sábado, octubre 26, 2013

¿JUAN CARLOS REY ABSOLUTO?

Genio y figura hasta la sepultura. Cristóbal Martínez Bordiú, marqués de Villaverde, hijo del conde Argillo y yerno de su Excelencia. Umbral dice en uno de sus libros que fue él quien tomó la decisión de interrumpir el tubo respiratorio de su suegro en la agonía, aquella fecha aniversario del 20 de Noviembre (...) Un marqués falangista, piedra de escándalo al final de sus días de otros miembros de una nobleza española bastante olvidadiza (casi tanto como la Iglesia)
(Por descuido involuntario omití en el momento de colgar esta entrada sus primeros párrafos sin los cuales se entiende mal todo lo que sigue, lo que me he apresurado en subsanar en cuanto que me di cuenta)

He estado envuelto en una discusión en los foros de Mancha Real el pueblo jiennense del que procedo por la vía paterna que por su duración y extensión muestra bien lo poco trivial del tema abordado, a saber al beatificación en el marco de la ceremonia de beatificaciones en masa de Tarragona hace ahora dos semanas de un eclesiástico del pueblo Francisco Solís Pedrajas asesinado al cabo de un año de guerra civil y tras haber caído el pueblo en zona roja (desde el principio hasta el final de la contienda) Peanas para todos o para ninguno así se puede resumir como lo hice en uno de mis mensajes la postura que habré venido defendiendo con ocasión de este nuevo santo (o beato camino de los altares) que espor lo que se pone de relieve ahora todo menos una figura indiscutida entre sus paisanos.

Y me refiero a los muertos del bando nacional ya fueran laicos o eclesiásticos, civiles o militares o simples ciudadanos que son los que me atañen directamente aunque solo fuera por aquello de que "a cada cual sus héroes y sus muertos" que decía Heiddeger. Viví desde niño bajo la aadvocación de este nuevo santo (mártir) de la persecución religiosa en la guerra civil y fue en la medida que la calle de la vivienda de mis familiares donde pasé mis veranos de infancia y de adolescencia llevaba su nombre y lo seguiría ostentando hasta hoy por la circunstancia nada trivial tampoco que fue el único que se salvó de la quema en el callejero del pueblo tras al transición de todos los caídos (por Dios y por España) del bando nacional durante la guerra.

Y por eso esté yo tal vez en mejor posición o me sienta con más fuerza moral que otros a la hora de poner al destape el simbolismo (tan sintomático) de la beatificación de un eclesiástico como la que nos ocupa y es el de la memoria selectiva y a rachas olvidadiza de una iglesia que tan pronto olvida como recuerda un pasado traumático y conflictivo y trágico y doloroso, en función de la coyuntura o de las circunstancias de tiempo y lugar o de la coyuntura política que España habrá venido atravesando en estos setentas años ya transcurridos de aquel conflicto fratricida.
Mancha Real, el pueblo de donde procedo por la vía paterna no es -favoritismos (legítimos) aparte- un pueblo cualquiera como sólo al cabo de los años habré acabado cayendo cabalmente en la cuenta. Un pueblo emblemático en extremo, en la historia de la guerra civil -por las sacas de abril del 37, de las mayores de la guerra después de las de Paracuellos- y en la historia del régimen anterior también por la circunstancia nada trivial de tratarse de la patria chica familiar y lugar de nacimiento de Cristobal Martínez Bordiú, yerno de Franco. En la foto, Franco en la puerta del cortijo de Arroyovil, en enero de 1966. A su derecha (a la izquierda en la foto), José Maria Martínez Ortega, conde de Argillo y padre del marqués, en el momento que recibia la Medalla de Oro de la Villa de Mancha Real. Algunos, a favor del nuevo clima estrenado en la Transicion pretendieron a todas luces suplantar, en la imagen (iconográfica) de gran bienhechor del pueblo y en la memoria colectiva de sus habitantes, al Caudillo por el Señor Conde (consorte)
En los años de la transición como no habré dejado de recordarlo en esta discusión de ahora, la Iglesia opto por el olvido ahora en cambio parece optar por una memoria selectiva ya digo y marcada de un sello fatalmente oportunista. La discusión larga ya digo y no poco animada y también un tanto cacofónica en esos foros digitales habrá derivado al final hacia la figura de Franco elegido a todas luces por alguno o alguno de chivo expiatorio con la intención de clausurar el debate sobre el nuevo santo (o beato) por las buenas, y a mayor gloria del nuevo santo francisco/solís, como un nevo santo de Asis (en versión española) por la imagen que habrán dado de él sus hagiógrafos y postuladores de alguien que en aquellos años de miseria y atraso se puso del lado de los pobres...al precio de enemistarse -en los meses (nota bene) que precedieron el estallido de la guerra civil (...)- con los terratenientes chivos expiatorios igualmente de ese compromiso de memorias que practica la iglesia española sobre la guerra civil (como ya lo tengo denunciado)

