Once de Septiembre de 1973. Escenas del asalto al Palacio de la Moneda en Santiago. Lo viví -a distancia, desde España- como si me fuera la vida en ello. Y hoy, tantos años después, lo sigo considerando uno de los grandes hitos de la historia del siglo XX en su segunda mitad. ¿Golpe de inspiración USA? Digamos con su visto bueno. La inspiración última, la impulsión principal no obstante era española (con el 18 de Julio de 1936 de ejemplo, y sin sus errores) (...) Y ahí los yankees -bajo la presidencia Nixon- no se equivocaron de bando, como se equivocaron más tarde -bajo la presidencia Carter- en el Irán y en Nicaragua. Y como se habían equivocado antes entrando en guerrra contra Alemania.It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul
(Versos finales del poema del siglo XIX, "Invictus", de autor norteamericano)
Calamitas calamitatis, la presidencia de Barak Obama. La mañana que amaneció tras su elección –de madrugada ya en el momento de darse a conocer los resultados de este lado del Atlántico- no se oía ni un alma en el campus de alojamientos universitarios donde yo residía entonces en Bruselas. Y cuando supe ya en la calle, un poco más tarde, quién había sido el ganador, el silencio aquel tan sepulcral se me antojó cargado de malos presagios de pronto y no me equivocaba. La presidencia Obama habrá sido una de las fatalidades más funestas que habrán surcado la historia del planeta en estas últimas décadas desde la terminación de la segunda guerra mundial en el 45.
Como lo fue sin duda la presidencia Carter. Que viví sin duda como algunos otros –muchos, pocos, no sabría decirlo- como una atentica tragedia por algunos de los episodios que más la marcaron, como lo fueron la revolución islámica iraní y la revolución sandinista sucediéndose en el espacio de un año apenas una detrás de otra, y que me pillaron las dos residiendo en la Argentina. ¿Viví con mi tempo, con mi época, a pesar del recorrido tan atípico que fue el mío, desde muy joven?
¿Fui un joven, de mi tiempo? Para algunos (ya les estoy oyendo) fui un integrista –o un ultra, o un carca, o un derechista- de mi tiempo, más que otra cosa, alguien que se equivocó de época en resumidas cuentas, que debería haber vivido unas décadas o un siglo antes. ¿O un siglo después acaso? Seguro que a ninguno de esos se le ha ocurrido la pregunta.
Pero etiquetas aparte, no creo que se pueda honestamente negar que viví mi tiempo tan intensamente o más que muchos otros, aunque lo viviera a mi manera, como si fuera a veces la vida en ello, y sin duda que no me equivocaba, porque en esas vicisitudes tan significadas de las últimas décadas que he mencionado más arriba -como lo fue unos años antes, el golpe de estado, alzamiento cívico que me dga del 11 de septiembre del 73 en Chile- era el destino de todos individual y colectivo el que se jugaba o se ventilaba en la balanza.
5 de mayo de 1885 (estaba yo aún en la cárcel portuguesa) Ronald Reagan (en la foto), rindiendo honores a los Waffen-SS enterrados en el cementerio aleman de Bitburg, en medio del escándalo y de la tormenta de protestas desatados en los medios. Me pilló a mí tarde la presidencia Regan -que siguio a la muy funesta de Jimmy Carter- con mi destino ya sellado y bien sellado (...) porque sin el pesimismo que aquel de una forma u otra vino a clausurar (o considerablemente a rebajar o disminuir) en el ámbito de las relaciones internacionales, a fe mía que no se explica (ni me explico yo del todo tampoco) mi trayectoria en aquellos años decisivosHe estado visionando un video de los acontecimientos de aquella jornada tan decisiva (y memorable) por las calles y por los aires en Santiago de Chile, y revivo ahora la emoción que me embargaba la tarde aquella recorriendo sonámbulo la Gran Vía Madrileña solo para darme el gustazo –y que piense de mi la nueva generación de indignados chilenos lo que quieran (…)- de ojear los titulares de los periódicos en sus ediciones especiales, todos ellos con la noticia del golpe en grandes titulares de sus portadas, como una revancha íntima y de lo más sabrosa a todo el ambiente reinante en el campus de la Universitaria que acababa yo de abandonar definitivamente (tras la terminación de mis estudios) hacía unos meses tras haberle dado la espalda psicológicamente, y en mi fuero interior, unos año antes. Lo que yo viví, con una alegría exultante, como digo, que me hacía llorar de emoción más que otra cosa, en las facultades de la Complutense en cambio se vivió sin duda mayoritariamente con unos estados de ánimo muy distintos.
