Sin cofia estarías mucho mejor, Teresa, y sin esos faldoneos que te imponen. Lo digo y que se piense lo que se quiera. Y se te aclararían las ideas y te dejarías de todos esos fregados politicos (catalanistas) que no te van nada. Te lo dice un admirador tuyo (en la discrepancia) que estuvo en Montjuich -y a mucha honra- y que piensa que si hubo "mascaradas" el 12 de Octubre en Cataluña -Germinans dixit- fue mas bien del lado de Tarragona. Un beso Teresa ¡Y arriba España!La Forcades es una joven religiosa benedictina catalana de la que me ocupé alguna vez en mi blog anterior siempre en defensa suya y tratando de comprenderla en sus actitudes y posturas. Como cuando se vio amonestada (y amenazada) por un cardenal de curia, de origen esloveno -creo-, de la vieja guardia (curial) del papa polaco Juan Pablo II, por culpa de sus declaraciones -sensacionalistas aunque en principio defendibles- en materia de despenalización del aborto (o interrupción del embarazo) y me pareció una joven en la encrucijada de su vida y por su estado -y hábitos (y cofia)- eclesiástico (de monja) que a todas luces le venía angosto, y como tal necesitada de ayuda como la que se le podía prestar desde un blog como el mío, siempre a distancia.
Creo recordar que mi comentario sobre ese asunto me mereció incluso un comentario benevolente y amistoso de su parte, pero después la habré seguido la pista muy de lejos -más aún- y con incomprensión creciente, para qué debería ocultarlo. Y ahora, en la resaca de las celebraciones del 12 de octubre en Barcelona que se vieron en simultáneo acompañadas de las beatificaciones de Tarragona y a mi gran estupefacción también, caigo en la red sobre unas declaraciones recientes suyas por las que se ve a las claras que de todas las opciones que se presentaban delante suya hace unos dos años apenas (y ni siquiera) habrá optado al final por la peor de todas, la de la monja metida en política, y a la izquierda además, por fuerza mayor como quien dice (¿y cómo podría ser de otra forma?)
Su caso me hace pensar en otro que habrá ocupado a menudo el primer plano de los medios en lengua francesa los últimos tiempos y es el de una religiosa siria/cristiana -sor Maria (de la Croix)- que se habrá destacado en los medios, en el transcurso de la guerra civil en su país, por su apoyo decidido y sin tapujos ni complejos al régimen de Bachar el Assad en defensa de su comunidad amenazada en su propia supervivencia por la insurrección de signo islamista. En el caso de la Forcades esa circunstancia exculpatoria se echa clamorosamente en falta no me digan. Nadie esta amenazando a Cataluña ni a los catalanes en su supervivencia -ni siquiera a los catalanes de estirpe (o de pura cepa)- sino que se da más bien la situación inversa, a saber un puñado de catalanistas traidores encaramados al poder en la Generalitat que amenazan desde hace ya un buen rato en un chantaje descarado e inadmisible con la secesión del resto de España.
La Forcades se pone a hablar ahora de "la república catalana del noventa y nueve por ciento" ¿Pero de qué habla? Ni siquiera a tenor de la afluencia importante pero tampoco (en modo alguno) abrumadora de "estrelladas" en las fachadas -como lo pude observar en mi viaje relámpago de este fin de semana a Barcelona- se puede permitir esas conclusiones y el manejar cifras semejantes (aunque soólo fuera porque se veían también muchos balcones engalanados con la bandera española) Pero no es lo que dice sino su persona en si lo que lo que más incita el desafío -a recoger el guante del mismo me refiero- en esta joven monja benedictina catalana. Por lo joven, por lo bella y agraciada -porque lo es- y por lo de monja (a la vez y sobre todo yo diría) Porque ahí como hubiera dicho nuestro señor Don Quijote nos topamos con la iglesia de nuevo ahora, en Cataluña.
