El alcalde de Beade (Orense) Senén Pousa -¡un respeto!- no es más franquista de lo que lo fue el fundador de su partido, Manuel Fraga Iribarne. En Cataluña como en Galicia: ¡fuera complejos!Franco era gallego. Muy gallego incluso, hasta el punto que los más fervientes de sus incondicionales era así como le conocían, en privado me estoy refiriendo. " 'El gallego' es un buen zorro como buen gallego", oí siempre en mi entorno familiar refiriéndose a él, en tonos inalterablemente admirativos por supuesto. Franco era gallego, no tal vez de "la carne de la tierra" -una expresión que le oí a alguien de mis relaciones (políticas e ideológicas) en mis años universitarios refiriéndose a un conocido gallego en términos laudatorios-, sí en cambio nativo del Ferrol, especie de santuario emblematico de la Galicia marinera. Pero fue siempre intratable a la vez en materia lingüística, sin querer saber nunca nada de la lengua o dialecto gallego. Y no me tomen a mal lo del dialecto los más recalcitrantes en la materia que puedan estar leyéndome, porque con ello no estoy diciendo más que lo que es obvio, a saber que el gallego es una variante del portugués -que aprendí y hablé en mis años preso en la cárcel portuguesa.
Aquí ya di cuenta de mi evolución o más bien de mi itinerario mental de unos años a esta parte en relación con el catalán al que me opone en lo sucesivo una barrera infranqueable en el terreno de la memoria (colectiva) sobre todo en el capitulo de la misma referente a la guerra civil española.
Antonio de Nebrija. Humanista español y consejero de Carlos V, que inspiraría a Dionisio Ridruejo el célebre eslogan "¡Español habla la lengua del Imperio!" al final de la guerra en Cataluña (del que luego se arrepentiría) Y la idea por lo que a universalidad respecta sigue siendo válida, en Galicia como en Cataluña¿Algo parecido o comparable al menos en relación con el gallego? Si y no. Porque la memoria registrada en catalán cobró un carácter beligerante durante prácticamente los tres años de guerra, en la medida que Cataluña no cayó en su totalidad en zona nacional más que en los últimos dos meses de guerra, Galicia estuvo en cambio desde el primer instante en zona nacional y por consiguiente la memoria en gallego sólo registra testimonios mas o menos esporádicos y excepcionales de una resistencia pasiva en zonas de retaguardia.
Si se exceptúa no obstante el fenómeno de la diáspora gallega en el exilio, en donde el gallego hablado o escrito parece haber tenido no obstante una importancia meramente episódica o residual, hasta el punto que se pueda hablar una memoria en versión criolla (y castellana), la de los gallegos exiliados en la América hispana (o ex/hispana), particularmente en Argentina. Y a fe mía que lo pude comprobar el tiempo que viví allí, como aquí ya lo tengo contado (...)
Y es por lo que, por ciertos aspectos, se podría catalogar al gallego y a la reivindicación lingüística en Galicia como un fenómeno puramente localista o regionalista como lo es la poesía (en gallego) de Rosalía de Castro por poner un ejemplo, intencionado, porque el otro que me viene a la mente, el de Curros Enríquez que consulté por curiosidad más que otra cosa en la Biblioteca Nacional de Madrid durante una de mis últimas visitas tiene ya mucha más miga y trae mucho más cola en el campo de la (anti) memoria histórica e ideológica. Por su anticlericalismo (de izquierdas) y por su apoyo descarado e incondicional aunque sólo fuera a la causa del nacionalismo cubano enzarzado en una guerra contra España en aquella isla española del Caribe, punto de destino principal del flujo migratorio proveniente de Galicia desde el siglo antepasado.
Y de antídoto en el plano de la memoria y en el área lingüística galaico/portuguesa al gerracivilismo galleguista podría servir -se me ocurre así de pronto, en estas elucubraciones a vuela pluma- la misma lengua portuguesa, si se tiene en cuenta el dato histórico irrefragable que Portugal sirvió de base de retaguardia a los nacionales durante nuestra guerra civil, de un extremo a otro de la frontera entre los Países sin solución de continuidad apenas transcurrido el primer mes de la guerra.
