miércoles, julio 27, 2016

MINiSTRO DEL INTERIOR, MI APOYO

El autor de este blog, Francisco José Fernández de la Cigoña, que pasó por varias blogosferas y actualmente se asienta en Infovaticana acaba de lanzar un ataque insidioso -en nombre de la religión- contra el actual ministro del Interior de innegable intencionalidad política en el contexto de la crisis de gobierno (prolongada) por la que España atraviesa. Más sintomático si cabe habida cuenta de la personalidad del detractor, de ascendencia gallega y ligado -de notoriedad publica- por lazos familiares a la familia del fundador del PP, Manuel Fraga Iribarne, que hacen de aquél un exponente emblemático en extremo de ese sector de disidentes del PP -con arraigo mayormente en Galicia, patria chica de Mariano Rajoy- que se la tienen jurada al actual jefe de gobierno, por unas razones u otras. Una disidencia peligrosa en razón de la fracción del voto católico potencialmente decisoria que representan o representar parecen: la que nos trajo a Zapatero por cuenta del no a la guerra del Irak aquél -y también nota bene su ley de la Memoria- y que ahora no deja de amenazar con traernos de matute -a escondidas, o de rebote- a Zetapedro (abortista nota bene sin distingos de plazos o supuestos, ni complejos), por cuenta del no al aborto, una coartada preciosa del silencio de algunos -como en el caso que nos ocupa- ante la plaga de abusos de menores a manos de eclesiásticos -por miles e incluso centenas de miles-, en el mundo entero. El que escandalizase a uno de mis pequeñuelos, etcétera etcétera (reza la biblia canónica) El escándalo de los bien pensantes parece predominar no obstante -frente al de miles y cientos de miles de criaturas abusadas en el mundo entero- en la iglesia del concilio (y del papa argentino)
Jorge Fernández Díaz es sin duda de todos los ministros del actual gobierno el más odiado por el guerra civilismo beligerante e irreconciliable. Va (de antiguo) de socio numerario (o super numerario, que se me corrija) del Opus Dei y ese es sin duda su derecho. Ya apunté aquí alguna vez que el Opus Dei fue y sigue siendo una gran fatalidad española, como la rendición de Franco a los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial, de la que los socios de la Obra serian fieles ejecutores y albaceas haciendo así de puente entre el régimen bajo el que la Obra nació y creció (y tanto impregnó se diseminó) y el mediador vaticano cerca del Alto Mando aliado, que lo fue en el momento de la rendición monseñor Juan Bautista Montini, el futuro Pablo VI.

Todo se explica así -ya lo declaré aquí en más de una ocasión- y sin ese dato histórico insoslayable y su corolario en materia de política religiosa nada se explica de la historia española de los últimos setenta años. El fundador del Opus Dei -y superior jerárquico supremo e inamovible de la Obra hasta la hora de su muerte-, Escrivá de Balaguer, vivió siempre en Roma en la posguerra europea y aunque lenguas piadosas -de acérrimos partidarios del régimen anterior- lo hacían residir allí porque Franco (según ellos) prefería tenerlo lejos, en realidad cumplía así los requisitos inherentes al papel que desempeñaría siempre a la perfección de secretario de estado para asuntos españoles (por llamarlo así) que asumiría sin reservas y que cumpliría siempre a la perfección, en nombre del papa de Roma..

E ilustra ese poder omnímodo en materia de política religiosa léase en política a secas -habida cuenta de lo intrínsecamente mezclado que fueron lo uno y lo otro (la Política y la Religión) en la España de la posguerra- un escándalo que se produjo en los tiempos del tardo franquismo (léase el franquismo en sus postrimerías) que perturbó no poco al adolescente que era entonces el autor de estas lineas, y fue la súbita tensión al interior de la iglesia española y en paralelo entre Roma y el Régimen Español con ocasión de la publicación -o mejor dicho la filtración a los medios- de un documento oficial de la (sagrada) Congregación para el Clero -uno de los dicasterios (léase ministerios) vaticanos de mas poder e influencia en aquel entonces- que el ala progre eclesial atribuía a presiones del Opus Dei, en contra del (entonces) nuevo arzobispo de Madrid y secretario de la Conferencia Episcopal española, el cardenal Tarancón, que venia esforzándose y aposando fuerte por desengancharse de un régimen que se había mostrado siempre anteriormente uña y carne con la iglesia y con el papa y el Vaticano.

