jueves, abril 09, 2015

Y LE PEN TIRÓ DE LA MANTA (MI APUESTA)

Yo odio (sic), siempre odié, las mentiras que tanto daño os hicieron. Esas fueron las palabras–tan certeras, tan proféticas- del Mariscal Pétain a su llegada a Burgos de embajador en funciones del gobierno francés hacia el final de la guerra civil española. Y esa frase que caló hondo en el autor de estas líneas cuando vine a conocimiento de ella -siempre me pregunté por qué-, me mueve a venerar –como español- su figura y a permanecerle fiel en el recuerdo. El viejo mariscal es intocable en la memoria colectiva del Frente Nacional francés, -y por su intercesión, también, el régimen de Vichy al que el fundador de aquél juzga hoy "disculpable"- y algunos corren el riesgo de comprobarlo a sus propias expensas más pronto de lo que piensan, cuando acaba de anunciarse la convocatoria de una reunión extraordinaria del comité de dirección del Frente Nacional para dentro de diez días en el contexto de crisis declarada al interior del partido tras las recientes declaraciones de Jean Marie Le Pen (sobre las cámaras de gas) que acaba de reiterarse en las mismas en una larga entrevista al semanario Rivarol (órgano de expresión y de opinión de los vencidos del 45)
¿El Frente Nacional francés al borde de la implosión? Menos lobo. No soy francés, no vivo en Francia aunque sí en un país francófono (bilingüe) limítrofe y por lo tanto la prudencia más elemental me impone el andarme con pies de plomo a la hora de avanzar  conjeturas, y de permitirme análisis y diagnósticos en política francesa aunque se trae de un terreno conocido y en cierto modo familiar para mí de antiguo como lo es el del Frente Nacional francés que formaba parte como quien dice –y como dicen los franceses- del mobiliario del movimiento sacerdotal integrista (o tradicionalista) fundado en torno al seminario suizo de Ecône por el arzobispo francés Monseñor Lefebvre.

El despegue del Frente Nacional en política francesa vino solamente algún tiempo después de que yo abandonase suelo francés –y pari passu la Fraternidad Sacerdotal San Pío X- en las horas que precedieron mi gesto de Fátima. Y de las circunstancias que le acompañaron en su despegue, en el plano de la cobertura que les prodigaron los medios franceses a partir de un momento dado –a contar justo unos cuantos días después apenas de mi detención en Fátima y del impacto mediático innegable que conseguí con mi actuación allí y entonces tanto en los medios franceses como españoles - ya me extendí en detalle en algunas de mis entradas.

Conozco personalmente además a padre e hija, fundador y actual presidenta respectivamente del Frente Nacional, de una conferencia de presa internacional de esta última en la primavera del 2012 con ocasión de una cita electoral entonces próxima para los franceses, en la sede de su partido en Nanterre, a las afueras de la capital francesa (a la que fui invitado) No es mucho como credenciales se me objetará pero no me permiten menos echar mi cuarto a espadas a la hora de comentar –de urgencia- la crisis interna que han desatado en el Frente Nacional las declaraciones de Jean Marie Le Pen sobre las cámaras de gas (y a Segunda Guerra Mundial) que ya comenté en una de mi últimas entradas.
Instantánea célebre del putsch de Argel (23 de abril de 1961) En el centro de la foto, el general Salan. La Argelia francesa, la guerra de Argelia –en la que Jean Marie Le Pen participó (en su calidad de parlamentario francés, por cuenta del movimiento pujadista del que formaba parte) de oficial paracaidista- es otro de los paneles intocables de memoria colectiva en el acervo histórico e ideológico del Frente Nacional francés, aunque algunos no parezcan tenerlo en cuenta las horas que corren que pretenden servirse ahora de la figura del General De Gaulle como coartada. Para españoles, el general De Gaulle sigue siendo una figura respetable que desarmó de su propia iniciativa al maquis republicano –con ocasión de la incursión del Valle de Arán (en el 44)- y rindió visita a España y su jefe de estado (de entonces,) Francisco Franco, que fue su anfitrión en los días que el anerior jefe del estado francés en compañía de su esposa estuvo hospedado en el parador de turismo del castillo de Santa Catalina en Jaén (en junio de 1970), pocos meses apenas antes de su muerte. Para muchos franceses en cambio sigue siendo una figura en claroscuro por culpa de su papel en la guerra de Argelia, de lo que se redimiría indultando a Salán y a los demás jefes y oficiales miembros de la OAS tras el desenlace de la crisis de mayo del 68
Y me voy a a permitir servirme aquí –de entre la oleada de reacciones que la puesta al destape y a la luz del día de las desavenencias entre padre e hija habrán desatado dentro y fuera de Frente Nacional- las declaraciones de una de las principales figuras del partido socialista francés, que acaba de vaticinar sin vacilaciones que Jean Marie Le Pen seguirá siendo presidente de honor del Frente nacional porque el Frente Nacional lo es él, y porque Marine me Pen no es más (sic) que el escaparate de una organización que defiende las ideas de aquél. Y por encima de los juicios de valor que dejo por cuenta de su autor, esa es también mi apuesta.

