viernes, agosto 29, 2014

¿ROJO UMBRAL? QUE ME PERDONEN SUS DEVOTAS

Bénédicte De Buron-Brun, profesora de la Universidad (francesa) de Pau, sea tal vez la umbraliana de mayor realce en un marco universitario extranjero. Al autor de este blog le confesó personalmente el haberse visto víctima de agresión en Francia -a manos de un catalán (...)- durante una de sus intervenciones en defensa de Francisco Umbral. Lo que le honra y explica asaz sin duda a la vez, su incapacidad (aparente) de comprender o admitir la óptica que dejé plasmada en mi libro "El padre falangista de Francisco Umbral", a través de un análisis detallado de una componente esencial de la obra del autor, a saber, la serie de sus novelas guerracivilistas (léase, íntimamente relacionadas con la guerra civil española)
Benedicte De Buron-Brun es toda una autoridad, de puertas afuera incluso, en el tema Umbral, léase en la vida y en la obra del escritor fallecido, y como tal una figura insoslayable en los estudios umbralianos, si se tiene en cuenta sobre todo esa faceta tan propia de la obra umbraliana, de todos y cada uno de los títulos que la componen, y es la que vendría a endosarles el carácter tan críptico, tan hermético y tan español en suma de la prosa del autor  que convierte en empresa difícil y ardua y penosa el tratar de verter aquellos en otras lenguas, como lo ilustra el detalle que contados títulos suyos –con los dedos de la mano- se hayan visto traducidas con el paso de los años.

De difícil traducción, Umbral para uso y consumo de extranjeros, es cierto, y de interpretación aún más ardua para muchos españoles, lo que explica el olvido relativo del que su obra se habrá visto objeto en los años trascurridos desde su fallecimiento, del que se cumplió anteayer su octavo aniversario. ¿Signo de los tiempos, su regreso a la actualidad editorial y en el gustos e interés de un lector medio? Así parece presagiarlo las recientes reediciones de algunas de sus obras que figuran actualmente a la venta (¡oh sorpresa!) en las estanterías de la sucursal madrileña de la FNAC desde de haberse visto objeto durante años –doy fe de ello (como así lo puede comprobar en su sucursal de Bruselas)- de un veto riguroso de esa cadena de almacenes de fundación francesa, que arrastra (merecidamente) la reputación de rendir tributo desde su fundación a una variante de pensamiento/único (de izquierdas)

Y entre las nuevas reediciones de Umbral que tiene la FNAC madrileña a la venta estos días figura (¡oh sorpresa!) una de los títulos pertenecientes a su trilogía guerracivilista fundamental, el más guerracivilista sin duda de todos ellos, como no dejo de ponerlo de relieve en el trabajo que le dediqué y que habrá salido hace poco a la luz bajo el título “El padre falangista de Francisco Umbral” Esa obra ahora reeditada de Umbral –“Madrid 1940”- lleva un prólogo de Benedicte De Buron-Brun precisamente, que me habré leído un poco de prisa y corriendo –y que me perdone la interesada- por no ofrecer (así me lo pareció al menos) nada nuevo o nada al menos que no cupiera esperar de su autora a tenor de lo que hasta hoy tiene publicado y hecho pública sobre Umbral, su vida como su obra.
Ana Caballé, autora de la única biografía completa (y no autorizada) hasta ahora publicada sobre Francisco Umbral, habrá sido hasta hoy la gran ausente en los congresos internacionales sobre el autor que se vienen celebrando en la universidad francesa de Pau con asistencia nutrida de universitarios e investigadores españoles desde 2007, el año de la muerte de Umbral. Y de los que el cuarto de la serie está convocado para el próximo mes de octubre. Ana Caballé desde luego daba cumplida cuenta en su biografía del mito del "rojo Umbral", lo que explica sin duda (aunque no sólo) el boicot tan tenaz del que viene viéndose victima entre los devotos umbralianos, que a todas luces no le perdonaron su libro. Sin duda porque tampoco la perdonó el propio biografiado
¿Umbral un rojo fetén, tan rojo que hasta los propios rojos no le comprendieron? Si a Benedicte De Buron-Brun así se lo parece, sin duda que está en su derecho de verlo así y de así exponerlo y con su pan se lo coma, porque lo que sí es cierto es que una óptica de Umbral como la suya ayuda (grandemente) a vender y a difundir al autor objeto de su devoción y a vencer o salvar “pari passu” los vetos o interdictos de los que se habrá sido blanco u objeto aquéllos en los últimos años, precisamente entre los rojos, tanto en España como en el extranjero (…) Un veto tanto en el terreno editorial o de la distribución al menos, como en el ámbito académico y a fe mía que en ese terreno sé de lo que hablo, por experiencia propia como los lectores de mi blog ya saben de haberme abundantemente explicado al respecto.

