sábado, noviembre 08, 2014

¡ALTO AL GOBIERNO (SECRETO) DE LOS JUECES!

Miguel de Unamuno, tras el incidente con Millan Astray a la salida del Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Estaba contra Mola y contra Millán, como se insistió siempre, pero estaría hasta el final –como lo hace observar Umbral en alguna de sus novelas guerracivilistas- de lado de Franco, en quien veía el cirujano de hierro, uno de los paradigmas fundamentales del regeneracionismo español. “Limpiar a España de sus bajos fondos”, ese fue –a creer a Umbral en su Leyenda- el leitmotiv principal de la actuación de Franco en la guerra como en la posguerra. “Algo que se hace mejor en la guerra que en la paz” le hace decir aquel también. Una mística del Orden y “pari passu” de la disciplina castrense sin lo que no se comprende ni la personalidad de Franco ni su trayectoria. Y como lo ilustran en cambio algunos de episodios de su carrera militar, como cuando le descerrajo un tiro –durante la guerra en el Rif- a un legionario que en la comida -en campaña- le arrojoóuna escudilla a la cara en señal de protesta. Un asunto de disciplina y de respeto de la línea de mando, y también sin duda de vida o muerte en las circunstancias aquellas (…)
Gobierno de jueces, no gracias. Y lo digo con la fuerza moral que me el haber comparecido en tribunal en el banquillo de los acusados ya unas cuantas veces en mi vida, quiere decir que no me sustraje a la justicia y que la acaté, lo cual no quiera decir que me tenga que sentir obligado a hacerlo también en mi foro interno. H hacer un acto de fe en la justicia de los hombres o en este o aquel sistema judicial en concreto, ni en España ni tampoco en Bélgica.

Comparaciones odiosas. No es óbice que no puede resistir el permitirme aquí una entre el funcionamiento de los tribunales en Bélgica y en España. Es cierto que conozco mejor por pasiva como por activa –en la medida que trabajé un año de abogado en el foro neerlandófono del palacio de Justica de Bruselas (hace, es cierto, ya más de veinte años. Nunca vi no obstante lo que vi el pasado mes de junio en el edificio de los juzgados de la Plaza de Castilla durante la celebración de la audiencia –tras varios aplazamientos- del juicio de faltas –por insultos vía internet en el que comparecía como demandante y del que ya di aquí amplia noticia a mis lectores.


Y fue que durante toda la audiencia estuve persuadido que el presidente del tribunal era el individuo togado que ocupaba el puesto principal en el centro de la mesa de la presidencia en lo alto del estrado, me di cuenta de mi error al final pero ay dolor ya era tarde, porque resulto que quien presidida no era él que no resultó ser más que un secretario sino la mujer en pantalones vaqueros vestida de civil, sin toga –amble y correcta no digo que no- que se sentaba en uno de los extremos de la mesa a mi izquierda viéndome sentado en el banquillo de los acusados donde yo me encontraba, y a la que por su posición en la sala –de lo que tenía visto y observado y comprobado en los tribunales belgas y también en los portugueses- tomé por el ministerio público. ¿Es normal?
Leon Degrelle, en una de sus últimas apariciones en público (12 de junio de 1989) en la Costa del Sol donde residía habitualmente y donde fallecería (en 1994) Degrelle hizo de los banqueros (cor-rup-tos) en general –y no de los banqueros judíos (o apátridas) como era el caso del nacionalsocialismo- su caballo preferido de batalla, y a él debería su éxito fulgurante de los inicios de REX y también su fracaso (parlamentario) en los últimos años que precedieron al estallido de la segunda guerra mundial, en los que no pasaría de representar una fuerza estrictamente minoritaria en Bélgica valona, lo que sus enemigos no dejarían nunca de echarle en cara en la posguerra. El padre de Degrelle era un industrial cervecero –una profesión en estrecha e inmediata dependencia con las instituciones bancarias- al que su hijo profesaba una devoción sin límites, y ese dato aporta sin duda una clave en la actitud maximalista -contra la banca y los banqueros y la corrupción en general- de su hijo y el movimiento rexista por él fundado
En España en la práctica cotidiana de los tribunales se diría que sí, a ciertos niveles por lo menos –pese a lo explícitamente prescrito en la normativa legal (artículo 186 de la Ley Orgánica del Poder Judicial) (…)- por las trazas. Detalle sintomático cuando menos? Yo desde luego me inclinaría por la afirmativa. No creo en las meigas pero hay las. Y es que todos los visos apuntan a que la democratización de la justicia en España tal vez arrastre un contenido o una carga semántica distinto del de otros países europeos. En claro y crudo, y en otros términos: que la justicia se encuentre un tanto degradada en la dignidad y en rango que les corresponde con democracia o sin democracia, en detrimento de las barreras y de las líneas divisorias destinadas a contener al margen de la sociedad de las personas normales el mundo de la marginalidad social (como su nombre lo indica) de la delincuencia y del crimen organizado.

