viernes, abril 03, 2015

¡VIVAN LAS CADENAS! (LEY DE SEGURIDAD CIUDADANA)

Nietzsche en sus últimos días en compañía de su hermana Elisabeth, cuando ya se habían hundido en la demencia. La locura de Nietzsche no procedía de sus ideas ni se dejaba anunciar o presagiar en su obra escrita como suelen afirmar a veces sus más encendidos e irreconciliables detractores, sino que tenía causas clínicas perfectamente delimitadas y circunscritas, algo hoy comúnmente aceptado, y lo era una infección cerebral de raíz venérea, como lo explica en uno de sus escritos, con detalle –y cierto regodeo-, el escritor Juan Goytisolo (fuera de toda sospecha) El síntoma mas traicionero de una enfermedad es la ignorancia de la misma por parte del paciente. Y eso es lo que sucede en la sociedad española con ese déficit, como un mal endémico, que arrastramos de antiguo –desde los tiempos de la transición- en materia de paz social y de orden público, sin parangón alguno –y sé un poco de lo que hablo- por encima de los Pirineos
Semana Santa procelosa, como la memoria que arrastra en su seno, en sus pasos, en sus cruces y chuzos y capirotes y en sus saetas. La Semana Santa del 2011 con la manifestación “blasfema” por las calles de Lavapiés fue negro presagio –en algunos como el que esto escribe- de la ventolera y de la nube –cargada de pedrisco- del 15-M y de la movida indignada, que haría irrupción semanas más tarde apenas.

Y hoy, abriendo el ordenador, en la página de Yahoo –ese ojo fijo en permanencia del mundo anglosajón en nuestro asuntos internos (e incluso domésticos)- me ha parecido barruntar otro negro presagio en el chiste por cuenta de Mariano Rajoy y de la semana santa donde se ve al presiente de gobierno disfrazado o escondido en hábito de penitente o nazareno y cargado con una cruz (enorme) en forma de porra (de las de los grises de antaño) en alusión a la ley de Seguridad Ciudadana ya aprobada y que entrará en vigor el próximo primero de Julio.

Aquí ya todos saben el fondo de mi postura y de mis ideas en este tema. La ley “mordaza” como la llaman, se queda sin duda corta en la medida que tendrá que depender para su aplicación en gran medida de un poder judicial en el que no se puede decir que muchos tengamos puestas nuestras complacencias. Y nos habrá confirmado en nuestras reticencias (y desconfianza) el espectáculo desconcertante de la apertura del macro proceso del caso Gurtel del que se diría que los magistrados encargados del caso no habrán visto mejor vía de escape que el cortar por lo sano, por la vía expeditiva de suspender el juicio hasta después de que se celebren las próximas elecciones municipales, buscando sin duda evitar así la conmoción innegable susceptibles de provocar las declaraciones de los principales inculpados que por las trazas están dispuestos a no cortarse ni un pelo en defensa propia, como lo ilustra la conducta del (llamado) número dos de la trama ante el tribunal que dio el tono de entrada declarando que todo el caso no era más que un montaje preparado y montado en el despacho del ex - ministro Rubalcaba. Y punto.

Como sea, la ley de Seguridad Ciudadana y el nuevo código penal son un gran paso adelante en la salvaguarda de valores que se nombran explícitamente en los nuevos textos legales, como el orden (constitucional) el funcionamiento de las instituciones, la paz pública y (nuevas) figuras delictivas como la subversión la desestabilización y la provocación de un estado de terror (sic) en clara violación o infracción de los valores más arriba mencionados.
Fastos de la Inquisición española. “Santo Domingo presidiendo un auto de fe”, de Pedro de Berruguete (1475) El escritor -iconoclasta si los haya en el panorama actual de las letras españolas- Juan de Goytisolo * (ver addenda aclaratoria) acaba de publicar en el diario el País una apología del (santo) Tribunal que habrá hecho dar botes en el asiento a muchos (entre ellos al autor de estas líneas) “¡Divina” sorpresa! ¿Signo de los tiempos y de los vientos? ¡Vivir para ver, fantasmas míos!
España, la sociedad española, sus instituciones, su régimen político –algo que vendo denunciando hace ya rato- soportan de antiguo desde los tiempos de la transición, un grave déficit en materia de orden público y de seguridad ciudadana (e institucional), como lo arrastran sin duda otros países, Bélgica por ejemplo –desde la llamada “question royale” y su desenlace (en 1950) con la diferencia que en Bélgica los riesgos y peligros y amenazas –reales- se verían empre conjurados siempre mucho más fácilmente que entre españoles en la medida que si es cierto que los belgas se encontraron entonces (o lo pareció) a un paso de la guerra civil, en España la habíamos vivido ya antes de la forma tan cruel y atroz que todos saben.

