La muerte atroz -torturado y profanado antes de morir- del coronel Gadafi fue uno de los grandes hitos históricos, sino el mayor de este tercer milenio en sus inicios. Signo/magno de los tiempos de esos que pedía escrutar a los fieles el concilio vaticano segundo. Y lo digo con toda la libertad interior que me da el no haber tenido nada que ver con él -al contrario que otros (...)- ni en su vida ni en su muerte. Y el derrumbe de su régimen echó abajo un dique imprescindible frente a la invasión silenciosa y lo que era una vía de agua se ha convertido en un tsunami devastador al que nadie sabe cómo hacer frente¡Lampedusa, Lampedusa! (...) El coro unánime de lamentos plañideros en los medios ante el naufragio ayer -con una cifra astronómica de muertos (ahogados)- de una embarcación de emigrantes provenientes de las costas libias trae a mi mente un ejemplo de los más emblemáticos de canción de denuncia -años sesenta y setenta- "Don't cry for me Argentine!" interpretada por la cantante Madonna y extraída de la pieza musical inglesa "Evita" y que seria explotada (a fondo) contra las juntas militares en el poder allí cuando se estrenó la pieza -particularmente durante la guerra de las Malvinas- aunque el guión o la letra en sí fuera lo suficientemente ambigua que admitiera las lecturas o interpretaciones más contradictorias.
Algo parecido a lo que está ocurriendo con la tragedia ocurrida ayer ante la costas de aquella islita italiana del Mediterráneo a medio camino entre la isla de Malta y las costas de Túnez (y un poco más lejos, las de Libia) que abre un debate profundo sobre el problema de la inmigración particularmente de la proveniente de los países de África, pero que se habrá visto por así decir confiscado desde los primeros momentos por un mensaje en sentido único culpabilizador -recitado a coro por responsables políticos en la UEy altos funcionarios de ls instancias comunitarias- que señala con el dedo a Europa y a los gobiernos europeos y a cada uno de nosotros, por españoles y por europeos y occidentales en definitiva.
Un animado debate en la radio estatal belga francófona hoy muy de mañana no obstante venía al final a poner un poco los puntos sobre las íes devolviendo la acusación a gobiernos africanos atrasados, corruptos ineptos e irresponsables, e incluso a los inmigrantes africanos instalados en Europa culpables de desinformación y de dar en sus idas y venidas una imagen distorsionada de la situación en los respectivos países europeos de acogida y contribuyendo fatalmente así a alimentar el sueño (o fata morgana) de las poblaciones autóctonas en sus países de origen, que ven en Europa un nuevo Eldorado y en la emigración en dirección de los países de la UE la panacea a todos los males de los que se sienten víctimas y afligidos en sus países de origen. Pero la ruleta de la culpa no deja de girar mientras se pasa en revista las informaciones y comentarios sobre el tema en las últimas horas.
¡No llores por mí, Argentina! Como el eco de un lamento secular, el de los sufrimientos y calamidades sufridos por esa nación hispana (o ex-hispana) desde su independencia, que acabarían haciendo de los militares argentinos -ya fueran "azules" o "gorilas"- su chivo expiatorio predilecto. A mayor gloria y provecho de los británicos en las MalvinasAsí, un periodista italiano de izquierdas -próximo por lo que leo al partido Comunista- y radicado de antiguo en Francia acaba de publicar un interesante artículo en el semanario (de izquierdas) "Le Nouvel Observateur" (fuera de toda sospecha) en el que afirma haber previsto y prevenido en consecuencia de la tragedia que acaba de producirse al ministro francés de exteriores del gobierno Sarkozy, Alain Juppé en una de sus conferencias de prensa durante la intervención aliada en Libia a lo que el aludido habría dado (como podía ser menos?) la callada por respuesta.
