domingo, agosto 17, 2014

FERGUSON MISSOURI, OBAMA Y EL KLAN FRENTE A FRENTE

El gobernador de Alabama, Gorges Wallace desafió directamente la política racial de John Kennedy ("segregación ahora y siempre") poco antes del magnicidio de Dallas. En España fue demonizado en los medios, -doy fe de ello, adolescente entonces- como un racista protestante, enemigo del católico Kennedy canonizado en cambio en esos mimos medios. En 1972 fue victima de un atentado en la campaña presidencial americana mientras encabezaba una candidatura independiente, lo que le postró desde entonces en una silla de ruedas
Después de varios días de tensión e incidentes y de un paso delante y otro atrás del gobernador del estado, fue declarado ayer le estado de emergencia en Ferguson, Missouri, tras lo que el espectro de la guerra de razas, como ya ocurrió con los incidentes raciales de los años sesenta irrumpe de nuevo con fuerza en los Estados Unidos. Un incidente trivial a fuerza de frecuente, y rutinario incluso, el robo (con violencia) cometido por un joven de la minoría negra desembocó en un enfrentamiento con una agente de la policía local que costaría aquél la vida.

Y de la gravedad de la situación da idea que mientras que en un incidente análogo –per se y por las reacciones de protesta violenta que produjo- hace ahora un año, el presidente (afro) Obama se pronunció de forma rotunda y desafiante incluso –evocando la situación, (en un plano racial) de los años sesenta (y setenta)-, ahora en cambio se habrá limitado a una declaraciones lo más escueta y cautelosa. Reto grande, como sea, el tener que abordar este tema como el de otros de actualidad candente en llamas que se viene (febrilmente) sucediendo desde que me puse a lidiar día a día con los sucesos de más actualidad, en este blog y en el anterior, hace ahora ya tres años y medio.

Y en el caso que nos ocupa la dificultad estribe sin duda en la laguna (enorme) que arrastramos -yo y la mayoría de los españoles- en ese capítulo importante de la historia contemporánea y en particular de la historia de los Estados Unidos que llenaron los incidentes raciales –en el marco del “movimiento pro los derechos civiles”- producidos a lo largo y a lo nacho de la geografía USA en particular en los estados (sudistas) del Sur, en la década de los sesenta (y finales de los cincuenta), lo que ofrece todo un campo poco explorado y sin duda apasionante de investigación de sus causas próximas y remotas del mismo.

Entre las que figura, en primerísimo plano, un problema de óptica y de prisma -en materia de segregación racial considerada en abstracto-, derivado en línea recta de la idiosincrasia cultural y religiosa de los españoles, si se tiene sobre todo en cuenta que el teatro cronológico de aquel fenómeno que haría una irrupción tan emblemática en las primeras planas de los medios del mundo entero, -los sesenta y finales de los cincuenta- coincidiría con la celebración –precedida de una fase de incubación en los años finales de la década anterior- del concilio vaticano segundo y el posconcilio inmediato, unos años que se verían caracterizados por la difusión –como onda radioactivas- de lo que se dio en llamar el espíritu del concilio progre y pacifista y humanista (y democrático) que ensalzó a figuras tan emblemáticas de la historia de los estados unidos de aquellos años como lo fueron el residente Kennedy y el pastor (protestante) Martin Lutero King, hasta acabar otorgándoles el rango o estatuto de mártires (no declarados) entre amplias mayorías de católicos del mundo entero, incluso entre españoles.
La política de concesiones de John F. Kennedy frente a la agitación racial de la minoria afroamericana fue un factor que brilló siempre por su ausencia en el análisis de los posibles móviles de su asesinato. El magnicidio de Dallas tuvo lugar no llegaba a dos meses después de la marcha negra frente al memorial Lincoln en Washington, donde Martín Lutero King dijo aquello de 'he tenido un sueño' Un sueño de hegemonía racial (afroamericana) por supuesto
Estrechamente ligados, los dos, como por casualidad, el uno en calidad de militante y el otro como padrino y protector –en su calidad de presidente de la nación- del movimiento de los derechos civiles, juez y parte en aquel reguero de conflicto más o menos violentos o sangrientos que se diría en vías de resurgir las horas que corren. Y el problema era que los españoles por culpa de esa idiosincrasia cultural (y religiosa) vimos y enfocamos y analizamos y juzgamos todos aquellos sucesos de crónica racial que surcaron la actualidad norteamericana aquellos años, en clave (militante) anti-racista, y como tal parcial y sectaria (o partidista) falta de ecuanimidad y de objetividad mínimas. En una óptica Nueva Frontera, con la marca indeleble de John Kennedy el primer presidente católico de los Estados Unidos como así nos lo vendieron unánimemente, conforme a la mentalidad reinante e imperante en la España de aquella época, y también (par qué callarlo?) al sello judeo/cristiano indeleble de nuestra tradición religiosa (…)

