Maqueta en reconstrucción de la iglesia abacial de Cluny, cuna del románico y punto de partida del Camino (francés) de Santiago. La Basílica del Pilar fue en sus orígenes medievales tras la Reconquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador, un templo románico. El anarquismo es una enfermedad del espíritu (colectivo) que se caracteriza por una negación de la Historia y de la Memoria
¿Iglesias ardiendo? Lagarto, lagarto. Decía Umbral tras uno de esos triunfos (fugaces y efímeros) del PP en los años de la era socialista interminable y ante el espectáculo de flamear de banderas españolas que ofrecían llegada la noche electoral las inmediaciones de la calle Génova, que de un país de banderas ardiendo (un decir) era muy de temer -en alusión inevitable a la guerra del 36, pesadilla de su vida (y de su obra)- que acabara ardiendo en banderas.
Y el atentado de ayer (que hay que llamarlo así por más que no causara víctimas) en la basílica del Pilar de Zaragoza es un signo de lo más funesto cargado de los presagios más negros que hacen temer que España pueda verse de nuevo -como en un pasado triste en la mente de todos no tan olvidado ni remoto- ardiendo en iglesias en conventos, y en consecuencia, matándonos unos a otros en las trincheras.
La segunda en la frente dice el refrán y el atentado de ahora parece de la misma hechura y marca y factura que ese otro en grado de tentativa que se produjo hace seis meses -otra bombona que allí no llegó a explotar en cambio- en la madrileña catedral de la Almudena. Y hace pensar fatalmente también en otros incidentes de un cariz análogo o parecido que habrán surcado la campaña de algaradas y agitación urbana protagonizada por el movimiento de indignados desde su eclosión hace dos años y medio que se vio preparada con apenas unas semanas de adelanto (psicológicamente al menos) por un incidente en la capilla universitaria de la Complutense que tal vez juzgué en su momento -a través de un de las crónicas de mi difunto blog- de una forma más clemente y lenitiva de lo que realmente se merecía, sin calibrar quizás en su justa medida toda la carga de frustración y descontento juvenil y de deflagración social y política que arrastraba tal y como se pondría de manifiesto apenas unas semanas más tarde.
Y me vienen a la mente algunos casos sonados como la manifestación laica aquella semana santa (del dos mil once) de lo más agresiva iconoclasta -y guerracivilista- por el barrio madrileño de Lavapiés, y el caso del joven (radical anti-sistema) de Vallecas que fue sorprendido en uno de los actos de protesta que siguieron a la (llamada) "ocupación del congreso" (del 25-S), el pasado año, con otra bombona de gas en la mochila, y del que también me ocupé en una de mis crónicas por la campaña que montaron por su liberación sus familiares, amigos y camaradas.
Hace ya más de treinta años que no piso un iglesia (en domingo y día de precepto quiero decir) y contra lo que pueda parecer así a algunos a primera vista no me convertí ni en un come-curas ni en un profanador o asaltador incendiario -ni en acto ni en potencia- de iglesias y lugares de culto. Nunca más (casi) asistí a misa ni a ningún otro acto de culto eclesiástico, es cierto, y sin embargo sí me habrá dado a menudo por visitar iglesias y monasterios y otras muestras de arquitectura religiosa -admirándolas por fuera como por dentro- por un interés artístico, espiritual incluso, sobre todo en el plano de la memoria.
Monseñor Mayol de Lupé (prelado de Su Santidad) capellán de la Legión de Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo (División Carlomagno) Los fascismos ensayaron otra/modernidad y al mismo tiempo, en sus manifestaciones externas traducirían a menudo una nostalgia irresistible de la Edad Media y del Ideal de Cruzada lo que se acentuaría en el frente del Este, en la lucha contra el comunismoLugares de memoria -en francés "lieux de mémoire"- principalísimos y privilegiados habría que calificar a iglesias, conventos y monasterios en lenguaje académico a riesgo de parecer pedantes, porque es lo que son o siguen siendo mas que cualquier otra cosa. Y como tal se merecen pues el verse perpetuados, aunque en la literatura memorística de cuño académico o universitario se haga sistemáticamente abstracción de unos y otras. La basílica del Pilar cristalizó la resistencia española a Napoleón y durante la guerra civil del 36 fue un foco (ardiente) de religiosidad popular y combativa a la vez, que galvanizarían en extremo la moral de la retaguardia (nacional) como lo ilustra el episodio de la bomba caída dentro de su recinto y que no explotó, de un valor simbólico y emocional no menor que el brazo (incorrupto) de Santa Teresa que serviría de talismán (o exvoto protector) al Caudillo en la retaguardia durante la guerra como lo recoge Umbral en su Leyenda del César Visionario (a su estilo y a su manera) Que pondría a aquél al abrigo de bombardeos en una época que no conocía los drones y los misiles de las guerras de nuestros días.
