sábado, julio 23, 2016

¿CALLE TENIENTE CASTILLO? ¡LOS VECINOS DECIDAN!

Esta novela de Cela -insidiosa, partidista y tendenciosa, ambientada en las horas que precedieron e inmediatamente siguieron al estallido de la guerra civil-, es un botón de muestra elocuente que al contrario de lo que pretendía el que fue gran amigo de Cela, Francisco Umbral, con aquello de que pasados cincuenta años (sic) la historia se convierte en literatura, a veces no es así, sino que aquella se trasmuta o se prolonga o eterniza en cambio en una guerra interminable como es el caso de la guerra de los Ochenta (y Tantos) Años del 36 que todavía dura
¿La gota que desborda del vaso? Peor aún ¿la chispa en el barril de pólvora? Uno de los que figuran entre las propuestas alternativas a la lista de nombres depurados del callejero madrileño confeccionada por el Comisionado de memoria histórica -actuando por encargo de la alcaldesa Carmena- sea tal vez esa provocación de más (“de trop”) que de al traste con la estrategia llamémosle de la vaselina que esta siguiendo cautelosamente el equipo municipal tras sucesivos fracasos en la materia- a saber, la de meterla despacito (y con perdón) sin que se note.

Pero lo del teniente Castillo instructor de las milicias socialistas y pistolero en uniforme -delincuente (sic) le llama sin rodeos en su último libro Pío Moa- es ruidoso y llamativo por demás, y hasta algunos que viene caucionando con su presencia -aunque voten en contra- un proceso guerra civilista de deslegitimación -de todo lo que se encuentra a la derecha de la izquierda- que también les afecta a ellos, parece que hayan dicho -y digo que parece- hasta aquí no más (y digo y digo bien que lo parece) El teniente Castillo como Juanita Rico son dos figuras que se ven reservado con preferencia a muchos otros caídos de ese bando de antes de estallar la guerra -durante los años de la República- un culto propiamente de martirologio en la izquierda española y en la historiografía de izquierdas sobre nuestra guerra civil.

Curiosamente, en los meses que permanecí en Madrid antes de dar el salto a Bélgica hasta hoy -en el invierno del 86-87- deambulando una vez por la Carrera de San Jerónimo (en la situación de puertas herméticamente cerradas en la que me encontré entonces) a la altura de la iglesia del cristo de Medinaceli vine a dar con un local del que no recuerdo exactamente lo que albergaba y en la puerta de entrada del cual se veía anunciada un conferencia de un grupo feminista en relación con la guerra civil. Me pudo más la curiosidad -sin duda por tratarse de entrada libre- y acabé por entrar allí asistiendo a aquella reunión en el transcurso de la cual intervino la que se presentó como siendo la viuda del teniente Castillo, una mujer ya de cierta edad como cabe suponer, pero que parecía conservarse muy bien, y en plena forma mental (y física) por el vigor y la elocuencia con la que se expresaba.
Retuve de aquello la atmósfera de devoción que reinaba a su alrededor en aquella reunión, entre los ponentes como entre el publico que asistía, y retuve también -aunque borrosamente- parte de su testimonio, sin duda del periodo de la posguerra inmediata, cuando de vuelta a su región de origen (en Extremadura, creo recordar) vino a dar con el jefe de puesto de la Guardia Civil de su localidad que era buena persona (sic) y que los trató bien a ella y a los suyos. Un viuda alegre, esa es la impresión que me dio del contacto aquél y del testimonio suyo en aquel acto feminista, la viuda del teniente guerra civilista. En claro contraste con los cánones de luto riguroso -de solidaridad obrera y revolucionaria- que regían entre la izquierda obrera de la guerra civil en zona roja -y de la posguerra inmediata- más si cabe que en otro bando. Esas viudas o madres/coraje (de negro) tan trágicas -al borde del esperpento- que pintan algunas novelas guerra civilistas sobre la guerra del 36 (por ejemplo en el titulo de Dulce Chacón, la Voz Dormida)

Nada de eso desde luego en la viuda aquella tan emblemática tantos años ya transcurridos de la guerra civil española. El teniente Castillo, detalle todo menos anodino, era natural de Alcalá la Real, un localidad situada en una zona serrana de la mitad meridional de la provincia de Jaén, al Sur de una línea divisoria -la que traza el río Guadalquivir a su paso por la provincia- de un innegable carácter político e ideológico que pervive hoy día de unas elecciones a otras en el mapa electoral de la provincia, tras cuarenta años ya transcurridos desde los tiempos de la transición democrática. Alcalá la Real está situada en la Sierra de Jaén, que junto con Sierra Mágina fueron tierras de maquis en los cuarenta, lo que da cuenta de un arraigo de la izquierda en esas zonas de la provincia mayor que en la zona norte de la misma y mucho mas que en Jaén, la capital, desde luego.