Y de hecho Bélgica y en concreto Bruselas, sede de las instituciones europeas que soporta proporcionalmente mucho mayor número de manifestaciones por mes o por año –o por semana que las demás capitales europeas, no son ni remotamente –algo de lo que el autor de esas líneas puede dar testimonio fehaciente- teatro o escenario de graves alteraciones del orden y de la paz ciudadana como por intermitencias lo habrá sido Madrid y otras capitales españolas, desde los tiempos de la transición ya digo, y más en concreto en los últimos cuatro años, y más en concreto aún, desde la huelga general de septiembre del 2010 que dio ya la tónica de lo que se nos venía encima.

Algaradas, manifestaciones violentas o “pacíficas” y convenientemente preparadas y programadas para degenerar in extremis a la vez, escraches, ocupaciones: en breve, un acoso permanentemente al orden público y a las instituciones que el conjunto de la ciudadanía soporta con estoicismo pero no tendrían por qué si las instituciones funcionaran o pudieran funcionar como es debido y si los requisitos mínimos de orden en los espacios públicos y de paz ciudadana y de serenidad (y sosego) en las mentes y en los espíritus se vieran cumplidos lo que no es el caso de modo alguno. Algo de lo que el español medio –hoy por hoy- no es consciente en modo alguno.

El peor síntoma de una enfermedad –algo que ya decía Nietzsche (creo)- no lo es sino la ignorancia de la misma, lo que en el caso del filósofo germano se cumpliría de forma cabal en la medida que a todas luces no sabía a ciencia cierta la naturaleza (infecciosa) del mal que le corroía por dentro, lo que recordaba en un escrito corrosivo –de los que tanto le caracterizarían- el escritor  (último premio Cervantes)  Juan Goytisolo -ver addenda aclaratoria *- donde se regodeaba no poco en la descripción de la infección cerebral (de origen venéreo) que del consenso generalizado acabó padeciendo el filósofo del Superhombre. Goytisolo –dicho sea entre paréntesis- sorprende hoy a propios y a extraños con un artículo publicado en el País –por cuenta de la leyenda negra anti-española- con el que a mi gran sorpresa debo reconocer –¡nunca lo hubiera creído!- que estoy de acuerdo al cien por cie

Con esa falta de auto estima (sic) de los españoles (lo que por mi cuenta y riesgo conviene en llamar síndrome de auto desprecio) que el escritor catalán –izquierdista impenitente del que se dijo que había acabado convirtiéndose al islam- denuncia en su artículo de hoy, que comienza disintiendo abiertamente de la comparación odiosa) que se permitió hace poco Barak Obama –reincidiendo así en el tema- de las prácticas de la Inquisición con las exacciones bárbaras y salvajes del Ejercito Islámico. La Inquisición viene a reconocer ahora Goytisolo lo hacía todo con la norma (legal) por delante. Lo que nadie hacia

Algo que calaría hondo en la idiosincrasia de la sociedad española contemporánea, en el banndo nacional durante la guerra civil del 36 por poner un ejemplo. En mi entrada de ayer ya recordé el procedimiento rigurosamente legal, de declaración del estado de guerra que utilizaron sistemáticamente –con el código de Justicia Militar en la mano- las autoridades militares de las plazas sublevadas. "Aquí no hay injusticia, no hay más que burocracia y orden", hace decir Umbral al Caudillo Franco en la Leyenda del Cesar Visionario en sus primeros párrafos donde le retrata firmando sentencias de muerte –con o sin la coletilla de “garrote y prensa” como solía hacer, a solas mientras merendaba (…)

Una escena que ya da -de entrada- el tono a la imagen del anterior jefe de estado –de un dictador (sic) de mesa camilla- que da el iconoclasta Umbral (literariamente hablando me refiero) en esa novela suya sobre la guerra civil española. Un rigor burocrático -recuerda Goytisolo- que se extendía a todos los órdenes de la vida y que nos distinguiría de los demás países (civilizados) en aquel entonces, y que tres siglos después como acabamos de ver, continuaba haciéndolo. Abundancia de leyes (en exceso incluso) mil veces preferible al vacío legal.