Algo -entre paréntesis- que comentaría un tanto estupefacto el Innombrable en su "guarida del lobo" -en Prusia Oriental- rodeado de sus más fieles durante la segunda guerra mundial, como un ejemplo sin duda de la impronta medieval que él veía en los españoles, tal y como testimoniaría la célebre frase suya aquella, "los españoles están en la Edad Media pero los nuestros están contentos de tenerles cerca" Así lo reflejarían al menos sus conversaciones (apócrifas) de sobremesa (...) Una nostalgia del Medievo desde luego, la que reflejan o traducen lugares de culto y de religiosidad, inseparable sin duda alguna de esa búsqueda incansable o aspiración irrenunciable en muchos de otra/modernidad radicalmente distinta de la que el hombre occidental habrá padecido desde hace siglos.
Comparaciones odiosas. Las Células Comunistas Combatientes en Bélgica (CCC) cometieron una serie de atentados sin víctimas entre 1983 et 1985, y fue preciso su primer atentado cruento con (2) victimas mortales para que el grupo fuera desmantelado y detenidos sus miembros, todos de clase media (y editor de profesión el jefe del grupo) ¿Harán falta también victimas mortales para desarticular este grupo anarquista fantasma y apresar a sus miembros? ¿Por qué no lo han sido hasta ahora -la pregunta del millón- tras la tentativa de atentado (hace seis meses) en la catedral de la Almudena?Los autores del atentado contra la basílica del Pilar -un grupo anarquista bautizado "Mateo Morral" (¡vivir para ver fantasmas míos!)- habrán hecho alusión en un comunicado a Franco...y a Juan Pablo II. ¡Pase Franco pero el papa polaco! (...) me replicará aquí el abogado del diablo de oficio. No importa, las riadas de fieles y adeptos que acompañaron las visitas a España de Juan Pablo II -que Umbral surcaría en una ocasión (en la plaza de Colón) cabizbajo y con el rostro desencajado, según me contarían testigos presenciales (...)- me parecen ahora un mal menor comparado con los gentíos pequeños y a la vez extrañamente intimidantes -por lo insidioso sobre todo- que llegaron a reunir los indignados.
El papa polaco además ya falleció y nadie conseguirá resucitarle, ni su proyectada canonización siquiera tampoco, los indignados en cambio -como se vio el pasado sábado- todavía renquean, como si nadie se atreviese a darles sepultura (la que sea) o la puntilla. Atentados como el que acaba de tener lugar además amenazan con resucitar fantasmas ya enterrados (o así lo parecían) y me refiero al anarquismo español del siglo pasado y del antepasado. Así, fuentes policiales ven en el atentado de Zaragoza la influencia y el sello de grupos anarquistas italianos, y también (notese bien) griegos, auque algunos depachos oculten cuidadosamente el detalle (...)
La peste y el cólera: entre el pacifismo hipócrita e insidioso de los indignados y la violencia terrorista del anarquismo en su tradición mas genuina, la juventud prenda de futuro (como diría el poeta) se sigue viendo blanco de maniobras de manipulación de sabios y flautistas mágicos de toda laya. Y en España a fe mía mucho más que en otros sitios (¿por qué sera?) (...)
Este libro de Leonardo Sciascia, "Los tíos de Sicilia" (traducido al español) contiene un cuento "El antimonio" que trata de la participación de voluntarios italianos en nuestra guerra civil y tiene una doble interpretación o lectura (como dicen los franceses) La bien/pensancia española que tanto habrá incensado a su autor (por ejemplo el diario El País) sólo retiene una, claro está, antifranquista y republicana; pero el cuento se termina con el retrato de un miliciano de la FAI, visto por aquellos voluntarios italianos, peor que una alimaña (...)No hay mal que por bien no venga decía no obstante el Caudillo y tal vez estas nuevas erupciones ácratas acaben curando a algunos de esa querencia irresistible -en el plano histórico- que les hace idealizar el recuerdo de la CNT y de la FAI, fieras rabiosas en la imagen que dejaron en la memoria colectiva de la gran mayoría (silenciosa)
Como una secuela principal así me lo parece a mí por lo menos de lo que di en llamar "el síndrome de la cárcel de Alicante", que cobra de nuevo actualidad al aproximarse de las fechas aniversario del culto/joseantoniano.
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