Era hijo de un abogado de convicciones liberales y de ascendencia aristocrática (nota bene) por la rama materna. ¿Un renegado, un traidor a su propia clase? ¿Y por qué no podríamos esgrimir los mismas categorías de las que se sirve inmune y a discreción la izquierda guerra civilista, asumiendo así de una vez por todas lo que tuvo de lucha de clases -aunque no en exclusiva- la guerra civil española? Ciertas fuentes van hasta prestarle un parentesco próximo con la familia Sáenz de Heredia, de la que provenía el fundador de la Falange, por la rama materna, y a la que pertenencia el primo de José Antonio , Andrés Sáenz de Heredia muerto de disparos en el transcurso del entierro de alférez de los Reyes (10 de abril de 19936), lo que se atribuyó siempre al teniente Castillo y de lo que hoy cierta historiografía tiene a desligarle directamente sin dejar de admitir su presencia -con mando (nota bene)- en incidente aquel, que se saldó también otras victimas en particular un joven tradicionalista, Llaguno, al que sus compañeros dieron por muerto de resultas de las heridas que sufriría.

En la novela -propiamemte ilegible-, San Camilo 1936, ambientada en la guerra civil, su autor, Cela (¿sabia acaso mas de aquel asunto de lo que confesaba?), pinta al autor de los disparos huyendo de Madrid y refugiándose en un convento o monasterio lejos de la capital, y de Juanita Rico escribe a su vez en plan tóxico y en un claro propósito insidioso y tendencioso en esa misma obra que en el momento de caer muerta (por disparos) la joven socialista venia de la sierra (sic) cuando es un dato comúnmente admitido que venia de la Casa de Campo donde presenció -y participó a su manera- en el incidente que le costo la vida al joven falangista Juan Cuéllar.

Un botón de muestra más, de que la historia lejos de convertirse en literatura al cabo de cincuenta años -como lo escribió brillante y declamatorio Francisco Umbral- se perpetua en guerra civil llegado el caso, como lo ilustra la guerra de los Ochenta Años (u Ochenta y Tantos) que comenzó oficialmente en el 36 y que dura todavía. Y en otra novela sobre la guerra civil, “Les etoiles froides” (no traducida del francés), su autor, el escritor oriundo Michel del Castillo calificaba el asesinato de Calvo Sotelo -en una represalia directa por la del teniente Castillo- de la muerte que abrió la caja de Pandora de la guerra civil ("la mort de trop")

Y esa guerra de propaganda- que no ceja, siempre en llamas- buscando a elucidar responsabilidades del estallido de la guerra civil (de quién empezó primero) ofrece una prueba suplementaria si necesidad había que la guerra continúa. ¿Una calle al teniente guerra civilista, en el mismo barrio donde vivió -y murió- Calvo Sotelo? ¡La palabra a los vecinos del barrio (de Salamanca)!

1 comentario:

Anónimo dijo...


http://larespuestadeeuropa.blogspot.com.es/2016_03_01_archive.html

Terminaré estas notas con la opinión que me merecen la gente de ‘Podemos’. Los representantes de ‘Podemos’ son gente despreciable. No cabe duda. Explotan las miserias del pueblo. No digo que no haya gente inocente y bienintencionada entre sus filas. Pero sus ‘principales’, sus promotores, son la escoria. Se comportan con sus semejantes como los animales carroñeros, u oportunistas (compárese la conducta de estos con la de los activistas de ‘izquierda’). Cumplen un papel complementario del capital explotador en nuestras sociedades demo-liberales. De un lado se explota la fuerza de trabajo de las clases más necesitadas, del otro se explota sus penalidades y miserias. Son fuerzas complementarias del ‘sistema’. La labor de estos partidos políticos radicales de ‘izquierda’ es altamente destructiva en nuestras sociedades –mantienen a la población dividida y enfrentada. La ‘lucha de clases’ es uno de sus eslóganes favoritos. Ya sabemos que para esta escoria, cuanto peor, mejor. No se les puede llamar anti-sistema, pues son fuerzas que el ‘sistema’ requiere, necesita; son fuerzas, como digo, complementarias del régimen de explotación que padecemos; son fuerzas del ‘sistema’.Las izquierdas radicales, los anti-sistema, los anti-fascistas… Los doberman del ‘sistema’ cumplen labores necesarias y complementarias en el ecosistema económico-político de nuestras sociedades demo-liberales. Depredadores, carroñeros, oportunistas… mutuamente se fortalecen, se alimentan, se dan vida. *¿Hay alguna salida a nuestra situación? En lo inmediato, la repetición de elecciones. Los partidos tradicionales no independentistas deben tener como prioridad en su campaña el desenmascarar de una vez por todas a los impostores de ‘Podemos’, que están distorsionando la vida política de los españoles. Bastaría que usaran los videos de ‘la tuerka’, y otros, que circulan por ‘youtube’, básicamente los de Monedero e Iglesias. Las declaraciones de viva voz que encontramos en estos videos son perfectos autorretratos de estos vulgares embaucadores. Hay que mostrarlos una y otra vez, que circulen profusamente. Que sus víctimas, el ‘pueblo’ necesitado, los conozcan en profundidad. Que adviertan su cinismo, su venalidad, su codicia de poder, su arrogancia, su pedantería… su estupidez, en suma. *