domingo, abril 05, 2015

CÁMARAS DE GAS. LE PEN DE NUEVO EN LA PICOTA

Dresde, 13 de febrero de 1945. Miles –centenas de miles incluso- de víctimas (niños, mujeres y ancianos una gran mayoría de ellos) dejaron de saldo los bombardeos (salvajes) de los aliados, por cuenta de la democracia. ¿Más inhumano, más horrible, más indecible, el morir asfixiado que achicharrado vivo? ¿Horror absoluto el de las armas químicas? La duda se admite. Como vino a refrendarlo el desenlace –hace año y medio- de la crisis de las armas químicas en la guerra en Siria. Las potencias aliadas –en particular Estados Unidos y la Gran Bretaña- renunciando a atacar en el último instante, admitieron implícitamente que las armas químicas no eran el mal/absoluto (o indecible)
Cámaras de gas. Segunda Guerra Mundial. Con la iglesia hemos topado, qurido Sancho. La iglesia (laica o laicista) de lo históricamente correcto, me refiero. Me he pasado casi treinta años en Bélgica bajo el signo de lo históricamente correcto, sobe la segunda guerra mundial y sobre la guerra civil española. Al poco de llegar a Bélgica, en las clases de la ULB (Universidad Libre de Bruselas) que yo frecuenté entonces (cursos de 1987-1988-1989) de una licenciatura en "Historia del cristianismo y de la laicidad” -que concluí felizmente, con mi título en el bolsillo por supuesto- más de un profesor se rasgaba un minuto sí y otro también las vestiduras delante de sus alumnos por aquella blasfemia (o casi) que acababa de proferir Jean Marie Le Pen sobre el detalle de las cámaras de gas (sic) por aquel entonces, por lo que nota bene se veria condenado (en 1991) en tribunal por banalización de crímenes contra la humanidad (sic) y por consentimiento (sic) en lo horrible.

Consentimiento en lo horrible es el pan nuestro de cada día de los conflictos armados donde lo horrible va inseparablemente de la mano de lo heroico y lo sublime. Y la banalización de los crímenes contra la humanidad es menos malo a todas luces que la discriminación flagrante que consiste en encontrar blasfemo e inadmisible el negar unos crímenes (de guerra), si, y otros no. Jean Marie Le Pen, todos concuerdan, es un animal político de grande envergadura y además de eso un provocador nato, lo que sin duda es su derecho en este mundo de provocadores impunes que nos ha tocado vivir.

La doctrina de la Shoah encierra un verdad/histórica oficial sobre la segunda guerra mundial –de quienes fueron los buenos y quienes los malos- análoga por no decir idéntica mutatis mutandis a la verdad oficial (sic) que reivindica la ley de la Memoria Histórica sobre la guerra civil española y con ella los voceros grandes y pequeños de la memoria de los vencidos del 36.

Y además de eso, hay algo que nunca comprendí y de lo que nunca encontré respuesta satisfactoria o convincente de los santones de la laicidad que pululaban aquella universidad y era una teología innegable de raíces judías sobre el holocausto, léase el mal indecible (sic) el horror absoluto (sic), y que como tal el simple hecho de nombrarlo ya nos pone en entredicho (y por supuesto contra las cuerdas, a la defensiva)

¿Más horroroso el morir asfixiado aunque sea de muerte instantánea en cámaras de gas -por el gas “zyklon” (mata piojos) o el que sea- que del morir a miles y a centenas de miles achicharrados vivos –niños en sus gran mayoría- como ocurrió en Dresde? El simple hecho de plantearlo como sea, ya nos pone fuera de la sociedad de las personas normales (o de los simples mortales), en el prisma de lo histórico y políticamente correcto en vigor, de este y del otro lado de los Pirineos.

Y sin embargo, el debate resurgió con fuerza con motivo de la crisis de las arma químicas en Siria, hace año y medio que estuvo a punto de desembocar en una tercera guerra mundial. Y el desenlace de la crisis –de todos conocido (cuando la primera potencia del mundo se echado atrás de sus amenazas y sus ultimátum en la última milésima de segundo- dejó como corolario evidente que las armas químicas no eran el mal –ni el horror- absoluto. A Jean Marie Le Pen, sus declaraciones de ahora le habrán valido ya la apertura de una investigación judicial pero no parece que la perspectiva de verse de nuevo condenado pro los tribunales le preocupe demasiado.

Conozco personalmente a Jean Marie le Pen como aquí todos ya saben, no le conozco obstante ni a él ni a los suyos no lo suficiente como para dar con la clave de esa seguridad, de ese desenfado, de esa desenvoltura de la que da muestras (sin tasa) a la hora de tratar de ese tipo de temas, rodeado de los mayores tabúes, en un caso único o casi único entre dirigentes de partidos de derechas o de extrema derecha (para entendernos) de los diferentes países europeos. No es óbice que tiene mucho que ver a todas luces con el propio pasado francés, con su historia más o menos reciente, antigua y contemporánea, y también con la propia trayectoria del político francés por el que viene ahora (de nuevo) el escándalo.

