viernes, julio 15, 2016

18 DE JULIO HOMENAJE Y REIVINDICACIÓN

Instantánea de la jornada insurreccional del 6 de febrero del 34 de la Plaza de la Concordia en París, que aparecía en uno de los números de la revista F.E. (de Falange Española) La Acción Francesa -uno de los movimientos protagonistas de la jornada aquella- fue cronológicamente y también en el plano intelectual precursora de todos los movimientos fascistas y fascistizados de los países occidentales. Maurras a la vez que negaba valor de fuente legitimación a un texto constitucional se lo atribuía al golpe de estado (“le coup de force”) , restaurador -”desde arriba”- de la verdadera legitimidad histórica y del Estado de derecho. Y eso es lo que fue el Diez Ocho de Julio. Un eco a su vez de la revolución desde arriba -o el golpe quirúrgico- que defendió el regeneracionismo español en algunas de sus principales figuras (desde Antonio Maura a Miguel de Unamuno, pasando por el general Primo de Rivera)
La Legitimidad es una noción que nació en reacción a la Revolución Francesa y que al hilo de los vaivenes del proceso histórico transcurrido desde entonces acabaría “recuperando” léase apropiándose la izquierda española en el marco de la guerra civil interminable que cumple ahora (oficialmente) ochenta años entre españoles. Y fue a través de un proceso de deslegitimación -en paralelo con aquella- que discurriría a través de la Transición y cobraría su mayor auge tras la vuelta de la izquierda al poder a seguir a los atentados del 11 de marzo y la aprobación de la llamada Ley de la Memoria Histórica.

Y el mito (e hito) fundador, referente y justificante supremo de ese proceso de deslegitimación de la izquierda española, lo fue sin duda el de la Segunda República y sus cortes/constituyentes. Con lo que viene a cerrarse el circulo de la lógica inherente a cada periodo histórico y es en l a medida que lo que para unos era fuente de legitimación para otros no dejó de ser un hecho revolucionario que marcó un punto de ruptura al origen de la guerra civil interminable que todavía dura.

En mi juventud (confiteor) me vi muy marcado por un obra histórico-ideológica (que así es como se podía encasillar), “Revolución y Contra-Revolución” del profesor Plino Correa de Oliveira, fundador de la TFP brasileña y mentor e inspirador supremo de otras organizaciones consortes que harían irrupción en la órbita de aquella tanto en América como en Europa. Durante mucho tiempo hasta hoy, pasados aquellos entusiasmos juveniles tuve aquella obra del profesor Plinio -en la que sus seguidores veían una especie de biblia histórica de bolsillo-, por periclitada y obsoleta.

Y sin duda que me precipité en mi juicio, y que lo que di por caduco no venía a ser en realidad mas que un análisis sin duda lucido y certero pero insuficiente por adolecer de graves lagunas, y en particular una del tipo histórico. Y es que en la enumeración tan paradigmática que se vierte en esa obra del profesor Plinio de los hitos revolucionarios por excelencia en la historia de Occidente -a saber el protestantismo, la Revolución Francesa y la la Revolución Rusa- hay otro, fundamental a mi juicio, retenido en cambio por otros autores y que brilla en esa obra por su ausencia, que habría que situar cronológicamente entre el primero y el segundo de aquellos tres- a saber la Revolución inglesa -en inglés, English Civil War (1642-1689)- que se vería rubricada y ratificada, al final del proceso, en la llamada Gloriosa (léase liberal, en inglés “wigh”)

¿Una laguna o lapsus todo menos trivial en el mencionado autor brasileño si se piensa en el sello “british” innegable en la historia del Portugal contemporáneo y por extensión del Brasil su antigua colonia? Como sea, la constitución británica escrita y no escrita -the Common Law- que serviría de fuente de inspiración a un autor contrarrevolucionario de la mayor magnitud, el inglés Burke, y a su a ncas, el autor suizo calvinista Mallet du Pan y a la corriente francesa contrarrevolucionario -De Maistre De Bonald, Blanc de Saint Bonnet- que tenían por común denominador todos ellos una admiración sin limites por la constitución inglesa.