¿Ajeno, extraño a mi tiempo, como si me viese encerrado en una torre de marfil, o en una cárcel interior? Ciertamente no, ajeno a mil años luz, eso sí, del espíritu de una época que tenía no poco de artificial (y de radioactivo) –por lo tóxico y lo beligerante- para ser justos y objetivos. La sangre no llegó al rio tampoco, para ser igualmente justos y objetivos, quiere decir que hoy ya tantos años después me puedo permitir un dialogo o un intercambio de memorias visuales de aquella época y de los acontecimientos que más la marcaron con algunos que los vivieron y los recuerdan sin duda de muy distinta forma a la mía.
Como sea, guardo un recuerdo negro de la época Carter, ya digo, y la presidencia Reagan que se siguió -y que no me afecto mucho en la medida que mi destino se veía ya sellado (y bien sellado) como así se vería cumplido efectivamente por los años que inmediatamente se seguirían, y tal vez precisamente por eso- la ví y la recuerdo de una forma mucho más desdramatizada –y optimista- y me mereció y me sigue mereciendo un juicio mucho más positivo. ¿Enemigo de los Estados Unidos yo? ¿Tal y como sin duda así se sienten o se consideran no pocos de mis compatriotas, y como así lo hayan podido pensar algunos leyendo mi blog, y en particular algunos de mis artículos? Como dijo Jack, vamos por partes.
Manifestación contra la guerra del Vietnam. ¿Madrid, campus de la Complutense? No, pero lo podia haber sido por lo parecido del ambiente, y porque escenas como ésa -de una universidad norteamericana- se repetían a diario iguales o parecidas en la Universitaria madrileña de mi época. Concretamente, recuerdo una muy parecida, sólo que el caído no era un estudiante contestatario ("enragé") sino un agente de policia -de la Brigada Político Social- que fue alcanzado por una pedrada tras verse descubierto por alguno de los manifestantes. Cuando la "moratoria" anti-guerra del Vietnam celebrada en los Estados Unidos y en todo el mundo, el 15 de octubre de 1969, recuerdo que mandé una carta abierta al diario "Arriba", manifiestando mi repulsa de aquella farsa subversiva, que fue publicada. Fue tal vez eso lo que me ganó el ostracismo y el apestamiento que tuve que soportar entre mis propios compañeros de facultad los años que se siguieronUna cosa es la Pax Americana que venimos viviendo -y sufriendo- los de mi generación desde que nacimos, y que se vería recrudecida tras la caída del Muro, y otra cosa son los Estados Unidos, que formó parte desde su nacimiento del concierto de las naciones civilizadas. Y lo mismo que en el caso de Francia y de su historia nos es permitido y perfectamente legítimo a los españoles –y sin duda a los franceses también y todos aquellos que de una forma y otra admiran lo francés –su lengua sólo aunque sea-, por las razones o motivos que sean, el hacer abstracción de la Revolución Francesa, mentalmente aunque sólo sea, en el caso de los Estados Unidos, nación mucho mas joven, también nos creemos permitido el hacer abstracción de la guerra civil americana y de su desenlace y de viajar a través del túnel del tiempo ciento cincuenta años atrás en su historia de la mano de los vencidos de la guerra aquella (de Secesión) y de su memoria (siempre viva e irredenta)
Que es grosso modo lo que de forma más o menos conscientemente vengo haciendo en los artículos que tengo dedicado estos últimos días a los Estados Unidos, a su actualidad, y a su pasado histórico, con ocasión (sirviéndome no poco de pretexto) de los acontecimientos de los que habrá sido teatro la localidad de Ferguson (Missouri) estos últimos días. Un pasado que como declaro una gran figura de la literatura norteamericana contemporánea (del Siglo XX me refiero), William Faulkner, no está ni muerto ni enterrado sino que no ha pasado tan siquiera todavía, con lo que se refería sin duda y en primer lugar a la guerra civil americana, que forma el telón de fondo memorístico de sus novelas más célebres, e incluso del conjunto de su obra. Le he hincado el diente las últimas horas a una de sus novelas más celebres, y se diría que el tono ya está dado desde la primera página, por no decir desde sus primeras líneas.
