Joseph de Maistre que le merecía a Pio Moa en uno de sus libros (“El derrumbe de la segunda republica y la guerra civil”, pp. 149 y ss.) un análisis clarividente, donde le sometería a un enfoque comparativo con el pensamiento tradicional español –heredado de la teología y de la filosofía de la España del Siglo de Oro- del que aquellos franceses (“reaccionarios”) no poco emancipados de la tutela clerical (y tal vez precisamente por eso) salían ganadores en punto a innovación y a base de exaltar –e idealizar- un pasado de antiguo régimen que daba a esas nuevas posturas o planteamientos neo tradicionalistas por paradójico que resulte, un empuje “revolucionario”, léase innovador y como tal cargado o preñado de promesas de futuro, frente a una tradición muerta (o fosilizada)

¿Viejas polémicas? Es posible, pero mentiría si no dijera que sentiría estar traicionándome a mi mismo abstiéndome aquí algunas de las reflexiones (inagotables) que me merece este articulo oportuno e indispensable de mi viejo amigo José Miguel Gambra, y en particular ese párrafo que recoge (acertadamente) en su artículo de ABC Juan Manuel de Prada, de ”la (triste) capacidad de ofuscación humana” Como un mentís al optimismo democrático, a esa religión –que parece animar a los indignados hasta grados de paroxismo- de la democracia/real (subversiva, liberticida y republicana)

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