Jorge Botelho Moniz, oficial del ejército portugés y gran amigo de la España de Franco. Fue principal animador de Radio Club Portugués -que mantuvo la moral en pie de los defensores del Alcazar- durante la guerra civil española. El idioma portugés al contrario que el catalán no ofrece serias interferencias con el español en el plano de la memoria histórica en la edad contempóranea. Y el gallego no deja de ser una variante dialectal de aquél, no más que esoY sirva de botón de muestra ilustrativo un ejemplo emblemático de lo que se podría llamar la excepción que confirma la regla de lo que acabo de exponer -a saber esa beligerancia portuguesa a favor de Franco y de los nacionales (simbolizada en los partes y diario/hablados de Radio Club Portugués emitiendo desde Lisboa)- y es la memoria literaria de la guerra civil española en lengua portuguesa que registra algún caso atípico de autores favorables a los republicanos españoles, como la novela de título mas que ilustrativo "Señales de fuego" ("Sinais de fogo")- que me vi obligado a leerme y a comentar en el marco del trabajo de doctorado que le dediqué a la obra de Umbral en relación con nuestra guerra civil aquí en Bélgica, y que ofrecía el testimonio (autobiográfico) de un adolescente -el propio autor- de los primeros momentos del estallido de nuestra guerra civil vista desde el balcón hasta cierto punto privilegiado -inmersos en un ambiente pacato y provinciano- de la ciudad balneario de Figueira da Foz, extrañamente alterada aquel verano (caliente) del 36 por la presencia (prolongada) de veraneantes españoles -provenientes de Salamanca la ciudad española más cercana y afectos en su práctica totalidad al Alzamiento- y también de algunos otros casos, atípicos y minoritarios de refugiados republicanos que esperaban poder capear allí el temporal y que cambiasen rápido las tornas del otro lado de la frontera.
Lo que no fue el caso al final, como les ocurrió a algunos de los protagonistas de la novela que se ven forzados a abandonar el precario refugio que algunos portugueses republicanos les habían imprudentemente brindado, ellos también en espera (como muchos de sus paisanos y compatriotas apostaban) que pronto cambiaran las tornas, entre ellos un tío del autor (y protagonista principal de la novela) y que acabaron dando (sin gloria) la patada a tan incómodos huéspedes. La novela en cuestión sólo se vería publicada en Portugal, nota bene, tras la revolución del 25 de Abril (del 74) Con lo que quiero decir que en el plano de la memoria de nuestra guerra civil el portugués no me ofrece problemas mayores como si me los ofrece en cambio el catalán y más su claves de encubrimiento (guerracivilista) cuando se ve traducido al castellano (en Cataluña) como ya lo denuncié en algunos de mis escritos.
Y sea eso tal vez lo que explique que aprendí el portugués sin mayores problemas -como lo atestigua la cantidad notable de lusitanismos que se me pegarian en mi español escrito desde aquellos años, algo de lo que todavía no acabé de expurgarme del todo hasta el punto que estuve a punto de incurri en ello dos párrafos mas arriba, por culpa del portugés "inglorio" (o "ingloriamente") -sin gloria, en español- que castellanicé inconscientemente hasta hoy, como otros cuantos.
Y resida allí sin duda a la vez la clave del interés sincero que despertó en mí esa lengua peninsular mis años preso o en Portugal -el primer libro que me leí en ese idioma fue nota bene una novela de carácter histórico, emblemática en extremo del romanticismo portugés ("Eurico, o monge cavalheiro"), sobre la Reconquista y en particular sobre la batalla de Guadalete (...)-, y lo que hace tal vez también que vea mejor que otros españoles el aspecto dialectal del gallego, y también ese enfoque que es el mío -compartido sin duda por otros muchos-que hay que abordar el problema del galleo -o el gallego como problema- de la manera que se impone, tratándose de la variante dialectal de una lengua extranjera (...)
Y soy consciente diciendo esto que los restos de Don Manuel Fraga estarán tal vez -al leerme- revolviéndose en su tumba. Tales aguas, tales lodos. Y en ese fenómeno de enquistamiento lingüístico que habrá venido ofreciendo el movimiento galleguista cabe ubicar el caldo del cultivo de la eclosión en ciernes -sujeto a confirmación de un nuevo tipo e terrorismo de cariz separatista en aquella región española de lo que el último botón de muestra -sujeto a confirmación- parece serlo el atentado del que habrá sido víctima la alcaldia de Beade (comarca del Ribeiro, provincia de Orense) en un tiro por elevacion contra su alcalde, tildado en los medios de franquista (no más de lo que lo fue el augusto fundador de su partido)
2 comentarios:
Considerar al gallego como una variante dialectal del portugués es una opinión muy sui generis. Antes al contrario, el gallego es el que ha dio origen al portugués. Sin el primero no existiría el segundo. No olvidemos que el idioma originalmente nació al norte del Duero y se extendió hacia el sur. En todo caso es el portugués la variante dialectal con la ventaja de ser un idioma normativizado y normalizado como lengua de estado mucho antes que el idioma madre.
El dialecto se convirtió en la norma, me vienes a dar la razon. De todas formas, no sé si confundes dialecto con fase de evolución de una lengua porque en la medida que la avanzada en la por la parte galaico/portuguesa de la Reconquista se situaba al Sur del Miño -y después del Duero- se puede ver el gallego, a la inversa, como un arcaísmo del portugués, y no a éste como un dialecto de aquél. A mí desde luego, que llegué a dominar el portugués mucho mejor que ahora, después de casi treinta años de no practicarlo y de leerlo muy poco, el gallego me pareció siempre una fase intermedia entre el portugués y el castellano, y así creo que es (salvo meliore judicio) Saludos
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