Tan lejos no queda en las memorias la otra crisis mayor del Frente Nacional que estuvo a punto de provocar su implosión cuando la tendencia representada por Bruno Mégret, acabó viéndose apartada del partido contra todos los pronósticos que les daban ganadores de aquella crisis de todas todas, contando como contaban con el apoyo de la hija mayor del fundador del partido, Carolina, esposa de uno de los exponentes más destacados de la facción rebelde (perdedora) y que rompió con su padre en la coyuntura aquella. Jean Marie Le Pen es un viejo lobo -de mar (bretón)- de la política francesa, un dinosaurio si se prefiere, y además de eso una figura –como lo denotan a la legua sus intervenciones en los medios por muy polémicas y por mucha polvareda de escándalo que acaben levantando- del mayor calado intelectual por más que parezcan desmentirlo a veces las apariencias y sobre todo esa imagen de histrión que entre él mismo interesado y los medios habrán acabado creado en la opinión pública.

Jean Marie Le Pen es un ideólogo, así como suena -en la variante no del escritor o periodista sino de tribuno, del orador, del propagandista (de guerra)-, algo de lo que anda en falta tanto la política francesa como la española, con la salvedad -¡ay dolor!- , que en España los ideólogos, son, o lo parecen, panacea exclusiva, de la casta (de izquierdas) que doina la vida universitaria y académica española desde hace décadas y aquí todos ya ha adivinado que me estoy refiriendo a esa expresión tan anacrónica por tantos conceptos -de marxismo radical- que viene a ofrecernos las horas que corren la figura de Pablo Iglesias.

Y de esa solvencia ideológica innegable y de la talla intelectual no menos innegable que la acompaña, Jean Marie Le Pen acaba dar una nueva muestra ahora en la entrevista que le habrá publicado el semanario Rivarol, el órgano de expresión de los apestados de la política francesa de las últimas décadas, léase de los vencidos de la Segunda Guerra Mundial en el 45. A buen entendedor pocas palabras sobran. Era desde luego conocer mal al fundador del Frente nacional y su entorno familiar y sus raíces personales (y familiares) el pensar que el desmadre –en todos los sentidos (...)- que algunos al socaire de la presidencia de su hija venían propiciando al interior del Frente Nacional iba a seguir  con el consentimiento tácito o explícito del fundador indefinidamente.

En el momento del despegue electoral del Frente Nacional bajo la presidencia Mitterand –en 1983- Jean Marie le Pen se arrogó a modo de avales o credenciales los testimonios a su favor de una serie de figuras (de derechas) fuera de toda sospecha de la Resistencia que vieron a dar su caución a un Jean Marie Le Pen que presentaban como un resistente de la hora nona, cuando aún adolescente, en el 44, tras la retirada de los alemanes de su Bretaña natal habría entrado en contacto -sin éxito (porque no seria admitido)- con una de aquellas redes clandestinas de la Resistencia llegando incluso a empuñar las armas.

No es óbice que su propio progenitor –de un medio social (rural) bretón, católico y de derechas, y devoto (como una gran mayoria de fraceses entonces) del Mariscal Pétain- pareció decantarse del lado de la Colaboración durante la ocupación alemana en Francia, como lo demuestran e ilustran las circunstancias de su muerte, en 1942 cuando el barco pesquero del que era propietario y en el que había salido a pescar se vino a pique al amanecer tras una noche entera ya en capilla como quien dice, después de haber recogido entre sus redes de pesca una de aquellas minas -¿de los aliados? (oficialmente fue una mina alemana)- que infestaban las costas bretonas, en la víspera.

Tras la guerra, la memoria del padre seria honrada por el estado francés y el hijo, en su calidad de huérfano de un caído por la Patria -y sin un pasado peronal infonfensable a cuestas- , se vería declarado “pupilo de la Nación” -con derecho a beca-, no es óbice que para muchos resistentes (fetén, léase de izquierdas) las circunstancias de su muerte venían a confundirse con un acto de colaboración (implícita) con el ocupante, a saber el seguir ejerciendo sus actividades como si nada. Como fuera, esa memoria familiar juega hoy sin duda un papel del primer orden a no dudar en la actitud de fidelidad inquebrantable del fundador Jean Marie Pen a la figura del Mariscal Pétain como acaba de proclamarlo ahora de nuevo, ante la consternación y el rasgado de vestiduras de los principales exponentes de la nueva línea (de des-diabolización) seguida por su hija. Mi apuesta es por Jean Marie Le Pen, ocioso incluso me parece aquí el tener que precisarlo.

En estas entradas, es cierto, rendí homenaje de admiración a su hija en más de una ocasión, no es óbice que tengo que acabar rindiéndome a la evidencia, me invitaron a una conferencia de prensa, estuvo todo el rato justo al lado mío durante el acto, los dos fundidos entre el público asistente, el actual número dos del Frente Nacional –el rival más directo de Jean Marie Le Pen al interior del partido en la crisis en curso-, intervine en el turno de preguntas y repuestas, me hice (bien) oír después de que Marine le Pen me concediese amablemente (y un poco sorprendida) la palabra, mi intervención me mereció incluso cumplida respuesta -de lo más atenta- de su parte, y hasta hoy.

Nunca más volvieron a invitarme. ¿Por qué? A falta de otras explicaciones no veo otra que esa línea de des-diabolización (política e históricamente correcta) que impera en el Frente Nacional en lo sucesivo, y que por las razones que sea, algunos de sus principales patrocinadores debían considerar incompatible con mi persona y con la imagen (inseparable) que me acompaña a sol y a sombra en los medios. Ya digo que no le veo otra. Lo dicho, mi apuesta por el fundador del partido, que acaba de tirar de la manta (¡albricias!) de una vez por todas ¡Viva el Mariscal! Vive la France!

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