Y en esa tradición contrarrevolucionaria (a la inglesa) la Constitución -escrita o no escrita- se vería erigida en principio supremo de legitimación. Maurras, heredero ideológico de los contrarrevolucionarios franceses del diez y nueve seria el primero en arrumbar en el cuarto de los trastos viejos aquel constitucionalismo conservador o anti-revolucionario de inspiración inglesa y en propugnar una nueva fuente de legitimación, el golpe de estado (en francés, coup de force” o en otros términos la restauración de la legitimidad -léase de la realeza- desde arriba y lo hizo particularmente en algunos de sus escritos mas divulgados, en particular en un texto titulado “Si le coup de force est possible”) y en un articulo periodístico que se vería incluido en una obras maurrasiana de las más emblemáticas, “l'Avenir de l'Intelligence” y que en una re edición en folleto aparte (1923) se mereció nota bene un prologo del muy joven André Malraux (22 años entonces) En ese opúsculo evoca Maurras un personaje femenino de la Revolución Francesa y de la Restauración en Francia a quien atribuye un protagonismo decisivo -equivalente al del general y almirante inglés Monck (de ahí el sobrenombre que da titulo al texto) en la restauración de la monarquía en la persona del rey católico Carlos II, tras la experiencia republicana de Oliver Cromwell- en el triunfo de la Restauración en Francia, y el regreso de los Borbones que Maurras erige en modelo de una Restauración de la realeza “por arriba” (“par le haut”)

Y Maurras no solo propugnó el golpe de estado en el plano teórico sino que intento ponerlo en practica y fue con la tentativa del asalto al edificio de la Asamblea Nacional (equivalente al Parlamento español, le Palais Bourbon- durante la jornada insurreccional del 6 de Febrero de 1934 protagonizada por la Acción Francesa y otras ligas de extrema derecha en la Plaza de la Concordia en París que fracaso in extremis por la intervención de las fuerzas del orden saldada con un pesado balance de decenas de muertos (…) Y sin duda que aquella intentona de la derecha francesa -que sentaría un (pesado) precedente histórico- fracasó por culpa no solo de insuficiencia en la preparación sino por lo que tuvo de callejero o de revolucionario, o si se eme apura de indignación callejera subversiva, léase una revolución de signo contrario y no lo contrario de la revolución (De Maistre)

Lejos desde luego de la formula revolución desde arriba, una tesis de la que Maurras nunca abjuró, y que propició por su parte el regeneracionismo español en algunas de sus figuras mas emblemáticas como lo fueron Joaquín Costa, Antonio Maura o el general Primo de Rivera, y por supuesto el hijo de éste, José Antonio. Y ye hizo también suya al producirse el Alzamiento Miguel de Unamuno. En unas recientes declaraciones que ya comenté en mi blog, Pío Moa exhuma el derecho a la rebelión frente a la tiranía, defendido por los autores españoles del Siglo de Oro en su justificación del 18 de Julio, que se vería plasmada nota bene en la doctrina del tiranicidio, que alcanzaría su auge durante las guerras de Flandes y la Guerra de los Treinta Años y conocería su declive irremediable tras el desenlace de aquellas en el Nuevo Orden, europeo que trajo consigo la Paz de Westfalia que sellaría la derrota española y el principio de nuestra decadencia.

Lo uno y lo otro fue el 18 de Julio, golpe quirúrgico -fracasado a medias y traducido en guerra civil- y revolución desde arriba (o contrarrevolución o restauración/revolucionaria) Un hito fundador de nuestra historia reciente “el 18 de Julio que se justifica a si mismo en ma medida que triunfó -el Primero de Abril- y que se vería parcialmente deslegitimado a seguir) por la reanudación de la guerra civil interminable (hasta nuestros días) 18 de Julio, esa la fuente de nuestra legitimidad. No tenemos otra

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