Y fue a lo que me opuse resueltamente optando en cambio por recordar todos los beneficios -en una enumeración a fe mía de lo mas extensa- que me habrá valido una replica interesante por lo sintomática y significativa mas que otra cosa, de alguien -que sin duda me conoce bien- que venía a decir (de incógnito) que todo lo que yo atribuía en su calidad de bienhechor del pueblo de Mancha Real al jefe de estado anterior no se debía a él, que todo lo que había innegablemente prosperado el pueblo de mis antepasados aún durante el régimen anterior y antes pues de la transición y de la llegada de la democracia no se debía a Franco sino al Señor Conde, léase el conde de Argillo padre de Cristóbal Martínez Bordiú, marqués de Villaverde, que acabaría esposando a Carmen Franco, la hija del anterior jefe de estado.

Por lo que la discusión habrá acabado centrándose, a modo de colofón, sobre la nobleza o aristocracia (de sangre)à española y sus papel en la guerra civil y en los años del régimen de Franco y su desmarque (oportuno) de aquel pasado (comprometedor) al producirse la transición a imagen y semejanza del que acabaría consumando su jefe natural, el monarca anterior.

Y a vueltas de nuevo con el hueso duro de roer que la figura del inquilino de la Zarzuela no deja de ofrecerme, máxime después de haber decidido como un apuesta entre paréntesis una suepsnison de anteriores juicios míos sobre la persona del monarca -como lo dejé consignado en mi blog de Periodista Digital al poco de producirse el estallido de las primaveras árabes y de la eclosión del movimiento del 15-M (de los indignados españoles), y por vía de consecuencia, un replanteamiento (en profundidad)de la actitud tanto en el foro interno que externo para con él que debe ser la mía -ante el arreciar además de las criticas (perfectamente comprensibles y no poco despiadadas a veces) en mi entorno inmediato-, he acabado topándome con hitos históricos de lo mas esclarecedores en la materia, entresacados, como de un filón o mina inagotable, de la historia de estos Paises Bajos (del Sur, países bajos católicos o "espagnols") donde se encuentra actualmente enclavado Bélgica.
Ceremonia commemorativa -en la Grand Place de Bruselas- del Ommegang, en honor de Carlos V y de su hijo Felipe II, de 1549 (dos décadas antes de que estallase la insurreción protestante por estas tierras) Evoca la tradicion -remontándose al Medioevo y a los Duques de Brabante- de "la entrada triunfal" ("joyeuse entrée") de los nuevos soberanos -marido y mujer- en las villas y ciudades de su reino. Un vestigio inmarcesible de la naturaleza contractual de la monarquia medieval (en España como en los Países Bajos) La Monarquía española tradicional fue tan extraña al constitucionalismo (inglés) como a la figura del monarca absoluto
Y lo son la tradición de la entrada triunfal ("joyeuse entreé" en francés y en neerlandés flamenco "ommegang") del nuevo rey (y su pareja) y en concreto de la que protagonizó Felipe II rey de España y de los Paises Bajos que ejemplificaba históricamente el contrato entre el monarca y sus súbditos (y cortesanos), de lo que se sirvieron de pretexto más tarde los insurrectos protestantes para declarar la deposición del monarca, a sus ojos "ilegitimo" en lo sucesivo (de una ilegitimidad "de ejercicio")

No es ese punto no obstante el que interesa al hilo conductor de lo que aquí decir estoy queriendo, sino esa naturaleza contractual de la monarquía histórica española -ejemplicada en esa "entrada triunfal"- que no fue nunca ni en la fase de la dinastía borbónica una monarquía absoluta. En claro y en crudo no se nos permite exigir a nuestro patriotismo ni a la lealtad debida (en principio siquiera) al jefe del estado tampoco una acatamiento ciego e incondicional. Sino sólamente testimonios de sumisión y de pleitesía estrictamente condicionados o en función de la lista de agravios que muchos españoles arrastramos en el foro interno o también externos por cuenta de la figura del rey Juan Carlos.

Seguiré sin duda -mi palabra- extendiéndome sobre ello pero ya de entrada, cabe mencionar dos temas en lo que nuestra conciencia y nuestro sentido del honor y del patriotismo nos dictan intransigencia y un "non possumus" a saber al ley de la Memoria histórica que deslegitima no solo a los vencedores de la guerra civil sino también al mismo monarca que la habrá promulgado, y secundo, la situación en vías de degradación en Cataluña o en vías de agravamiento súbito en el pais/vasco.

Como no dejará de presentarse la ocasión ineludible de deber plantearlo en público, en las crisis de gravedad extrema del Estado y de sus instituciones que nos esperan como quien dice a la vuelta de la esquina

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