John Wilkes Booth, autor del atentado que costó la vida a Abraham Lincoln, al final de la guerra civil americana, era un joven actor de teatro de 28 años de edad en el momento del suceso. Consiguió escapar y fue abatido a tiros dias más tarde tras hacer frente a policías unionistas en en la zona rural donde se había refugiado. En el momento del atentado gritó "sic semper tyranis!" (¡así con todos los tiranos!) Su recuerdo sigue vivo aún en la memoria colectiva de los Estados Unidos. Y a mí, me haría también reflexionar no poco en mis largos años de expatriación, tras mi gesto de FátimaUn desenterrar de la memoria de los vencidos de la historia de su país, al precio de desmitificarla, y de desnudarla, como haría mutatis mutandis Francisco Umbral con la guerra civil española. ¿Los sudistas confederados se labraron acaso su derrota como el más célebre tal vez de todos sus escritores lo da a entender, escritor sureño (o sudista) oriundo del estado de Misisipi, por excelencia si los haya en el firmamento de las letras contemporáneas en Norteamérica? Sin duda, pero la derrota fue de ellos, propia e intransferible, como lo sigue siendo su memoria.
Y en la medida que como español, de una manera u otra por los motivos y razones que sean no dejo de considerarme solidario con aquella, en esa misma medida no puedo declararme “anti” en relación con los Estados Unidos, ni desear su implosión tampoco, sino su vuelta –espiritualmente hablando- a la tierra madre Europa de la que proceden. En una nueva Europa, fuera de la OTAN (...) Sin trampa ni cartón. Esa es mi apuesta
Timothy Mc Veigh, autor del atentado de Oklahoma contra un edificio federal sede de servicios sociales (para emigrantes) y de un despacho de los servicios secretos estadounidenses. "Asesino" (en masa) para unos, un héroe para muchos otros norteamericanos. Había participado con veintitrés años, tras alistarse en los marines, en la Primera Guerra del Golfo y fue a seguir condecorado por el gobierno federal con "la Insignia de combate" y "la Estrella de Bronce", dos grandes distinciones del ejército norteamericano. Vuelto a la vida civil, estuvo cercano a la Milicia del Michigán. Tras ser condenado a muerte y transitar seis años por el corredor de la muerte, fue ejecutado por inyección letal el 11 de junio del 2001 con treinta y tres años de edad (...) Durante los interrogatorios tras su detención se refirió a las víctimas del atentado de Oklahoma -algunos niños entre ellas- como "daños colaterales" Igual que en los bombardeos del Irak, del Afganistán o los de Belgrado durante la guerra de los Balcanes. Actuó a todas luces en venganza de la matanza de Wacco (Tejas) -ochenta y dos victimas mortales (82), niños doce de ellos- cometida por agentes del FBI y por orden expresa del presidente Clinton dos años antes día por día. Admiraba a John Wilkes Booth, y sus últimas palabras antes de morir fueron para recitar el poema "Invictus" Pidió de comer por ultima vez dos helados de menta y chips de chocolate
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