jueves, noviembre 27, 2014

FRANCISCO CORREA INOCENTE HASTA PRUEBA DE LO CONTRARIO

¿Qué hago yo entre delincuentes? Yo no soy un delincuente?”, se atribuye a Francisco Correa durante su estancia en la cárcel. Y esa simple frase que no dejaba de repetirme yo mismo para mi adentros y hacia fuera si se presentaba estando preso -me habrá movido a empatía hacia él sin conocerle, ni haber especialmente volcado mi atención sobre el caso Gurtel hasta ahora. Dice Michel Foucault en su “Historia de la locura” que la cárcel (en la Edad Moderna, o "clásica" como él la llama, es una especie de panóptico –observatorio medieval- en el sistema democrático. Y como tal su poder de chantaje no tiene límites (en teoría) Estoy hablando de cárceles de comunes y de regímeness de presos comunes. En otros términos, la cárcel es un instrumento de la justicia y al mismo tiempo herramienta indispensable (y temible) del poder político, mayormente por la cohabitación forzosa que impone a los que caen dentro de ellas con ese mundo –hermético y cerrado por propia definición- del crimen y de la delincuencia organizados, o en otros términos, el microcosmos de la minorías (étnicas) asociales, y criminógenas. Y el simple hecho que aquella frase acabara repercutiendo en los medios con la consecuencias –enfadosas en extremo con toda probabilidad- que cabe prever en las condiciones de detención del interesado y en la presión ambiental de su entorno allí dentro, se basta y sobra para demostrarlo. “¿Pero quién se habrá creído este tío? ¡No es mejor que los otros!” Ya estoy oyendo la marmita en ebullición que debió montar aquel reportaje “inocente” allí dentro. Entre presos como entre vigilantes y el personal de la cárcel. Como le ocurrió más de una vez en circunstancias un tanto análogas al autor de estas líneas. "Vocé é um preso como os outros! martilleandome los oidos a todas horas del dia, permanente en la boca de los "guardinhas" aquellos, rojos y complejados y anti-españoles no pocos de ellos. To be or not to be. Se es delincuente o criminal, o no se es. Digan lo que digan los medios, y a veces también diga lo que diga la justicia (democrática) de los hombres
Gurtel, culebrón interminable. Entre las medidas hoy propuestas en la Cámara por Mariano Rajoy en materia de corrupción figura una reforma de la ley de enjuiciamiento criminal que limite el periodo de tiempo de instrucción en procesos de gran repercusión social (sic) que mermita a los diputados el poder responder en un plazo razonable. Y en la mente de todos aunque no se haya visto nombrado por el presidente de gobierno, el llamado caso Gurtel –correa en alemán- del nombre del principal de los inculpados que ve traducido su nombre en el caso en el que se ve envuelto no sé sabe muy ien por qué, pero lo que no deja de darle al tema más cargazón emocional, politizándolo y criminalizándolo un poco más al mismo tiempo.

Que de Alemania, para la izquierda española no puede, por definición, venir nada nuevo. Me mojo ahora en este tema o digamos que me zambullo e a fondo en la polémica por una cuestión de patriotismo elemental, puesto en entredicho por los escándalos (periodísticos) en materia de corrupción que se vienen sucediendo desde hace ya un rato. En Méjico –país/hermano- se está solventando un problema de corrupción en el sentido fuerte del término –y no de corruptelas- que se ha cobrado ya miles y miles de muertos, y el último capítulo de lo cual -la desaparición de cuarenta y tantos escolares adolescentes presumiblemente asesinados (y hechos desparecer) por sicarios al servicio de los grandes cárteles de la droga-, habrá puesto de golpe al país entero en estado de levitación y al borde de colapso al régimen político (democrático) surgido de la revolución mejicana hace la friolera de ciento y cinco años, sin que a los medios españoles les merezca ese drama poco más que unas escuetas líneas apenas hasta la fecha;