Las escamas de esa herencia cultural –que arrastre yo también de forma subliminal en gran parte como tantos otro españoles se me cayeron no poco de los ojos con la lectura (por entero) ya hace algunos años de la obra del escritor norteamericano Jame Ellroy que ya habré evocado a menudo en estas entradas, en la que se ve plasmado un fresco o un releve (al agua fuerte) de lo que se pude llamar una historia secreta o subterránea de los Estados Unidos en el periodo de tiempo –coincidiendo con aquellos años convulsos- que va de la campaña electoral de 1960 que diría JFK la presidencia de los Estados Unidos pasando por el magnicidio de Dallas, los atentados mortales contra Robert Kennedy y Martín Lutero, y la Convención demócrata de Chicago.

Y entre medias, episodios de política internacional tan emblemáticas como el desembarco anti-castrista de bahía de los Cochinos o alguna de las grandes ofensivas de la guerra del Vietnam y m con que se cierran (hasta ahora), el escandalo Watergate que provocaría la caída del presidente Nixon, uno de los personajes de primera magnitud que gravitan de cerca en la actualidad de aquellos años y en las páginas de esa obra. El ultimo (el más reciente) de los títulos de James Ellroy con el que se cierra su trilogía “Underworld USA”, “Sangre vagabunda”, recoge significativamente en sus primeras páginas un evocación de los (sangrientos) incidentes raciales de Watts en Los Ángeles (agosto de 1965) –una rebelión de tipo racial en toda regla con un saldo de más de treinta muertos y más de mil heridos (…)-, vistos desde el lado de la policía local (la célebre y temida LPDA) representada en algunos de sus agentes, uno de ellos de raza negra. Una sociedad mal lograda, mosaico de minorías raciales –o “melting pot” o ensaladera étnica y racial que otra cosa, y en vías de implosión los días que corren los Estados Unidos de América.

Esa es la imagen que fatalmente se desprende de la lectura de la obra del autor de novelas negras más inconformista –y más “incorrecto”- de la novela “negra” (o en negro”) en el panorama de la literatura norteamericana actual y contemporánea. Y es lo que parecen venir a corroborar los incidentes que se viene sucediendo en esa localidad del estado de Missouri que viene ocupando las páginas de actualidad desde hace algunos días. Y con ese recrudecer de la tensión racial treinta año después une espectro más antiguo más ancestral resurge al mismo tiempo, ineluctable, y es el del Klan, omnipresente igualmente en las novelas de Ellroy y gravitando de lo más cerca en los grandes acontecimientos que sirven de telón de fondo a sus novelas.
El Klan forma parte del paisaje de los Estados Unidos desde hace siglo y medio, y arrastra fatalmente con él la memoria de los vencidos de la Guerra Civil Americana, que tiene tantos derechos de ciudadanía -lo menos que se puede decir entre españoles- que las memorias de otros vencidos en otras lattudes (...) Y que amenaza con irrumpir al primer plano ahora de nuevo con esta "spanish revoution" version americana que parecen estar alumbrando los sucesos de Ferguson -tres años después de la "nuestra", como de rebote se diria-, amenazando la presidencia del actual mandatario afro Obama
En el atentado de Dallas por ejemplo dos meses casi día por día después de la marcha de los derechos civiles ante le memorial Lincoln en Washington que tantas esperanzas haría nacer en la minoría negra y tanto solivianto e inquietud despertaría al mismo tiempo en la (gran)- mayoría blanca. Celebrado a no dudar bajo los auspicios (nota bene) del entonces presidente norteamericano que les dio innegablemente alas con su iniciativas legales –y penales (…)- en materia de discriminación racial, que interrumpiría brutalmente su muerte, y que reanudaría su sucesor (demócrata).

La sombra del Klan también, en el atentado que costó la vida a Martin Lutero King que Ellroy presenta –de forma discreta, en estampas y escenas fugaces y desperdigada por las páginas de la novela como un peligroso agitador, una especie de Don Juan, de Otelo (negro, más que el de Shakespeare) que me diga, devoto y fiel esposo y padre de familia numerosa (negra) y predador y delincuente sexual al mismo tiempo a costa de mueres de raza blanca, lo que le costaría la vida. Ferguson, Missouri, Obama le presidente afro, y el Klan de la supremacía racial, cara a cara

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