El problema endémico de la delincuencia y del crimen que arrastraría la sociedad española dese las honduras del siglo XX –que se piense en el fenómeno del bandolerismo o del caballismo en Andalucía (inseparables de la eclosión del anarquismo andaluz) o el del contrabando en las regiones fronterizas con Portugal o el de la bohemia madrileña en el primer tercio del siglo XX que abordo con éxito editorial y gran acierto literario en una sus por Juan Manuel de Prada en una de sus novelas- fue uno de los caballos de batalla del regeneracionismo español, una corriente de opinión que como una serpiente de mar surcaría la vida política española a cabo del siglo pasado y del antepasado y de la que se puede decir que acabaría desembocando fatalmente po razón de sus premisas y de sus postulados en el estallido de la guerra civil española, el volcán en llamas donde fueron a parar y arder en el fuego de la guerra civil las ansias regeneracionistas presentes en alguna de las principales fuerzas contendientes de un lado y del otro de las trincheras, pero mayormente hay que convenir del lado de los nacionales.

E ilustra lo que aquí quiero decir la figura tan cargada de paradojas de Miguel de Unamuno, que acabo entrando en conflicto con el General Millán Astray en el célebre incidente del Paraninfo de la Universidad de Salamanca, pero que como lo recalca Umbral en varios lugres textuales de su obra permaneció fiel a Franco hasta el final de su vida –semanas después de aquel sonado incidente- en quien veía el cirujano de hierro, que era uno de los paradigmas fundamentales de los regeneracionistas. Limpiar a España de sus bajos fondos, lo que se hace mejor en la guerra que en la paz, ese era a creer a Umbral uno de los leitmotiv primordiales –de un tinte regeneracionista indiscutible- en la actuación del anterior jefe del estado anterior, tanto durante la guerra civil como en la posguerra.
Franco en la resaca de Annual, cambiando impresiones con Millán Astray en Melilla. La Legión era una unidad especial que alistaba ex presidiarios –de diversas nacionalidades- como la Legión Extranjera (francesa) en la que se inspiraba. Un equilibrio inestable que se prestaba a desbordamientos frecuentes hay que suponer, un poco como ocurre con la disciplina carcelaria (…) Lo que explica sin duda el énfasis que Franco puso siempre en la virtud (castrense) de la disciplina que no dejaría de influenciar su visión del Orden Público y de la Paz Social (y ciudadana) No es de extrañar que Unamuno viera en él el cirujano de hierro de la tradición regeneracionista, lo que no vio en cambio en Primo de Rivera, carente de esa experiencia (crucial) legionaria
Y yo diría de mucho antes (…) En el libro que publiqué nada más salir de la cárcel portuguesa –El loco de Dios (en francés “Le fou de Dieu”) evoqué (un tanto escandalizado yo entonces con aquello lo confieso) un incidente que marcó la carrera de Franco –y sin duda su vida también- de sus tiempos de la Legión del que se haría eco Serrano Suñer en unas declaraciones que lei en la prensa muchos años más tarde, y fue que estando en campaña –durante su periodo de servicio en el Rif- Franco se vio objeto de una acto (grave de insubordinación) de uno de los legionarios quien enseña de protesta y durante una de las comidas le tiró la escudilla a la cara a lo que Franco reaccionó descerrajándole un tiro ipso facto. Un incidente que marcaría sin duda al rojo vivo la personalidad del futuro jefe de estado, y jugaría (entre paréntesis) un papel no poco determinante en su carrera.