En España por suerte o por desgracia los titulares sensacionalistas viene a coparlos la Gurtel y casos o nombres ms o menos asimilables o relacionados. Como una serpiente marina que sale a flote a la superficie periódicamente y de forma intermitente desde hace ya manda menos que siete años desde que se incoo el proceso incoaría el juez Garzón –fuera (entonces) de toda sospecha (…) Con el concilio los españoles católicos por definición, se hicieron bastante escépticos en la medida que dejaron de creer en un montón de cosas que les obligaba a creer la santa madre iglesia y que partir de entonces los alivio no poco –para bien o para mal- de la carga aquella, y en el que esto escribe perdio por el camino no pocas convicciones e ideas fijas que se la cayeron de golpe o estallaron en su cerebro en un omento dado como un cristal que te estalla encima al caer sin romperte (ni ancharte)
Vista panorámica desde las inmediaciones de la prisión de máxima seguridad de Vale de Judeus al norte de Lisboa donde purgué dos años y tres meses –tras un año de preventivo en la Penitenciaría de Lisboa (hoy desaparecida)- por mi gesto de Fátima. Salí de allí bien derecho –“vertical” como decían allí los presos- y la cabeza bien llena de ideas (nuevas) La izquierda juega con ventaja en democracia. Y en España –por razón de la guerra civil del 36- no digamos. Y es por el poder de chantaje –omnímodo, teóricamente sin límites- que le da su contigüidad llamémosle sociológica e ideológica al mismo tiempo con ese mundo extraño de las minorías asociales y criminógenas que componen el basamento humano –en Portugal, en España y por todas partes- del mundo de la delincuencia habitual y del crimen organizado. Como me lo probó e ilustró a cada instante mi coexistencia forzosa allí dentro con aquel mundo de las cárceles de comunes (en Portugal y también más tarde en Bélgica) ¿Presos comunes apolíticos por definición? ¡A otro perro con ese hueso! Es cierto que el crimen no tiene fronteras, pero eso no quiere decir que el preso de derecho común sea refractario a las ideas políticas o que huya de ellas que no habitan en un éter inmaterial sino en los cerebros de las gentes, por dentro o fuera de los barrotes. En Vale de Judeus el noventa por ciento (por lo menos) se podían catalogar a la izquierda o la extrema izquierda. ¿Por razón sólo de su extracción sociológica humilde o modesta conforme al prisma políticamente correcto? No, sino por razón de sus lazos de de pertenencia social o sociológica de un tipo delincuencial o criminógeno innegable e indiscutible. Y luego había el diez por ciento (a lo sumo) de derechistas o de fascistas "salazaristas" incluso. La excepción que confirma la regla. Y luego estaban los quinquis españoles (o hispano/portugueses) rojos guerracivilistas todos por supuesto. "Anti-comunista...¡Tú lo que eres es un j...fascista!" Así me recibieron (...)
Como me ocurrió tras mi gesto de Fátima, como aquí todos ya saben por tenerlo ya no poco y no pocas veces explicado. Quiero decir que dogmas son algo que me cuesta aceptar o expresarle mi adhesión y mi acatamiento en lo sucesivo, y no digamos las leyendas y los culebrones de origen o factura periodístico. Como este culebrón interminable de la Gurtel, el cuento de nunca acabar de la política española. Perdónales porque no saben lo que dicen ni de lo que hablan, y del crimen y de la criminalidad organizada se les llena la boca la pluma que me diga a los comentaristas y analistas en los medios por cuenta de la corrupción (sic) y de los principales casos o ejemplos que la hacen visible a la opinión pública, como éste que nos ocupa.

El crimen organizado tiene su mundo aparte, hermético y cerrado y también sus aristocracia con sus leyes propias más duras que el hierro, mas disolventes que la cal viva, y más implacables e inexorables que el cemento armado. Y que los medios de la prensa global quieran hacernos creer que todo eso cambio o que ya no es así, es como pretender decirnos -a algunos- que el mundo no es mundo y que dos o dos ya no son cuatro. La corrupción se h convertido en el crimen por excelencia –léase el Mal supremo- en la España de las últimas décadas, a creer a los medios. Y los políticos (presuntamente) corruptos –mayormente de derechas, para qué silenciarlo -pasan paulatinamente a ser en la mentalidad colectiva los jefes del hampa mientras que los verdaderos jefes en sus antros de siempre no deben dejan con toda seguridad de desternillarse de risa.

Habas contadas. La delincuencia y el crimen organizado en España y en todas partes llevan nombres propios y etiquetas de antiguo –españoles o extranjeros- no muchas solo unas cuantas. Que lo mismo que en Italia la criminalidad organizada se ve asociada en la historia -al menos en la Italia moderna- al fenómeno de la Mafia, en España lo está –de antiguo también desde hace dos siglos por lo menos- a un fenómeno de marginalidad social de un sello quinqui o merchero indiscutible. En las cárceles de derecho que frecuenté en el pasado tras mi gesto de Fátima tuve ocasión de presenciar de cerca el fenómeno, y desde dentro –desde dentro de los barrotes me refiero- quiero decir que no hablo de oidas ni me fio de mitos en la materia por muy literarios o publicitados que se vean.

