jueves, abril 09, 2015

FRENTE NACIONAL ¿MATAR AL PADRE?

Degueldre, teniente paracaidista, héroe de la Argelia Francesa, miembro de la OAS y organizador de sus comandos Delta (de acción y de castigo), de pasado resistente (¿y comunista?), condenado a muerte y fusilado al final de la guerra tras los acuerdos de Évian (marzo del 62), es exponente emblemático de la reconciliación y acercamiento innegables que trajo consigo el conflicto argelino entre franceses a los que la barrera derechas/izquierdas mantenía irreductiblemente enfrentados desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Lo siguen estando? Es posible, pero menos irreconciliablemente –¡ni punto de comparación!- que lo siguen estando los españoles (por culpa de la guerra civil interminable)
Dilema corneliano (“choix cornélien”), una figura literaria poco difundida en la literatura española. Conflicto “umbraliano” -de lealtades (o de amores)- cabría traducir en parámetros o coordenadas de este lado (del de allá que me diga, escribiendo como lo hago desde Bélgica) de los Pirineos. La crisis del Frente Nacional cobra de pronto, es cierto, todos los visos de ir acabar –como en la célebre pieza del Cid de Pierre Corneille- en tragedia familiar a tenor de los acontecimientos y lances imprevistos que se vienen sucediendo de dos días a esta parte.

En sus últimas declaraciones (de ayer), Marine le Pen dejaba entender que la hipótesis estaba abierta -tras convocar al comité de dirección (“bureau politique”) del partido para el próximo día 17-, que se termine decidiendo la exclusión de su progenitor Jean Marie Le Pen del partido que él mismo fundó (Y en el momento mismo que escribo estas líneas me entero que la actual presidente del partido ha decido convocar a su fundador en comisión disciplinaria) (…)

A lo que el interesado habrá reaccionando en el estilo inconfundible que le caracteriza, amenazando, si la hipótesis llegara a consumarse, con la perspectiva de una implosión (sic) del Frente Nacional. “Marine Le Pen busca mi muerte, es posible, pero que no cuente conmigo”, habrá declarado en sustancia el fundador del partido, más histriónico, léase teatral y desafiante que nunca. Genio y figura, Jean Marie Le Pen.

¿Morir matando? No tan rápido, en esta hora de conjeturas sobre el desenlace de una tragicomedia política a la francesa como la que estamos presenciando. De desenlace imprevisible por cierto, así a primera vista. Porque si Jean Marie Le Pen va de Diego Laínez –Don Diego, el padre ofendido del Cid Campeador en la obra de Corneille- su nieta (preferida) Marion Maréchal-Le Pen podría ir de Antígona en la película que estamos viendo, a saber, que se sacrifique ella misma –léase los lazos de sangre que le unen a Jean Marie Le Pen- por la razón/de/estado, léase de lo políticamente correcto, que es lo que a todas luces guía e impulsa a los que le están empujando a dar a aquel la puntilla o la estocada, esto es a obligarla a aceptar de presentarse candidata a la región Provenza Alpes Cost Azul (PACA) a la que inicialmente tenia previsto presentarse su abuelo.
Pierrette Lalanne, primera mujer de Jean Marie Le Pen y madre de sus tres hijas, que posó desnuda -(medio) vestida de criada doméstica- en la revista Play Boy (edición francesa) tras su separación y divorcio en 1987, le abruma hoy de acusaciones –de racismo y de anti-semitismo- y todos los que arrastraban cuentas pendientes contra él, hacen lo propio ahora. Una imagen de predestinado –de un hombre solo, y libre que dice lo que piensa y hace lo que quiere- la que consiguen dar de Jean Marie Le Pen los medios las horas que corren. La imagen de un profeta que evoca pasajes bíblicos (sin quererlo) Muerte ¿dónde está tu victoria?
Mientras tanto, la nieta del fundador del partido se lo está pensando a todas luces. De todas las figuras de peso actualmente entre las instancias dirigentes del Frente Nacional, fue ella la última en reaccionar, con un comunicado, eso sí, no exento de dureza hacia su propio abuelo, por cuenta de las atrocidades (ci) cometidas con el régimen nazi en Francia.

¿Conflicto corneliano también en la nieta predilecta? No hay que olvidar que Marion Maréchal-Le Pen que lleva el nombre de un anterior marido de su madre que aceptó reconocerla, es hija –de notoriedad publica- de un padre biológico que (como en el caso de Francisco Umbral) nunca la reconoció, figura destacada del periodismo (de guerra) y de la política en Francia –fallecido (de cáncer) en septiembre del pasado año- que se movió siempre en la órbita de la derecha (civilizada) en la política francesa como lo ilustra el que llegó a ser embajador de Francia en Eritrea bajo la presidencia Sarkozy.