Don Alejandro Lerroux, "León del Paralelo", el buen republicano, que encontró refugio en el Portugal (republicano) del Estado Nuovo al estallar la guerra. "¡Jovenes bárbaros, levantad el velo de las novicias y elevadlas a la noble categoría de madres!" Unas palabras proféticas hay que reconcerle. Y que cobran candente actualidad ante esos espectaculos monjiles y ancrónicos (cofia y hábito hasta los tobillos) en Cataluña aún frecuentes, como se se pudo contemplar el pasado sábado en TarragonaCon la iglesia catalana o si se prefiere con esa Cataluña truncalmente y petrificadoramente clerical que viene asomando la oreja o el plumero catalanista o separatista desde los tiempos del tardo/franquismo como lo había hecho anteriormente desde mucho antes del estallido de la guerra civil e incluso de la proclamación de la república. Hasta que llegó lo que tenía que llegar. Porque la iglesia catalana acabaría pagando en suma -de la forma tan cruel y atroz que todos conocemos- los errores históricos de su jerarquía (principal) y de la política religiosa (de signo descaradamente catalanista) de la Santa Sede, como lo denunció en su libro prohibido Rafael Sánchez Mazas, publicado durante la II república (en 1932) pero abordando un periodo cronológico que se extendía bastante atrás, hasta el pontificado mismo del papa Pío X y de su secretario de estado Merry del Val (de ascendencia catalana) al que el escritor falangista acusaba de haber hecho el juego -por su política funesta en relación con España y con nuestros asuntos internos- del catalanismo político.
Y se diría que está en la lógica de la historia (de España y de Cataluña) por no decir en la lógica de las cosas, que la llamada a enarbolar de nuevo la bandera de la secesión catalanista lo sea una joven monja (benedictina) Y poniéndola ahora en foco como lo hago soy consciente de los tabúes que rodean en la memoria colectiva de la España católica la figura de un monja, y mas aun de una monja joven y agraciada.
Algunos remontándose hasta la guerra civil y otros en cambio mucho más atrás a las guerras de religión y la eeclosión del protestantismo, que enarboló la bandera de la secularización -como lo ilustra las figuras de Martín Lutero y Catalina de Bora- mientras que el bando católico por reacción asumiria la defensa del estado eclesiástico. Pura coyuntura histórica, visto con la perspectiva del tiempo transcurrido. La guerra civil española además provocó un enroque psicológico en amplias capas de población víctimas de la violencia sectaria y anticlerical de la República y de las fuerzas que acabarían apoderándose de ella que favorecería el resurgimiento del estado eclesiástico, mas aún si cabe entre el sexo femenino, como lo ilustra la figura emblemática en extremo de la celebre madre Maravillas, que vivió en Madrid en zona roja durante la guerra civil y fue víctimade persecución y malos tratos a todas luces a manos de milicianos incontrolados
La Madre Maravillas se vio atrapada en Madrid en zona roja. Según ciertas fuentes contó con la protección personal de la Pasionaria. Francisco Umbral da a entender en una de sus novelas -"Las señoritas de Aviñón"- que sufrió abusos (¿violación?) por parte de milicianos de izquierdas. Aún en vida suya en el verano del 74 me entrevisté en su convento del cerro de los Angeles con una monja de su comunidad, poco antes de irme a Ecône. Para la madre Maravillas lo único que contaba en este mundo era la Regla (la suya propia), al precio de todos los empecinamientos y también de todos los compromisosQuien no ha sufrido qué es lo que sabe reza el texto bíblico, pero el sufrimiento es mala consejera, y la pobre madre Maravillas se yergue hoy fatalmente en el recuerdo de víctima y a la vez de personificacion emblemática de ese enroque -de perfiles propiamente monstruosos o incomprensibles a los ojos de algunos- que produjo el anticlericalismo izquierdista persecutor e iconoclasta durante la guerra civil española.
La Forcades vive hoy en cambio una situación poco comparable -por no decir nada- con las situaciones históricas que acabó de mencionar mas arriba, y por eso un enroque -en el sentido del reforzamiento de los lazos que la ligan (y apresan) al estado eclesiástico- parece menos explicable y justificable en ella así a primera vista. "¡Levantad el velo de las novicias y elevadlas a la noble categoría de madres!" era una frase del viejo anti-clerical Alejandro Lerroux -el León del Paralelo como se le conoció en la Barcelona de inicios del pasado siglo XX- que encontró un eco extraño de antiguo -entre risas y un brillo cómplice en las miradas- en medios rigurosamente católicos como lo era el mío propio y era sin duda por el poso innegable de verdad histórica y psicológica que esa frase encerraba (...)
La Forcades es monja joven inteligente y también y sobre todo un mujer bella e inteligente ¿Será capaz de serlo de una vez, de hacerse (plenamente) mujer quiero decir -superando así de una vez esas fiebres (de agitadora) que no la van de manera alguna- o se verá condenada a vestir santos (progres) hasta el final de sus días convertida en una vieja monja gruñona y separatista, tan gruñona y separatista como esas lideres catalanas guerracivillistas con las que ofrece tanta semejanza por paradójico que parezca en visión retrospectiva?
Y de la respuesta a ese desafío personal que enfrenta con su propio destino la joven monja benedictina catalana dependerá tal vez en parte la evolución de los acontecimientos en Cataluña los tiempos difíciles que se avecinan
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