El mundo de la marginalidad social –de la delincuencia y del bandidismo y del crimen organizado de raíces patrias esta nimbado o rodeado de antiguo de un mito de piel dura y longeva, y es el que rodea a los quinquis y mercheros. Javier Cercas, en un libro relativamente reciente del que me ocupé aquí hace poco viene a rescatarlos o a recuperarlos den, la memoria colectiva mutatis mutandis de manera análoga a la de los historiadores recuperacionistas e la guerra civil, por mucho que se defienda o niega el hacer querido hacerlo.
Bernard Wesphael, político belga de pasado ecologista fundador en el 2012 del Movimiento de Izquierdas, al socaire del impacto –entre otros- de los indignados españoles del 15-M. Se vio acusado a principios de año de la muerte de su mujer (al lado suyo en la foto) y tras una fortísima campaña en su favor en la prensa belga e internacional se vería puesto en libertad –siempre imputado de homicidio- en nombre de la presunción de inocencia. ¿Cuenta  eso sólo para la izquierda?
Unos pobres tipos (sic) que no tenían nada (sic) y que por no tener no tenían (sic) nada que perder. Un perfil romántico –de “desperados” (en francés- que no se corresponde con la realidad de los hechos, el que parece venir difundir esa novela tan publicitada. Con lo que viene en todo caso a justificar el crimen o en otros términos a criminalizar (un poco mas) a la sociedad de las personas normales, y es en la medida que viene a justificar y a exonerar a verdaderos delincuentes y criminales. Y en ese tipo de discurso o de mensaje más o menos subliminal y difuso que sirve de cobertura a la criminalidad organizada, la fraseología y la dialéctica de la corrupción –tan democrática y tan políticamente correcta- viene como anillo al dedo, con ma amalgama y la confusión e ello comporta.

No me creo que ninguno de los empresarios implicados en la Gurtel puedan ser mucho más –en caso de serlo- que niños golfos o descarriados. No más criminales (un decir) que aquellos niños golfos madrileños del reinado de Isabel II, que retrató –cargando tanto las tintas negras (de su resentimiento)- Valle Inclán en su obra (inacabada) “La Corte de los milagros”, y que habrán tenido la desgracia –para sus detractores- como aquellos de proceder de clases más o menos altas, y sin duda y a modo de consecuencia , de tratarse –hasta prueba de lo contrario- de herederos o descendientes biológicos de los que ganaron la guerra. Al pan y al vino, vino.

Y el protagonismo del juez estrella que fue el que monto el escándalo y que va por el mundo aun hoy de ángel vengador de la memoria de los vencidos de la guerra civil del 36, abona no poco lo que aquí decir pretendo. La guerra civil del 36 sigue siendo el fenómeno dominante de la actualidad española desde que termino aparentemente hace ya tantos y a tantos años. Y sin ella muchos sucesos de actualidad la ams rabiosa no se explican o no del todo.

Franco quiso limpiarle fondos a España (sic) y no lo consiguió o no lo consiguió del todo, y los bajos fondos acabaron cobrándose su revancha y amenazan hoy con anegar a la sociedad toda entera y a su orden institucional?. Con ayuda del papel comparsa e irresponsable de os medios.

Donde no hay ley todo cabe –Mariano Rajoy en ese punto lleva razón- , y eso vale sobre todo en un terreno tan resbaladizo como el de todas esas figuras nuevas extrañas al ordenamiento jurídico español y a nuestro derecho histórico como ahogndo o asfixiando la figura tan nuestra y tan antigua y tan señera del cohecho –de tráfico de influencias, de blanqueo de capitales y que sé yo- que la transición democrática por la vía de la importación (de otros países occidentales) trajo consigo, y también de otras figuras que sufren no poco de nuestros días de un problema sino de indefinición jurídica sí de aplicabilidad por razón de la globalización de la economía -como el fraude fiscal, la falsificación de documentos, asociación ilícita, etcétera (…)- , que se ven surcadas por propia definición por decirlo así, todas ellas de trampas y de celadas.

Dos años de preventivo por delitos financieros es mucho. En Bélgica –un ejemplo que cojo al vuelo como quien dice- un diputado de la izquierda radical acusado hace unos meses de haber dado muerte en un crimen pasional a su propia esposa salió en libertad a los pocos meses a la espera de juicio (…)

Y es mucho por más que el interesado ejerciera un profesión –la de empresario- no poco criminalizada en la prensa global los días que corren (…) Fue no obstante una frase que se atribuyó al pretendido cabecilla de esta banda (fantasma) lo que me despertó empatía con su suerte y con sus problemas.

“Qué hago yo aquí entre delincuentes, yo no soy un delincuente” Como el que esto escribe tampoco lo era, aunque me viera condenado –algo que en el caso que nos ocupa no se vio cumplido hasta la fecha tampoco- ni me lo sentí nunca hasta la fecha. To be or not to be, that’s the question, aunque esas cosas nos se comprendan (y no se acepten) en democracia. Calamitas calamitatis! la delincuencia y la marginalidad asocial y criminógena de las minorías asociales (y como tal con no poco también de minorías étnicas)

Francisco Correa y demás implicados en la (llamada) trama de la Gurtel: víctimas de linchamiento en los medios desde hace siete años -como lo fue (durante décadas) el autor de estas líneas- y sin poder defenderse ante los jueces de lo que se le acusa. E inocentes hasta prueba de lo contrario (en democracia)

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