Jean Marie Le Pen participó de oficial (de la escala de complemento) del ejército francés –en una unidad de paracaidistas (al mando del general Massu)- en la crisis del canal de Suez donde Francia y las demás potencias occidentales estuvieron del lado del estado de Israel de cara al reto geo estratégico que les planteaba el egipcio Nasser (apoyado por la Unión Soviética)

Lo mismo ocurrió durante la guerra de Argelia en la que Jean Marie le Pen también participó, cuando los intereses geoestratégicos del estado hebreo venían a coincidir con la causa de la Argelia francesa, y de hecho, el desenlace del conflicto que sellaría la independencia del territorio argelino de la antigua metrópoli trajo consigo el éxodo de todos los europeos a los que se sumarian (por regla general) el conjunto de los judíos de Argelia. Jean Marie le Pen se insurge ahora contra los que el tratan de anti-semita a cuenta de sus palabras sobre las cámaras de gas. Y a fe mía que razones no le faltan.

El Frente Nacional francés nota bene mantiene de notoriedad pública posturas pro israelíes en materia de política exterior y de la crisis (interminable) del Oriente Próximo, lo que les desmarca de no pocos partidos y formaciones ideológicamente próximas o afines en los diferentes países europeos. ¿Se puede defender la existencia del estado de Israel, y banalizar o trivializar ciertos puntos –o detalles- de la Segunda Guerra Mundial? Por supuesto que se puede, si se puede, sí se puede, como dirían los demócratas (hasta el fanatismo) de Podemos y grupos afines.

Roger Garaudy al que también alcancé a conocer –como aquí todos ya saben-, acabó abrazando posiciones negacionistas de las más rotundas y recalcitrantes, que dejaría plasmadas por escrito en una obra suya tardía “Los mitos fundadores del Estado de Israel” que nunca leí, pero que confieso que no me dejaría insensible por la fuerza expresiva y simbólica de la fórmula. Mitos fundadores. ¿Pero acaso el mito no forma parte de la realidad misma de las cosas? La polémica,  el debateque me diga, está servido desde el alba de la historia del pensamiento y sin duda que lo seguirá estando hasta el final de los tiempos.

Garaudy mantenía en su libro negacionistas que el estado hebreo se había visto fundado en los mitos (sic)  –léase en las “mentiras”- del holocausto, de las cámaras de gas, de los seis millones. Hasta ahí no llega Le Pen, y sin duda que no hubiera podido llegar tan lejos sin un pedigree tan “correcto” como el del antiguo estaliniano (converso del islam hacia el final de sus días) que le convirtió en el vocero (que ni pintado) de los negacionistas franceses y de otros países, por el ascendiente y la impunidad consiguiente que le otorgaba su pasado de comunista (estaliniana) más que otra cosa.

Ni Le Pen va tan lejos, ni tampoco el que esto escribe, y pongo por testigo a los electores de este blog, de algunas de mis entradas –que me habrán valido pena de destierro (o de ostracismo) político entre algunos- en las que defendí una estricta neutralidad en el conflicto árabe-israelí, lo que mocitamente aunque sea, trae consigo el reconocimiento del derecho del estado de Israel a su existencia.

Un tema que pone ahora de nuevo en el primer plano de la actualidad el reciente acuerdo nuclear iraní-norteamericano. Los dirigentes israelíes quieren mucho mas, están en su derecho, no es óbice que el acuerdo obtenido conlleva implícitamente el reconocimiento del estado de Israel a su existencia, sean verdad o mentira los mitos que lo fundaron, léase las cámaras de gas, el holocausto, o los seis millones. Lo dije y lo mantengo

3 comentarios:

Anónimo dijo...

opino que le han tendido una trampa, una pregunta, a fin de perjudicar electoralmente a su hija.
Quizas se trata del mismo tipo de trampa mediatica que la television sueca tendio al obispo Williamson, quien fue condenado a pagar una multa de 12000 euros por opinar...

Juan Fernandez Krohn dijo...

Es posible, “anónimo”, y agua a tu molino vienen a traer las declaraciones de su nieta (preferida) Marion Maréchal-Le Pen que le desautoriza sin miramientos (en apariencia) Personalmente no lo creo, y si te oyes el video de la entrevista por la que viene el escándalo, verás que Le Pen lo explica él mismo. Cada vez que rompió tabúes, rompió a la vez los audímetros y cosechó votos a espuertas como los partidos de izquierda en Italia tras el concilio vaticano segundo.

Y esos avances electorales de su hija como él mismo dice no son más que relativos, la realidad es que las recientes elecciones departamentales se saldaron para ellos –pese al aumento espectacular en número de votos- por un fracaso de los que escuecen, el FN esperaba levarse un departamento al menos (el de Vaucluse, en el Sureste), y se habrá quedado compuesto y sin, novia por culpa de la coalición de los dos grandes partidos (“republicanos”) en contra suya.

Ganarán todos los votos que quieran pero siguen siendo el partido de los apestados, de los vencidos de la Segunda Guerra Mundial, y por si hiciera falta, el oriundo español hijo de separatista catalán –actual ministro del Interior- se encarga de recordarlo sin falta, y eso el fundador del FN a todas luces no lo pierde de vista.

Mitterrand les ayudó a despegar es cierto, pero era porque él también –franquista durante la guerra civil española, y petainista justo a seguir- arrastraba un pasado “inconfesable” de cuando la Segunda Guerra Mundial.

Su candidatura a la región Provenza-Alpes-Costa Azul lo dirá, si se mantiene o si sus adversarios se hacen con su piel en mano al final. Saludos (sin disfraz)

Ahí va el video de la discordia

http://www.dailymotion.com/video/x2liyh1

Juan Fernandez Krohn dijo...

FE DE ERRATA (antes que los aficionados a desmentir lo hagan) Manuel Valls, ministro del Interior en el anterior gobierno francés, es jefe de gobierno en la actualidad (más en mi abono), primer ministro de François Hollande