¿Leyenda o realidad? Como fuera es imposible donde no evocarla rememorando ciertos momentos decisivos de su carrera como lo fue su discurso sobre la disciplina en el momento del cierre de la Academia de Zaragoza al proclamarse la republica de la que era director. Disciplina (castrense) por encima de todos, y si el incidente aquel se dio verdaderamente en realidad de los hechos cabe decir que Franco sabia (y un poco) de lo que hablaba, lo que decía y por qué lo decía (…) Una figura de escritor regeneracionista de gran destaque pese a que Umbral lo ningunease –sin duda un tanto injustamente- en el plano literario lo fue el madrileño Eugenio Noel, célebre por sus campaña anti-flamencas, y anti-taurinas.

Los "flamencos" para Eugenio Noel –Muñoz Díaz de su verdadero nombre- como lo ilustra el título de uno de sus libros donde evocaba la campaña aquella, “Señoritos, chulos, fenómenos, gitanos y flamencos” sobre el que gravita a ojos vista un fantasma del que me habré ocupado no poco en este blog como en el libro que habré dedicado a las novelas guerracivilistas de Umbral, diferían poco de ese mundo de almas en pena que tanto amargaron a Eugenio Noel la existencia que componían un un fenómeno de delincuencia –redoblada de otro fenómeno en paralelo de marginalidad social- de raíces seculares en los tres ultimo tres siglos de nuestra historia, del tipo quinqui o merchero.
A mi salida de la audiencia en el Palacio de Justicia de Bruselas, el 24 de mayo del 2002 -acompañado de mi abogada- donde fui condenado (levemente) por un delito de rebelión, de resultas de haber saltado las barreras de protección profiriendo gritos de denuncia con ocasión de la visita del rey Juan Carlos a Bélgica el 16 de mayo del 2000, delante del palacio Real. Un acto de protesta en público que asumí y que asumo por las circunstancias que incurrían en mí y en la situación aquella. No es óbice que acaté y cumplí siempre hasta hoy las decisiones que me afectaban de la justicia de los hombres, y que nunca entré en connivencia ninguna con el mundo de la delincuencia o de la criminalidad organizada como lo declaré en aquel juicio, por mínima que fuera
Y desde esa óptica hay que reconocer que la figura de Eugenio Noel pese a lo ribetes un tanto estrafalarios –y bohemios- de los que se vería revestida parece recobrar una sorprendente actualidad los tiempos que corren. Eugenio Noel era anti-taurino, el que esto escribe no lo es sin llegar a ese pathos taurino tan característico de los quinquis españoles como pude comprobarlo a lo largo de mi vida de primera mano. En la lista de agravios –en francés “cahier de doléances”- del regeneracionismo español brillaba en cambio por su ausencia la corrupción (sic) de la clase política, un campo semántico que solo surgiría por así decir a título de producto de importación como aquí ya lo tengo señalado con la transición política y la llegada de la democracia.

Anteriormente en la historia de España contemporánea no había sido más que una arma arrojadiza esgrimida en exclusiva por las izquierdas con la excepción –que confirma la regla- que dejaría sentada la Falange en el escándalo del estraperlo que dio el traste con el gobierno de centro derecha de Don Alejandro Lerrroux –como lo llamaba siempre (sin quitarle nunca el don) mi difunto padre- dando paso a elecciones anticipadas, al frente popular ya todo lo que se seguiría. Algo que a Pio Moa le pareció un trágico error histórico del lado falangista, en lo que estoy sustancialmente de acuerdo. Mutatis mutandis, algo parecido se podría decir de las campañas anti-banqueros –los “bankster” les llamaba- de León Degrelle en Bélgica (años treinta) que le darían popularidad a su movimiento y al final acabarían sellando su derrota (parlamentaria)

Como sea, la corrupción es el caballo de batalla omnipresente los días que corren en la política español los días que corren, de la magistratura y de asociaciones de carácter privado como la de Manos Limpias que por vía de la acusación popular –una institución típica del derecho histórico español- se encuentran hoy detrás de la acusación contra la infanta Cristina. Annual, el estraperlo, Matesa, los pueblos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla.

Y es de lo tenue de la línea de demarcación entre responsabilidades políticas –tan indefinidas y aleatorias- y acusaciones en el terreno de lo penal (mucho más precisas) Porque hay líneas rojas a no sobrepasar por el bien de la Nación, de la garantías y salvaguardia de la paz social del orden público y de la seguridad ciudadana. Sobre todo en la zona de turbulencias por la que atravesamos desde hace ya un rato los españoles

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