Y el suceso aquél que degeneró en incidente diplomático, y llenó las primeas planas de los medios españoles y también de no pocos extranjeros (italianos por lo menos) no venia menos a marcar (en la visión retrospectiva del tiempo ya transcurrido hasta hoy) un antes y después en las relaciones iglesia estado del régimen de Franco con la Roma pontificia, lo que era el principio del declive de la posición del Opus Dei y de su fundador en lo que había sido hasta entonces el gobierno pontificio -por mediadores seglares y eclesiásticos interpuestos- de la España (franquista) de la posguerra, tras el 45. Corrían malos tiempos y malos vientos para la Obra de Dios en la política española pero ya vendrían tiempos mejores debieron decirse sus píos dirigentes, tan clarividentes ellos.

Y efectivamente su regreso triunfal a la palestra de la política española -en su variante de política religiosa- se produciría con la subida al trono pontificio Juan Pablo II que no creía en ellos, porque arrastraba otra filosofía (y otra teología) en su mente y otra memoria y otra ideología muy distintas a la que había modelado a la Obra e inspirado a sus fundadores, pero que supo servirse de ellos a las mil maravillas en sus designios globalizadores, léase en su pastoral planetaria tan jaleada y aclamada por los medios de la prensa global como nunca lo había sido pontifica alguno antes que él, en el mundo entero. Y el apogeo de la vuelta triunfal de la Obra al favor pontificio durante la era Wojtyla lo sería la canonización de su santo/fundador, que no cosechó no obstante una unanimidad completa en los medios españoles, como lo ilustrarían -entre otros testimonios de detractores- las declaraciones polémicas en simultáneo con la canonización de Escrivá del escritor falangista Torrente Ballester. A mí quiso llevarme al paredón, titulo sensacionalista un importante diario madrileño, en alusión a las intrigas de las que el mencionado escritor habría sido victima de parte de san/josé/maría durante lea guerra en Burgos, por culpa de una de sus piezas teatrales que Escrivá habría considerado licenciosa.

Bélgica y la Obra, el Opus Dei en Bélgica. La madre del cordero de una historia de España en los últimos setenta años escrita en clave de política religiosa. El escritor belga católico y confesadamente maurrasiano Marcel de Corte que ya evoqué en estas entradas, acusaba al rey Balduino de estar completamente dominado por su esposa la Reina Fabiola -en la que la vox populi en Bélgica vio de antiguo un protectora o bienhechora a mayor o menor distancia de la Obra- “que como todos los españoles ven en el Papa a Dios enla tierra” Y cabe apostillar a la observación de este ex-hispano del Norte -que es lo que o dejan de ser muchos belgas (lo reconozcan o no lo reconozcan)- que eso fue cierto a partir de un omento y durante un período no obstante circunscrito de la España en la posguerra, a saber, desde el 45, hasta la terminación del concilio vaticano segundo y el inicio del pos concilio (aunque había dejado de serlo hacía ya mucho en el momento de las declaraciones aquellas del escritor belga): secuela fatal e inevitable de la rendición del régimen de Franco a los aliados en el 45 y la clericalización -en un proceso paralelo a la desnazificación impuesta por los vencedores de la segunda guerra mundial- que se seguiría de lo que habré venido desde ya hace un rato en estas entradas.

El Opus Dei aparece no obstante hoy dividido en lo que a la política española se refiere. Como lo ilustra el caso del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, blanco de los ataques de uno de sus hermanos en la fe, el vaticanista Fernández de la Cigoña, próximo de antiguo del Opus Dei que vende ahora la piel del oso -del gobierno actual y de todos sus integrantes- en un reciente articulo de su blog por razón de anti-abortismo, y es que no perdona los cien mil (sic) asesinatos del gobierno actual -léase de fetos no nacidos- y por eso esta dispuesto -como un conde don julián redivivo- a propiciar o dejar paso a una alternativa de frente popular presidida por Zetapedro. Ello después de haber (generosamente) perdonado a los legionarios de cristo todo aquello de lo que se vieron acusado -el fundador de aquellos y sus más íntimos colaboradores- en materia de abusos sexuales de menores a su cargo y de su congregación, y con el todos los casos -por miles y cientos de miles- de abusos de menores a manos de eclesiásticos en el mundo entero en las últimas décadas.

¿Más muertos los fetos, que la infancia de criaturas abusadas? Aquí dejo abierto el tema a debate, que todos aquí ya saben mi postura clara al respeto. En defensa de la infancia indefensa, contra viento y marea. Y contra los tartufos de toda laya. ¿Acaso lo es también el ministerio del interior,  con el sambenito a cuestas que le colgaron algunos? Hasta prueba de lo contrario, se esta viendo victima más bien de grave tartufería las horas que corren. Injustamente. Porque la ley de Seguridad Ciudadana, obra suya -que habrá conseguido acabar nota bene con la peste de la indignación callejera- le redime a los ojos de muchos, y del que esto escribe por supuesto. Sin trampa ni cartón. Y que se piense de mi lo que se quiera

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