Conflicto corneliano sobre todo en la actual presidenta del partido solicitada a la vez por el amor filial a su progenitor y el amor (profano) a su actual compañero sentimental, Louis “la Purge” (el de las purgas) como lo apodan algunos en el Frente Nacional por su papel (decisivo) en la exclusión del partido de algunos de sus miembros acusados de comportamientos incorrectos, en los últimos años, como un diputado regional (muy joven) que salió fotografiado en las redes socales saludando brazo en alto, o una candidata del Frente Nacional que se habria visto a condenada a un año de cárcel –efectiva ( “ferme”), un respeto- por haber tratado de “simio” en las redes sociales a la ministra de Justica francesa actual, Christiane Taubira, personalidad particularmente polémica y controvertida, de raza negra.

El compañero sentimental de Marine Le Pen no dejar tampoco de ser una figura controvertida en el seno de esa formación francesa nacionalista. Por cuenta (en parte) de su ascendencia judía –de judíos pied-noir- que no habrá dejado de reivindicar nunca –dejándose fotografiar incluso ataviado del bonete judío delante del Muro de las Lamentaciones- igual que las raíces izquierdistas (y comunistas) de una parte de su familia, de una de sus abuelas en concreto, que habría tenido a su cargo los archivos la sección del partido comunista francés en Bab-el-Oued el barrio europeo de Argel, en los años treinta, lo que viene no obstante a ilustrar una particularidad típicamente francesa a saber la ausencia de una barrera guerracivilista entre derechas e izquierdas siempre en pie (y bien enhiesta) en cambio entre españoles, o por lo menos el no poseer entre franceses esos acentos y esos perfiles irreductibles e irreconciliables que revestiría en España hasta hoy –se diga lo que se diga, se quiera reconocer o no se quiera- la división (heredad mayormente de la guerra civil) entre izquierdas y derechas, y si los arrastraba también en Francia como en España –a partir de la Segunda Guerra Mundial- es un hecho innegable que vino a fundirlas no poco la marcha y el desenlace de la guerra de Argelia donde los colonos franceses pied noirs –y el resto de los europeos de Argelia, incluso los de ascendencia española (¡)- acabaron haciendo causa común y sufriendo la misma suerte de la expulsión y de la persecución -“la valise ou le cercueil” (la maleta o el ataúd)- tras la independencia de la antigua colonia.

Jean Marie le Pen habrá insistido en su descargo frente a los ataques de los que se ve objeto –en sus declaraciones al semanario Rivarol- el haber obrado siempre por la reconciliación (sic) entre franceses, y el protagonismo de que goza al interior del partido el compañero sentimental de su hija es buena prueba de ello.

Algo que a los españoles no deja a la vez un tanto melancólicos y no menos escépticos a la vez, que en España pudiera obrarse o consumarss hoy por hoy algo ni remotamente parecido. La reconciliación ¿una asignatura siempre pendiente entre franceses? Tal vez, no sabría decirlo a ciencia exacta, pero no tanto desde luego como entre españoles que no pueden soñar hoy por hoy con algo parecido, por culpa de la Guerra de los Ochenta (y Tantos) Anos, léase la guerra civil del 36 interminable.

Un aliado inesperado parece venirle ahora en cambio al fundador del partido del lado de alguien que en teoría no le debe nada o no demasiado por haberse vito postergado y vencido por la propia Marine le Pen, con el consentimiento tácito al menos de su padre, y me refiero al que fue candidato (derrotado) frente a la actual presidenta, Bruno Gollnisch, profesor de japonés en la universidad de Lyon, que acaba de pronunciarse en contra de la exclusión de Jean Marie le Pen glosando la crisis con la afirmación (incorrecta) que pocos historiadores serios concluyen hoy que el Mariscal Pétain haya traicionado a su patria.

¿Solo Jean Marie Le Pen, con su pasado (que no pasa) a cuestas? Esa es la imagen que ofrece ahora en la picota de los medios y de los suyos al mismo tiempo. Para completar el cuadro, su primera mujer –madre de sus hijas- le abrumaba de acusaciones –de racismo, de anti-semitismo- en los medios hace unas horas. Vae soli, reza la biblia, pero los tiempos cambiaron, y en los tiempos que corren –que no son ya los de la biblia (ni los del evangelio)- no nos salvamos ya juntos-, como proclamó (arrogante) el concilio vaticano segundo, sino sólo por nosotros mismos, más solos que la una y solo asi conseguiremos salvar a los nuestros.

Y esa soledad y ese aislamiento que son la imagen que ofrece Jean Marie Le Pen las horas que corren, no quitan un ápice de su credibilidad, antes al contrario: los jóvenes, las juventudes (en plural) dejaron escapar una ocasión histórica en los años treinta, y tal vez sea la hora llegada, el signo de los tiempos, que los supervivientes de generaciones sacrificadas o manipuladas, como la de Jean Marie Le Pen –la de la inmediata posguerra- como la del que esto escribe –la del mayo del 68- asuman el relevo. Sin complejos

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