Con lo que viene a poner en evidencia una de las secuelas mas catastróficas y calamitosas de las llamadas primaveras árabes. Las denostadas dictaduras tiránicas y despóticas y corruptas del mundo árabe/musulmán que acabaron derrumbándose como consecuencias de aquella imponían mal que bien y por las razones que fuera un control (relativo) al flujo migratorio en dirección de este lado del Mediterráneo. Tras el derrocamiento de aquellos regímenes autoritarios -benéficos al mismo tiempo en no pocos aspectos por cínico que suene el recordarlo- aquel dique imprescindible se vendría estrepitosamente abajo.
Y en esa óptica el lugar de procedencia de la embarcación naufragada -las costas libias- viene a ser ahora más revelador imposible del vacío de poder sobrecogedor las horas que corren en lo países del Cuerno de África afectados directamente por la tragedia -la Somalía y la Eritrea- y en particular en Libia, el país de acogida donde el poder central sólo llega a controlar una parte exigua del propio territorio y desde donde esa flujo migratorio se ve propulsada del otro lado del mediterráneo con un ímpetu arrollador e incontenible -como un tsunami devastador- sin precedentes en la historia de los movimientos migratorios hasta la fecha. En esa perspectiva, los lamentos culpabilizantes no hacen mas que agravar la situación y complicar no sólo la resolución (mas o menos a corto plazo) del problema sino el justo planteamiento del mismo.
Así, el papa Francisco nada más conocerse la noticia de la catástrofe habrá puesto el grito en el cielo "¡es una vergüenza!", lanzándose de lleno a elucubrar y a epilogar (como gustan de decir los franceses) sobre el hambre en el mundo, el desempleo, el pan que llevarse a la boca, etcétera, etcétera (...) El que hace tres meses apenas, cantaba las glorias de la emigración precisamente en Lampedusa como una bendición para nuestros países occidentales y una gran oportunidad histórica (...) Y a sus ancas como si fuera se habrán hecho oír los lamentos de las principales figuras del gobierno italiano, y de altos responsables de la UE ganándose las criticas de un sector de la oposición de derechas, acusando de hipocresía los mensajes alentando la inmigración -como una fuente de riqueza (!?) (...)- emanantes de algunos responsables gubernamentales italianos en las últimas semanas.
Mohamed VI habrá sido contra todas las previsiones uno de los grandes supervivientes de las primaveras árabes, por las razones que sea (...) Los italianos habrán tenido la desgracia de tener a Libia en frente de sus costas, y los griegos a su vez, a Siria, y nuestra suerte en cambio -en materia de emigración me refiero- lo habrá sido (pese a todo) el reino de "los desiertos cercanos" (y toco madera) "Son mil veces preferibles a una hora de anarquía sesenta años de mal gobierno", dejó escritos uno de los principales doctrinarios del fundamentalismo musulmán (siglo XIII) Lo que se puede perfectamente aplicar al (vecino) reino de Marruecos. Esa es a mi juicio la gran moraleja para españoles de las primaveras árabesGrecia, Italia y España son tres países en primera línea del frente del enorme desafío que representa para toda Europa la inmigración en masa e incontrolada (y clandestina) Hasta el punto que se está convirtiendo en el problema dominante y en la madre de todos los conflictos (o batallas) como lo pone de manifiesto la situación en Grecia polarizada en torno a la existencia y la actuación de un partido ("Amanecer Dorado") que viene denunciando lo que nadie se atrevía denunciar, negándose todos a mirar la situación de frente y optando por la táctica del avestruz de meter la cabeza del ala, y es que Grecia es un pais "empezado" -sus núcleos urbanos sobre todo, a comenzar por su capital Atenas, como si se viera atacado por una invasión o una erupción o una epidemia no de moscas o de mosquitos pero sí de unos flujos de inmigración (problemática y conflictiva) que le es imposible canalizar ni asimilar por mínimamente que sea.
En España -hay que reconocerlo- nos habrá sido evitada una situación a la italiana o a la griega hasta ahora (en parte) gracias el reino de los desiertos cercanos, y eso es un dato irrefragable que hace que tengamos que replantearnos análisis geoestratégicos en vigor o en uso de algunos (entre los que me encuentro)- aún no hace mucho. Prefiero la injusticia al desorden, decía Goethe un aforismo que cobra de pronto inesperada actualidad las horas que corren
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