Mil veces antes una ley "mordaza", que el caos de anarquía, de delincuencia y de crimen –individual como colectivamente hablando- de la II República española que acabaría desembocando en la explosión de bajos fondos que fue lo que provocó en realidad el estallido de la guerra civil española. Sin ello, la guerra no hubiera sido tal, y el golpe -o lo que así llaman- hubiera sido uno más en la lista de pronunciamientos de nuestra historia.

¡Vivan las cadenas! De las que atan –atados y bien atados- el crimen y la delincuencia (y guardan a buen reacaudo los bajos fondos) Pensara Don Miguel de Unamuno lo que quisiera.Y diga lo que diga Barak Obama

* ADDENDA Termino apenas este articulo y me llega una aclaración urgente de uno de mis lectores, advirtiéndome del lapso que padezco en mi entrada de hoy en relación con el autor del artículo (sobre la Inquisición) publicado hoy también en el País: se trata de Luis Goytisolo que confundí erradamente con su hermano Juan, último premio Cervantes, colaboradores habitual del País ambos. Mi sorpresa ante el artículo del País de hoy –mayúscula a fe mía, en la medida que parecía venir a contradecir abiertamente las posturas públicas y la trayectoria de su (presunto) autor- no lo es tanto pues, pero sigue siéndolo en la medida que tanto un hermano como el otro, fueron exponentes emblemáticos de la "gauche divine" -la izquierda de los niños bien- de Barcelona, finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Y tras una consulta de urgencia en la red me entero de un detalle todo menos trivial que explica no poco las posturas ideologías de los hermanos Goytisolo y fue que su madre falleció en 1938 de resultas de un bombardeo de la aviación nacional sobre Barcelona. Botón de muestra elocuente de algo que vengo defendiendo en mis últimas entradas, a saber del carácter de guerra simétrica y de guerra/total a la vez de la guerra civil del 36, que se prosigue todavía hoy por parte de los descendientes o herederos ideológicos- de los que fueron parte beligerante entonces. En el plano sobre todo de la guerra de propganda (ungema del que traga el articulo de hoy del País)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Atención. ..ese Goytisolo al que citas es Luis, el hermano del famoso Juan, admirador de la moreria, autor netamente anti, que se enorgullecede su identidad gay y anti España Tradicional
Evidentemente con Luis yo tambien puedo coincidir en lo que escribe sobre la Inquisicion, aunque lei el articulo solo por encima.
Saludos. Soy Julio Sanz

Juan Fernandez Krohn dijo...


Tienes razón, Julio ¡Qué lapso! Aunque puestos a abundar en la ortodoxia freudiana, mi lapso se explica fácilmente. Los hermanos Goytisolo –sobre todo los dos mayores, José Agustín y Juan- fueron protagonistas destacados de esa forma de guerra asimétrica que fue la radicalización (a izquierdas) de generaciones enteras de universitarios en la España de la posguerra.

Los Goytisolo fueron anti-franquistas furibundos (los tres) a pesar de pertenecer a la burguesía acomodada de la Ciudad Condal –como Carlos Barral, como Jaime Gil de Biedma, como Juan Benet- porque no podían ser otra cosa: hijos de una madre muerta en un bombardeo de la aviación nacional sobre Barcelona.

Y un signo de esa guerra civil interminable lo era que fueran precisamente ellos y no otros en su lugar –léase de familias adictas al régimen- los que gozaran del protagonismo cultural e intelectual (tan privilegiado) que fue el suyo en la España de entonces. Una secuela más de la guerra interminable. La Guerra de los Ochenta y Tantos Años.

Gracias por la aclaración, Julio. Un abrazo