En claro y en crudo, participé –invitado pero sin derecho a presentar comunicación- en el primero de los congresos internacionales celebrados en la Universidad de Pau bajo los auspicios de Bénédicte De Buron-Brun y otros profesores de aquella universidad, por razón del trabajo de doctorado que estaba yo entonces preparando sobre Umbral y sus obras (más) relacionadas con la guerra civil española. y en el segundo en cambio ya me vi considerado (en la práctica) “persona non grata” por culpa del contencioso que protagonicé por entonces en la Universidad Libre de Bruselas, donde me vi blanco (y victima) de un veto al final –cuando ya tenía prácticamente completado mi texto- en el nombre (sacrosanto) de la ley de la Memoria histórica. Bénédicte De Buron-Brun, a tenor de su prólogo para esta reedición de Madrid 1940” entiende proseguir en esa interpretación –o "lectura” como los franceses dicen- de la obra y de la persona y de la trayectoria incluso de Francisco Umbral, tan beligerante, y tan guerracivilista en resumidas cuentas.

Con el visto bueno de la viuda de Umbral a todas luces. O así parecería deducirse visto desde fuera (y desde lejos) al menos. Y sin duda que está en su derecho de ver en el 18 de julio una fecha funesta (sic) –como así lo declara negro sobre blanco en su prólogo- y seguir así interpretando y leyendo esa novela tan criptica y aparentemente inextricable e inexplicable de Francisco Umbral, como así la leyó y la interpretó la crítica (unánime o cuasi unánime) en el momento de su aparición, hace ya unos veinte años.

Los tiempos cambiaron, desde entonces, me lo reconocerá Benedicte De Buron-Brun y también los vientos, y mucho más aún desde los tiempos de la “movida” madrileña (finales de los setenta, principios de los ochenta) –que acompañaron a la transición democrática- que por testimonios personales suyos que me fue dado leer en el pasado, ella vivió “in situ”, en Madrid creo recordar, de joven estudiante universitaria, cuando tuvo sin duda ocasión de conocer y de tratar y de admirar a Umbral y de seguir venerando la imagen que del autor y de su obra se forjó hasta hoy, lo que desde luego le honra.

Y es lo que explica a su vez lo irrealista que sea el pretender una apertura de su parte por mínima que fuera hacia la óptica distinta que es la mía –y que traté de verter y plasmar en la obra que le dediqué- sobre Umbral, su trayectoria, su vida como su obra. Que a fe mía que es muy duro el reconocer, que el joven fascista del que Umbral hablaba en términos tan mordaces y beligerantes e inmisericordes en las presentaciones que en su momento hizo de su libro, no era otro que él mismo, como así lo demuestro fehaciente (y pacientemente) a lo largo de las páginas de mi libro. Y que el Madrid que se refleja en esa novela no es tanto el de 1940 como el del 56 y del 57 cuando un inédito Umbral, falangista ardoroso y valeroso –muy joven, con veinticuatro años de edad- llegó a Madrid por vez primera bajo el manto protector del entonces todopoderoso delegado de Prensa y Propaganda, Juan Aparicio, uno de los grandes perdedores de la crisis política del 56 (como él mismo Umbral incluso)
Se cumplió el pasado miércoles, 27 de agosto, el Séptimo Aniversario de la muerte de Francisco Umbral, marcado por la reedición (en colección de bolsillo) de algunos de sus libros esenciales -como "Los helechos arborescentes" (el único de los suyos traducido hasta hoy al francés) y "Madrid 1940"-, y que habrán traído consigo su retorno (triunfal) -tras años de un tenaz boicot del que fui testigo fiel en Bruselas-, de los libros de Umbral en las estanterías de los almacenes de la FNAC, una multinacional francesa en su origen (de izquierdas)
Y que el marco histórico principal –en lo que a la historia de España y del franquismo se refiere- se lo ofrece a esa novela la crisis interna del régimen aquella (del 56-57), que precipitó el enfrentamiento entre los falangistas liberales –liderados por Dionisio Ridruejo (al que Umbral detestaba)- y en lo que a la historia de la guerra civil propiamente se refiere, no lo fue la inmediata posguerra –que pilló a Umbral aun niño- sino ese episodio final -o "epítome"- de la misma que fue la derrota de los nazi fascismos en el 45, que un joven Umbral vivió retrospectivamente sin duda –diez años después- como una derrota personal (en el plano político y no sólo, como en mi libro me encargo sobradamente de demostrar)

Como lo prueban las paginas finales de esa novela, y los textos fragmentarios –con todos los visos de los textos “perdidos”, léase “abandonados”- que las surcan, que ofrecen –perfectamente disparatados e inexplicables a fe mía de otra manera- todos los visos de tratarse de textos de combate del propio Umbral de esa época inédita o aún por re-exhumar o descubrir del todo, de su vida y de su trayectoria, y que saco a la luz en mi libro, junto con la filiación paterna oficialmente desconocida del padre biológico del autor, un falangista y no precisamente del montón (...) Demasiado sin duda para su devota francesa, y la imagen en rojo –de un rojo fetén- que a todas luces se tiene ella forjado (de antiguo) del autor objeto de su devoción, esforzada sin duda, y sincera
Patético Umbral. No era un exhibicionista y sus excentridades reales o aparentes se explican sobradamente por una pulsión -más fuerte sin duda en él que en otros, por culpa de su problema de orígenes-, de afirmación de su propia identidad (individual y colectiva)

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